El mal en abundancia es fácil tenerlo,
Llano es el camino y vive muy cerca.
Pero, ante la virtud, sudor colocaron los dioses no perecederos,
Largo y empinado es hasta ella el sendero,
áspero al principio, pero cuando a la cumbre se llega,
luego se hace fácil, por duro que fuere.
Llano es el camino y vive muy cerca.
Pero, ante la virtud, sudor colocaron los dioses no perecederos,
Largo y empinado es hasta ella el sendero,
áspero al principio, pero cuando a la cumbre se llega,
luego se hace fácil, por duro que fuere.
Hesiodo, Los trabajos y los días
Y el sabio Pŕodico, en su escrito sobre Heracles, del que hizo muchas lecturas públicas, se expresa de la misma manera acerca de la virtud, diciendo más o menos, según recuerdo:
Cuando Heracles, apenas salido de la infancia y entrado en la pubertad, la edad en la que los jóvenes, no dependiendo ya más que de ellos mismos, muestran el camino que tomará su vida, el de la virtud o el del vicio, cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cuál de los dos caminos se dirigiría.
Salieron entonces a su encuentro dos mujeres adultas. Una de ella, grata a la vista, libre en su forma de ser, ataviada decentemente, de mirada recatada, de gestos modestos y vestida de blanco. La otra, descubriendo el cuerpo de delicada piel, estaba tan acicalada de afeites que se veía más blanca y rosada de lo que era. Su bien erguida actitud aumentaba su natural altura: de mirada audaz, y ataviada para destacar su juventud en flor. Se observaba a sí misma siempre, atenta por ver si atraía las miradas agenas, frecuentemente inclinada complacida ante su propia sombra.
Habiéndose ambas acercado a Heracles, la primera se le aproximó, pero la otra, deseosa de ser la primera, corrió hacia el joven y le habló en estos términos:
- Te veo, Heracles, indeciso del camino a tomar en la vida. Si haces de mi tu amiga, te conduciré por el camino más agradable y más cómodo, y nunca te faltará placer alguno, ni tu vida conocerá ninguna dificultad. En primer lugar, en vez de atender a la guerra y los negocios, no te ocuparás sino de elegir los manjares y los vinos que te resulten más agradables, de escoger los medios que más contribuyan al deleite de tus ojos, tus oídos, tu olfato y tu tacto, de escoger los muchachitos cuya relación te encante más, el lecho que sea más blando para tus sueños, en fin todos los medios para alcanzar una felicidad sin sombras. Si te inquietara la necesidad del dinero indispensable para hacer frente a estos gastos, no temas que hayas de lograrlo al precio de fatigas y dolores del cuerpo y del alma; antes, gozarás del fruto de los trabajos de otros, no privándote de nada de lo que pudieras sacar provecho. Gracias a mis relaciones, te conseguiré que puedas fácilmente obtener ventajas de todo tipo.
Heracles entonces le dijo:
- Mujer, ¿cómo te llamas?
Y ella dijo:
- Mis amigos me llaman Felicidad, pero mis enemigos, para denigrarme, me llaman Vicio.
En el ínterin, se acercó la otra y le dijo:
- Vengo a ti, Heracles, informada ya sobre tus padres y de cómo eres, pues te he instruido desde que naciste. Así tengo esperanzas de que elegirás el camino que conduce a mi, que cumplirás la gran obra de las bellas y nobles acciones, y que me harás resplandecer ante los ojos de todos a fin de que, por los beneficios que otorgo, más me estimen y más me consideran. No te engañaré con que te inicies por el camino del placer, sino que, en cumplimiento de la ley impuesta por los dioses, te descubriré con toda verdad todas las cosas tal cual son. De lo que hay de bueno y bello, nada han acordado los dioses a los hombres sin esfuerzo y sin dedicación. En primer lugar, si quieres que los dioses te sean favorables, comienza por honrarlos. Si quieres que tus amigos te estimen, no les mezquines tus favores. Si deseas honra en la ciudad, séle útil. Si pretendes que toda la Hélade admire tu virtud, esfuérzate por ser bienvenido en ella. Si quieres que la tierra te de frutos en abundancia, cultívala. Si te propones enriquecerte en haciendas, cuida del ganado. Si buscas engrandecerte en la guerra, y quieres liberar a tus amigos y someter a tus enemigos, te conviene aprender el arte de la guerra de boca de los que saben, y buscar en la práctica cómo se hace la guerra. En fin, si quieres ser un hombre fuerte, es necesario que habitúes tu cuerpo a obedecer al espíritu, y entrenarlo con ejercicios a soportar el sudor de tu frente.
Entonces el Vicio retomando el diálogo le replicó, según Pródico:
- ¿No ves, Heracles, cuán penoso y demorado es el camino a la felicidad por el que esta mujer quiere llevarte? Yo te conduciré a la felicidad por un camino fácil y breve.
Y la Virtud le replicó:
- ¡Miserable!, ¿Qué alegría puedes prometes cuando no propones ninguno de los medios que puede conducir a ella? Ni siquiera esperas que nazca el deseo de las cosas buenas; antes de que aparezca, lo satisfaces por entero; haces comer antes del hambre, beber antes de la sed. Para manjares delicados, traes cocineros, para deliciosos vinos, los compras nuevos a alto precio, y, en pleno verano, corres sin resuello por todas partes en busca de la helada nieve; para reposar blandamente, no sólo necesitas suaves frazadas, sino también lechos profundos. No buscas el reposo al acostarte, porque en realidad no has tenido nada que hacer. Antes de sentirlo, excitas por todos los medios el deseo de amor, y para ello no te privas de hacer uso de hembras y de varones. Enseñas a tus pupilos a gozar toda la noche del amor, y a dormir en las preciosas horas del día. Aunque eres una diosa inmortal, los demás dioses se alejan de ti, y los hombres honestos de tildan de infame. Lo que a todos nos resulta lo más agradable de oír, que los demás nos elogien, tú nunca lo has sentido; y lo que es más placentero de ver, tú nunca lo has visto: jamás has podido contemplar una digna obra producto de tus manos.¿Quién puede confiar en ti? ¿Quién te socorrería en tus necesidades? ¿Quién osaría cortejarte, si tus cortesanos, en su juventud son débiles, y en la vejez desvarían y pierden la sensatez? Estos adolescentes, en la flor de la edad, han sido educados sin conocer el esfuerzo; debilitados llegan con sufrimiento a la vejez; avergonzados de sí mismos, abrumados por la conciencia de lo que hubieran debido hacer, su juventud vuela de placer en placer, y su vejez no se ocupa de otra cosa que de apartar las molestias de la edad.Yo soy la que aconseja a los dioses y a las gentes de bien; ninguna hazaña de dioses o de hombres sería posible sin mi apoyo. Soy la más honrada entre los dioses y entre los hombres buenos de válidos elogios. Soy estimada socia de artesanos y artistas, fiel guardiana del hogar para los padres, auxiliar bienvenida de los servidores, buena colaboradora en el ejercicio de la paz, sólida aliada en las fatigas de la guerra, la mejor compañera de la amistad.
Mis amigos gozan de paz, y del agradable placer del comer y beber, pues saben abstenerse de ellos hasta que les viene el apetito. Más dulce les es el sueño que a los ociosos que no se han fatigado; y no les molesta interrumpir el sueño, ni descuidan, por seguir durmiendo, sus obligaciones.Los jóvenes disfrutan de los elogios de los mayores, y los ancianos se complacen de las muestras de respeto de los jóvenes, y se recuerdan con satisfacción de su vida pasada, y aún al presente gozan del encanto de sus acciones. Gracias a mí, estos virtuosos son amados de los dioses, estimados de sus amigos, considerados por sus compatriotas. Y finalmente, llegada la hora fatal de la muerte, no bajan a la tumba olvidados y sin honor, sino que celebrados en himnos vive su memoria en los siglos futuros.¡Oh Heracles, hijo de padres excelentes! Tal es la vida por la cual, tomándote todo el trabajo necesario, te será concedido alcanzar la felicidad suprema.
Pródico prosiguió en estos términos el relato de la educación de Heracles por la Virtud, bien que sabía también adornar sus palabras con expresiones más excelentes que las mías.
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates
No
nos ha llegado ninguna obra de Pródico; sabemos de él por citas de
otros. Este relato, que cuenta Jenofonte en su obra Recuerdos de
Sócrates, es de los más conocidos.
Mungo Jerry - In the summertime
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