domingo, 31 de marzo de 2019

Tiempo de elecciones (I)




Se acerca el tiempo de elecciones, y toca pensar en los políticos.

No siempre me han caído mal todos los políticos: ha habido algunos que he considerado personas válidas, buenos profesionales, líderes adecuados. Con algunos no he estado de acuerdo, pero sí les reconocía su valía. Su coherencia y su razonable honradez. Iba a citar alguno a título de ejemplo, pero recordando me he dado cuenta de que ha habido muchos, muchísimos.

Hoy en día las cosas son distintas. Es posible que la razón sea porque los de ahora han crecido en la democracia, han hecho carrera en los partidos desde abajo (muchos entraron en su sección de juventudes), y a la postre se han convertido en políticos de profesión. No profesionales metidos a política, sino lo contrario.

Y claro. Es lo que tiene. La mayoría de los vendedores (en su más amplia acepción, es decir, los que al fin y al cabo lo que quieren es que otro les compre algo) intentan saber qué es lo que quiere el otro y ofrecérselo. Helados en verano y turrón en invierno. Sólo unos pocos piensan al revés, ofrecen lo suyo y confían en que alguien lo quiera. Pues con los políticos de ahora pasa lo mismo: intentan saber qué quiere el electorado, y se lo ofrecen. ¿Qué es lo que quieren los electores? ¿Cómo puedo atraer votantes? ¿Qué cebo les ofrezco? Son los políticos que detesto. Pero también es la concepción de la política que propagan los medios de comunicación: esos editoriales que aconsejan a Fulano escorarse a la derecha o a la izquierda, centrarse o marcar perfil propio. O que critican a Mengano por hacer eso mismo. Y si no lo hacen, le acusan de "no escuchar" a las bases, a los votantes, al pueblo. 

No, a mí me gustan los políticos que dicen: "yo soy así". Yo quiero esto, yo propongo esto, yo haré esto. Si a usted le parece bien, vóteme; si no, vote a otro. 

Esto, que parece de cajón, tiene un problema: los políticos lo saben. Y como son unos profesionales de tomo y lomo (de la política, insisto), uno de sus objetivos es que no se les note. Que usted crea que no, que ese político sí es auténtico. Que no, que él no está en la política para medrar y ganarse la vida. No digo para enriquecerse, digo ganarse la vida porque hay muchos que conciben la política como una profesión como otra cualquiera, ellos son concejales o diputados o altos cargos como otros son limpiabotas o mecánicos. Una de las condiciones necesarias para su éxito es que el votante crea que ésas son sus convicciones, sus principios irrenunciables. Es necesario, para que usted le perciba como "uno de los nuestros".

El ejemplo más clamoroso: Artur Mas. El líder que se hizo separatista en un viaje en tren.

El resultado es que cuesta calarlos. A algunos, como Ada Colau, no cuesta nada, pero otros sí consiguen engañar a mucha gente durante mucho tiempo. Ya digo, son profesionales que llevan tiempo en esto.

Así que éste es mi primer consejo, de cara a la elecciones que se aproximan. Intente discernir si ese político al que quiere votar le ofrece sus propias ideas o las que cree que usted quiere.



Natalie Imbruglia - Torn

sábado, 30 de marzo de 2019

La información desinformada




Vivimos, parece, en una era de la información. Todos tenemos disponible toda la información al instante, a un solo click. El fenómeno es tan evidente, que los periódicos de pago están casi extinguidos. Y no sólo los de pago: también los gratuitos. No los quiere nadie, porque todos traen noticias ayer. Noticias viejas, vaya. ¿Estamos entonces más informados que nunca?

Pues no estoy seguro.

Por ejemplo: vivimos en la edad de oro de las fake news. De las noticias falsas. En estos tiempos, las noticias vuelan, sean ciertas o falsas. A menudo, las falsas más rápidas. Porque a menudo las noticias falsas han sido creadas justo para eso: para propagarse a toda velocidad. Que la gente las lea o las oiga, que las crea y las repita. ¿No tiene esto relación con cómo nos llega la información? Sin duda que sí. Porque estamos acostumbrados a que, cuando nos llega una noticia, ésta sea cierta. Tampoco ayuda el formato twitter: una idea que se transmite en un máximo de 140 caracteres... sólo es un enunciado. A creer sin demostración. Vídeos, imágenes (ay, Photoshop),... Y claro. Todo fuera de contexto. Fulanito ha dicho tal cosa. Y los cinco segundos de video. No la conversación entera, no de qué se estaba hablando. ¿Es falso? Sí, porque es una manipulación.  Sí que lo ha dicho, pero el mensaje que nos dan está manipulado para que transmita lo contrario a lo que transmitía el mensaje de Fulanito.Y así vamos, de mentira en mentira hasta la desinformación total.

Lo peor de todo es que, como nos explicaría Ishmael, la mejor cárcel es aquella cuyos barrotes no vemos y en la que no sabemos que estamos: no nos genera deseo de escaparnos. Y con la información nos pasa lo mismo: tenemos tal bombardeo de noticias que creemos que estamos más informados que nunca.

Y a todo esto, ¿qué hacen los medios de comunicación? La mayoría priman que se haga click en sus noticias, que tengan tráfico en Internet. Para ello buscan titulares sensacionalistas, lo que no deja de ser el primer paso en el camino de la desinformación.

Inciso: esta mañana, mientras meditaba este artículo, he recordado ¡y entendido! un chiste que se hacía en la película Aterriza como puedas: el niño que se come su propio pie (youtube.com/watch?v=1ia9exQoppM). 39 años llevaba sin entenderlo.

¿Guarda esto relación con el desplome de los periódicos en papel? Seguro que sí. Porque los periódicos traerán noticias viejas, de ayer, pero... las traen de otra forma. Para empezar, las presentan de una manera estructurada. Han pasado un filtro sobre qué es importante y qué no, qué se ha de destacar (sin criterios sensacionalistas), con los artículos de opinión, intentado situar las cosas en su contexto, razonando las opiniones,... Todo lo que no es twitter, vaya.

Es bueno leer periódicos en papel. Sean de la tendencia que sean.

En fin, a finales del siglo pasado, cuando internet se hizo realidad los periódicos "apostaron" por aparecer en internet. Ahora suena increíble, pero el que mi hermano leyera el Heraldo desde Madrid por las mañanas al levantarse era alucinante. En aquella época no había youtube ni google ni mp3 ni fotos ni prácticamente nada y la velocidad de cualquier cosa era ya entonces casi inacetable, por lo que las razones para tener internet eran, sobre todo, los correos electrónicos - los profesionales- y los periódicos. Aún les diré más: en aquella época internet lo formaban 3 conceptos: la transferencia de archivos FTP, el correo electrónico - que no era vía web- y el navegador en la red. EL navegador se usaba con Yahoo por diversión casi siempre - un a ver qué me encuentro- y los periódicos. 

El caso es que los periódicos decidieron dar sus contenidos gratis. Veinte años después, está claro que fue una decisión pésima. Pero el cobrar por contenidos tenían que haberlo hecho todos a la vez. Y como en aquel momento la presión era para demostrar que se era guay y moderno, nadie quiso; no sé qué pensaron. Hoy, algunos han decidido que han de revertirlo: que han de cobrar. La idea está funcionando con unos pocos en los States, no sé qué tal les va a los españoles. Chungo, me temo: la mayoría de nosotros preferimos algo de peor calidad pero gratis que algo bueno que cueste. 

Y lo más curioso es que cuando uno paga, lo que recibe a cambio suele ser mucho mejor; solo que no lo sabe hasta que no paga, y por eso no paga. Curioso, porque la mayoría de los artículos gratuitos que se ofrecen son una birria. Y los de pago excelentes. Eso sí, leer en internet sigue sin ser como en papel: no hay un plan estructurado, no se proporciona la información de una forma ordenada y catalogada.

Por último, una tendencia reciente son los periodistas que cobran de manera autónoma. Hace ya años que aparecieron los blogs de pago; creo que no tuvieron mucho éxito, pero no me he informado. Lo que sí está triunfando es www.patreon.es, que permite "patrocinar" a los periodistas: cada periodista establece un rango de cuotas (por ejemplo, desde 3 hasta 250 euros al mes) y lo que obtiene el suscriptor a cambio. Bien, si el periodista es bueno consigue una digna cantidad. Al ganar dinero por su trabajo, el periodista se esfuerza más aún y se nota, la calidad de lo que escribe sube, la gente lo nota y cada vez más gente se da cuenta de que algo tan bueno merece cobrarse y se apunta. Me gusta, y espero que triunfe. Y que cada periodista gane lo que merezca ganar.

Es un mito que a las personas nos guste la bazofia. Consumimos bazofia, porque es lo que nos ofrecen; si nos ofrecieran algo mejor, ya lo creo que cambiaríamos. Lo que pasa es que en una época en la que Twitter y herramientas de ese estilo están arrasando, tenemos que ser nosotros los que rompamos el círculo vicioso y buscar la calidad. Ofreciendo a cambio nuestro dinero, podremos exigir.




Alan Silvestri - Naúfrago

sábado, 9 de marzo de 2019

Música moderna, música clásica





Si, como recomiendo siempre, el lector ha pinchado en el enlace con el que empiezo el artículo, estará escuchando el tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms. En este artículo en concreto es muy, muy recomendable que lo haga. Salvo que conozca y rememore ese movimiento, claro. Porque esta historia va sobre la música, también sobre Brahms, y conviene tener presente la perfección de Brahms.

Brahms es un compositor que siempre me ha chirriado. En su momento, en el colegio, yo estudié (creo recordar) que el Romanticismo alemán tenía 4 autores: Mendelsshon, Schubert, Schumann y Brahms. Pero uno miraba las fechas, y Brahms no cuadraba: era claramente posterior al periodo que denominamos Romanticismo. Otros autores románticos eran Chopin y Berlioz. Y los Liszt, Wagner y compañía ya no eran románticos.

Aparte, Brahms me ha parecido siempre demasiado sinfónico, elaborado. Mis padres tenían un estuche de discos de Brahms, pero por más que lo oía no me motivaba nada en absoluto.

Brahms no me cayó bien.

Y los años pasaron.

¿Qué es la música clásica? Philip Glass no es música clásica. O sí, depende. Como Michael Nyman. ¿Lo es Hans Zimmer? ¿Ha de morir un compositor para que su obra se considere clásica? ¿Cuántos años deben pasar desde su muerte? ¿Es George Gershwin un compositor clásico o todavía no?

Lo cierto es que esta discusión es vieja. Desde 1856, más o menos. Desde que murió Schumann. 

Todo viene de Beethoven. Muere en 1827; Goya, el Beethoven de la pintura (Beethoven fue el Goya de la música), murió en 1828. Con ellos se acabó el siglo XVIII y su neoclasicismo y el mundo se encontraba ya en un periodo nuevo, ellos hicieron el cambio. Después de ellos el mundo se encontró con un serio problema: ya no se podía hacer mejor. Por suerte, los románticos no intentaron hacerlo mejor: intentaron hacer cosas distintas. Mostrado por los gigantes lo que se podía lograr con la música o la pintura, se dedicaron a expresar con la música y la pintura. Y a estos autores se les seguía considerando "maestros". Eran unos genios reconocidos como tales. 

Pues bien, cuando en 1856 muere Schumann, los jóvenes autores, con Liszt a la cabeza, se atreven a decir que otra manera de hacer música es posible. Ocurrirá lo mismo en la pintura, con Monet como representante de los impresionistas: otra manera de pintar es posible. 

Monet: la catedral de Rouen (fuente: wikipedia commons)


Frente a esta opinión se alzó Brahms. Que tenía una "relación" con la viuda de Schumman, Clara, importante y reconocida compositora y concertista a su vez. Ellos dos, junto con otros, defendían la necesidad de mantener los patrones claśicos. De hacer lo que hubiera hecho Beethoven, supongo. Liszt y Wagner, en cambio, ponían el ejemplo de Berlioz. Y de Beethoven, pues éste demostró que se podían hacer muchas más cosas con la música, ya lo he dicho. Lo mismo que se diría de Goya.

La discusión fue pública, enconada y sostenida en el tiempo. Se ha conocido como "la guerra de los románticos", pero yo diría que no está resuelta.

Con la música pasó como con la pintura. El impresionismo abrió el camino al cubismo de Picasso, y tras el cubismo llegó el arte abstracto y la tomadura de pelo que vemos cada año en ARCO. Pues la música de Liszt y Wagner nos trajo el dodecafonismo de Viena (el cubismo musical) y éste la música concreta. Pero los resultados fueron diferentes. Hoy en día nadie se atrevería a escuchar música concreta, mientras que en pintura tenemos... ARCO.

Es curioso, lo que ha pasado con la música tras esa guerra: desde Liszt todos los compositores han sido "modernos"; desde Brahms ya no hay compositores clásicos. Sin embargo, lo que el público quiere y tiene por insuperable es la música de los clásicos. Se nos ha enseñado que las cimas son Bach, Haendel, Mozart, Beethoven, Brahms. No Mahler o Richard Strauss. A Barber, directamente, ni se le considera. Y nadie diría que Glass o Nyman hacen música clásica. 

Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Gracias a la admiración por los clásicos, se conservan y se escuchan las obras de Monteverdi, Scarlatti, Purcell o Corelli. De lo contrario, sus obras se habrían olvidado y perdido. El último CD que me he comprado, por ejemplo, es de Pergolesi: es buenísimo, pero lo compré porque Pergolesi es un compositor barroco, ergo un maestro. Seguro que en algún sitio una radio clásica está programando ahora mismo música de Pergolesi o de Corelli.

El lado malo es que ya no queremos nada nuevo. El último gran compositor, para el gran público, fue Richard Strauss. Que nació en 1864 y murió en 1949. Para nosotros, cualquier autor que no hubiera muerto antes de Richard Strauss no es un clásico, es un compositor de bandas, musicales o música de películas. Y no se les programa en los conciertos, por descontado. Estamos en la época de alabar a los directores de orquesta y a los tenores y sopranos de ópera, no a los compositores contemporáneos. En muchos de mis últimos artículos he ido enlazando piezas de autores que no diríamos que es música popular ni mucho menos, pero tampoco es música clásica por el principio expresado aquí. Y sin embargo, ¡qué buenos que son! Sería terrible que su obra se perdiera por ser considerados "músicos modernos".

Y todo esto, lo bueno y  lo malo, es consecuencia de la guerra de los románticos.

Lo más curioso es que Brahms no sólo fue un clásico: fue un innovador, un explorador que fue más allá. Es decir, fue un moderno. Y Liszt y Wagner ¿no diríamos que son autores clásicos?

En realidad, a la postre rige el principio del famoso torero El Gallo: "Clásico es lo que no se puede hacer mejó". 




Johannes Brahms - 3ª sinfonía, 3er movimiento

viernes, 8 de marzo de 2019

Arquitectas




Hoy es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. De un tiempo a esta parte, la sociedad en España se divide entre feministas y fascistas. O lo uno, o lo otro. En concreto, es fascista aquél que no es feminista. Pero feminista de tener a los hombres encadenados en jaulas, ¡eh! Si no eres partidario de eso, eres fascista. Así son las cosas, oiga. Y, por supuesto, huelga general. Las funcionarias y las estudiantes, amén de las ociosas, huelga general. Las demás, las que día que faltan día que no cobran, han cumplido sus obligaciones. Faltaría más. Y es que España está llena de fascistas.

En estas condiciones, es comprensible que todos los medios de comunicación se llenen de artículos más o menos reivindicativos sobre las mujeres. Hay algún fascista que ha escrito algún artículo de opinión en contra, pero son minoría. Aunque no entre la gente que comenta, no sé si es que los feministas no leen o no comentan. El caso es que uno de los digitales que he leído esta mañana, en uno de sus artículos feministas incluía esto:

¿La arquitectura era una profesión machista? “Lo sigue siendo”, sostiene la directora de la Asociación de Mujeres Arquitectas de España (AMAE), Inés Sánchez Madariaga. “Muy pocas se integran en el mercado laboral y muchas menos consiguen progresar. La profesión está muy atomizada, muy precarizada y esta situación afecta más a las mujeres. Además, sigue siendo un sector muy masculino, tanto por lo que respecta a los clientes como a los colegas del sector”, explica.

Aunque no afecta solo a las mujeres, esta arquitecta explica que es una profesión en la que se sufre, a menudo, “acoso laboral y psicológico”. “Es un sector con altos niveles de agresividad en la obra”. Lo que desde fuera no se aprecia es que “al estar mucho dinero en juego --hace referencia al presupuesto de los proyectos-- y existir responsabilidades cruzadas, hay mucha confrontación, y a las mujeres nos cuesta más lidiar con estas situaciones”, sostiene.

Al contrario de lo que se pueda pensar, la discriminación no se genera en contacto con los trabajadores de la obra, sino con “colegas de profesión y con los jefes”. También los clientes suelen mostrar reticencias a que las responsable del proyecto sea una mujer, “piensan que no tenemos capacidad para liderar un proyecto de gran envergadura”, cuenta esta profesional. Tampoco ayuda “la cultura profesional dañina de estar disponible a todas horas, todos los días. Se piensa que quien no lo está, no tiene vocación”. Una situación que no es exclusiva para las mujeres, pero que “tiene un impacto añadido negativo” para éstas.

https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/estereotipos-genero-mujeres-trabajo-hombres_227850_102.html
Vaya. Nunca lo habría pensado. Conozco a algunas arquitectas, y son buenas, tanto como algunos arquitectos que conozco. Y conozco a algunas arquitectas de renombre y fama, y cuadran a cualquiera: usted me ha contratado a mí y por lo tanto aprobará todo lo que yo le diga, y si no le planto.

Por eso me ha chocado lo de que "hay mucha confrontación, y a las mujeres nos cuesta más lidiar con estas situaciones”. Siempre me ha parecido que, al menos comparada con las que acostumbro a afrontar yo, el arquitecto tiene confrontaciones muy débiles. Pero no soy arquitecto, así que supongo que no tengo ni idea. Que yo creo que sí que la tengo porque he trabajado y trabajo con muchos y les he acompañado en infinidad de situaciones, pero puede ser. Y luego está la idea de que las mujeres huyen de la profesión de arquitectas por la confrontación y agresividad inherente al oficio. Vaya, de nuevo. Sí, supongo que de funcionaria o de maestra de infantil las tensiones del día a día y los enfrentamientos con gente que está invirtiendo millones como los que está gestionando el arquitecto no se dan. Claro que no. Amén de que el horario es mucho más cómodo, no se puede ni comparar. Por no hablar del esfuerzo requerido para llegar hasta allí o del sueldo (esto es culpa del gremio de arquitectos). Por no hablar de la responsabilidad: un error del arquitecto puede valer mucho dinero, cuando no llevarle ante un juez y quizás a la cárcel. Seguro que las funcionarias y las maestras de infantil no tienen que estar preocupándose por lo mucho que pagan a su seguro de responsabilidad civil.

Y es que, gracias a Dios, el sistema de cuotas no ha entrado todavía en el sector de la construcción. Trabajan hombres y mujeres, si valen. A todos ellos se les trata igual y se les mide por sus resultados. Si no hay más mujeres, es porque no quieren las que valdrían. Y si no hay más arquitectas es porque ellas no quieren serlo. No hay ninguna presión de los hombres para que ellas no estudien Arquitectura. De hecho, que yo sepa, no hay en España ninguna profesión (salvo sacerdote católico, que no es ningún chollo) que esté prohibida a las mujeres.



Coda: la verdadera igualdad entre hombres y mujeres llegará el día que nosotros podamos quedarnos en casa con los niños, y que la mujer sea quien se tenga que deslomar para traernos las habichuelas y que no nos falte de nada a nosotros y a los niños. Ya nos preocuparemos nosotros de los chicos, los veremos crecer y disfrutaremos de su infancia.

Supongo que por eso soy un fascista.




4th + Main  - When you say nothing at all (versión)

miércoles, 6 de marzo de 2019

¿Debe el ingeniero calculista preocuparse por el proceso?





Esta mañana caminaba por la calle París. Se había formado un atasco, y la causa era un camión hormigonera que salía de una obra que se estaba ejecutando al final de la calle. La calle París, conviene saberlo, no es una calle cualquiera. No destaca por sus dimensiones de cualquier otra calle del Ensanche, pero en cuanto a tráfico... es fundamental. Es una vía básica, no ya del barrio sino para la movilidad entre los grandes barrios. Por ejemplo, es el camino natural para ir desde L'Hospitalet, Sants y Les Corts para llegar hasta la calle Aribau (de subida) y Balmes (de bajada). Por si fuera poco, la sra. Colau (¡por favor, que acabe esto cuanto antes!) quitó un carril de circulación para convertirlo en carril bici. Lo sé, tan cerca de la Diagonal es estúpido, pero así es ella. El tráfico de bicicletas, si lo preguntan, es ridículo. Quizá una bicicleta por cada cien coches. No, menos. Bueno, el caso es que la hormigonera tenía que incorporarse a la calle y para permitirlo los obreros habían interrumpido el tráfico. No he dicho que la obra, de manera autorizada, había ocupado un carril de circulación para tener espacio para las necesidades de la obra, que el solar - en este momento está en la construcción de sótanos- no permite nada, se solicitó permiso y se concedió. Pero la hormigonera tenía que maniobrar para salir, y se formó un pequeño atasco que hizo el tapón en una vía que necesita muy poco parabloquearse.

Y yo me pregunté entonces: ¿debió el ingeniero de estructuras tener en cuenta la conveniencia de minimizar la interferencia con el tráfico? Por ejemplo, resolviendo la estructura con hormigón prefabricado, o qué sé yo. La pregunta es extensiva a todos los trabajos: ¿debe el proyectista preocuparse de resolver el cómo se construye?

Aparentemente la respuesta es que sí, sin duda. A ver si resulta que va a parir un proyecto muy bonito pero irrealizable. O irrealizable con los medios disponibles. Pero quizá no deba. 

Desde luego, el proyecto debe ser realizable y con los medios disponibles: el ingeniero no es un arquitecto ni un político, y mucho menos un cuñado. Eso, tratándose de ingenieros, se da por descontado. Pero esto no significa que el ingeniero deba discurrir cómo construirlo. Para eso está, sobre todo, el equipo constructor. 

Por otra parte, en el propio diseño del proyecto el ingeniero está indicando cómo construir, y es inherente a la solución proyectada. Si es con estructura metálica, suele indicarse si es atornillada o soldada, cómo ha de ir montada, etc. Si es de hormigón se decide si es prefabricado, cómo se arma, etc. Si algo se resuelve con madera, si se hacen apoyos aquí o allí, de qué tipo son y cómo se ejecutan, todas estas decisiones las toma el ingeniero al proyectar. 

Pero tampoco es necesario ir mucho más allá, hay cuestiones en las que a menudo no se entra: en las dimensiones de las piezas para su transporte, en la grúa necesaria y su emplazamiento, en los medios que podrá emplear el constructor (por ejemplo, en una rehabilitación en una casa es posible que todo deba subir por una escalera estrecha), en necesidades como la disponibilidad horaria o, como en el caso de la obra de la calle París, en la convivencia con el resto del mundo, un asunto no menor en las obras públicas.

Quiero decir, que zapatero a tus zapatos. Que el ingeniero diseñe una estructura construible, y ya se encargarán otros especialistas de discurrir la óptima forma de llevarla a cabo.

Ahora bien, hay una razón que aún no hemos sacado a colación: el factor humano. La mayoría de los ingenieros (creo que absolutamente todos los ingenieros que conozco) no se preocupan. No es su trabajo, ya lo hará otro. Yo, en cambio, no consigo no intentar resolver el tema. Puede que sea porque a menudo me llegan cosas complicadas, de esas que ni los técnicos de construcción saben, de entrada, cómo llevarlas a cabo. Y acaban preguntándome, pues no en vano soy el padre de la criatura y llevo mucho más tiempo que ellos pensándola y analizando todo lo que influye. O puede que sea porque incontables veces me han ejecutado mal las obras: gente no tan lista como yo (no es modestia: los obreros de las obras suelen ser más fuertes, resistentes e incluso habilidosos que los ingenieros, pero lo de estrujarse el cacumen no suele ser lo suyo). El caso es que a poco que me interese el encargo - sí, hay muchos trabajos que son rutinarios, alimenticios- y me caiga bien el encargante - de nuevo sí, no puedo permitirme el decirle que no a nadie-, me implico del todo en su diseño. Y eso conlleva el pensar y decidir cómo se ha de construir. Y lo reflejo en el proyecto. Más aún, busco maneras de obligar a que no puedan hacerlo de otra manera - los ingenieros sabemos cómo-. Estos proyectos son los que más me gustan, está claro, pero también los que más disgustos suelen acarrearme. Precisamente porque consiguen construirlos de otro modo, y siempre encuentran la manera. ¿Es que no soy tan listo, después de todo? Pues yo creo que no es eso: es cierto que a menudo el constructor, que sabe lo que le cuesta de verdad las cosas - inciso: y siempre mucho, mucho menos de lo que usted se cree y le digan-  prefiere hacerlo de alguna manera que yo haya descartado por parecerme a mí que supondría mucho trabajo o que sería muy cara, pero las más de las veces es, me parece a mí, por la natural tendencia de los españoles (o al menos de los que trabajan en la construcción) de no hacer las cosas como nos dicen que se han de hacer sino como a cada uno de nosotros nos parece que deberían hacerse. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y les diré: tengo ejemplos a capazos.

Por descontado, toda esta preocupación tiene un coste: fácil que el 80% del tiempo que empleo sea en discurrir el proceso constructivo. Y no, no se me paga (al menos de forma explícita). Pero no puedo evitarlo: a menudo coincido con otros calculistas, veo lo que proyectan, cómo lo proyectan, lo poco - nada- que se preocupan por el proceso constructivo, y no puedo evitar pensar que qué birria de trabajo han hecho.
 
Supongo que en el fondo se trata de la calidad del propio trabajo.




The calling - Wherever you will go