Querida Milagros:
Pensaba escribirte una carta despreocupada, en la que te contaría algunas anécdotas de mis viajes o, en mi línea pedante habitual, explicarte curiosidades científicas. Pero te seré sincero: cuando estás en las trincheras, todo lo que no sea pensar en la inminencia del combate nos parece tan irrelevante... Perdona si tú no lo ves así y crees que nos asustamos por poco, que no llegará la sangre al río; aquí los vemos todos los días, babeando ya con el colmillo afilado, y oímos sus alaridos y sus bravatas, y sí, entendemos vuestra postura de que tranquilos, que no pasará nada, pero es que preferiríamos que los faroles se jugaran con el bienestar de otros, qué caramba.
El detonante ha sido lo de los bancos. Hasta ahora aguantábamos el tipo, aunque todos los medios nos machacaban sin cesar con que todas las encuestas les daban la mayoría. Este bombardeo es duro, pero es que, si recuerdas lo de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, de tanto decirlo estábamos terminando por creerlo. Y, claro, la postura original de que son cuatro matados a los que se les va a poner en su sitio ha mutado en un ¿y si resulta que sí?
Esto último, lo confieso, tampoco me desagradaba, porque les ponía entre saltar al precipicio o retratarse, opciones ambas en las que quería verles, porque pensaba que podría no saltar con ellos. Pero, de pronto, los bancos también hablan. Y eso lo cambia todo.
Porque, verás, los bancos nunca hablan. Nunca jamás se pronuncian, lo suyo es intentar no destacar y amoldarse a cada situación. Su técnica es el camuflaje, el no ser notados. Su lema es estabilidad, estabilidad y estabilidad. Y estos tíos, que jamás habían dicho nada, ahora saltan y dicen que si salen ésos, que se van. Vale que no fueron esas sus exactas palabras, claro, pero es lo que entendí. Y entre líneas, que preveían un desastre tal que mejor desaparecer cuanto antes. Y luego sale el mandamás del Banco de España, y dice que podría haber un corralito. Hasta ahora, de un corralito sólo habían hablado los asesores del astuto, pero fue hace tiempo y como sin darle importancia: un "bueno, puede que durante un tiempo haya un corralito, pero vamos, nada especial". Y, oye, que es que lo de un corralito se organiza en segundos. Se pulsan un par de teclas y bloquean todas nuestras cuentas. Yo no es que tenga una cantidad de dinero que merezca la pena, pero...
Es el hecho de que hablen. Para mí, significa que lo ven muy, muy real. Y, de pronto, yo me veo aquí, miro las paredes, y... todo se ve distinto. No sé cómo explicarlo.
y ¿sabes qué es lo peor, cuando lo pienso? Resulta que conozco a algunos de ellos. Y, oye, cuesta de creer, pero es verdad. No sé qué les pasa por la cabeza, pero ellos creen en El Astuto de todo corazón. Lo que él diga. Si El Astuto les dice que tranquilos, que no pasa nada, ellos, lo que les diga. Creen de verdad todo lo que él les dice, ¿me entiendes? No importa lo que digan los bancos, porque ellos no escuchan a los bancos. Así que da igual lo que digan los bancos, porque no van a convencer a nadie y no pueden cambiar las cosas. Y lo ven muy chungo, y entonces yo miro las paredes, y un escalofrío me recorre la espalda.
En fin, espero que al final no sea nada y podamos reírnos los dos algún día recordando lo cerca que estuvimos del desastre. Hasta entonces, recibe un cordial abrazo,
El ingeniero accidental
El último de la fila - Querida Milagros