lunes, 22 de abril de 2019

La lex Caecilia Didia





Durante 500 años, los romanos fueron una república. Fueron los años en los que pasaron de ser un villorrio a la potencia que dominó el mundo. Su dominio no fue instantáneo, fue evolucionando, pero también, al mismo tiempo, desarrollando su sistema político. En varias entradas he manifestado mi admiración por muchos de sus inventos políticos (por ejemplo, el cursus honorum que regulaba la carrera política de quien quisiera aspirar a los más altos cargos); hoy quiero mencionar la Lex Caecilia Didia.

¿Qué dice esa ley? En esencia: Ha de pasar un tiempo entre la proposición de las leyes y su votación en la asamblea: así, los ciudadanos tenían tiempo de analizar la ley y decidir si la querían o no. Normalmente, ese tiempo era de 24 días.

Además la ley incluía una segunda parte también muy interesante: prohibía lo que ahora llamamos una ley omnibús, una ley que regule asuntos muy diferentes entre sí: cada cosa tenía que tratarse mediante su propia ley.

¿Y por qué tenían los romanos en establecer estas regulaciones? Pues porque el sistema democrático había degenerado, y le veían las orejas al lobo del populismo. El objeto de esta ley era dificultar las cosas a los gobernantes populistas.

Les propongo, a partir de aquí, que juzguen ustedes a sus gobernantes bajo el criterio de esta ley. ¿Respetan los procesos y tiempos legislativos, o abusan del Decreto-Ley? Cuanto más acudan a este último, más populista ymenos democrático es ese gobierno (no quiero ni analizar lo demócratas que resultaron ser los separatistas catalanes, que el 6 de septiembre de 2017, en un pleno convocado ad hoc pero no con ese fin concreto, sino poco menos que para comentar las vacaciones según su convocatoria oficial, introdujeron una alteración en el orden del día proponiendo una ley cuyo texto no habían dejado estudiar a los demás partidos, que derogaba la Constitución y el Estatuto y convertía a los separatistas en gobernadores dictatoriales no sujetos a la justicia, y la votaron ¡esa misma madrugada!).

Y lo mismo podría decirse de las leyes escoba que acostumbran algunos a confeccionar al terminar los periodos legislativos, los cajones de sastre, las leyes en las que se aprueban muuuuchas cosas que no gustan pero a cambio, y en la misma ley, muuuchas otras que son las que queremos. Como, por ejemplo, las leyes de Presupuestos.

Como chascarrillo, la ley fue mejorada unos años después con la Lex Junia Licinia, que perseguía las claúsulas escondidas, no relacionadas o que serían malinterpretadas, y endurecía las penas por intentar saltarse la ley de claridad. Y además obligaba a que de la ley propuesta se hiciera una copia que se conservaría a salvo, para asegurarse que la ley aprobada era exacta a la propuesta.

Chicos listos, los romanos. Deberíamos aprender de ellos. Por otro lado, el que hubiera políticos romanos que se atrevieron a saltarse esta ley (derogándola) fue, lo más probable, causa fundamental en las guerras civiles que arruinaron su sistema republicano y condujeron al Imperio. Aunque, pensándolo bien, la enseñanza es que la ley Caecilia Didia, al impedir al gobernante manipular los tiempos y modos legislativos, lo que hacía era garantizar la democracia. Los enemigos de la Ley eran los enemigos de la Democracia, y viceversa.

Digo esto para que sepamos calibrar mejor a nuestros gobernantes. Por sus hechos.




J.S.Bach - Suite nº 1 para cello (variaciones sobre el Preludio, por ZSteven Sharp Nelson)

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