viernes, 13 de agosto de 2021

La actitud del convento

https://www.youtube.com/watch?v=L3PcJMFs44A 

 

 

Hay un dicho con una perla de sabiduría popular: para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Y pido perdón por la grosería, pero la frase es así y no la he inventado yo. Explica a la perfección la actitud de aquel que deja de realizar buenas acciones porque percibe que ya no podrá disfrutar de sus ventajas. Como el que deja desordenada la habitación del hotel al abandonarla. Pero la frase habla de más realidades.

La primera de ellas es que otros salen perjudicados por esa actitud: los que siguen en el convento. No me importa ensuciar e incluso asolar un paraje, no me preocupo de recoger mis restos y no me importa haber subido en coche, ya que no voy a volver, pero ¿y los demás? Como yo no voy a sufrir las consecuencias me da igual que se haga lo correcto o lo incorrecto. No todos somos Rodrigo Manrique, padre del inmortal Jorge, y no nos preocupa lo que piensen los demás de nosotros (¡hasta alardeamos de ello!).

La segunda realidad es que a todos nos llega un momento en que esta frase no se refiere a un acto concreto o incluso a una actitud general, a una manera de ser o de actuar, sino a una actitud vital. Cuando, de la carrera de la edad cansados, dejamos de correr. Dejamos de sentir que ése es nuestro problema, y adoptamos la actitud de que se preocupen otros por ello.

Pondré algunos ejemplos.

Hace años, hablaba con una ingeniera sobre la "invasión" que sufríamos. Invasión de moros, sobre todo. De musulmanes. ¿Te das cuenta, le preguntaba, de que puede que tu hija acabe con un moro? Y si no es tu hija, tus nietos. La actitud de la ingeniera es que eso era problema de su hija, luego de sus nietos. Lo que sea, será. Si evolucionamos hacia una sociedad con un porcentaje importante de moros, incluso si ese porcentaje es tal que nuestra sociedad cambia hacia una sociedad mora, eso ya... A fin de cuentas no es algo inmediato, y si a ella le pilla le afectará poco.

Otro ejemplo: mis hijos han tenido malos profesores. También buenos, pero me interesan los malos: los calamos rápido, pero... decidimos no hacer nada. Incluso no sacar esos temas, ir de puntillas cuando hablamos con cualquier profesor. Porque ¿y si además de mal profesor es un desalmado y decide pagarlo con mis hijos? No, mejor hacer de tripas corazón y que pase cuanto antes. Bien, pero cuando ya han  abandonado el dominio de ese profesor... ah, no, entonces ya no es nuestro problema. Y tampoco hacemos nada.

El problema es cuando esta actitud cambia de ser una manera de afrontar las cosas a una actitud vital. A una manera de terminar la vida.

El ejemplo más claro es el problema de la enseñanza. Es un hecho indiscutible que los alumnos abandonan la escuela sabiendo cada vez menos. Menos caligrafía, menos ortografía, menos sintaxis, menos semántica. Con menos lecturas, con menos conocimientos de literatura, historia, música, arte, ciencias naturales. Y más infantiles, con un menor desarrollo de los valores que necesitarán para la vida adulta. Es un hecho indiscutible que cada vez tardan más en ser autónomos y productivos para la sociedad: lo que un operario, pongamos un electricista, sabía hacer con 20 años ahora apenas lo sabe con 26; lo que un ingeniero rendía con 24 ahora no lo rinde con 28. Y valga este hecho como prueba del primero y ejemplo de sus consecuencias.

Y, sin embargo, nos da igual.

Se ha hecho público el borrador de la propuesta del ministerio de educación sobre lo que deben estudiar los chicos. El clamor por las ausencias de conocimientos básicos (lo que nosotros entendemos por básicos) ha causado que la respuesta oficial del ministerio es que "es solo un borrador, falta discutirlo con los sindicatos de maestros y las comunidades autónomas". Aunque a mí eso no me consuela: ¿cómo puede considerar el ministerio aceptable que no se enseñe la regla de tres o los números romanos? Y si no lo considera, ¿por qué no lo incluye en su propuesta de contenidos mínimos aceptables?

Los que ya tenemos una edad podemos comparar, porque conocemos los resultados de distintas leyes de educación. Al comparar podemos saber si hay una tendencia, y creo que no nos va a costar saber qué va a producir la nueva propuesta.

Para saber cómo acabará algo, los matemáticos buscan lo que se llama "el límite de la función cuando x tiende a infinito". En nuestro ejemplo, sería llevar las cosas hasta el extremo y ver si la situación resultante nos interesa o no. Imaginemos que sale por ley que se suspenden las notas. Que deja de haberlas, que ya no se evalúa a los alumnos. Que se acabaron los suspensos y los alumnos con excelentes, todos iguales. Y ¡qué caramba!, se acaba también el transmitir conocimientos. Que estresa mucho, y hay que hacer esfuerzos para asimilarlos. Además, ¿de qué le sirve a alguien saber las valencias del cromo? Quitemos la tabla de las valencias y la formulación química. ¿Saber cuándo fue la conquista del Perú o la paz de Westfalia? Dejemos de enseñar Historia. ¿Latín? ¿Para qué? ¿Quién fue Fernán Caballero? ¿Para qué? ¿La ley de Ohm? ¿La teoría de Weneger de la deriva continental? Dejemos de enseñar Geografía, Literatura, Física, Historia del Arte, Religión... Porque, realmente, ¿qué utilidad tiene saber esas cosas? Además de para entender En busca del arca perdida, claro.

Inciso para un chascarrillo: llevado por la curiosidad he consultado en algunas páginas web cuál era el argumento de la película de Indiana Jones. Me juego el cuello, y no lo pierdo, que los autores de esos resúmenes no tenían suficientes conocimientos religiosos para captar el verdadero argumento. Y seguro que no entendieron muchas de las cosas que se decían en la película.

Esto es absurdo, dirán. Quiero que a mis hijos se les enseñe Química y Física. Quiero que sepan cosas. Vale, ¿y lo de las notas? Lo de las notas... me lo estoy pensando. Casi que mejor las quitan todas, no vaya a ser que me salga de los torpes. Uy, pues si no hay notas usted es un iluso: pocos niños harán el esfuerzo de intentar aprender. Por cierto que esos niños, si hubiera notas, serían los que sacan los dieces. 

Y, si nos atenemos a las leyes de educación que ha habido - y en general a la evolución de nuestro sistema educativo-, x está tendiendo a infinito y un día estaremos muy cerca del límite.  

Intente entender lo que dice la propuesta del ministerio:

“La adquisición de destrezas emocionales dentro del aprendizaje de las matemáticas fomenta el bienestar del alumnado y el interés por la disciplina y la motivación por las matemáticas desde una perspectiva de género, a la vez que desarrolla la resiliencia y una actitud proactiva ante nuevos retos matemáticos, al entender el error como una oportunidad de aprendizaje y la variedad de emociones como una ocasión para crecer de manera personal”.

Si nos tomamos el texto a broma, estamos diciendo que en serio el ministerio quiere convertir la educación en una broma. Si nos lo tomamos en serio, entendemos que el ministerio quiere utilizar las matemáticas para proporcionar al niño "destrezas emocionales" y "fomentar su bienestar", además de enseñarle que las matemáticas se han de ver "desde una perspectiva de género". ¿Cómo afrontarán los pobres maestros la hora de matemáticas? Y si esto es en las matemáticas, culmen de lo exacto e inhumano, ¿qué querrán hacer en las otras "asignaturas"? Y entrecomillo asignaturas porque no me cabe duda de que éstas ya no existirán como tales, sino que serán meros valores inspiradores: ¿"en los próximos minutos hablaremos sobre los principales ríos de África para aprender sobre la diversidad funcional y el respeto a las minorías étnicas"? Quia, los tiempos en los que se estudiaba geografía como "ríos de África" ya pasaron, ahora sólo se presentan los ríos como cursos de agua en movimiento y África como uno de los continentes. El conocimiento de la existencia del Nilo, el Congo, el Limpopo, el Zambeze o el Níger y su situación en el continente negro... ¡por favor! Saber eso no aporta nada, sobre todo si lo comparamos con la importancia de las diversidades funcionales y el respeto a las minorías étnicas, y además si alguien quisiera saber algo del Limpopo, para eso está internet.

En definitiva, y si nos atenemos a la letra y el espíritu de la nueva ley, lo que se quiere enseñar es ciudadanía global, prevención de la violencia, sostenibilidad interétnica e intercultural, autonomía moral, ética ambiental, identidades étnico-culturales y de género, reconocer discursos de odio, estereotipos y discriminaciones, identificar casos de racismo y sexismo, familiarizarse con la diversidad lingüística... Y, sobre todo: "dotar a los alumnos de herramientas que les faciliten el empoderamiento como agentes de cambio ecosocial desde una perspectiva emprendedora". ¿Es esto lo que queremos que aprendan nuestros hijos en el colegio? ¿O preferiríamos que los maestros se preocuparan más de cómo enseñarles aritmética, ortografía, sintaxis, geografía o biología básica?

Pero no hacemos nada, porque en realidad nos da igual. Nosotros ya hemos pasado el ciclo educativo, y nuestros hijos también, o es un toro que no les va a pillar. Por lo tanto, estamos fuera del convento o a punto de irnos, el desastre en que se convierta ya no nos afecta. Nos da igual. Si hablaran de las pensiones o del precio de la gasolina, ya lo creo que nos interesaríamos. Pero la educación...

Luego, cuando los chicos de la nueva primaria lleguen a la secundaria, los profesores de la secundaria bajarán aún más su listón, pues con el material que les llega no podrán hacer otra cosa. Cuando estos lleguen a la universidad, los profesores universitarios lucharán al principio, pero tirarán la toalla. El paso siguiente serán licenciados universitarios con menos conocimientos que hace cuarenta años tenía un alumno al terminar bachillerato. Y luego... la vuelta a los monasterios. Pero, como digo, ése no será mi problema. Si en España no queda nadie que sepa qué es una cruz de Malta, como yo ya habré terminado mi turno...

Por cierto: es posible que el conocimiento de lo que es una cruz de Malta esté de verdad a punto de extinguirse. Si usted no lo sabe, mire este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=V0FbEF3O4H4. Al menos en Colombia aún queda quien sí y quiere transmitirlo. Como me temo que usted, aunque vea el vídeo, siga sin entenderlo, se lo explico rápido: fíjese que la rueda azul no está siempre moviéndose (a diferencia del cámara, que creía que el vídeo era más guay si movía la cámara impidiendo tener una perspectiva fija de lo que pasa). Con la cruz de Malta se consiguen pausas en un movimiento continuo.

Hay muchos problemas que se deben afrontar con una mentalidad apartidista. Son problemas cuya solución necesita mucho más tiempo del que dura el ciclo de poder de un partido, así que por fuerza hay que consensuar con los demás partidos. Por ejemplo, la pirámide demográfica o el descenso de la natalidad. La educación es otro de los problemas, como las grandes infraestructuras o la política energética. Ocurre empero que con estos problemas, precisamente porque son problemas a largo plazo, adoptamos la actitud del convento. Es como plantar un árbol, no nos dará tiempo a disfrutarlo (o tardaremos mucho), así que no lo plantamos; preferimos algo que nos dé una satisfacción antes. Yo lo comprendo, y reconozco que a menudo pienso así.

Pero, a veces, tenemos que no pensar así. No podemos decir que "para lo que me queda en el convento...". No podemos afrontar el final de nuestras vidas pensando que pudimos haber hecho más para dejar un mundo mejor, pero que no lo hicimos porque ya no nos afectarían esas mejoras. No se trata de actuar buscando nuestro provecho. Se trata de hacer lo correcto.

Tenemos que parar esto de la educación. Y tenemos que pararlo ya.




Toumani & Sidiki Diabaté - Rachid Ouiguini


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