martes, 25 de septiembre de 2012

Conversaciones durante la comida de hoy

Hoy hemos quedado a comer seis ingenieros de estructuras, hacía tiempo que no nos veíamos. Durante la comida la conversación ha girado en torno a tres temas principales:

1- Nuestras situaciones personales. Familia, trabajo, perspectivas, miserias y alegrías. Lo referente al trabajo, desde luego, tratado con mucho humor. Por deprimente, que las cosas son como son. No es que contásemos muchos chascarrillos del trabajo, y no por que fuéramos competencia entre nosotros, sino porque en realidad no  teníamos chascarrillos que contar.

2- ¿Qué pasará en Venezuela? El siete de Octubre hay elecciones. ¿Quién ganará? Chávez ya ha dicho que si pierde habrá una guerra civil. Uno de nosotros habló el otro día con su madre, que está allí, y le dijo que Chávez ya está preparando los puestos armados, uno de ellos en la esquina de su casa. Así que no sabemos cuál es el programa electoral de Chávez, o que promete hacer si gana, pero sí lo que hará si pierde. Lo bueno es que, según parece, el candidato de la oposición no se ha achantado y ha dicho que si ellos pierden, que entonces sí habrá guerra. Parece ser que también se están armado, ellos. Lo que está claro es que los dos presentan el mismo programa electoral (o no-programa, no sé cómo debería decirse) y que da igual a quién votes, el resultado será el mismo. Veremos.

3- La independencia. Es inevitable, es el tema de moda por aquí. Hasta en la sopa. El resumen, en líneas generales, es que uno de los seis es claramente independentista y tres claramente no-independentistas. Los otros dos no se pronunciaron; presumiblemente serían no- (cinco a uno) o quizá uno no- y otro sí- (cuatro a dos). Esto de la independencia va por sentimientos, no por razones, así que no hace falta aducir ni explicar nada, las cosas son así. Y todos tan amigos.Cada uno de nosotros cree que acabará la cosa como no queremos que acabe pero tenemos la esperanza de que será justo al revés.

Por lo demás, la conversación fue bilingüe y fluida; esto es algo absolutamente natural y espontáneo, que aquí surge sin presión de ningún tipo (aunque los políticos y los medios de comunicación no lo sepan, o lo nieguen). Cada uno habló en la lengua que en ese momento le dio la gana y no sé decir en que lengua se dijo cada cosa.

Eso sí, la camarera (china, era un restaurante chino), grosera como no lo imaginamos en un camarero. Sin modales, y me temo que tampoco los aprenderá nunca. No sólo nos interrumpía las conversaciones sin ninguna suavidad ni cortesía, es que - por ejemplo- al acabar apiló los dieciocho platos, restos de comida incluidos, sobre el de uno de nosotros. Sin siquiera retirarlos un poco. Hay cosas que no entienden de fronteras.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Volar hoy


Hoy (por ayer) he tenido que volar, por razones profesionales. A Lisboa. El vuelo, la verdad: un asco. Tenía tan poco espacio con el asiento de delante que no podía ni reclinar la cabeza; prácticamente, la única postura relajada era recostado en el asiento. Intenté bajar la bandeja de delante, apoyar  el codo en la bandeja y descansar la cabeza, pero no pude: no cabía. Y eso que el asiento ya no tiene redecilla para dejar libros o cosas, por ejemplo. A bordo, las amables azafatas no ofrecieron ni los tradicionales periódicos ni el habitual desayuno. Bueno, el desayuno sí, pero de pago.

El caso es que al recordar que hace años en este mismo trayecto el refrigerio incluía salmón ahumado, no pude menos que preguntarme ¿por qué? Quiero decir, ¿por qué el tiempo no pasa para los aviones?

Hace treinta años, los coches, por ejemplo: ¿ustedes recuerdan cómo eran los coches, hace treinta años? ¿Hace 20? ¡Madre mía, si hace poco tomé un coche de alquiler y en comparación el mío, de once años, parecía una cafetera con ruedas! Y lo mismo podría decirse de los autocares o de los tres ¡o de las bicicletas! Incluso, estoy seguro, los cohetes espaciales de entonces no resisten comparación con los de ahora.

En cambio, los aviones son los mismos. Se sube usted a uno y lo encontrará más o menos igual, probablemente ahora más estrecho y peor servido. Y tardan lo mismo. Le llevan y le traen del avión como sardinas en latas, en un autobús, igual que entonces. O, sin ir más lejos, los retrasos: escribo estas líneas tirado en el aeropuerto, porque anuncian que tiene dos horas de retraso. Hace años, había retrasos en los trenes, ya lo creo que los había, en los autobuses, en todo. Ahora sólo los hay en los aviones. Eso sí, siguen a la orden del día.

Ustedes me dirán que los aviones sí han mejorado, que son más seguros y su mecánica más eficiente y fiable, que hay menos accidentes, y que lo que pasa es que el pasajero no nota los cambios. Puede. Pero los vuelos tardan (o lo parece) lo mismo, y la seguridad parece la misma: sigue habiendo pocos accidentes en Europa (Spanair en Barajas, el Concorde en París, Air France volviendo de Brasil,…) y multitud de accidentes -ya no son noticia- en África y Asia. Pero, sobre todo, trenes, autocares y coches son mucho más seguros, eficientes y fiables que antes, y eso no ha sido obstáculo para que también fueran más confortables y los viajes más agradables y rápidos.

No, yo creo que los aviones no evolucionan porque no quieren. No les interesa. ¿Saben lo que vale un avión? ¿Saben la de años que tiene que durar? Ahora, imagine que evolucionan. Que uno nuevo haga parecer viejo a uno de hace cinco años, una tartana a uno de diez y un amasijo de hierros a uno de veinte. Que hiciera un Madrid-Buenos Aires en la mitad de tiempo, que el despegue y el aterrizaje fueran más suaves, que fuera más silencioso, más espacioso… ¿volaría usted con Alitalia y sus cafeteras de 10 años de antigüedad pudiendo viajar con KLM y sus maravillas recién salidas? No habría compañía que pudiera resistirlo.

Así que debe de ser eso. Es la explicación más lógica que se me ocurre a por qué la aviación civil es el único sector en el que no ha pasado el tiempo.

Y yo, mientras tanto, tirado en un aeropuerto.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Cadena de errores

Hace ya algunos años, se construyó una planta embotelladora de agua en el Balneario de Panticosa. Se buscó un arquitecto para tamaña misión y éste, como era de esperar, diseñó una cubierta... "de ésas". La típica cubierta de nave industrial que diseña un arquitecto al que no se le pone freno y que cree que es su ocasión de pasar a la historia.

Siendo la estructura de la cubierta tremendamente complicada, se encargó su cálculo a un afamado estudio de calculistas de Barcelona. Los cuales, ante la oportunidad de calcular (y cobrar) una alambicada estructura de cubierta en vez de la sencilla cubierta que hubiera diseñado un ingenierillo de a pie, se frotaron las manos y pusieron a sus sin duda potentes ordenadores a calcular. Pero, claro, los potentes ordenadores no avisaron de que el Balnerario de Panticosa está a 1.630 metros de altitud, en la parte más alta del Pirineo Central y en un circo rodeado de picos de más de 3.000 metros. Y como los ingenieros creían que Panticosa estaba en la planicie aragonesa, pues estimaron una carga normal de nieve, 50 kg por metro cuadrado, unos centímetros.

Por otro lado, la estructura era realmente enrevesada, de ésas que salen barras en todas direcciones y no sabes bien qué se está apoyando en qué. Y pasó lo que tenía que pasar: al construirla se equivocaron y la montaron al revés, de manera que las barras que tenían que trabajar a tracción trabajaban a compresión y las que se pensaron a compresión estaban a tracción.

Y... se lo huelen, ¿verdad? En el primer invierno, la cubierta se vino abajo. Ocurrió, mala suerte, que nevó. Cuatro metros de nieve (ya no nieva como antes, pero yo he visto nevadas en el balneario que te despides de los coches hasta la próxima primavera). Y la cubierta ni estaba diseñada ni calculada ni construida para soportar tanta nieve.

¿De quién es la culpa? Apunte a quien apunte, acierta. Y además se olvida de dos culpables más. Porque, como digo muchas veces y es a ésto a lo que voy, la responsabilidad ES COMO LA MIERDA. La responsabilidad es como una pelota de mierda que pasa de mano en mano porque nadie la quiere tener. Cuando se acaba el pasarla, no sólo es responsable el que tuviera la pelota, porque TODOS TIENEN LAS MANOS MANCHADAS. Si en algún momento la pelota de mierda, la responsabilidad, pasó por sus manos, no se haga el inocente porque también sus manos están sucias. Todos contribuyeron a cagarla.

Así que, en adelante, no piense que porque otros trabajen a partir de lo que usted trabaje estará usted libre de culpa. No importa cuál fue el fallo decisivo, porque todos contribuyeron en algo.

Y lo peor del caso es que todos creyeron que lo habían hecho bien, ninguno pensó que se había equivocado. ¿Me habrá pasado a mí también y no lo sabré hasta que se caiga esa estructura mía?

domingo, 16 de septiembre de 2012

Independentismo de salón

Como saben, toreo de salón es lo que hace el torero cuando se entrena, con el carretón que simula ser un toro y lo mueve un muchacho, y el torero hace las poses, los aspavientos, los gestos, y el resto de la compañía, en ese momento, dice "Olé"... Nada que ver, desde luego, con estar con un morlaco de verdad, solo en un albero. Por extensión, suele utilizarse esta expresión para describir a aquellos que presumen de mucho en las conversaciones, sabedores de que jamás estarán en la situación en que se puedan descubrir sus bravatas. Estos días, en Cataluña, no se habla de otra cosa que de la cuestión de la independencia; paree ser que la gran mayoría de la población es independentista. Y yo suelo decir: sí, independentista... de salón.

¡Un momento: lo primero es lo primero! se dice, se oye, se comenta, que a la manifestación pro-independencia del martes 11 fueron un millón y medio de personas. Y a partir de ahí, se hacen todas las suposiciones del mundo. Sin embargo, yo del sentido físico de los números y de hacer estimaciones sí sé algo, que no en balde soy ingeniero y no me marean las cifras. No tengo ningún problema en acotar, metro arriba o abajo, la longitud del recorrido y la anchura de las calles, con lo que soy capaz de saber la superficie cubierta por la muchedumbre. Y como puedo estimar la densidad con la que se agolpa la gente en la vía pública y qué porcentaje de una calle son los árboles, las papeleras y semáforos, los coches aparcados, los contenedores de basura y de reciclaje,... créanme, no fueron más de 250.000 personas. Quizá 260.000, pero ni siquiera 300.000. Ése es el hecho real.

Lo que pasa es que, como en la asistencia a las manifestaciones se exagera desde siempre, si un día se nota claramente que va más gente que a cierta manifestación cuya cifra ya fue exagerada, pues está claro que la cifra de la nueva ha de ser mayor aún. Como en realidad una manifestación no sirve para nada y no deja de ser un fuego de artificio sin consecuencias, pues "para ti la perra gorda". Y se tiene la fiesta en paz. Los números reales, en las votaciones.

Aún así, me dirán, trescientos mil independentistas son muchos independentistas.Bueno, veamos quiénes fueron.

De los 300.000, un porcentaje muy grande era de chavales y jóvenes menores de 25 años. Es decir, un porcentaje muy grande de los asistentes carecía de una experiencia de vida que le permitiera saber qué estaba pidiendo realmente y qué consecuencias reales tendría lo que pedía. No pasa nada, el joven ha de ser algo alocado e irreflexivo, idealista e ingenuo, ha de creer que se va a comer el mundo, porque aún no tiene la fortaleza suficiente para soportar la realidad. Banderas, algarada, ven que lo pasaremos bien, es lo guay y si no vienes eres un pijo y un españolista,... Yo suelo decir "apedrearemos el McDonalds" y todos los que tienen más de treinta y cinco reconocen que es lo que se hacía los 11 de septiembre hace veinte años o más, y ... agachan la cabeza y sonríen, qué burros y qué inmaduros éramos entonces. Nunca nadie me lo ha negado ni me lo ha defendido.

Otro porcentaje importante son los estultos. Son gente que realmente quiere la independencia. He habado con alguno, y lo reconoce: le da todo igual, renunciaría a todo, aceptaría comer mierda el día que pudiera comer, si Cataluña fuera independiente. Eso sí, me dice que con una Cataluña independiente eso no pasaría, pero que si así fuera no le importaría.

(Hay, por supuesto, independentistas que saben que incluso si la población comiese mierda ellos disfrutarían de pantagruélicos festines en sus dachas privadas, pero con éstos no me he topado jamás).

Y el resto... el resto son los que denomino independentistas de salón. Gritan a los cuatro vientos que son independentistas, que querrían ser independientes, pero... porque gritar no les convierte en independientes. Si así fuera, no abrirían la boca ni para beber. Este grupo lo podemos dividir en dos clases.

Una primera clase sería la de aquellos que dicen que son independentistas mientras sólo sea un juego. Por ejemplo, el presidente del F.C. Barcelona, Sandro Rosell. Rosell, de hecho, ha declarado en los periódicos que si fuéramos independientes, ningún problema, porque la liga española permitiría al Barcelona jugar con ellos. Tranquilos, catalanes, que aunque Cataluña sea independiente el Barcelona no jugará la liga catalana, claro que no, sino la española, que es lo que en el fondo quiere la sociedad catalana. Lo captan, ¿no? Rosell es listo. Sabe -o alguien de su junta se lo dirá, tarde o temprano- que el día que toque los clubes de la liga, todos los de segunda y todos los de primera, votarán que no al Barça. Que Florentino se debe a sus socios y que éstos, madrileños y antibarça, exigirán que el Barça se pudra en nuestra liga con el Santa Coloma y el Sant Andreu.  Sabe que será así. Pero mientras esto sea un juego que no pasa a mayores, puede soltar todas las bravatas que quiera, que es lo que le hace quedar bien. Y el segundo matiz: si a los aficionados les causa terror la posibilidad de que el Barça juegue en una liga catalana y no española,... ¿ustedes creen que esa gente quiere en realidad separarse de España?

Y luego están los que en realidad no lo han pensado, porque de momento esto es un juego y no hace falta pensar. Si llega el momento y fuera una posibilidad seria, entonces la reflexión les haría darse cuenta de cómo son las cosas. Aquí sólo se habla de lo bien que nos iría siendo independientes, y digo habla por no decir miente, pero nunca se explica qué pasaría si lo fuéramos. Nunca se dice qué ocurriría, por ejemplo, con el potentísimo sector editorial: ¿encargarían los colegios españoles sus libros de texto a una editorial extranjera? O con las obras y concursos nacionales del resto de España: ya no podrían presentarse los catalanes, seríamos extranjeros. No se explica que las excelentes infraestructuras de Barcelona capital ha ido mayormente a cargo del Estado, y que la red de Metro que tenemos la han pagado millones de españoles que no pueden disfrutarla. No se explica que, a partir de ese día, Cataluña debería fabricar de acuerdo con lo que fijasen las normas extranjeras... en realidad, no explican que todo dependería de la buena voluntad de España, de que España decidiera no sólo darle la independencia a Cataluña sino además hacerle la vida lo más fácil posible. Una España que, no lo olvidemos, seguiría regida por unos políticos que deben ganarse los votos en la España despechada. Sí, no me cabe duda que si la cosa fuera en serio y se mostrara la verdadera cara del cuento de hadas que se contaba en la manifestación, casi todos darían media vuelta y se volverían a sus casas, sabedores de que no hay que jugar con fuego y las armas las carga el Diablo.

Lo más curioso, a veces, es que los independentistas creen que éste es un asunto menor, únicamente de ámbito catalán, que no afecta al resto de los españoles y por lo cual éstos no tendrán porqué opinar. Que habría un referéndum, sí, pero que sólo se permitiría votar a los catalanes. 

Que ésa es otra: si hicieran un referéndum, los independentistas, obviamente, querrían decir antes quiénes pueden votar y quiénes no. Porque ¿quién es catalán? ¿el que está censado? ¿Y si el censo aumentase brutalmente, porque los no-independentistas acogieran formalmente a todos sus familiares? ¿Un catalán que lleve treinta años viviendo en Córdoba? ¿Un cordobés que llevara treinta años viviendo en Cataluña? ¿Se les dejaría opinar o no? ¿Y a sus hijos, sus mujeres? ¿O habría que pasar algún tipo de ensayo que demostrase que el votante es catalán de pura cepa y cien generaciones (o que va a votar sí, claro)?

Yo estaría a favor de un referéndum si supiera que sólo iba a haber uno. Pero ya se sabe que no, que si lo hay y sale el "No" no pasa nada, dentro de unos años se vuelve a plantear, y luego otro, y otro, y otro... por si la población ha cambiado de idea, más que nada. Hasta que salga "Sí", en cuyo caso ya no sería necesario consultar a la población nunca más. 

Y esta es la realidad. Hay un puñado de idiotas que hace mucho ruido y levanta mucho polvo, y se autodenominan "la mayoría". Ustedes, estén tranquilos. La verdadera mayoría no es idiota. El único riesgo lo tenemos con los políticos de Madrid, que también son idiotas; por lo demás, ya les digo: independentismo de salón.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ryanair

A propósito del nuevo incidente que ha tenido hoy la compañía Ryanair, esta vez en el aeropuerto de Lanzarote pero de nuevo un piloto que dice que no tiene combustible y que piden que le cuelen en el turno de espera de aterrizaje... creo que ha llegado el momento de hablar de Ryanair.

Confieso, lo primero, que yo nunca he volado en Ryanair. He volado en otras compañías, ni poco ni mucho, supongo que una media, pero nunca en una compañía de bajo coste y menos en "la" compañía de bajo-rebajo coste. He sufrido huelgas, retrasos, aplazamientos, averías técnicas, malos vuelos, desvíos de aeropuerto, pérdidas de equipaje, empalmes al límite, tener que pasar noche por ahí de esas maneras, perder aviones, quedarme sin cenar porque se les acaba la cena (los periódicos, los cacahuetes, de todo) justo al llegar a mí,... lo normal, vaya, pero siempre en compañías que intentaban que los pasajeros sufrieran lo mínimo. De Ryanair sólo puedo hablar de oídas.

Dicen, y debe ser verdad, que Ryanair es una compañía que transporta viajeros por precios realmente baratos. Parece ser que han llegado a llevarte de Madrid a Londres (no Heathrow) por menos de lo que me cuesta ir de Barcelona centro al aeropuerto en taxi. Pero también es cierto que, por lo visto, o eres un experto por experimentado en viajar con ellos, o eres un pringado. Que te van a tratar fatal y que te van a cobrar por cosas que no te habías dado cuenta pero que va a resultar que el billete no era tan barato. Aunque siga siendo barato, eso sí.

Yo, la verdad, esto de Ryanair lo veo como un bar en el que te roben la cartera pero adviertan con un letrero a la entrada "ojo, en este bar le intentaremos robar la cartera". Y aunque hayas oído decir a todo el mundo que en ese bar te roban la cartera, tú vayas y creas que a ti no te la robarán, y además quejarte porque te la han robado y porque no habías leído el cartel de la entrada. A mí ese tío no me da ninguna pena, y si no me gusta que me roben la cartera yo no voy y ya está, respeto el derecho del dueño del bar a intentar robar la cartera a sus clientes.

Es decir, en mi opinión Ryanair no engaña. Vale, sí que engaña cuando te gastas más de lo que creías que te ibas a gastar, pero no engaña porque todo el mundo sabe que Ryanair engaña y que al final con Ryanair el precio del billete no es lo que pagas sino sólo una fracción. Todo el mundo sabe que en Ryanair tratan al viajero como escoria (todo el mundo sabe que pagan de pena a sus empleados, resultando que éstos no están contentos y no se desviven por los viajeros) y que viajar con ellos está más cerca de cómo viajan las gallinas a cómo viajan los que vuelan con las mejores compañías. Y si por ahorrarse unos chavos uno está dispuesto a un trato inaceptable, pues muy bien. Que no se me queje, y punto. Pero éste no es el tema. Y tampoco la deleznable ética del dueño de la empresa.

La cuestión es que, a veces, los aviones se caen. Normalmente pasa en compañías africanas o de Asia central, pero alguna vez también ocurre por estos pagos. Todos los viajeros saben que el avión tiene un cierto riesgo. Pero este riesgo es muy bajo, se asume y se vuela. Entiendo que los viajeros de Ryanair sabrán que el riesgo en Ryanair es más alto que con las buenas compañías, pero pensarán que todavía es suficientemente bajo para ser aceptable y se ahorran unos dinerillos. Y ahí yo creo que se equivocan: si antes de volar, en Iberia revisan, es un suponer, 12.000 puntos y si encuentran una no conformidad de nivel 1 o dos de nivel 2 el avión no despega (repito que es un suponer), yo diría que en Ryanair revisan 1.000 puntos y salvo que tenga doce fallos de nivel 1, el trasto sale como que el dueño se llama O'Leary. ¿O creen que con billetes tan baratos se puede pagar un mantenimiento de calidad y ser tan riguroso como los mejores?

Yo no sé si las repetidas incidencias de los aviones de Ryanair que se están quedando sin combustible para esperar turno como los demás son ciertas o son consignas de la compañía a los pilotos para mejorar sus seguramente horribles tasas de puntualidad. Pero un día será verdad, se encontrarán que los demás pilotos están usando el mismo truco y no les colarán, y ya la habremos liado.  O será por el mínimo mantenimiento que hacen, o qué se yo. Pero estoy seguro que un día tendremos un accidente con un avión de esta compañía. Y entonces se escribirán ríos de tinta, unos diciendo ya lo dije, ya se sabía, se veía venir, otros diciendo cómo íbamos a saber, si llegan a saberlo no vuelan, o que alguien tiene que meter de una vez por todas en cintura a Ryanair. Pero, ¿saben? entonces será tarde. Porque habrá decenas, quizás cientos, de muertos.

No, de Ryanair es ahora cuando se debe hablar. Y si se ha de decir que alguien tiene que meter de una vez por todas en cintura a Ryanair, se ha de decir ahora. Dejarles apurar tanto es una irresponsabilidad, y si quien puede actuar no actúa será tan culpable como ellos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Vermont

 Escribí hace tiempo un artículo sobre la creación de los Estados Unidos y me prometí a mí mismo que un día hablaría sobre Vermont. No sabía yo entonces que la vida, las malas compañías,... ¡en fin! que pasó el tiempo y no escribía. Así que de hoy no pasa.

Todo el mundo sabe que se independizaron trece colonias de Inglaterra, las trece barras de la bandera estadounidense. Pero poca gente sabe lo que pasó con Vermont. ¿Y qué pasó? Pues que se independizó antes. Vermont era un territorio o colonia denominado "Montañas verdes", al norte de Nueva York y lindando ya con el Canadá francés (y originariamente fue francés). No tiene salida al mar, por cierto. Tras la Guerra de los Siete Años pasó a manos británicas y los estados de Nueva York y New Hampshire lo reclamaron como suyo, algo a lo que los habitantes de Vermont se opusieron (organizándose como milicia). Pues bien, al poco de empezar la guerra de la Independencia Vermont se declaró (en 1777) independiente, se organizó como país y se dotó de una Constitución. Mientras, las trece colonias seguían guerreando. Éstas ganaron finalmente su independencia, y en 1789 se organizan más o menos como son ahora, con su Constitución y todo eso (las enmiendas famosas ya escribí que llegaron después).

Total, que pasan los años y Vermont es un estado independiente... que no reconoce nadie y que además dos estados de los Unidos reclaman como propio. Pero, insisto, es y se gestiona como estado independiente. Ahí no entra nadie que no quieran.

¿Y qué pasó? Pues que en 1790 Nueva York y New Hampshire renunciaron a sus pretensiones, los estadounidenses mejoraron su constitución con las enmiendas de marras,... y en 1791, tras 14 años y lógicas conversaciones, Vermont decide que ¿porqué no? pues que se une a los Estados ya Unidos. Fue el decimocuarto estado, y el primero que se unía a esa sociedad. La cual, además, decidió no castigar a Vermont por haber tenido un camino aparte y el estado se integró con los mismos derechos que los demás estados.

¡Qué historia más bonita, verdad! Pues sí, pero... ¿porqué la cuento ahora? Pues porque he escuchado muchas tonterías este verano: ya se sabe que los políticos no suelen destacar por su profundidad intelectual y los medios de comunicación, a su vez, prefieren destacar las ideas llamativas de los políticos a las inteligentes, y el resultado (y en verano más) es que no paran de llegarnos  patochada tras patochada. Y, claro, los políticos, que no pueden consentir que otro diga algo más allá que ellos, pues se ceban en la imbecilidad y la hacen cada vez más gorda. Y oigan, en Cataluña llevamos muchos años de políticos y tenemos muchos medios de comunicación propios para mirarnos nuestros ombligos. Si usted vive fuera de Cataluña pero en España, conocerá la milonga de la que le hablo. Pues ahora imagine lo que es esa letanía mil veces repetida para los que estamos aquí dentro.

Fíjense, hubo un tiempo y un lugar donde la gente, libremente, decidió que lo lógico era asociarse con otros estados, no iguales al suyo pero sí parecidos, con una historia diferente pero no tanto. Se dieron cuenta que no tenía sentido ir por libre si se podía ir acompañado (y en 1791 ser de Estados Unidos no era ningún chollo) y que unidos era mejor que solos. ¿Qué pensarán nuestras autoproclamadas "cabezas pensantes" catalanas de lo que pasó en Vermont a finales del siglo XVIII? ¿Lo entenderán, creerán que fue un error, un acierto tal vez? Y si creen que fue acertado, ¿no se les ocurre extraer ninguna lección de ahí?

No sé si me entienden.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Respuesta a R.

R.:

En primer lugar, quiero decirte que todas las personas tendemos a creer que aquello que no sabemos hacer es fácil. Y esto rige tanto para mí como para los demás. Por ejemplo, toda profesión requiere muchos más conocimientos de los que a los ajenos a la misma nos parece.

En segundo lugar, las ideas que expreso en este blog las exagero, tal y como previne en mi primera entrada a modo de declaración de intenciones. No pretendo pontificar sino hacer pensar, y debe ser el lector el que acabe de madurar las ideas que aquí se planteen. A menudo no tenemos una opinión formada sobre un determinado tema hasta que alguien lo plantea, y es lo que hago: lanzo una idea, y cada uno tendría que meditar qué piensa él en concreto sobre lo que digo y saber así qué piensa él realmente sobre ese tema, en el que a lo mejor no se habría parado a pensar hasta ahora.

Dicho lo cual, la idea que planteo en el artículo de marras se puede reformular esquemáticamente como sigue:

  • En el área de influencia de Barcelona, cada año se licencian más de mil ingenieros e ingenieros técnicos. En condiciones normales todos ellos se colocan fácilmente en puestos de ingenieros: industrias y fábricas, pequeños talleres, oficinas y/o ejercicio libre, técnicos de mantenimiento, contruscturas e instaladoras, técnicos comerciales, comerciales de productos técnicos, consultores, etc. Incluso, el mercado local atrae y absorbe excedentes de técnicos de otras zonas, por ejemplo de Aragón.
  • Si cada año en el área de Barcelona se formara más de mil, digamos, tanatoesteticistas... crees que todos ellos encontrarían aquí trabajo de tanatoesteticistas? ¿Cada año mil más? Claro que no. Uno o dos, probablemente. Pero dudo que más de cinco. El resto tendría que trabajar de otra cosa.
  • Sin despreciar a los tanatoesteticistas, dignísima profesión que por supuesto nuestra sociedad necesita, yo no recomendaría a mi hijo que se decantara por este oficio si duda entre serlo o ser ingeniero... salvo que estuviera seguro de que iba a ser el número uno mundial de los tanatoesteticistas.
  • Lo mismo podría decirse de muchas otras profesiones. Un primo mío es egiptólogo, su gran vocación. Sábete que, ya cincuentón,... no trabaja de egiptólogo. ¡Ey! que a mí me encantaría ser también egiptólogo. Ojalá todas las personas, ademas del carnet de conducir, tuviéramos el título de egiptólogo. Pero en mi caso, estudiar egiptología es un lujo de tiempo y dinero que no me puedo permitir. He de priorizar mis escasos recursos, y...
  •  Por supuesto, el área de Barcelona no genera trabajo para más de mil nuevos egiptologos cada año. Es una carrera preciosa pero poco práctica (repito que soy ingeniero y que planteo el tema como un ingeniero cuadriculado).
  • Sin embargo, la egiptología es importante y se debe avanzar en el conocimiento del antiguo Egipto. Por lo tanto, y dado que las empresas no demandan egiptólogos (véase la sección de anuncios de trabajo de cualquier diario o portal del ramo en internet), debe ser el Estado el que los tenga en su nómina. En la cantidad que cabalmente se necesite. No mil más cada año. 
  • Entonces, sigo razonando, no necesitamos facultades de egiptología para mil licenciados al año. Y si no las necesitamos, no las tengamos. Si nos basta con una o dos, tengamos sólo una o dos. Y el resto, que cierren. Hablo, claro, de universidades públicas, las que pagamos entre todos.
  • Formar a todos los egiptólogos que no van a trabajar de egiptólogos o tanatoesteticistas que no van a trabajar de ello es, entonces, un lujo. Un lujo que disfrutan ellos, y es por eso que digo: ese lujo, que se lo paguen ellos. Que estudien en centros privados que no nos cuesten dinero a nosotros. Porque actualmente nos van mal las cosas, y hemos de aprender a vivir con menos lujos. Aunque - y aquí es donde falla el pensamiento de la mayoría- ese lujo también nos beneficie. Claro que obtengo beneficios de tener un yate amarrado en el puerto, pero ¿no estás de acuerdo en que tener el yate es un lujo que no me puedo permitir? Que saque provecho de tenerlo no lo descataloga como lujo.
Y es que de eso se trata. De identificar dónde hemos de recortar nuestros gastos. No de discutir la necesidad o no de tener más egiptólogos en concreto en nuestra sociedad. Actualmente en España tenemos muchas cosas que hace 30 años nos habrían parecido lujos impensables sólo para suecos y noruegos. Pero nuestra memoria es frágil, y ya creemos que son cosas imprescindibles e irrenunciables. Yo sólo planteo... ¿Y si no fueran realmente imprescindible?

¡No hablo de egiptólogos ni de tanatoesteticistas!