jueves, 29 de diciembre de 2011

El mejor deportista de la historia

Muy a menudo hemos debatido sobre quién es o ha sido el mejor deportista de la historia. Y también de España.

Lo que pasa, con el deporte, es que en primer lugar tienen que quedar registros de las hazañas (vete tú a saber si hubo un ibero que levantaba la piedra de 400 kg con la mano izquierda o que corriera los 100 m lisos en 9 segundos), y en segundo lugar nos falta capacidad para calibrar esas hazañas si no se corresponden con nuestro tiempo: no podemos saber qué habría hecho Berrendero con la bicicleta de Contador o Contador con la bicicleta de Berrendero, en las carreteras de uno y otro, y con los medios de locomoción de cada época para correr una carrera (habría que ver en qué condiciones llegaba el atleta a la línea de salida en 1935 y en 2010, por ejemplo).

También influye el que los deportistas no hayan competido entre sí, y por supuesto el hecho de que las disciplinas deportivas son muchas, muy variadas, y difícilmente comparables.

Así que para eso se hicieron las barras de bar, para poder debatir a gusto sobre si el Madrid de Di Stéfano le habría bailado o no a este Barcelona de Messi. Y por eso aquí va mi cuarto a espadas.

Ahora bien, como ingeniero yo no pego un tiro y ya está; no digo "como Urtain, ninguno". Primero me hago una lista de candidatos, y cartesiano como soy, la ordeno cronológicamente. Héla aquí:
 
El primero de la lista aparece en los años 20, Ricardo Zamora. Portero de fútbol. Un portento. Seguramente, el mejor portero de fútbol de todos los tiempos según la opinión mundial, diga Yashine lo que quiera. La lástima de Zamora es que el mundial de 1934, que España debía haber ganado, se jugó en la Italia de Benito Mussolini: la semifinal contra los italianos fue tan escandalosa que la FIFA mandó repetirla y apartó del arbitraje al árbitro suizo, pero para el segundo partido los italianos ya habían lesionado a medio equipo español y no hubo nada que hacer. Pero claro, Zamora era portero de fútbol, no jugador de campo. Nombrar a un portero deportista del siglo es como nombrar a un arquero o a un regatista: no nos cabe en la cabeza.

En los años 40 aparece otro crack: Telmo Zarraonaindía, Zarra para los amigos. Futbolista del Athletic, pero esta vez delantero. ¡Y qué delantero! Sin embargo, en la España de los 40 y primeros 50 Zarra no tuvo oportunidades de probar su valía contra el resto del mundo. Y con Zarra cierro la lista de futbolistas que ha dado España (con una excepción que luego saldrá), ya que ha habido muchos futbolistas muy talentosos, algunos llenos de éxitos internacionales (Luis Suárez, Paco Gento, y muchos más), pero no podemos decir que hayan arrasado deportivamente hablando. Y creo que ése es un criterio que se debe exigir. Es cierto que la selección de fútbol está actualmente en sus días de gloria, como también lo está el Barcelona ganalotodo, pero ambos equipos, aun compartiendo algunos nombres, tienen y han tenido infinidad de miembros, y además sus miembros, separados, no conseguirían nada; lo que prueba que lo que tienen estos equipos actualmente es un extraordinario nivel medio, unos entrenadores que les sacan un rendimiento increíble y múltiples factores que nos están haciendo vivir unos años irrepetibles. Pero no podemos señalar a ninguno en concreto como "el mejor deportista español de todos los tiempos".

Seguimos. En los años 50 surge Federico Martín Bahamontes. Por fin un deportista individual que se codea con la flor y la nata del extranjero.  Pero, desengañémonos, sólo en las cuestas. En los llanos y contrarrelojes Anquetil, Gaul o Bobet se lo meriendan sin miramientos. Gana el Tour del 59, sí, y eso demuestra lo bueno que era, pero no basta para ganar en esta particular competición.

También pienso que Bahamontes es el último de los protodeportistas. A partir de él, España va a ir produciendo deportistas de élite que se van a codear con las grandes figuras internacionales, a un ritmo que primero será un goteo e, in crescendo, acabará convirtiéndose en el chorreo que es ahora.

En los años sesenta brilla un tenista: Manolo Santana. Santana era un crack europeo, el único que se metía con norteamericanos y australianos. Era muy, muy bueno. Después de él vinieron otros: Orantes, Gimeno, ... pero Santana fue el que rompió todas las barreras. Indudablemente, Santana era un fenómeno: no sé si un Santana en 2010 vencería a Nadal, pero estoy convencido que un Nadal en los sesenta no ganaría lo que ganó Santana sin un Santana que lo hiciera antes.

Y a finales de los sesenta aparece Ángel Nieto, motociclista. En 1969 es ya campeón del mundo. Lo será trece veces hasta 1984, incluyendo dos campeonatos en 1972 (corriendo en dos cilindradas a la vez; en aquella época era "normal", Agostini corría en 350 y 500, y habría que ver si los pilotos de ahora son capaces de correr dos carreras en una misma mañana, con motos de cilindradas distintas, y ganar ambas). Y escribo de memoria, pero creo recordar que en 1984 ganó todas las carreras hasta que se garantizó el título matemáticamente. Digamos que, en mi opinión, nadie ha dominado una especialidad deportiva como lo hizo Ángel Nieto. Y ésa es la palabra clave. Dominio. A nivel mundial.

También aparece Luis Ocaña. Catorce años después de Bahamontes, gana el Tour. Pero con Ocaña va a pasar como con el fútbol: con él se inicia la generación de un porrón de buenos ciclistas, capaces de competir en todas las carreras, de lograr éxitos, pero su época está dominada por Merckx, Zoetemelk e Hinault, todos ellos muchos niveles por encima de los españoles.

A finales de los setenta hay un nuevo crack mundial: Severiano Ballesteros. Otro que tal. Increíble lo suyo. Lástima que sea golfista. 


Van pasando los años y en España van surgiendo cada vez mejores deportistas. Nos acostumbramos a verles competir al máximo nivel en fútbol, baloncesto, ciclismo, tenis, motociclismo, ¡incluso ganan una medalla de oro en los JJ.OO. esquiando, en 1972! Se van ganando muchas cosas, pero siempre impera el sentimiento de que los extranjeros son, sólo por el hecho de serlos, mejores, y que si un español gana eso es excepcional y flor de un día. Hasta que en 1983 se destapa un deportista pequeñito, de un deporte pobre y minoritario, y que sin embargo va a cambiar la manera que teníamos de ver las competiciones: después de él, sólo se competirá para ganar. ¿Se me nota que soy fan suyo? Vale, es cierto, pero es que tengo razones para ello. Hablamos, claro, de Pedro Delgado.

En 1983, deportivamente hablando, España estaba hundida. El desastre del mundial de fútbol del 82 nos había dejado más que tocados. Sí que Ballesteros, Nieto o Tormo seguían siendo los mejores y se seguía compitiendo en tenis o baloncesto. Pero el ciclismo era la representación de cómo era el concierto mundial. Si en una carrera se producía una escapada con seis españoles y un belga cojo, ganaba el belga. Si un español se escapaba y sacaba treinta minutos de ventaja y los holandeses decían que ya valía, lo alcanzaban a 5 km de meta y llegaba el último. Y, por supuesto, iba a ganar Hinault, Bataglin o el extranjero que pasara por allí. Si la carrera era española, por lo menos había españoles en los puestos de honor, pero si la carrera era fuera, había que leer la clasificación a la inversa.

Y en éstas que Perico Delgado, un gregario que sólo había ganado la Vuelta a Aragón, se pone segundo en el Tour de Francia. Acabará 15ª al perder casi media hora por una indigestión el antepenúltimo día, pero no importa. Les mojó la oreja a todos. Y además, Angel Arroyo (al que le habían quitado la Vuelta a España el año anterior por "doping" - estaba acatarrado y se tomó un jarabe para hacer al día siguiente 200 km bajo la lluvia, o la solana, o lo que fuera-) sí acabó 2º en la general. La prensa creó el apelativo de "hombre-tour" para calificar a estos dos ciclistas que eran capaces de estar entre los mejores en las carreras que daban el verdadero caché. Nacía una nueva estirpe de campeones.

En 1984 parecía que Delgado tenía el Tour en el zurrón, pero sufre un accidente. Y en el 85, como en los años anteriores, pierde una minutada en el llano pero la recupera con creces en los Pirineos. Queda 6º, pero todo el mundo sabe que a ese tío había que sacarle horas en las etapas llanas o te reventaba en la montaña, y esto obliga a cambiar la manera de correr de todos los equipos.

En 1986 podía ganar el Tour, Hinault está ya en su último año, pero muere su madre y abandona. Sin embargo, lo importante sucede ese año en los despachos: ficha por el equipo holandés PDM. Esto no es en sí una noticia: ya Marino Lejarreta corría en el Alfa Lum italiano. Pero sí su ficha: si no recuerdo mal, se habla de 80 millones de pesetas. Poco para Maradona, absolutamente disparatado en el ciclismo, un salario más allá de toda imaginación. Y Delgado -aunque nunca revela la cifra exacta - defiende el derecho de un ciclista estrella a tener un sueldo de deportista estrella. 

A partir de ahí, todo es diferente. Los ciclistas  empiezan a cobrar de verdad, uno de los mejores equipos del pelotón internacional tiene a un español como jefe de filas, en 1987 Delgado vuelve a casi ganar el Tour (tengo para mí que Roche estaba más dopado que un caballo de carreras), lo gana en 1988, en 1989 se pierde en Luxemburgo calentando para el prólogo y la expectación en todo el Tour es si remontará la minutada perdida ese día, y en el 90 vuelve a estar arriba. Pero los años no pasan en balde y además tiene un nuevo compinche que pide sitio, nada menos que Miguel Indurain. En el interín, dos Vueltas a España y un palmarés envidiable. Vale que no sea el mejor ciclista de la historia, que su palmarés no pueda compararse con Indurain o Contador, pero se tuvo que fajar con Hinault o con Fignon en sus grandes años, por ejemplo. Y, como he dicho, cambió el ciclismo mundial y cambió la manera en la que los deportistas españoles afrontaron psicológicamente las competiciones desde entonces. Si el canijo de Delgado daba miedo a los grandes monstruos mundiales, ¿porqué yo no? Empezó el superchorreo de victorias españolas en todos los deportes, y los españoles empezamos a exigirlas. Desde Pedro Delgado, el español que no ha ganado ha fracasado.

(Permítanme un recuerdo: en aquellos años todos los organizadores querían que Delgado corriera su prueba. Si la ganaba, el caché era inmenso. Pero si no la ganaba, el prestigio era aún mayor: la había ganado un tío que había ganado a Pedro Delgado).

El siguiente en la lista da el paso adelante en 1991: Miguel Indurain. Entre 1991 y 1995 es el amo y señor de todo el ciclismo mundial; únicamente Eugene Berzin, en un año que tenía que ir más dopado que incluso Roche, y Bjarne Riis, que años después reconoció públicamente que sí iba dopado, le vencieron en el Giro y en el Tour. Convirtió a Perico Delgado en un "paquete", redujo a virutas a todos sus coetáneos y estableció el estandar en el que se mirarían a partir de entonces todos los campeones. Tras él, no basta ganar. Hay que ganar siempre, año tras año. Y, por cierto, yo pienso que Indurain notaba que los otros hacían trampas y que a él también se las ofrecieron pero que se negó a ello, y al darse cuenta que no podría competir contra aquellos elementos sin las mismas armas se retiró.

También aparece entonces Carlos Sainz, piloto de rallies. Su importancia ahora no se valora, pero en aquel momento España podía sacar pecho en casi todo, menos en coches, fuera cual fuera la especialidad. Sainz cambió todo eso; desde entonces se ha ganado el campeonato de rallies, el Dakkar y similares, la Fórmula 1 y lo que se tercie. Pero en 1990 ganar en coches nos parecía como soñar en ir a la Luna.

Antes he dicho que había un futbolista especial, digno de mención específica. Éste irrumpe en 1994 y se podrá estar a favor o en contra - no hay que olvidar que hablamos de fútbol-, pero es innegable que no puede faltar en la lista. Es Raúl González, conocido como "Raúl". Siendo España un país que produce futbolistas a paletadas, Raúl es un caso único. Lleva ya 17 años de carrera en la élite, y siempre ha estado en la élite de la élite. Ha tenido triunfos de todos los colores (lástima no lograrlos con la selección), ha recibido más patadas que nadie en este país, y goza desde hace muchos años del respeto de todos los futbolistas del mundo, pero por si fuera poco Raúl destaca por su incuestionable ética de trabajo, de esfuerzo y de compromiso. Y eso, en un mundo como el del fútbol actual - ¿hace falta recordar a otras megaestrellas como Ronaldo o Ronaldinho?-, es más raro que un perro verde.

Y así van pasando los años, hasta los actuales, en los que tenemos a cuatro superclases: Pau Gasol en baloncesto, Fernando Alonso en Fórmula 1, Rafael Nadal en tenis y Alberto Contador en ciclismo.

Pau Gasol merece estar en esta lista porque no solamente está considerado mundialmente al nivel de los mejores, sino porque también -es mi opinión y yo la comparto- encarna muy bien el espíritu del deportista. Está muy bien dotado para el baloncesto, cierto, pero además es inteligente en su juego, no es egoista y consigue mejorar al resto del equipo (como también hace Fernando Alonso, entendiendo el equipo de F-1 como como el pack completo desde los ingenieros de diseño hasta el chaval que llena el depósito de la gasolina) y a pesar de todo sorprende fuera de la cancha con un comportamiento personal admirable.

Fernando Alonso tiene imagen de arisco, pero es un crack. Cualquier piloto de F-1 es increíble si es capaz de tomar decisiones a 350 km por hora en centésimas de segundo, pero es que tengo entendido que Alonso sobresale entre todos los demás pilotos porque, simplemente, además ni siquiera se equivoca. Es inexplicable, parece que tiene un instinto insuperable. Todos los que saben dice que es el mejor; no hay discusión al respecto.

Y de Rafa Nadal y de Alberto Contador, ¿qué puedo decir que no se haya dicho ya? La dictadura de Nadal y Federer en el mundo del tenis ha sido lo nunca visto, por lo férrea y lo prolongada, y desde luego Nadal tiene un sitio en la historia junto a los absolutamente más grandes. Y de Contador... yo creo que todavía le quedan muchos años de éxitos y que hará malo a Indurain.

Así que tengo una lista con quizá casi todos los grandes del deporte español. Muchos se han quedado en el tintero, bien porque no han tenido los éxitos suficientes (Epi, por ejemplo, Gemma Mengual o Abascal y muchísimos de nuestros atletas), bien porque no han tenido el carisma popular necesario, como José María Olazabal, Almudena Cid o Sheila Herrero, un caso sangrante: quince campeonatos mundiales de patinaje y varios records del mundo aún vigentes, ahí queda eso, pero nadie la incluiría en su lista de deportistas (miserias del patinaje).

Pero, aun siendo escueta, la lista es larga. Hay que reducirla a tres. Y, teniendo en cuenta que todos son muy buenos y bellísimas personas, el criterio definitivo a emplear es el dominio que hayan tenido de su especialidad. Tienen que haber sido auténticos dominadores mundiales de la especialidad. De ésos que antes de empezar el resto del mundo se pregunta quién quedará segundo. Y de éstos los tenemos: Ángel Nieto, Miguel Indurain y Rafa Nadal. Los tres han tenido una época en la que machacaban a todos sus rivales, no importa quién fuera; salían derrotados antes de empezar. Llegaron a ser, simplemente, invencibles. Sólo competían contra ellos mismos. Nota: podría añadir a Alberto Contador, pero dado que su carrera ni siquiera ha llegado -se espera- a su apogeo y que después de Indurain ningún ciclista nos va a sorprender, no lo he incluido (que conste que no es un descarte).

¿Y entonces? Tres son todavía demasiados. Sólo puede quedar uno.

Y ése es... Ángel Nieto. Por dos razones: porque dominó su deporte en una época en la que nos parecía del todo punto inimaginable que un español fuera 'o rei' (recordemos que ni Santana, ni mucho menos Bahamontes u Ocaña lo fueron), y en segundo lugar porque lo fue... durante quince años. Indurain fue el capo cinco años, el reinado de Nadal - así es el tenis- sólo ha sido absoluto dos años; quince años, para cualquiera de ellos, es realmente una eternidad.

Así que, si me preguntan a mí, ya lo saben: el mejor deportista español de la historia, sin discusión, es Ángel Nieto.

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