lunes, 30 de septiembre de 2024

Cuando el metro se llena

El metro inicia su itinerario. Los primeros pasajeros que suben encuentran los vagones vacíos y pueden elegir el acomodo que quieran. Habitualmente, eligen los asientos. 

Los siguientes pasajeros miran si hay asientos libres. Si los hay, los eligen también y se sientan. Si no los hay...

La inmensa mayoría de esos pasajeros, ya que no hay asientos, opta por agarrarse a las barras que hay junto a las puertas, ya que junto a cada puerta acostumbra a haber un apoyo de culo, que permite viajar algo más cómodo. Estos apoyos se acaban bastante rápido, pero las barras de las entradas a los vagones permiten agarrarse a más pasajeros. Son asideros cómodos, en el centro del vagón, el viajero los encuentra al acceder y cuando tenga que salir estará prácticamente junto a la puerta: una buena elección, y la más habitual. 



En ese momento la hemos liado. Porque los viajeros que sigan entrando se encuentran el espacio de acceso ocupado por personas que están agarradas a una barra. Todavía queda espacio entre las filas de asientos, pero el acceso está impedido por las personas de la entrada. Además, cuando llegue la parada en la que hay que bajarse, la gente que está en el acceso va a impedir que quien quiera apearse lo haga cómodamente, así que lo que suele hacer todo el mundo es apretarse contra las personas de la entrada y, si lo consigue, estirar una mano hacia alguna barra asidero. 

En hora punta, cuando suben los siguientes la entrada está cada vez más llena. Además, meterse dentro del vagón supone complicarse mucho la salida, y en el metro, que no espera a nadie, eso no interesa. ¡A buscar hueco, en la zona de acceso! Y así hasta alcanzar la densidad del osmio. 

La situación, es fácil de entender, va escalando con rapidez, lo que avala la sabiduría de la elección de quedarse en la zona de acceso: ni se puede ir más allá ni conviene, porque no hay salida para quien penetre más.

Solo unos pocos inteligentes, seguramente ingenieros, insistimos en acceder a la zona de los asientos: allí el aire es respirable, se está bien sin apreturas y además cuando los pasajeros que van sentados se quieran bajar tendremos el asiento a nuestra disposición. Que sí, que es lo lógico, pero por todo lo que he contado antes muchas personas creen que es una mala elección.

Mejor para los inteligentes. Los vemos, a esos desgraciados, apretados en las zonas de acceso, y pensamos: ¿pero no se dan cuenta que un paso a su izquierda se está mucho mejor?


 

martes, 24 de septiembre de 2024

De aceitunas y encargados

https://www.youtube.com/watch?v=SjIObpXyGSE 

 

 

El otro día compré en el mercado un puñado de aceitunas de Aragón. Cuando me dieron el ticket no pude menos que protestar: ¡a 14,50 el kg! Tenía que ser un error, pero la tendera me dijo que no, que este septiembre han subido mucho porque la sequía, blablablá, una mala cosecha, los precios han subido mucho en origen y todo eso.

Una cosa es la gasolina, la luz incluso, y otra los alimentos. La gasolina tiene un precio fluctuante. A veces está más cara que antes, pero a veces está más barata. En el largo plazo siempre sube, claro que sí, pero el hecho de que a veces baje de precio hace más comprensible cuando hay subidas. Los alimentos, en cambio, no siguen ese patrón: sólo suben, es rarísimo que bajen. Recuerdo, por ejemplo, los huevos y la subida desaforada que tuvieron cuando la invasión de Ucrania. Parece ser que Ucrania exportaba cereal, al faltar ese cereal hubo que tirar de las producciones patrias para el consumo humano y el perjudicado fue el pienso que comen las gallinas, que ante la escasez de oferta subió mucho de precio. En mi proveedor de huevos del mercado (un tendero que sólo vende huevos) los precios subieron en poco tiempo un 50%. Es un poco curioso que incluso con la energía disparada por esa época los pollos asados no subieron de precio en exceso, pero... En fin, que no sé si el problema se ha resuelto pero los huevos no bajan ni bajarán. Tampoco los pollos asados, claro está.

En el caso de las aceitunas, llevo muchos años comprándolas en ese puesto y he conocido precios mucho más bajos (les recuerdo que soy calculista y que lo mío son los números). Y nunca los he visto bajar. Supongo que una vez que el tendero descubre que los clientes siguen comprando con los precios aumentados, pues decide que los mantiene. Si el producto baja de precio en origen, mejor para él, y si acaso ya subirá cuando vuelvan a subir.

En el caso de las aceitunas negras, el precio lo habían subido un 50%. Curiosamente, también el aceite de oliva se disparó de precio hace unos años, y aunque ahora se ha estabilizado el precio (dicen que está bajando, pero yo no lo noto y bien que noté la subida) la causa era la misma que la de las aceitunas: sequía, malas cosechas y todo eso.

Lo que vengo a decir es que esto son cosas que se anuncian mucho antes de que ocurra: cuando hay sequía ya se puede saber que las cosechas serán malas, que lo cosechado subirá de precio y que los productos que dependan de esos productos subirán. Es algo lógico y comprensible. Precios altos y carestía tienen un origen que los explica.

A veces, somos nosotros los que generamos el problema en el futuro con nuestra actitud en el presente (o generamos el problema que ahora tenemos con nuestra actitud en el pasado).



"Las noticias de hoy envolverán el pescado de mañana".

La famosa frase tiene ya unos años: remite a cuando los periódicos se editaban en unas hojas enormes, más o menos de tamaño A0, y no había los papeles técnicos higiénico-sanitarios que se usan hoy en día en los mercados, carnicerías, pescaderías etc. En aquella época, se envolvía en papel. Sobre todo el pescado, que estaba siempre húmedo. Era costumbre que los pescateros envolvieran el pescado en papel de periódico, tal vez del día anterior. De ahí la frase, que alude tanto al que se preocupa por una noticia que no quería que se supiera (no te preocupes, porque en dos días se olvidará) como al que se da ínfulas por algo bueno (no te des tantas, porque en dos días nadie lo recordará).

Hoy las noticias o los artículos no se imprimen en papel, pero que se publiquen en internet no hace que se olviden, en seguida llegan otras que las tapan. Por esta razón tengo por costumbre guardarme enlaces a noticias o artículos que no quiero que se me olviden. 

Por ejemplo, este artículo que publicó en 2021 el digital La Información, en el que entre otras cosas se dice: 

«La falta de efectivos, según comenta Villares, es común a todos los cargos y ocupaciones en la jerarquía de una obra, aunque hay algunos cuya ausencia se hace muy palpable. “Hay una escasez tremenda, en todos los puestos: de técnico para abajo y también en lo referente a lo jefes de obra, pero es que encargados literalmente no hay” resalta el jefe de zona. Jesús Redondo, trabajador del sector de la demolición técnica e involucrado en las operaciones de las calles de los Reyes y Maestro Guerrero (junto a la Plaza de España de Madrid), asevera lo mismo que Villares. “Nos robamos los encargados de una obra a otra en cuanto podemos por que no hay apenas”, comenta.

...

Sobre la huida de empleados y la falta de formación actual, el jefe de obra de Alza Obras y Servicios, Nilo Gómez, es tajante: “Nos hemos saltado una generación en la que la labor de enseñanza que se impartía de mayores a jóvenes en una obra no se ha producido”, resaltando que esta es la forma más eficaz de formar a un nuevo empleado. Gómez comenta que se produjo un bajón del volumen de trabajo que llevó a que los obreros “se buscaran la vida fuera del sector”, y que, aunque durante 2021 se ha experimentado un aumento muy grande en el número de arranques de obra, “muchas veces no son asumibles”, pues “hay muy pocos trabajadores con formación especializada, y en obras que tenías que atender con tres equipos de albañilería, se emplea a solo uno y poco cualificado”».>

Si faltan aceitunas, eso tiene consecuencias. En las obras faltan obreros especializados y sobre todo encargados. ¿Y creen que eso no tendrá consecuencias?

Esta misma semana he comido con unos clientes y con un constructor. Uno de los clientes abrió la conversación contando que no encuentran trabajadores especializados en la construcción. Que necesitan, por ejemplo, alicatadores (los que colocan los azulejos) y sí, gente que colocan azulejos sí encuentran, pero que los pongan bien no. Mis clientes son mandos industriales, y para ellos es un problema porque a efectos prácticos ellos son responsables ante sus jefes de las obras de las que se encargan: la mala calidad, los retrasos, los aumentos de costes o los problemas de contratación son siempre culpa suya.

El caso es que esos clientes querían saber qué opinaba yo del asunto.

Por casualidades profesionales, he participado en dos de las principales obras de construcción urbana de Cataluña en los últimos 20 años. Esto no es algo especialmente difícil, pues en obras más grandes terminamos participando muchos, unos haciendo unas cosas y otros haciendo otras. En resumen: no hay color. La diferencia entre la obra antigua y la obra nueva es enorme.

Lo primero que me llamó la atención en la obra nueva fue la organización. La obra antigua estaba muy bien organizada, se notaba que los jefes sabían. La obra nueva la habían organizado como una obra normal de medio pelo. Es como gestionar una división de 3.000 soldados igual que un pelotón de 12, o como gestionar un presupuesto muchimillonario igual que la paga de la semana.

Luego, con el tiempo, fui percibiendo diferencias en otras cosas. Para empezar, el gerente de la obra (hay que pensar en una obra como una empresa que factura muchos, muchos millones al año). En la obra antigua el gerente era muy bueno, muy profesional. Y sabía un condrio de obra, no en vano llevaba en ese momento 40 años de experiencia. En la obra nueva la sensación que me daba es que el gerente sólo quería ganar dinero; con esa actitud no se gestiona una empresa, se liquida, y en la obra pasa lo mismo.

Pero luego eran todos los demás. El encargado general, los encargados, los ayudantes del jefe de obra, el personal de oficina, el topógrafo,...

Y no solo la constructora: la diferencia de categoría profesional entre los arquitectos y los calculistas de ambas obras era abismal.

No todo en la obra nueva era peor, claro: los agentes de seguridad de las puertas, los informáticos, los responsables de seguridad y salud, funcionaban muy bien.

Yo no sé si es una tendencia general, una bajada del nivel profesional en la construcción, o es simplemente que el gerente y los responsables (la Propiedad) de la obra nueva buscaron lo más barato que había en el mercado sin importarles que lo más barato fuera de mala calidad; diría que ambas cosas: que es cierta mi sensación de que el nivel profesional está disminuyendo, y de que en la última obra se regían por lo más barato fuera su calidad la que fuera. Pero luego leo el artículo de La Información de 2021 y me doy cuenta de que el futuro ya está aquí.

Por cierto, hoy se ha publicado una entrevista al presidente de Leche Pascual (nombre oficial, Calidad Pascual), y en ella expone lo siguiente:

«Ha habido una caída del consumo de leche muy importante. Cuando yo empecé a trabajar se bebían 117 litros de leche líquida por habitante al año y ahora estamos en 63 litros. Parte de esa caída puede ser por alternativas como las bebidas vegetales o porque la gente sustituya la leche bebida por queso, yogures, batidos... Pero el 80% de la caída de consumo per cápita viene por la desaparición del gran consumidor de leche, que es el niño... El gran consumidor de leche es el niño, desde que nace hasta la adolescencia. A partir de ahí dejan de consumir y la leche pasa a tomarse prácticamente sólo con el café. Por eso la caída de los nacimientos ha sido muy importante, aunque parte de la caída se ha venido compensando por el incremento de la población gracias a la llegada de inmigrantes, como por ejemplo los latinoamericanos, que consumen más leche y tienen más hijos que nosotros».

Cuando los números muestran una tendencia clara, la realidad es imparable y se puede predecir qué va a pasar, cual La Fundación, y una cosa es cierta: hemos invertido la pirámide demográfica, y eso tiene consecuencias. Ocurre que, como con todo lo que afecta a la demografía y a la sociedad, esas consecuencias se perciben años después de haberse producido las causas, y entonces ya es tarde para impedirlo. Los avisos agoreros es cuestión de tiempo que se hagan realidad.

Nos adaptaremos, lo hemos hecho siempre, pero.. ¡es que se veía venir!



Michael Nyman . Memorial

miércoles, 18 de septiembre de 2024

La broma se hizo realidad

https://www.youtube.com/watch?v=kDERlmd2NS4 

 

 

En noviembre de 2012 publiqué esta entrada sobre la norma UNE-EN 1504, exasperado sobre lo prolijo pero inútil, en la práctica, de la norma que, para más inri, nos era (y es) de obligado cumplimiento. El tiempo ha demostrado que, como está ocurriendo con tantas normas y expliqué en esta otra entrada, se incumple con total impunidad por el sencillo método de que no la conoce nadie, ni quien debe aplicarla ni quien debe exigir su cumplimiento, y así aquí no ha pasado nada. Esa norma en cuestión se ha convertido en mero papeleo administrativo para los más directísimamente implicados, y nada más: ellos terminan poniendo una nota en sus productos diciendo que cumplen la UNE-EN 1504, y fin de la historia.

El caso es que la entrada de 2012 la iniciaba con una simulación paródica:

«Imaginen ustedes que un día el gobierno decide sacar una nueva norma con rango de ley: Instrucción para Dobladillos de Pantalones, la IDP. La norma, de obligado cumplimiento, especifica casi todo lo concerniente a la ejecución de los dobladillos de los pantalones. Define qué tipo de alfileres son válidos, las características metalúrgicas de los metales con que se fabrican, las distintas aleaciones permitidas y sus propiedades físicas, químicas y mecánicas;  los diámetros y longitudes permitidos, el tipo de punta y el ángulo de afilado, la cabeza, forma, tamaño y disposición, la durabilidad y los años de vida que tendrá ese alfiler, probablemente clasificándolos en provisionales (vida útil entre diez y veinticinco años), de clase 1 (vida útil hasta 50 años), clase 2 (vida útil hasta cien años), etc. Otro tanto se diría de los hilos a emplear y de los pantalones a los cuales se puede aplicar esta norma.

Por supuesto, definiría la manera de hacer un dobladillo; la toma de medidas, el número de perneras que se miden, cuántos pantalones de una serie - si se cosen los de varios pantalones en una sentada- se comprobarán con el modelo, qué tipo de calzado llevará el modelo para la toma de medidas, la silla o taburete a la que se subiría el modelo para facilitar el trabajo a la costurera (si tendrá escalones de acceso, barandilla o no, el tipo de piso - no almohadillado, rígido pero de bordes no cortantes-, las gomas antideslizantes que tendrían las patas - y cuántas patas-…), etc. Los ensayos que se harían a los dobladillos para asegurarse que estén bien cosidos, cómo serían los formularios para registrar estos ensayos, y la clasificación de las costureras en función de los resultados de los ensayos: una costurera de categoría A tendría un 97% de éxito en los ensayos con un coeficiente de seguridad de 1,50 que en consecuencia se podría rebajar a 1,35, por ejemplo. Un capítulo especial trataría los dobladillos de los pantalones para muñecos y otro los pantalones de neopreno (hombres rana y similares). Los dobladillos de los pantalones en instalaciones industriales no estarían cubiertos por esta norma, sino que tendrían (puede que la tengan ya) su Instrucción específica.

Y no faltarían los anexos, en los que se recogerían el listado de normas UNE que se citan en la IDP, el estudio del comportamiento al fuego de los dobladillos y los dobladillos en algunos tipos de pantalones especiales que quedasen fuera de la norma: pantalones de uso militar, pantalones de astronautas y pantalones para investigadores polares».

Era, repito, una simulación paródica de las normas que paren desde Bruselas (y por trasposición, aquí): lejos estaba de mí que aquello se convertiría en realidad. ¡Qué ingenuo fui! Porque desconozco si es verdad lo que viene a continuación, pero diría que sí, porque no creo que lo escribieran como parodia.

En la entrada https://disidentia.com/europa-se-esta-hundiendo-a-si-misma/ del portal Disidentia ("pensar está de moda"),  el austriaco Kai Weiss, investigador del Austrian Economics Center y miembro de la junta directiva del Instituto Hayek, escribe lo siguiente:

«Que la UE no es necesariamente una gran promotora del libre mercado, el espíritu empresarial y la innovación, sino más bien una máquina de producir reglamentos y normas es un hecho ampliamente conocido. No hay más que ver los 109 reglamentos sobre almohadas, los 50 sobre edredones y sábanas o las 31 leyes sobre cepillos de dientes que ha elaborado Bruselas. O la explicación inmensamente detallada de cómo tiene que ser un plátano y de que tiene que estar «libre de malformaciones o curvaturas anormales» (sí, es una ley real)».
El artículo, no he de resaltarlo, es interesantísimo y recomiendo a todo el que ha llegado hasta aquí que pinche en el enlace y lo lea.

Pero a lo que iba: lo que en 2012 me parecía un imposible tal que podía utilizar como símil para explicar un absurdo podría ser real de todo punto. Y como parodia estaba bien, pero como realidad no me hace ninguna gracia.

 

 

Tina Turner - We don't need another hero 

lunes, 16 de septiembre de 2024

El tornillo

Las chicas de la Cruz Roja es una película española de 1958. En ella Tony Leblanc ejecuta el famoso chiste del tornillo:


Este chiste se ha contado infinidad de ocasiones con múltiples variantes adaptándola a los tiempos para que pareciera siempre un chiste novedoso, yo mismo en este mismo blog hace unos años. Y, sin embargo, en 1958 ya circulaba.

Esta claro que nosotros no inventamos el mundo. Nihil novum sub sole.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Natalidad en España: números para pensar

https://www.youtube.com/watch?v=XeJFBwwYzVw 

 

 

Entro en la web del INE, y extraigo unos datos:


Este gráfico es el número de nacimientos en España entre 2008 y 2022. 

El gráfico no distingue por la procedencia de los padres. Lo que sí permite la web discriminando por nacionalidad (algo es algo) es la población por edad. Entre los 0 y los 14 años, ésta es la población española el 1 de enero de 2023 (ese día todos los nacidos en 2008 tenían 14 años):

Que cada vez nacen menos niños es evidente; que el bajón está siendo muy importante, también. Un dato curioso es que en la tabla de los que tienen nacionalidad española los nacidos en 2008 superan a los nacidos en 2022 en una proporción de 1,68:1, mientras que según la tabla de nacimientos esa proporción es de 1,58:1. ¿Acaso la proporción de los españoles entre los nacimientos es cada vez menor? La web no me proporcionó, o no pude averiguar, cuántos niños tenían la nacionalidad española en el momento de nacer y cuántos descienden de, digamos, abuelos españoles, pero lo que sí he podido establecer es el ratio de los que el 1 de enero de 2023 tenían nacionalidad española respecto a los nacidos en su año. Este gráfico:

 

Hasta 2017 podemos decir que aproximadamente el 90% de los niños nacidos en España tenían la nacionalidad española. A partir del 2018 (no sé si es casualidad que el Gran Líder llegara al poder ese año y cambiara la política inmigratoria) la ratio se desploma, con un divertido repunte en el 2021, supongo que por el confinamiento general del 2020, no en vano 100 días sin poder salir de casa puede tener efectos secundarios.

Primeras conclusiones: 

- El número de nacimientos se está desplomando. Y cada vez se desplomará más rápidamente. Porque cuando los pocos niños que nacen ahora sean los que tengan que ser padres, la ausencia de los que no han nacido se notará de verdad. Podemos ser muchísimas personas, pero si todos somos abuelos la cosa se acaba rápido.

- Aunque cada vez el ratio de niños no españoles sea mayor (y no entro a si eso nos gusta o no), la tendencia no se corrige. Quizá si se produjera una auténtica invasión, una entrada descomunal de inmigrantes con ganas de procrear...

 

Pero hay más reflexiones que hacer.  Por ejemplo, ¿por qué perdemos el tiempo en lo que lo estamos perdiendo? Piense en los asuntos que copan la conversación pública. ¿No le recuerda a los bizantinos, peleándose entre sí por el sexo de los ángeles mientras los ejércitos otomanos llegaban a las murallas de la ciudad?

Veamos este mapa:


Representa el número de nacimientos en cada provincia por cada mil habitantes (he quitado los datos de Ceuta y Melilla). Llaman la atención Teruel y Guadalajara. Tal vez lo de Guadalajara sera por el corredor del Henares (vivienda y trabajo para quienes estén dispuestos a alejarse de Madrid), pero lo de Teruel tiene que ser que allí los jóvenes están mas concienciados que los del resto de España, digo yo.

Los números no son muy altos. Hagamos una simulación simplificada en, por ejemplo, Zamora. La tasa de natalidad es de 4,25. Supongamos la tasa constante en el tiempo. En un pueblo de 4.000 habitantes nacerían 4x4,25=17 niños al año. Supongamos que la edad media de la población es de 85 años; estadísticamente hablando, una persona vería morir a todos los que nacieron antes que él a lo largo de esos 85 años, a un ritmo de 47 personas al año. ¿Cuántas personas habrían nacido en esos 85 años? Si la población del pueblo se mantuviera constante, 85x17=1.445. A lo largo de la vida de esa persona, la población habría pasado de 4.000 a 1.445, pero eso sería si el número bruto de nacimientos se mantuviera constante, y no: cuanta menos población, menos nacimientos. De hecho, si fuera la tasa lo que se mantuviera constante nacerían 934 personas en esos 85 años. La población habría pasado de 4.000 a 934. Pero tampoco esto sería real, pues cada año la población estaría más envejecida y por lo tanto la tasa de natalidad, es ley natural, iría disminuyendo. Y esta disminución... en fin, en Aragón hay cientos de pueblos que le pueden explicar lo que pasa.

Por lo tanto, la demografía debería ser el asunto más prioritario de todos los que nos ocupan. Y en serio. Antes de preocuparnos por dejar un planeta limpio a nuestros sucesores, deberíamos preocuparnos por que haya sucesores. Luego, si eso ya miraremos si el planeta estará limpio o no.


¿Y por qué es tan baja la natalidad? Es algo generalizado en nuestro tiempo y en nuestra cultura, así que la causa no son las circunstancias sociales, que cambian de un país a otro (las ayudas estatales, el mercado de la vivienda, etc.). De hecho, hay dos realidades distintas: por un lado, los que deciden no tener hijos. Huelga decir que son muchos más que antes, aunque solterones los ha habido siempre. Pero por otro lado, y creo que este grupo es el que tiene una verdadera incidencia en la caída de la natalidad, las familias que sí tienen hijos tienen ahora muchos menos hijos que antes: uno o dos, y ya está. Hasta el punto de que 3 hijos se considera ya, legalmente, una familia numerosa (y también una familia de ¡dos hijos! si los padres se han separado o no han llegado a casarse y legalmente no viven juntos). Cuando yo era chaval, una familia de 3 hijos era un mínimo: por una de 4 nadie arqueaba una ceja, pero tener sólo 2 se consideraba casi al mismo nivel de los que tenían hijo único o ninguno, un no poder haber tenido más.

Yo, hijo de una familia (muy) numerosa y padre de una familia numerosa, creo que todo se debe a una elección concreta pero inconsciente que todos hacemos: familia, o consumismo. La familia es frugalidad. A medida que ésta crece, supone muchos más gastos para unos mismos ingresos a repartir entre más personas (y problemas cotidianos: por ejemplo, con 2 hijos se puede ir a un parque de atracciones y montarse los 4, con 3 hijos no, y con 3 hijos se puede usar 1 coche, con 4 hijos el coche ha de ser especial). El que lo acepta crea o aumenta una familia. El que no está dispuesto, no. Es algo que he discutido con jóvenes en edad en la que antes ya se estaba en ello, y siempre me responden que el problema es la falta de vivienda, que en mis tiempos era fácil tener una y ahora no, y todo eso. El argumento no casa bien con el dato incuestionable de que los que tienen muchos hijos, en nuestra sociedad, no suelen ser los más adinerados, sino todo lo contrario. "¡Pero es que yo quiero que mi hijo tenga un mínimo nivel de vida!", se responde. ¡Ahora empezamos a centrarnos! Los jóvenes de ahora (y los de no hace tantos años) han crecido con un nivel de bienestar apreciable. Prácticamente no han conocido la frugalidad de sus padres y menos aún la de sus abuelos. Se les ha criado en comodidades y lujos, en mayor o menor nivel. Y ahora no están dispuestos a rebajar esas comodidades, porque las tienen consideradas como un mínimo vital. Esto no es exclusivo de los jóvenes de ahora: cada generación ha tenido un comportamiento similar con el efecto de que la natalidad bajaba continuamente. Y así hemos llegado a la situación actual.

En esta discusión existe el argumento por parte de los jóvenes de que las generaciones anteriores "lo tuvieron más fácil". Sin embargo, ninguno de ellos querría vivir con las condiciones y reglas que tuvieron que aguantar las generaciones anteriores. Igual es que fueron esas condiciones y reglas que soportaron sus mayores las que impulsaron a estos a  dar lo mejor de sí para salir de ellas.

Yo... no sé si la situación tiene mal arreglo o si no lo tiene. Lo que sí puedo decir es que si no ocurre algo muy, muy gordo, no se va a arreglar. Y no va a ocurrir. 




Rocío Jurado - Señora