lunes, 26 de septiembre de 2016

La construcción tras la guerra (II)

Siempre es conveniente, tratándose de edificios de alguna importancia,… Así empieza el capítulo dedicado a los cimientos. ¿Siempre es conveniente, tratándose de edificios de alguna importancia, el calcular los cimientos, y a los demás, que los zurran: invéntese unos cimientos, por aquello del qué dirán, y a otra cosa mariposa? ¡Pues no! Resulta que ni siquiera en los edificios importantes se calculaban, tal y como ahora entendemos el calcular un cimiento.


Fíjese bien: uno debe estimar un terreno y "calcular" los cimientos. Para saber lo que aguanta el terreno, pregunte en el edificio de al lado. Si ellos contaron "tanto", y la casa no se les ha caído, haga usted lo mismo. Si no lo saben o no hay casas cerca, suponga un valor y tire pa'lante. Eso sí, luego, cuando esté todo excavado, acércese por allí para ver lo que sale y tire una barreta de acero. Esperemos que no se haya equivocado de mucho, porque las sorpresas en los fondos de las excavaciones se suelen pagar muy, muy caras. 

¡Aquellos sí eran hombres, ya lo creo!

La verdad es que sí que calculaban los cimientos, por supuesto que lo hacían. Lo que pasa es que, entre sus métodos para calcularlos, tan diferentes de los de ahora, y su manera de establecer lo que aguanta el terreno, cualquier calculista por ordenador diría que eso no es calcular, sino cimentar a ojo.

Por cierto, un chascarrillo: recomendaba el autor, para los pilares, cimentar con macizos circulares, "por ser más fácil la apertura de pozos redondos que cuadrados o rectangulares". Si alguna vez se encuentran una zapata circular, no se extrañen: tenía su porqué.


 
Creedence Clearwater Revival - Proud Mary

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