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domingo, 20 de marzo de 2022

Sobre el Estado autonómico

https://www.youtube.com/watch?v=E1JZC6dJcX4 

 

 

Creo que fue el Emiliano, mi profesor de matemáticas en esa tierna edad de los 11 y 12 años, quien nos contó la historia de los Horacios y los Curiacios: en los inicios de la antigua Roma, entran en guerra con la ciudad vecina y deciden, civilizados ellos, que bastaría el combate entre tres elegidos de cada pueblo. Los de Roma son los tres hermanos Horacio, pero éstos son derrotados. Uno de ellos consigue escapar y le persiguen los tres rivales, y lo que hace el hermano es conseguir separar a los tres Curiacios, enfrentarse a ellos por separado y así les vence. De ahí divide y vencerás. No sé porqué la enseñanza nos la dio el profesor de Matemáticas, pero nos enseñó muchas otras cosas así que me da igual.

La clave del éxito de un pueblo, de un país, es la cohesión entre sus habitantes. La conciencia de ser todos miembros del mismo, de buscar un interés común. Los habitantes del país, como nos enseña la historia de los Horacios, deben permanecer unidos.

Recordaba el otro día, en mi entrada sobre nuestro nacional complejo de inferioridad, la vida de Bessel y la sensación de que sería imposible en nuestro solar patrio. Reflexionando sobre ello, me llamó la atención la tremenda colaboración que se daban entre sí todos los teutones. 

Y en la España actual sería inimaginable.

Claro, la excusa habitual de los españoles, ignorantes como somos, es que nuestra guerra civil fue lo peor de lo peor y que nos destruyó internamente. Pues la guerra civil fue una discusión con palabras gruesas comparada con la guerra de los Treinta Años, que es como conoce la Historia lo que no fue sino una guerra civil alemana en la que se inmiscuyó España, gendarme entonces del mundo, y el resto de las naciones decidió meterse también para perjudicar a España (Austria no cuenta porque era parte entonces del ámbito alemán). Y, sin embargo, tras la paz de Westfalia pelillos a la mar. Es porque, aunque los alemanes en el siglo XVII no fueran un solo país (a los ojos de los españoles actuales), sí lo eran. Ellos nunca lo dudaron.

Siempre me hizo gracia que Alemania se dijera en alemán Deutschland. Porque se traduce como "la tierra de los que hablan deutsch". Deutsch es "alemán" en alemán, y su país es la tierra de los que hablan alemán. En España es al revés, españoles somos los que vivimos en España, el español es el idioma que hablan los que viven en España. En nuestro caso, primero tuvo nombre el país, y por él sus habitantes. Este matiz, claro, se tornó peligroso hace 90 años, ya que para ellos, por definición, por su misma concepción del mundo, Deutschland era donde quiera que vivieran los que hablaran deutsch. Austria ("el reino del Este", en alemán) era tierra deutsch. Lógico, por tanto, el Anchluss, la anexión de Austria a Alemania. Y la anexión de los Sudetes, ya que si allí se hablaba alemán era tierra alemana (y también lógico que tras la segunda guerra mundial Checoslovaquia decidiera extirpar el idioma alemán de sus habitantes), y todo lo que siguió después. 

Cuando yo era chico, España era una, grande y libre. Había regiones, pero eso era todo. Uno vivía en una región, pero eso no le convertía a uno en regional de allí. O sí, pero de manera distinta a como es ahora: uno pasaba, de manera automática, a ser regional de allí. Y, como mucho, conservaba en su historial el de qué región era su origen. Si uno vivía en Zaragoza se le consideraba aragonés, aunque antes hubiera vivido en Santander, en Oviedo, en Salamanca y en Toledo. Y si había nacido en Plasencia, se le consideraría "de Extremadura". Aragonés de origen extremeño, andaluz de origen catalán, catalán de origen andaluz. Había personas que no se movían nunca de su terruño, claro, pero había muchas personas que cambiaban. Yo mismo, sin ir más lejos. Mis padres. Algunos de mis abuelos. De mis bisabuelos. En aquella época se era "español de tal sitio".

Ya no más. Incluso se me hace difícil explicarlo a quien no lo hubiera vivido.

Ahora vivimos en lo que llamamos Estado autonómico. 

Llevamos más de cuarenta años de autonomías, así que ya podemos, todos, opinar con conocimiento si ha sido una buena idea o no.

Estados Unidos se declaró independiente en 1775. Su Constitución se aprobó en 1788. Quiero decir, no se dieron prisa en redactarla. Sus padres fundadores, políticos extraordinarios, pensaron el texto y sobre todo lo discutieron mucho, y el resultado fue una Constitución sencillísima que ha regulado un país de dimensiones y diversidad extraordinaria (ya me dirán qué tienen en común Alaska y Florida, Vermont y Hawai, Arizona y Minesota, Tejas y Delaware), tanto en las postrimerías del siglo XVIII como en los siglos XIX y XX y, podemos asegurar, XXI. Pero en España tuvimos prisa, siempre mala consejera. Ni siquiera las Cortes que la redactaron (entiéndase) eran Cortes constituyentes, las elecciones de 1977 fueron para diputados y senadores en las "Cortes Españolas", sin más. Al año siguiente se votó la Constitución; yo creo que fue todo demasiado precipitado.

El sistema autonómico tiene una cosa buena. Una cosa buenísima, que basta por sí sola para mantenerlo. Despreciando el poder municipal, que en realidad se ocupa de las mezquindades de nuestra vida, si no hubiera autonomías todo el poder lo tendría el gobierno central. ¿Se imaginan ustedes lo que habría sido de nosotros si Sánchez y Pablo Iglesias hubieran podido mandarnos sin ningún poder que se interpusiera, que les marcara unos límites de hasta dónde podían llegar? El Estado Autonómico es la garantía de que los errores no serán absolutos. Sí, vale, también consigue que los aciertos no sean plenos, pero creo que todos estamos de acuerdo en que nuestros errores van a ser muchos más y mucho más gordos que nuestros aciertos.

Las cosas malas del sistema autonómico... Muchas las sabemos, somos conscientes. Otras no.

El gasto inútil. Un Defensor del Pueblo nacional, más 17 Defensores del Pueblo autonómico, más no sé cuántos locales (la ciudad de Barcelona tiene el suyo propio, por ejemplo).  Si los demás defensores han sido como el catalán, no hay más que añadir señoría y pedimos la silla eléctrica. 17 organismos para regular la caza. 17 dinastías de presidentes autonómicos, con sus palacios, sus expresidentes, oficinas de expresidentes, personal de las oficinas de expresidentes,... 17 agencias meteorológicas, 17 institutos geológicos, 17 departamentos de astronomía,... La lista de gastos inútiles daría varias vueltas al mundo: el estatuto catalán contempla incluso nuestro propia oficina de patentes (y lo glosé en 2011, cuando empecé con el blog: Oficina de patentes).

Por ejemplo, las normativas. Por sí sola, la diversidad de reglamentos justificaría que se anulara el sistema y se volviera al centralismo.

Pero, en mi opinión, lo peor del sistema autonómico es que ha traido la división. No sé si era previsible o no, imagino que agudos conocedores de la psique española lo verían venir, pero cada autonomía se ha dedicado a convencer a sus gobernados que ellos eran un ente propio. Que ellos eran de esa autonomía, diferentes a los demás que son, obvio, de otra autonomía. Rompiendo la unidad. Rápidamente triunfaron los que decían que iban a Madrid a defender los intereses de ellos, su pueblo, frente a los demás (obviamente los demás pueblos de España). 40 años después, la opinión general es que los políticos de cada autonomía lo que han de hacer es luchar contra los políticos de las otras autonomías para conseguir la mayor porción posible de tarta. Y si no luchan por ello, entonces son unos vendidos y unos traidores que nos han engañado. Nadie quiere algo que beneficie a los demás si no nos beneficia a nosotros. 

Lo que ha hecho el Estado autonómico ha sido reforzar los vínculos e identidades regionales, debilitando cuando no destruyendo en el proceso los vínculos nacionales, de manera que podemos decir, 40 años después, que la cooperación nacional se ha roto.  

Entre los jóvenes quedan algunos lazos, la difuminada conciencia de que pertenecen a un mismo país, pero se desconocen entre sí. No conocen la geografía, la cultura o la idiosincrasia de otras regiones. Peor aún, ni se plantean el trasladarse a vivir allí.

Hoy, en Cataluña no aceptaríamos que viniera uno de fuera a gobernarnos, a dirigir un departamento de Educación o de Política Territorial o las universidades, e imagino que otro tanto ocurrirá en las demás autonomías. Se han vuelto endogámicas, como los países.

Esta pérdida de la cohesión nacional ha de ser, a la larga, lo peor. Los logros que conseguiríamos gracias a la ayuda de todos no van a darse. Lo que podríamos llegar a ser, no lo seremos. ¿Es éste el camino que estamos tomando? Y, si lo es, ¿lo queremos?

Mucha gente piensa que no pasa nada por convertirnos en países más pequeños. Dinamarca no es mucho más grande que Extremadura, Eslovenia es más pequeña que Valencia, Aragón es más grande que Estonia y Andalucía lo es que Austria.

Si yo pudiera, cambiaría las cosas. Si ha de haber 17 comunidades diferentes, adelante (aunque no veo la ventaja de Cantabria o La Rioja, por ejemplo). Pero les quitaría su poder legislativo. Que fueran como los ayuntamientos, que pueden sacar sus ordenanzas municipales, pero en cuestiones obvias y muy acotadas. Que haya un presidente, elegido por los ciudadanos, que tuviera su cohorte de consejeros y departamentos, pero configurando la administración autonómica como una gestoría. Como una rama del Poder Ejecutivo en la comunidad, una delegación. Se les dan unas competencias, a todos las mismas, y que las gestionen. Pero el reglamento con el que se gestionan, el mismo para todas. Las leyes, que sigan siendo las mismas para todos. Sí, los ayuntamientos hacen sus ordenanzas municipales y sus presupuestos anuales, y las administraciones autonómicas harían lo equivalente en su nivel, pero hasta ahí. Nada de Parlamentos regionales. Nada de que se inventen sus propios chiringuitos, sus agencias, observatorios, institutos y demás zarandajas. Se les asignaría a cada autonomía un presupuesto general en Madrid, y que cada una termine de desarrollarlo. Por supuesto, quitaría la simbología, himnos y banderas sobre todo, y los honores: a fin de cuentas, son gestores, no los representantes de cada pueblo. No dioses, sino las personas elegidas por los ciudadanos para gestionar los caudales públicos durante cuatro años. Menos ínfulas. La política, que se haga en Madrid; aquí, los hechos.

De hecho, intentaría que los ciudadanos vieran a su administración autonómica como eso, los gestores de los caudales públicos. Podría haber elecciones cada año, pongamos en noviembre: se anuncia en octubre o septiembre las líneas maestras del presupuesto para el año siguiente (por ejemplo: tanto para Sanidad, desglosado en tanto para infraestructuras sanitarias, tanto para equipamiento, tanto para formación y tanto para gastos corrientes, y ya está), cada partido explica a los ciudadanos cómo lo gestionará, se vota en noviembre el partido que gestionará (como no habría parlamento sería lógico que fuera en dos vueltas), trámites legales y el 1 de enero empiezan los gestores de ese año. ¿Autonomía? Claro que sí. ¿Rendición de cuentas anual? La verdadera, ante los electores, no ante un parlamento que es en realidad la misma administración. Y no pasa nada porque sea anual: también se paga la renta cada año, y dura mucho más la campaña de la renta que la electoral.

El tema de impuestos debería seguir un patrón similar. Ya hay impuestos que los establecen los ayuntamientos, como las tasas de residuos o el impuesto de circulación; pues lo mismo, en un nivel autonómico. Las licencias de caza, los derechos de amarre en puertos, pero también las tasas que quisieran gravar. ¿Que quieren cobrar un impuesto extra por vivir en La Rioja? No problema, allá ellos. Si están contentos con lo que obtienen a cambio... Así que si un partido opina que la porción que les toca del reparto central no es suficiente para lo que quieren hacer, son libres de proponer en las elecciones de ese año un nuevo impuesto especial a sus votantes. Y si lo son buenas ideas, ganarían: también en la escuela concertada los padres aceptan pagar extras, pues aprecian las ventajas, mejores ordenadores, aulas más confortables, esas cosas. Los ciudadanos no nos oponemos a pagar, nos oponemos a que despilfarren lo que nos cobran.

¿Serviría un sistema así para defendernos del poder central? En muchas cosas, claro que no. Al igual que ahora: el código de circulación se sigue decidiendo en Madrid. Pero al acercar la gestión de lo que se hace, y con ello la decisión de lo que se hace, pienso que en muchas cosas sí. 

¿Conseguiría reconvertir las autonomías recuperar la cohesión nacional? No lo sé. Pero al menos no seguiríamos recorriendo el camino que nos lleva al desastre.




Rafael Amor - No me llames extranjero

 

viernes, 31 de diciembre de 2021

2022

https://www.youtube.com/watch?v=Onuy1Wp5dVU 

 

 

2021 queda atrás. Es el momento de afrontar 2022. 

Ahora bien, los años no son como las curvas, que se gestionan una a una, a medida que las atacamos. A los años conviene llegar con los deberes hechos. Con un plan para ese año, y con planes para los años siguientes porque los deberes de esos años futuros se han de ir haciendo.

Covid-19. Un virus que se surgió en 2019, que nuestros gobernantes menospreciaron y les descolocó a principios de 2020. Han pasado dos años largos (¡qué largos se nos han hecho con este asunto!) y siguen sin tener ni idea de qué hacer. Espero que no tengan aspiraciones íntimas de pasar a la Historia como gobernantes capaces.

Al menos el coronavirus nos sacó de los titulares el tema estrella del 2019: Greta. ¿Volverá en el 2022? No lo creo. Porque me temo que nos enfrentamos al panorama que expliqué en esta entrada. Una entrada, por cierto, de diciembre de 2012 y que podemos resumir en que antes de que consigamos cargarnos el planeta del todo éste nos dejará sin suministros para ello. En palabras que entienda Greta: el problema de coger un avión para hacer 200 km no es el daño que hacemos al planeta, sino que es un despilfarro de un combustible que se está acabando. Siempre se habló de que las "guerras del agua" serían nuestro futuro apocalíptico, pero lo real va a ser conseguir la energía que necesitan los países. No parece que nuestros gobernantes, los que no tienen aún ni idea de cómo gestionar el coronavirus, vayan a hacer lo correcto (lo que se debe hacer) en este asunto.

Otro asunto que habría que afrontar: el problema demográfico. No sé si se está parcheando la situación actual, pero de hacerlo sólo se estarían poniendo parches. Y teniendo en cuenta cómo gestionan lo del coronavirus... en fin.

Lo curioso del problema demográfico es que no afecta sólo a la España vaciada. Para empezar, es un problema que afecta o afectará antes de lo que creen a zonas de España que no creen estar vacías, pero en realidad es un problema mundial. Planetario, como se explica en esta entrada, ésta y ésta del blog "La mano visible" de Jesús Fernández-Villaverde. Lo cual me trae a la memoria que este año (y quise escribir una entrada sobre el asunto, pero...) el censo de población de los Estados Unidos arrojó un resultado que no había pasado jamás. Jamás de los jamases. El número de "blancos" en el país ha disminuido. No porcentualmente, claro, sino en valor absoluto. Es decir, por primera vez el número de "blancos" (entiéndase) era menor que la vez anterior. Ni las prolíficas familias ultrarreligiosas de Utah y del Cinturón de la Biblia conseguían compensar la disminución de nacimientos entre los demás blancos. Seguramente porque también esas prolíficas familias lo eran cada vez menos. Recuerden el consejo de Jorge Manrique, y den "lo non venido por pasado".

Energía, demografía,... ¿qué más? Está la Educación, por supuesto. Ya he escrito mucho sobre este particular, así que baste añadirla al saco. Y es que los temas que de verdad importan son los que cuando se convierten en un problema no se resuelven con cuatro decretos de ayudas o pidiendo más dinero. 

Como ven, hoy no tengo el día optimista. Creo que vamos hacia el colapso, y que estaremos peor en diciembre de 2022 por muy bien que nos lo pasemos este año.

Pero no deje usted que nada de esto le preocupe. O preocúpese, claro, pero no deje que las preocupaciones le superen. Simplemente, prepárese para afrontar lo que nos espera en las mejores condiciones. Si cree que debe recorrer Laos antes de que sea prohibitivo, adelante. Si cree que debe pero que ya no puede, asimílelo y siga, no se deprima por ello. Y lea. Lea como si no tuviera tiempo en la vida suficiente para leerlo todo y tuviera que seleccionar qué lee. Vaya al cine, si puede al teatro. Oiga música. Reflexione. Estudie. Busque unos minutos al día para meditar.

Suba a la azotea y cante a pleno pulmón: Granada, tierra soñada por mí...

Así se afronta mejor un año nuevo.

 

 

Agustín Lara - Granada

viernes, 5 de noviembre de 2021

El cerco se estrecha y cada vez quedamos menos

Terry Gilliam es un Monty Python, lo arrastrará toda su vida.

La vida de Brian es una película de 1979 escrita, protagonizada y dirigida por los Monty Python.

La película es absolutamente descacharrante, una obra maestra entre las comedias y seguro que está arriba del todo en las listas de mejores comedias de todos los tiempos. Es además una obra tremendamente blasfema, que hace burla y mofa de todo lo que se cuenta en los Evangelios. No se me ocurre ninguna película más blasfema y sin duda los autores y a la par actores arderán en el infierno. ¡Cómo me río cuando la veo! Pero es importante que quede claro que la película es una constante burla y parodia de todo aquello en lo que creemos muchos millones de personas y que está en la base de nuestra cultura y de nuestra visión del mundo (incluso en la de aquellos que se declaran agnósticos o ateos).

En su momento, La vida de Brian suscitó las críticas de sectores muy religiosos en los países no católicos; en España, en aquel momento se clasificó como apta para mayores de 18 años, y tira que te va. A los pocos años ya era una película de lo más normalita.

Pero eso era hace 40 años, más incluso. Cabe pensar que hoy somos una sociedad más abierta, no tan reacia a nuevas visiones o a limitar la expresión de los demás, aunque a nosotros nos suponga irreverente. Sin embargo...

Hace tres años, Terry Gilliam, en una rueda de prensa en la que presentaba una película, declaró que estaba harto de ser un hombre blanco y en consecuencia culpable de todos los males del mundo, y que a partir de entonces era una negra lesbiana transexual a la que había que conocer como "Loretta". Loretta, por si no han visto La vida de Brian, es un miembro de la banda (partido / organización terrorista) que era un hombre (Stan) pero que quería ser una mujer y que la llamaran Loretta, y que protagonizó un hilarante diálogo porque clamaba por su derecho a ser madre:

La frase de Gilliam es divertida y mueve a la risa, y seguramente todo el mundo en la rueda de prensa se rio con la broma.

Por cierto, la escena de la película explica más de lo que parece: hay que tener presente que era 1979, y las cosas estúpidas que ahora defienden muchas personas eran, entonces, estúpidas sin más y se podía señalar lo estúpido de la idea (no como ahora). Stan quiere ser mujer y tener hijos; el cabecilla le hace ver que es una estupidez desear eso, pero la mujer apunta que no se centren en tener hijos, que no es algo de lo que pueda culpar a los romanos (de no poder), sino de tener derecho a querer tener hijos. ¿Y eso de qué sirve?, pregunta el jefe. Y el otro secuaz da la solución: es un símbolo de la opresión de los romanos. Es decir, los romanos le negarán el que se la considere mujer (porque es estúpido), y como los romanos son nuestros enemigos nosotros estamos a favor de que se la considere mujer (y dejamos pues de plantearnos si es estúpido).

Este año un teatro de Londres había programado para el año que viene un musical que dirigiría Gilliam. Pero la frase de la negra salió a la luz, y el revuelo causado ha sido tal que el teatro ha decidido cancelar la obra, lo que muchos celebran.

Lo de la negra no es nada comparado con La vida de Brian. Lo que pasa es que pisa callos de gente distinta. Y la miga del asunto es que la gente a la que le ha sentado mal lo de la negra me juego el cuello y no lo pierdo a que estuvieron (o estarían, según su edad) a favor de la irreverencia de La vida de Brian. Estaban (o estarían) a favor de la burla de los ideales católicos y de la misma figura de Jesucristo, seguro que piensan que "si les pica, que se rasquen; y si no quieren ver la película, que no la vean, pero que no nos impidan a nosotros verla en paz". Eso sí, para ellos la broma de la negra lesbiana trasgrede todos los límites admisibles, faltaría más. Conviene recordar que en la película los Monty Python se burlan de todo, y en la escena de Loretta se burlaban de la patulea que apuntaba que ahora nos intenta dominar. Era 1979, y burlarse de ellos era entonces tolerable.

Ítem más: no basta con obligar a Gilliam a disculparse por hacer una broma de algo que no hay que tomarse en broma (lo de la negra, no lo de la crucifixión de Jesús, que eso sí), no: hay que arruinarle profesionalmente, impedirle que haga nunca nada más.

Me pregunto (y esto se puede tomar como un chascarrillo intercalado en la reflexión, pero si se piensa a fondo se convendrá conmigo en que no y además es importante) si los defensores de las negras lesbianas transexuales se han preguntado qué le ocurriría a una negra lesbiana transexual en una verdadera cultura negra (lo que hay en América o en el Reino Unido no es cultura negra, son negros inmersos en sociedades de cultura blanca, con costumbres blancas, valores blancos y leyes blancas). ¿A qué estamos jugando, entonces?

No voy a decir nada más sobre este tema: reflexione usted. Todo lo más me voy a permitir relacionarle una entrada de hace 10 años, sobre el buenismo (he escrito otras, si le interesan búsquelas) y, como ya he dicho en alguna ocasión, si leyó, como recomendé, Ishmael, sabrá que la mejor jaula es aquella en la que uno no sabe que está dentro.

En verdad estamos empezando a perder los papeles.

- ¿Yo? ¿Por qué? ¡Si no he hecho ni dicho nada!

- Pues precisamente. 

sábado, 27 de febrero de 2021

Volviendo a los monasterios

 https://www.youtube.com/watch?v=mDZG-BM3AoI

 


Hace relativamente poco le criticaba a un joven ingeniero que el plano de sección que me mostraba carecía del sombreado que indica lo que se secciona. Cuál no sería mi asombro cuando el joven no entendía de qué le hablaba. Y es que, por lo que me contó, no sabía que era ese sombreado: nunca había estudiado Dibujo Técnico. Quizá fue entonces cuando comprendí lo que pasaba.

Desde hace muchos años vengo observando un descenso en el nivel de la enseñanza de los ingenieros. Pero siempre pensaba "bueno, ya les enseñará la vida". No me importaba que no aprendieran en la universidad, daba igual que un ingeniero no entendiera la fatiga de los metales; ya lo aprendería luego.

Poco a poco me fui dando cuenta de otro detalle: el arte del croquis se está perdiendo. El otro día me pasaron un plano de una escalera. Era incomprensible, así que el lunes, por pura diversión, le pediré a la arquitecta que me envíe el corte vertical de la escalera; y se lo pondré fácil, no le pediré un plano formal, sólo un croquis a mano alzada. Estoy seguro de que tardará unos días, pero me enviará un plano formal: no sabrá hacer croquis a mano. Me atrevo a decir que no conozco a ningún ingeniero menor de 50 años que haga croquis a mano alzada.

Es curioso: la vida no está enseñando a los ingenieros a hacer croquis a mano alzada. Y, sin embargo, el no saber croquizar no está deteniendo a los nuevos ingenieros. ¿Qué está pasando? Es simple: es un saber que ya no es necesario. Es como el joven ingeniero que no sabe representar un corte en sección. No sabe y no aprenderá, porque no lo va a necesitar. Con el diseño por ordenador, el BIM y todo eso, ese conocimiento es inútil. Teniendo en cuenta que el propio ordenador se comunica con las máquinas que fabrican, las representaciones y los criterios de dibujo destinados a facilitar que un operador humano entienda lo que se hace carece de sentido. Sé que suena pedante, pero es verdad: la cantidad de saberes de los que carecen los nuevos ingenieros nos haría enrojecer a los antiguos. Y si bien hasta ahora yo pensaba "es joven, ya aprenderá", hoy en día soy de otra opinión. Veo que todos los jóvenes son así, y veo que no aprenden. Y veo que con ordenadores que hacen el trabajo por ellos esos saberes no les son necesarios.

Entonces pienso que es un poco como la pérdida del saber que se produjo en la decadencia y tras la caída del imperio romano, que el saber de entonces quedó recluido en los monasterios, y ni siquiera todo, sólo una parte. Y que durante mil años apenas se produjeron avances y no salieron en esa sociedad genios que la hicieran avanzar.

Quiero decir, es algo que ya ha pasado antes. La pérdida colectiva de saberes. Nos cuesta creer, porque España fue el lugar donde menos se perdió el conocimiento tras la caída del imperio de Occidente (supongo que los visigodos fueron los menos bárbaros de todos, o también porque antes de las invasiones habían sido el pueblo que más había estado en contacto con los romanos y siempre se esforzaron en mantener la relación), pero por ejemplo en Inglaterra volvieron a la edad de piedra, ni si quiera a la del bronce. Hasta el punto de que perdieron el conocimiento de cómo hacer ladrillos y tejas.

Pues bien, pienso que ahora nos está pasando algo parecido. Por lo menos en España. España está perdiendo, como sociedad, saberes. Y es que el saber no va sólo por épocas, también por países: no es el mismo conocimiento tecnológico el que tiene Alemania que el que tiene Etiopía, por ejemplo. Pues España va perdiendo el suyo. Llegará un momento en el que el conocimiento nos vendrá de fuera. Y no nos vendrá todo: muchas cosas no sabremos hacerlas. No seremos capaces.

La trampa de esto es que es un proceso gradual. Lento. De manera que todos conocemos casos de ingenieros jóvenes que inventan, que desarrollan, que descuellan. Claro que sí. Pero cada vez serán menos. Cada vez estos se irán antes a Estados Unidos, a Alemania, a Japón. Llegará un momento en que seguiremos teniendo ingenieros españoles inventando, sí, pero estarán allí. Y, como los romanos, no lo veremos venir. Es lo que yo denomino una jaula Daniel Quinn, una en la que no te das cuenta que te estás metiendo hasta que ya no puedes salir.



Mariachi Chávez - El cascabel

domingo, 18 de octubre de 2020

Mis versículos favoritos VIII: el látigo

https://www.youtube.com/watch?v=AEVG_HIr-zI 

 

Y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre".

Jn 2, 15-16

El texto del evangelio de Juan (presente también en los otros tres: los cuatro recogen el hecho; y esto es significativo porque aparte de la Pasión y la Resurrección son pocos los pasajes comunes a los cuatro) es muy llamativo, muy chocante: Jesús llega a Jerusalén y entra en el templo. Y allí se encuentra un mercado de cambio de monedas, de venta de ofrendas, recuerdos, ovejas, bueyes,... Y lo que nos dicen los evangelios no es que Jesús les afeara a todos su actitud y les conminara a un mayor respeto, no. No, forma un látigo con unas correas que encontraría y los echa a todos de allí a golpes, vuelca las mesas con las monedas, espanta a los animales,... La barahúnda debió ser épica. Y estamos hablando de Jesús, la bondad y el perdón personificados. ¿Entonces? La respuesta es muy simple: Jesús es bondad, es perdón, sí, pero no es un pánfilo.



Ha ocurrido recientemente en Francia: un profesor de instituto, en el transcurso de una clase sobre la libertad de expresión enseña a sus alumnos de 13 años dos caricaturas de Mahoma, supongo que explicando el caso Charlie Hebbo, alumnos se escandalizan, padres de alumnos se escandalizan, y el profesor es decapitado.

Aparte del hecho puntual del suceso en sí, aquí hay un problema; todos estamos de acuerdo. En lo que no estamos de acuerdo es en cómo afrontarlo.

En tiempos pasados, la respuesta habría sido... contundente. Tan contundente que ni habría habido problema; de hecho, este suceso habría sido increíble hasta hace muy pocas décadas. 

Pero en este tiempo... Ahora, el buenismo lo gobierna todo. Y el buenismo es, y cito el DRAE, la actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia.

No es bueno rebajar la gravedad de los conflictos (tampoco exagerarlos); no es bueno ceder siempre, y no es buena la constante y excesiva tolerancia. Porque entonces no somos buenos: somos pánfilos. 

Ésta es, sin duda, una entrada Daniel Quinn: es una entrada que versa sobre la jaula que no podemos ver y de ahí su eficacia (para el que está fuera) o su peligro para el que está dentro. Y en este caso somos nosotros los que estamos dentro, en una jaula que nos está encerrando poco a poco cada vez más hasta que no podremos hacer nada... y entonces sí que la percibiremos pero de nada valdrán nuestros lamentos. Así que, dejando de lado este episodio concreto, conviene reflexionar sobre la actitud que estamos tomando en nuestra relación con los musulmanes. 

¿Y cómo reacciona el buenismo, aquí? Argumentando que no se puede catalogar a un colectivo por lo que hacen personas aisladas. Que no podemos demonizar a todos los musulmanes por lo que hace un musulmán. Y así nos va.

Me pregunto qué pasaría si diéramos al islamismo el mismo tratamiento que al nazismo. Porque lo peor del buenismo es que, en nuestra sociedad, viene siempre asociado a la ley del embudo. 

Y mientras discutimos si son galgos o podencos, los perros llegan.



W.A.Mozart - Ave verum corpus K.618

domingo, 23 de julio de 2017

La sociedad de las formas




Vivimos en una sociedad en la que lo importante son las formas. Y no nos damos cuenta.

El fin no justifica los medios, se dice. Esta afirmación, llevada al extremo, impone la forma por encima del objetivo. Y así, se buscan personas que se ajusten a lo que se ha establecido como correcto, antes que buscar lo que esa persona logra. El que haga las cosas de manera diferente, aunque consiga más que los fieles soldados, será criticado por no ser como los demás. Si tolerado, será tildado de "verso suelto"; si genio creativo, de excéntrico. Si ingeniero, se le acusará de no trabajar en equipo. Porque se ha de ser mediocre, como todos, y los mediocres buscan disfrazarse con la uniformidad en un mimetizarse en el entorno que les diluya, que no les señale si la cosa sale mal. La mejor manera de no destacar es que todos sean iguales, que todos hagan todo igual, que nadie sea mejor que nadie. Y como a veces hay alguien que es mejor que los otros, hay que conseguir que ese mejor no destaque. ¿Lo duda? Bueno, puede que no sea un plan trazado a largo plazo, pero fíjese en cuántas normas, prohibiciones y directrices tienen como resultado la uniformidad de todos., cúantas tienen como efecto (no necesariamente deseado) que se acabe con la genialidad, con la innovación o con la diferencia.

Además la igualdad tiene muchas ventajas: es más facil manejar una organización si todos son iguales. Son los díscolos, los que no hacen lo que todos, los que causan problemas que hay que resolver. Así, los directores se ponen en el lado de la masa de mediocres y persiguen también la uniformidad. No miran los resultados, sino las formas empleadas. ¿Se ha hecho como estaba establecido, o se han empleado métodos diferentes, uy uy?

Vivimos en una sociedad en la que nos quejamos que nos gobierna la corrección política. ¿Y qué es la corrección política, sino el triunfo de las formas sobre el contenido? Más aún, no es sólo que dediquemos los esfuerzos a las formas en vez de a los objetivos que deberíamos tener, sino que cualquier hecho se juzga según sus formas. Un estudio sobre la integración laboral de los subnormales no alcanzará ni el derecho a ser leído, mientras que una sarta de imbecilidades y lugares comunes sobre los diversos funcionales psíquicos (no sé si es ésa su denominación correcta, se entiende lo que quiero decir), un documento inútil de 250 páginas será publicitado y ensalzado como tratado fundamental sobre el tema en tanto en cuanto promueva más la corrección política.

Al potenciar las formas, más conseguimos que se minusvalore el fondo. El fin buscado por todos aquellos no van a producir un gran fondo. 

Es una manera distinta de ver las cosas que me ha sugerido hoy una amiga en una conversación. Discutíamos (estas discusiones las tengo muy a menudo) cómo en el pleistoceno hacíamos cosas que ahora no se aceptarían. La sociedad del pleistoceno era diferente de la de ahora, y quizás la diferencia básica es que ahora, más que nunca, las formas lo son todo.

No desarrollo más este tema; debe ser usted quien reflexione sobre ello. Pero si leyó, como recomendé, Ishmael, sabrá que la mejor jaula es aquella en la que uno no sabe que está dentro.




Van Morrison - Jackie Wilson said

domingo, 6 de septiembre de 2015

Alianza de civilizaciones




Este año, este verano, tenemos en toda su crudeza el tema de los refugiados: ya no hablamos de un cayuco con 20 personas, sino de cuato millones de árabes intentando entrar con todo.

Hace unos años, un taxista tunecino se inmoló en protesta por las restricciones que le ponían para ganarse la vida. Aquello evolucionó a la primavera árabe, que en Europa vimos con gran simpatía: por fin los musulmanes evolucionaban hacia las demócratas sociedades europeas. Muchos, muchos muertos después, no sé decir si Túnez está mejor que antes; Egipto, yo diria que no, y Libia... bueno, que cada cual saque sus propias conclusiones sobre Libia. Y luego está el caso de Siria. Allí había, como en todas partes, un gobierno poco democrático: un partido, más o menos socialista, que acaparaba y gestionaba el poder como una dinastía. La revuelta fracasó (de lo contrario sería una revolución), pero con la ayuda de Europa y los EE.UU. fue suficiente para debilitar sobremanera al gobierno. Cuando ambos bandos se quedaron sin fuerzas, el Estado Islámico (EI) irrumpió y se hizo amo y señor de gran parte del territorio.

EL EI, de hecho, provenía de Irak. En Irak, todos lo sabemos, tenía el poder el mismo partido que en Siria, y de seguro que sus intenciones de gestión eran las mismas. Es importante resaltar que tanto en Irak como en Siria habia un importante nivel de tolerancia: había musulmanes suníes y chiíes, kurdos y también cristianos de muchas variantes: católicos, ortodoxos, armenios, maronitas, etc. Tarek Aziz, por ejemplo, era un altísimo cargo del gobierno iraquí y era cristiano. Pues bien, en 1979 Jomeini se hace con el poder en Irán (deponiendo, con la ayuda de Francia, a otro "poco democrático" gobernante, el sha Palevi), y convierte a Irán en fanática república islámica. Hussein huele el peligro y estalla la guerra irano-iraquí (técnicamente, por la posesión de pozos petrolíferos). La guerra dura 8 años y agota a ambos países, hasta que Irak arroja la toalla. Nadie ha ganado nada, pero la revolución islámica se ha parado ahí; algo es algo. Un par de años después, Hussein comete el error de invadir Kuwait, y eso los EE.UU. sí que no lo toleran. Primera Guerra del Desierto, tras la cual se permite seguir a Hussein, pues no en vano sirve de tapón de Irán. Pero se hace antipatiquito (Hussein, por su parte, no colabora mucho). El fanatismo islámico se va extendiendo, y los de Bin Laden se cargan las Torres Gemelas. Bush, relativamente nuevo en aquel momento, creo yo que no maneja bien la situación y responde arrasando Afganistán primero e Irak después. El resultado lo vemos todos: ambos países volvieron al Neolítico y nos está costando un Potosí reparar lo roto. Y, sobre todo, el tapón iraquí se rompió. ¿Contábamos con eso? Más aún, ¿valorábamos en su justa medida lo que suponía?

Lo cierto es que reventado el status quo iraquí, lo que tenemos es el EI.

Son cuatro los jinetes, y todos huimos de ellos. De la muerte es difícil escapar y no diría que nos interese. Pero de los otros se puede. De la guerra, por ejemplo. Millones de personas están huyendo de la guerra que les supone el EI en sus territorios, y son los que están viniendo a Europa. ¿Qué hacer? Bueno, hasta ahora este caballo no nos importaba mucho a nosotros. En Ruanda, por ejemplo, hizo que millones de hutus y tutsis huyeran en masa a Zaire o a Uganda, y los de Sudán tampoco van muy lejos. Pero, claro, ahora la guerra la tenemos más cerca, hasta el punto de que los refugiados están llamando a nuestras puertas. En esta ocasión, me temo que llamarnos andana no es una opción valida. ¡Eh, un momento! Quizás podamos hacer como con los otros jinetes.

El tercer jinete es el hambre. Es de gestión difícil;  aquí la respuesta occidental tiene dos formatos, pero no estamos muy seguros. El primer formato es el que podríamos llamar "modelo indio". Más o menos funciona (de hecho, tenemos pocos refugiados de la India), pero no lo dominamos: en África no funciona en absoluto, lo que nos fuerza al segundo formato, admitir a los huidos.

En cambio, en África sí ha funcionado contra el cuarto jinete, la peste. Sin remontarnos mucho, se ha vuelto a vencer al ébola, ¿no? Ha costado dinero, polémicas y críticas (con las correspondientes demagogias) y algunas muertes, pero los resultados están ahí, como dirían los reporteros deportivos de mi infancia. Y es que, como defiendo siempre, la mejor solución a un problema ataca la raíz del problema. Contra los que huyen de la epidemia, termina con la epidemia. Si huyen de la guerra, acaba con ella.

Más aún, tenemos la mejor prueba posible que el formato "acoger refugiados" no resuelve los problemas. ¿Recuerdan que un día les hablé, de pasada, de la batalla de Adrianópolis? Quiero decir, ¿les suena "la caída del Imperio Romano"? Echemos un vistazo.

Una de las fronteras del Imperio Romano era el Danubio. No era tan inestable como la frontera siria, los persas estaban mucho más evolucionados que los godos y tenían nivel para partirse el careto con los romanos, pero sí que era muchísimo más que el océano Atlántico (obvio) o el desierto del Sáhara, así que había guarniciones para mantener el limes en su sitio. No costaba mucho, los godos no eran rival para la tecnología romana, su organización y su modelo de sociedad. Pero en la segunda mitad del siglo IV en las estepas rusas aparecen los hunos. Son más fieros y están más hambrientos que los godos, que se habían ido ablandando con la estabilidad a la que les obligaron los romanos, y decidieron que querían quedarse con las tierras godas. Los godos pidieron ayuda a los romanos, pero quiso la mala suerte que el emperador romano (de Oriente) en ese momento fuera uno de los más negados de la Historia, Valente, y los romanos no ayudaron a los godos. Eran sus enemigos, los problemas de los godos no eran los suyos y a esos "hunos" de los que hablaban no los conocía nadie. Así que los godos no resistieron a los hunos y empezaron a huir y pedir refugio a los romanos. Los romanos aceptaron acoger a unos cuantos (cientos de miles, quizá millones), pero luego no supieron gestionar las diferencias culturales. La cosa se complicó, estalló un conflicto, hubo una batalla en Adrianópolis... y a partir de ahí los godos camparon a sus anchas por todo el imperio hasta que se lo cargaron, que no eran una sociedad preparada para mantenerlo.

¿Qué tenían que haber hecho los romanos? En mi opinión, en primer lugar no dejarles cruzar el Danubio. Ayudarles, sí, pero allí. Tampoco tenían que darles armas y enseñarles a combatir, eso seguro; no, tenían que haberles dicho que ellos les protegerían de los hunos. Las legiones que luego convocaron para defenderse de los godos, que cruzaran su territorio y buscaran a los hunos; les habrían dado una paliza y les habrían transmitido un mensaje claro: a nuestros godos, ni tocarlos. Y si no les hubieran apalizado, al menos habrían sido más difíciles que los godos; pienso que el mensaje "si tocas a mis godos, prepárate para pelear" también habría sido suficiente. No hicieron nada de esto, y pasó lo que pasó.

Lo que quiero decir con esto es que la UE debe entender que el problema no son los refugiados, sino el EI aunque los muertos sean de otros. Hay que ir allí y darles una somanta de palos como no se haya visto otra igual; volver a poner gobiernos que da igual que sean democráticos (tengo mis dudas de que en estos países sea mejor la democracia) con tal de que sean tolerantes y mantengan los fanatismos a raya. Y si sus policías torturan, no hay que escandalizarse: ya vemos lo que hacen los torturados cuando las tornas se cambian.

Pero, claro, lo de siempre. Los partidarios de coger los toros por los cuernos no montamos manifestaciones, mientras que los del "no a la guerra" y "acojamos a los refugiados, seamos comprensivos y tolerantes", con gobernantes como Valente, siempre tendrán la sartén por el mango. Así que ya saben lo que toca.




Tracy Chapman - Talking about revolutions

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuestión de perspectiva


Últimamente me topo con relativa frecuencia, en televisión, con un anuncio de no sé qué ONG que me cuenta que en este mismo instante, al no estar dándoles mi dinero, hay un negrito por ahí que está muriendo por cólera. Todo el mensaje, por supuesto, recitado con una bien modulada voz que incorpora un sutil tono de reproche, y las habituales imágenes de miseria y necesidad y de tristes caritas que se acostumbran en estos casos. Quizá piensen ustedes que soy un monstruo despiadado y cruel, pero estos anuncios no me producen sensación de que he de donarles ya todo mi escaso pecunio. En primer lugar, porque no me parece de recibo que me digan que, si no les pago, unos niños se morirán; quizás, si me demostraran lo mucho que con los escasos fondos que reciben ellos hacen para que estos niños tengan una larga y feliz vida, quizás entonces llegara yo por mí mismo a la conclusión de que darles dinero salva vidas de niños y entonces colaborase con ellos; pero de esas otras maneras tan chantajistas y de matón, ¡quiá! 

En segundo lugar, no estoy seguro de que darles mis datos bancarios y atender los recibos que me giren sea una buena idea. No śe nada de esa ONG, no sé quién hay detrás (aparte de Cruz Roja y Manos Unidas, y alguna que otra más), no sé si alguien las controla y se asegura de que dan buen uso a mi dinero. Parece que son organizaciones no gubernamentales y que con eso quieren decir que no están bajo el control de ningún gobierno, así que estarán bajo el control de ellos mismos, que ya he dicho que no sé quiénes son...  ¡hum!

Por otro lado, es cierto que tampoco me tranquilizaría mucho que estuvieran bajo el control de, digamos, el gobierno español, que se ha mostrado tan ducho en el control económico de sus propias organizaciones o, peor aún, de algún gobierno autonómico (el mío, sin ir más lejos).

Pero, sobre todo, lo que más me retrae es que no creo que su propuesta sea la mejor solución al problema.

Sí, verán, intento ser racional y no sentimental. Cuando me muestran la miseria en el mundo (o la enfermedad, o las despoblaciones, o lo que sea), yo veo un problema. Así que de lo que se trata es de intentar resolver ese problema.

Desde hace unos años suelo encontrarme, entre mi casa y el trabajo, a unos negritos pidiendo limosna. Ha habido temporadas que me encontraba lo que etiquetaría como albanokosovares, incluso a un padre con su hijo ya los tenía fichadísimos, pero los negros en cuestión... Los veía siempre, en las mismas esquinas estratégicas, con la misma salmodia, durante años y años. Es cierto que hace ya tiempo que no están, ahora son otros, pero de aquellos en concreto guardo total recuerdo, porque de hecho siempre pensé que eran familia o como mínimo grupo, y que pedían por hambre de verdad. No sabría decir si alguna vez les dí algo, pero sí ví a personas de toda índole darles alguna limosnilla. Estoy convencido que todas esas personas pensaban que hacían lo correcto.

Sin embargo, es muy probable que los trabajadores de calle no piensen lo mismo. Dirán que la limosna, por muy bienintencionada que sea, no resuelve el problema, que lo que necesita esa gente es un hogar, formación, un trabajo, un sueldo digno. Que lo que hay que hacer es trabajar con ellos, ayudarles a mejorar y que puedan llegar a seguir ellos solos, que la limosna precisamente hace lo contrario pues los vuelve dependientes de esa ayuda. Ustedes saben lo del pez y enseñar a pescar, claro. Los trabajadores de calle piensan que la persona que cree que ayuda dando la limosna, simplemente, tiene una visión demasiado parcial (por cercana) del problema, lo que necesita es mayor perspectiva y ver el problema en su conjunto. Nadie les niega la buena intención a los trabajadores de calle. 

Sin embargo, muchas organizaciones dedicadas al mismo problema pero con mejores despachos piensan que hay que tener una perspectiva mayor del problema. Los inmigrantes vienen a nosotros, muchas veces jugándose la vida por el camino, porque no tienen esperanza en sus lugares de origen. Y mientras aquí les acojamos y les demos un futuro mejor, no dejarán de venir; nuestra misma ayuda conlleva el efecto llamada. Y así no podremos seguir, nos hundiremos y ellos con nosotros. Lo que hay que hacer es trabajar para que no tengan necesidad de dejar su tierra. Hay que ayudarles allí. Hay que darles hospitales, escuelas, trabajo. Hay que favorecer su agricultura, su comercio, su incipiente industria. Ayudarles a modernizar sus ejércitos, a ejercer sus democracias, lo que sea. Cueste lo que cueste. Toneladas de dinero, si se trata de eso. Nadie sabe cuántas toneladas de dinero han viajado de Europa a África, pero probablemente salen a un buen puñado por cada habitante, de eso estoy seguro. Claro está que la distribución no es equitativa, me temo que suele haber una serie de personajes en el interior de la cadena que se llevan una parte nada despreciable del flujo monetario, y aquí interviene lo que diferencia una ong de otra, la que construye una escuela para los niños en Ngurunguru perdiendo menos dinero por el camino que la que la construye en Ngorongoro, y por eso hemos de darle nuestro dinero a la primera y no a la segunda. ¡Son tan bienintencionadas, las ONG!

Recapitulemos hasta aquí: la señora María da con toda su buena intención una limosna cada día al pobre Mbongo. Cree que así ayuda a resolver el problema. Los trabajadores sociales creen que no hay que dar limosna a Mbongo sino ayudarle a él y a su familia a encontrar un trabajo con el que vivir. La ONG Marías sin Fronteras dice que no, que esa visión es pacata y no resuelve el problema, que lo que hay que hacer es ir al país de Mbongo y conseguir que ellos mismos tengan escuelas como las nuestras, hospitales e industrias como las nuestras y trabajos como los nuestros, con sueldos como los nuestros; así vivirán como nosotros, felices al fin y contentos, y no querrán venir a vivir entre nosotros. Y como duplicar nuestros países en las tierras africanas cuesta un montón de dinero, necesitan un montón de dinero (o montón y medio, tampoco vamos a discutir por el chocolate del loro siendo tan nobles los fines).

La pregunta que cabe hacerse, empero, es si a las ONG no les falta acaso perspectiva. No ven el problema global. ¿Realmente la solución es duplicar nuestra civilización en sus países? ¿Realmente la felicidad está en nuestro modo de vida? Quiero decir, ¿hace 200 años el negro africano era infeliz en su selva y gracias a nosotros está conociendo la felicidad? ¿De verdad lo cree así? ¿Cree que los africanos vivían aterrados porque había leones y cocodrilos? ¿Es que acaso cree que las cebras viven atemorizadas porque hay leones en la sabana? Puede que si usted viviera en la selva con tan solo un taparrabos y un palo con la punta afilada se muriera de miedo, pero, créame, ellos no.

Y sí, es posible que su vida no fuera tan larga como la nuestra, orgullosos como estamos de cómo hemos conseguido prolongar la esperanza de vida y cómo nuestros más mayores viven sus últimos años, pero yo le diría que no es cuestión del número de días que se vive, sino de cómo se vive. Amigo, no me creo que el hombre blanco haya llevado la felicidad a África, y no me creo que África sea mejor que antes gracias al hombre blanco. Ahora tenemos un problema, porque sufrimos al ver que no son como nosotros y ellos sufren porque les hemos inculcado que lo guay es ser como nosotros.

Y como el dinero es la base de nuestra vida, les estamos enviando paletadas de dinero. Para que destruyan sus selvas, fumiguen sus campos, cultiven en los desiertos, esquilmen sus costas y se conecten a Internet. Y abrimos carreteras y aeropuertos, establecemos ciudades y megápolis, les decimos que edifiquen los edificios como nosotros, que comercien a nuestra manera y con nuestras reglas, todo lo que es necesario para ser como nosotros.

Yo creo que éste es el problema. Cuando los humanos llegaron a Europa, se adaptaron y crearon una civilización europea. Cuando los europeos, llevados precisamente del ansia de crecer que les caracteriza, conolizaron el resto del mundo se toparon con otras civilizaciones, las cuales eliminaron para imponer la suya. Piense, por ejemplo, en los indios de Norteamérica o en los maoríes de Oceanía. Y, sin embargo, en África y en otras zonas se encontraron con un pequeño problema: la Naturaleza misma se oponía a su expansión, a la expansión del hombre blanco. Éste apenas pudo establecerse en las costas y poco más: la selva, el desierto, el Sol, las enfermedades, era una barrera excesiva. Pero el hombre blanco siempre triunfa: si la selva, el desierto o las enfermades se nos oponen, eliminémoslas. Y en ello está.

El problema, tal y como yo lo veo, es global. Y el problema de África es que Europa quiere que África sea como Europa, mientras que África vivía muy feliz cuando Europa no conocía a África. Visto así, la solución al problema está clara, ¿no? El hombre blanco debe abandonar África. América y Asia ya no tienen arreglo, pero África debe volver a ser el África que fue. Suena duro, pero creo que es lo mejor. Costará unos años, hasta que mueran los últimos africanos con deseos de ser europeos, pero ¿qué son 50 años en nuestra Historia? Eso, por no mencionar lo que agradecería nuestro planeta que le dejáramos un continente en paz...

Bien. Llegados a este punto, uno se pregunta ¿no nos estamos pasando? 

Y, sin embargo, sólo estamos aplicando la lógica en la resolución del problema. Para empezar, intentamos formular cuál es el problema. Algunos opinan que nos dejemos de zarandajas, que el problema es que el hombre tiene hambre y necesita una limosna. Otros, que no tiene un trabajo digno; otros, que su país no le ofrece las oportunidades de bienestar que le ofrece el nuestro y él desea, y por lo tanto de eso se trata. Yo, tan duro como suena, sólo estoy tratando de poner en el tapete este último argumento: ¿de eso se trata? ¿Queremos nosotros, los blancos, imponerles a los negros nuestro modo de vida? ¿Acaso es que los negros quieren (querían, mejor dicho) que les repliquemos nuestro modo de vida? Piénselo. 

Si cree que sí, está bien, lo celebro, pero no estamos de acuerdo. Tiene usted la sartén por el mango y a casi todo el planeta de su lado, así que de momento, haremos las cosas a su manera. La batalla, por supuesto, la ganarán: el modo de vida blanco siempre triunfa. Pero sea consciente de que la particularidad del blanco es que siempre ha doblegado a la naturaleza a hacer lo que él quiere, siempre ha obtenido de ella lo que ha querido obtener. Reflexione y verá que es así. Y que existen fundadas razones para creer que esta vez no será así, simplemente porque la naturaleza está ya a punto de agotarse y los blancos ya no obtendremos de ella lo que queremos, empezando por las fuentes de energía y los minerales para nuestros productos. Al tiempo.

Pero si por un acaso creyera que no, que hemos de dejarles ser como son (eran)... entonces, ¿qué cree que estamos haciendo allí? Me dirá, posiblemente, que sólo tengo que viajar allí para comprobar cuán diferente es nuestra cultura de la suya. Ah, pero es que apenas hace 200 años que pusimos los pies allí en serio. ¿Cómo eran ellos, entonces? ¿No aprecia un deslizamiento hacia nosotros?

Es igual, no importa lo que yo diga. Importa lo que usted piense después de reflexionar. Reflexione, por favor; dedíqueles unos minutos al tema, creo que lo merece. No siga viviendo como hasta ahora, aceptando este hecho sin más como parte de su vida, como que el Sol sale por la mañana. Medítelo, discútalo con otras personas, no intentando imponer sus ideas a los otros, sino buscando entre todos qué es lo que realmente habría que hacer. 

Y luego, actúe en consecuencia.


Colofón

A menudo añado unas etiquetas en las entradas, utilidad que ofrece el editor de blog para localizar otras entradas que tengan la misma etiqueta. En este caso he añadido la etiqueta Daniel Quinn. Si le interesa conocer otras ideas mías tan transgresoras como ésta, a través de esta etiqueta encontrará algunas.

Si cree que soy un monstruo y que su deber es denunciarme a la Policía, por favor lea la más antigua entrada de este blog. En cualquier caso, si usted ha leído hasta aquí es porque usted ha querido.

Y, ya puestos, si la música que sonaba le recordaba a alguna película, sí y no. La pieza es "relativamente" antigua, 1931; lo que pasa es que creo que es bastante frecuente su utilización en películas.

Por último, el autor quiere manifestar que le parte el alma ver a personas pidiendo limosna. Y aunque piense que las limosnas no son la solución, sí opina que en muchas ocasiones el problema que se plantea es el Hoy; el Mañana, ése es otro problema.



martes, 11 de diciembre de 2012

Esto se acaba: lo que diría Ishmael


Imaginemos que podemos poner todas nuestras pertenencias, todo lo que es nuestro, en un fardo. Imaginemos que ese fardo mide apenas 1 metro por lado (creo que no es un fardo muy grande, al contrario). Ahora imaginemos que cada año conseguimos mejorar un poquito; por ejemplo, un 4% al año. No es un crecimiento muy grande, de hecho cualquier economista diría que es un crecimiento paupérrimo y, desde luego, nadie invertiría su vida en algo que sólo generase un 4%. Pero para lo que quiero contar, es un crecimiento suficiente. Porque imaginemos que cada año consigo este crecimiento. Cada año consigo mejorar mi posición un 4% con respecto al año anterior. Pues bien, al cabo de 50 años ese fardo mediría… 1,92 m por lado. Fruto de toda una vida, y casi lo doblo. Entonces imaginemos que le transfiero ese fardo a mi hijo y él sigue mejorando un 4%. O imaginémoslo al revés. Imaginemos que mi padre lío ese fardo y a mí me lo transfiere ya con 1,92 m de lado. Si el fardo lo hubiera liado mi abuelo en 1912 y se lo hubiera pasado a mi padre y éste a mí, el fardo ahora sería de 3,70 m de lado. Cien años de esfuerzos familiares. ¡Ah, pero imaginemos que el fardo lo liase mi tatatarabuelo al terminar la Guerra de la Independencia! Entonces, el fardo sería de 13,66 m de lado! ¿Y si el fardo lo creara mi antepasado al terminar la guerra de Sucesión? Ahora sería de 50,5 m de lado, y quizás mis vecinos empezaran a quejarse. Si el fardo se liara en 1512, tras la conquista de Navarra, en 2012 sería… de 690 m de lado. Pedazo fardo. Si se hubiera liado tras la reconquista de Zaragoza, en 1118, mediría nada menos que 128 km de lado. Si se hubiera liado cuando el portal de Belén, mediría aproximadamente 265… millones de kilómetros. Y si el humilde fardo con sus pertenencias lo hubiera liado un antepasado de cuando la fundación de Cádiz, ahora mediría por cada lado 11,4 años-luz.
Si la cuenta la hubiera empezado con un miserable 2% de crecimiento, el fardo del primer gaditano ahora sería de 400.000 km de lado, y si hubiera pedido un 1% de crecimiento sería de 21 km de lado. Que, si les parece poco, podemos cambiarlo a un fardo de 100 metros de alto por 10 km de ancho por 9.200 km de largo. Todo este espacio, completamente lleno de las pertenencias de un único descendiente de un único gaditano. Y eso que mejorar cada año un 1% es como decir no mejorar nada. O casi.

¿Qué nos dice esto? Pues… que el crecimiento no es sostenible. Que el planeta Tierra no puede soportar el crecimiento perpetuo de una persona. Y, sin embargo, todo nuestro estilo de vida se basa en crecer, en mejorar, en tener más, en poder hacer cada vez más cosas. Y como tenemos perfectamente asumido que llegará un día que la Tierra se nos quedará pequeña, ya nos hemos hecho a la idea de que nos trasladaremos a otros planetas y problema resuelto. Como habría dicho el Conde de Romanones, ¡joder, qué tropa!

A principios de este año les hablé de Ishmael. De cómo ya hace años que Daniel Quinn nos planteó que nuestra civilización está condenada a la extinción porque no sabemos vivir sin esquilmar la Tierra. De hecho, si leyeron mi entrada de ayer, probablemente es un buen momento para que lean ésta.

Así pues, recapitulemos:
  1. Nuestra civilización se basa en un crecimiento continuo, en la mejora constante. Desarrollo, lo llamamos. El desarrollo es lo bueno, no desarrollarse es malo.
  2. El desarrollo perpetuo no es sostenible. La vaca Tierra tiene un límite.
  3. En muchos aspectos, el límite está cerca. Las cantidades de petróleo, carbón, uranio, cobre, oro, aluminio, litio, etc., que quedan y son rentables extraerlas dan para unos años. ¿Cuántos? No se sabe. Pero no importa la exactitud: quince, veinte o treinta años, ¿qué más da? Es de ese orden.
Para las placas solares se necesita telurio. Las reservas mundiales de telurio son… escasas. Para empezar, es un subproducto, no un mineral que se explota en las minas. Según la wikipedia en inglés, para producir 0,45 kg de telurio se necesita procesar 5.000 toneladas de cobre/malaquita. Teniendo en cuenta el gasto energético de procesar 5.000 toneladas de cobre,… ustedes mismos. Quiero decir, la energía fotovoltaica también tiene límites.
  1. Ciertamente, los gobernantes y las clases dirigentes, esto lo saben. No estoy seguro de que el intelecto de nuestros gobernantes les dé para entender las consecuencias de esto, pero sin duda las clases que realmente dirigen sí.
  2. ¿Porqué no se publicita este problema? Imagino que por "responsabilidad". ¿Cómo va un presidente del gobierno a proclamar al país que no tienen futuro y que no planeen nada a veinte años vista porque no quiere ni pensar qué será de nosotros entonces? ¿Quién pretende que el presidente de una petrolera anuncie a todos sus accionistas e inversores que les quedan unos años de seguir en la pomada y luego se acabó? 
    Por otro lado, yo mismo no lo tengo claro. ¿Cómo va a ser que colapsemos? Seguro que habrá remedio, seguro que la economía pondrá todo en su sitio y encontrará el equilibrio, seguro que la técnica y la ciencia (como siempre) avanzan una barbaridad y sacan un conejo de la chistera, seguro que... Cualquier cosa, antes que pensar que, simplemente, en unos años se va avenir todo al carajo, y que los hijos, ese proyecto de futuro fruto de nuestro esfuerzo y que vemos crecer día día... que no los estamos preparando para lo que se avecina... Claro que no, ¡cómo creer tal cosa! 
  3. Lo que no quita para que sea así. Imagino también (yo, es que tengo mucha imaginación) que se ha optado por una labor callada, buscar una solución sin que se sepa el peligro que corremos. No estoy seguro de que un formato de cambio de líder cada cuatro años por otro peor sea el idóneo para salir de ésta, pero es lo que hay.
  4. ¿Se está en el camino correcto para encontrar una solución? ¡Ah, eso ya depende!
Depende de lo que se entienda por una solución correcta. Puede que se crea que bastará con mayores eficiencias energéticas, con fuentes alternativas de energía, tipo fusión de hidrógeno (ciencia ficción) y cosas así. Si no se consigue a tiempo, la culpa será de los científicos y los ingenieros, que son todos unos paquetes. La verdad, me temo que Ishmael nos diría que si creemos que el problema estriba en el origen de la energía que utilizamos vamos listos.

Puede que se crea que, de momento, hay que tomar medidas radicales mientras se encuentra una solución: prohibido - a nivel mundial- los vuelos comerciales o de placer, los vehículos de uso privado con motor de explosión, el asfaltado de carreteras o el exceso de alimentación eléctrica en los hogares, por ejemplo. Medidas que reduzcan drásticamente nuestro consumo. Como medio para ganar tiempo para los científicos e ingenieros. Hombre, esto sería algo. Al menos, se ganaría tiempo… para los humanistas, que consigan convencer a la Humanidad de que el crecimiento sostenido que pretende es insostenible. Pero no hay político en el mundo con arrestos suficientes: de momento, ni siquiera lo hay como para proclamar a todos que vamos al desastre.

Ahora bien, si el verdadero problema es que buscamos el desarrollo ante todo y el desarrollo es lo que nos lleva a la extinción, cualquier solución que siga buscando el desarrollo fallará, más pronto o más tarde. Porque de lo que se trata es que hemos de dejar de buscar el desarrollo. Es decir, hemos de no querer vivir cada vez mejor. Todos.

Por eso, me atrevería a decir que una tercera solución sería…  casi-extingámonos. Por ejemplo: fuera la civilización de África, sólo la franja mediterránea. El resto, que sea territorio salvaje. Los africanos que ya están allí, que mueran hasta que su número sea sostenible con sus propios medios. Y el resto de la Humanidad, que se olvide de poner un pie en el continente. Seguro que la ecología lo agradecería. China, India y países asiáticos, aquellos que llevan una generación o menos de industrialización: que paren, que lo desmantelen, que vuelvan al campo y se dediquen a hacer proverbios. Aislados del mundo.  Occidentales: vuelta a 1750. Con la electricidad que seamos sosteniblemente capaces de generar, y punto. Y olvidarnos de expandirnos, chaval, tú haz lo que hacía tu padre y lo que se ha hecho siempre en este pueblo. Mundo árabe: autocastración, porque como sigan reproduciéndose así …

¿Funcionaría, una brutalidad semejante? Digo yo que sí, porque hasta 1750 el mundo era así y era más o menos sostenible.

Ahora, que estemos dispuestos a autorretrocedernos...

lunes, 19 de marzo de 2012

Adán y Eva

Último comentario sobre Ishmael, y termino. Habíamos quedado en que, originalmente, la especie humana vivía en concordancia con el entorno; de una manera "ecológicamente sostenible". Era una sociedad "salvaje", pastores, cazadores, sin dinero. En un momento dado, en la parte norte de Mesopotamia, algo pasó, se produjo un cambio y se formó una nueva civilización. A la larga, esa civilización creció más que las demás, fue más fuerte y más expansionista, y terminó aniquilándolas a todas.

Nos dice Daniel Quinn que una de esas civilizaciones extinguidas, la de los semitas antiguos pobladores de Palestina y antecesores de los hebreos, relató en forma de leyenda la evolución de sus vecinos; poco a poco esa tradición fue perdurando y los hebreos la recogieron en su "Historia de los orígenes", más o menos como nos ha llegado hasta hoy: la ascendencia y caída de Adán y Eva.

Todos sabemos de qué va: Adán , el Hombre, es tentado por Eva (que nos dice Quinn que no es el sexo, sino la vida: para aquellos pueblos, la mujer simbolizaba la vida, al igual que un poblado con mujeres tenía la vida garantizada y uno con escasez estaba condenado a su desaparición) y prueba el fruto del árbol prohibido, hizo aquello que le dijeron que no hicieran y que hizo porque creyó que al hacerlo sería "semejante a Dios". Desde entonces hemos de ganarnos el pan con el sudor de la frente y parir a los hijos con dolor. Se acabó el Paraíso.

La historia, no por conocida deja de ser intrigante. Por ejemplo: ¿cuál era ese fruto? O interpretaciones aparte, ¿qué hizo que le habían prohibido?

Para entenderlo completamente, hay que leer el libro; pero en síntesis, cada especie viva, para prosperar ha necesitado estar adaptada a su entorno. Y eso incluye que no debe destruirlo. Si los leones del Serengueti se comieran de una sentada a todas las cebras, ñus y búfalos de por allí... ¿cuánto durarían? Pues eso. En la antigüedad (y en este caso hablamos de una antigüedad muy antigua), el hombre vivía "en armonía". No es, como se pinta a veces, que viviera en cuevas temeroso de las fieras hostiles que hubiera por allí; tampoco, y esto lo vemos en cada documental, las cebras salen despavoridas al ver un león, al contrario siguen pastando "tranquilamente", y más aún si el león ha cazado ya a otra. No, el salvaje no tiene miedo de las fieras y antes más lo tendrían éstas de él. El salvaje vive más o menos apaciblemente; no crece desproporcionadamente, toma los recursos que necesita y la disponibilidad de estos recursos determina su población: se autorregulan, los recursos y ellos. Ésa es la clave: si necesitaran más recursos para aumentar su población, los salvajes no esquilman la tierra para obtener aun lo que ésta no tiene. Como dirían los de Disney, respetan "el ciclod e la vida".

De pronto aparece una gente nueva, del norte, que se comportan de forma diferente. Recolectan frutos hasta agotar los árboles, y entonces queman el bosque para que crezca de nuevo. Matan a los leones, a los lobos y a las fieras que cazan a su ganado y los animales que ellos cazan. Invaden tierras y matan a todos los pobladores. Para los salvajes, el mensaje de estos hombres es claro. Ellos deciden qué vive y qué no vive. ¿Es que se creen dioses?

Así surge la leyenda de unos hombres que quieren ser como los dioses; quieren tener el poder sobre todo lo vivo y decidir quién muere y quién no.
Aquellos hombres fueron demasiado lejos en su comportamiento, por lo que los dioses los expulsaron del paraíso. Dejaron de vivir en equilibrio con la Naturaleza. Llegó el miedo a las fieras y a las otras gentes. Y llegó el arrancar el pan con el sudor de la frente: llegó la agricultura. Que sin duda los pueblos salvajes debieron ver como una maldición, un castigo: no concebían que alguien quisiera vivir con el sudor de su frente.  ¿Y qué habrían hecho esos hombres para merecer un castigo semejante?

Es decir, la leyenda de Adán es la de la ascendencia y caída de los invasores que trajeron la agricultura. Que se creyeron dioses y fueron castigados de por vida.

Y es que el Hombre nunca tendrá la sabiduría de Dios para gobernar el mundo.



Chascarrillo adicional: ¿se han fijado que Adán culpó a Eva, y Eva - que no tenía a nadie más a quien culpar- acusó a una serpiente? Está claro que echarle la culpa a otro de lo que uno hace mal es tan viejo como la manzana.

domingo, 11 de marzo de 2012

Siguiendo con Ishmael

Seguimos con Daniel Quinn e Ishmael. Nos habíamos quedado en que hace miles de años la Humanidad, que por lo demás llevaba un camino evolutivo "ecológico" y respetuoso con el medio ambiente, hizo algo que la cambió. Y nos cuenta Ishmael que ese "algo" lo recogieron pueblos cercanos que no hicieron esa evolución. Con el tiempo, la rama evolucionada incorporó a su colección de leyendas las que contaban los pueblos que iban anexionándose a su estilo de vida y con ello llegaron hasta nuestros tiempos. Obviamente, hablamos de la Biblia.

Y las dos historias más antiguas de la Biblia, tan antiguas que son lo primero que pasa, tan antiguas que según los judíos (y los Creacionistas) ocurrieron hace unos ocho o diez mil años, son las de Adán y Eva y ... la de Caín y Abel.

Dice la leyenda que Caín mató a Abel porque la ofrenda de Abel, fruto de su trabajo, gustó más a Dios (o a los dioses, allá cada cual) que la ofrenda de Caín, fruto del suyo. Abel era pastor, ofreció una oveja. Caín era agricultor y ofreció lo que cosechó. Imagino que todo el mundo conce esta historia; quien quiera paladearla con una nueva luz, la tiene en el capítulo 4 del libro del Génesis.

Es una historia extraña, ¿no? A mí me ha chocado desde siempre: muere el bueno y queda el malo, y como se supone que pasa en los albores de la humanidad, ¿significa que descendemos todos del malo? Yo, ya digo, no la entendía de niño. De mayor, que leo a Quinn, capto incluso la paradoja: ¿cómo es que en una de nuestras leyendas fundacionales somos los malos? Se suponía que la Biblia cantaba nuestras glorias como Pueblo Elegido, lo grandes y chachis que somos, lo que nos da la superioridad moral que necesitamos para justificar todo lo que hacemos. Y es que Ishmael a menudo recalca que el gran éxito de nuestra cultura es que nos hace incapaces de darnos cuenta del error fundacional que supone; así, para todos nosotros esta historia habría ocurrido en un país imaginario, como una fábula, y se nos pasaba desapercibida como historia de un genocidio bélico. 

Los pueblos salvajes son, eran, pueblos de pastores y cazadores. Los demás somos agricultores. La agricultura nació en el Creciente Fértil entonces, y se fue expandiendo como modo de vida, como forma de obtener los recursos de la tierra. Tarde o temprano chocarían con pueblos que llevaban otro estilo de vida, que no eran agricultores sino pastores. Los agricultores les vencieron y los sometieron. Y de ahí vendrá la leyenda de Caín y Abel: era el último consuelo, el "a pesar de todo, Dios está con nosotros, ama a los pastores y odia a los roturadores del suelo del norte, que son unos asesinos" que contarían los últimos pueblos pastores, los semitas de la península arábiga, a medida que sus vecinos del norte les iban expulsando de sus tierras, y poco a poco pasaría a formar parte del paquete mítico de los agricultores.

Y dijo Dios: "La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de ti hermano". Y dice la Biblia que Dios puso a Caín "una señal, para que nadie que le encontrara le hiriera". Caín, alejándose de la presencia de Yahvé, habitó la región de Nod, al oriente de Edén".

¿Saben porqué puso Dios una marca a Caín? Porque Caín le dijo que debería (él, Caín) andar con el rostro oculto, porque si no cualquiera que le encuentre le mataría. Y Dios le dijo: "Si alguien matare a Caín, será siete veces vengado". Y para que se supiera, le puso esa marca.

¡Ah, pero ahora vemos esto con otro prisma! La historia la cuentan los otros pueblos, y están diciendo: no os metáis con esta gente; si matáis a uno, ellos matarán a siete. La marca de Caín es "el rostro pálido" de los que somos caucasianos. Y esto bien lo saben los pueblos "salvajes" que en cualquier tiempo y en cualquier lugar se han resistido al hombre blanco: todos han sido exterminados (por cierto que era la estrategia que siguieron los blancos norteamericanos en su avance hacia el oeste: entraban en contacto con los indios, mataban a uno o dos, los indios se vengaban matando a esos asesinos y el resto de blancos mataba a los todos los indios. Registrado por los historiadores). Y es que siete muertos le debió parecer poco a Lamec, tatatataranieto de Caín: éste dijo que "Si Caín sería vengado siete veces, Lamec lo será setenta veces siete".