Coda: hemos acabado la serie de los Beatles. Pero los Beatles se separaron jóvenes: Ringo Starr, el mayor, no tenía 30 años; Harrison, el menor, tenía 27. Podían y debían desarrollar una carrera musical, después de la etapa Beatles. ¿Lo hicieron? Sí, lo hicieron. Y no les fue mal, pero... ni de lejos llegaron a donde llegaron juntos; cada cual que extraiga la moraleja que prefiera.
Quizá el más famoso de todos fue John Lennon; su muerte a los 40 le salvó de cometer muchas tonterías y que lo tuviéramos ahora como un loco patético. Pero apenas un par de canciones suyas han perdurado, siendo la principal Imagine. Y, no nos engañemos, Imagine es una birria de canción.
Así que voy a proponerles una canción de Paul McCartney, como ejemplo de lo que fueron los Beatles tras los Beatles. Espero que les guste. En la próxima entrada volveré al sistema tradicional de propuesta musical sin glosa, pero... ¡que caramba!, se lo adelanto ya: será también una de McCartney. Solo que de un estilo más bien diferente: espero que les haga sonreir.
En fin, como canción de los Beatles no siendo los Beatles, he seleccionado No more lonely nigths. Oigánla, y compárenla con las doce anteriores. Y quizá entiendan que los Beatles fueron algo especial e irrepetible que por causas que desconozco llevaron la música pop a una cima que jamás volverá a hollar.
A menudo, yo mismo me he preguntado para qué queremos un Senado en nuestro sistema político: en la práctica, el Senado no es sino una claque del Congreso, nos cuesta muchos millones de euros y genera un porrón de personas con privilegios. Además, muchas de esas personas privilegiadas están ahí como "pago a los servicios prestados": son personas que se han quemado sirviendo a sus partidos y se les nombra senadores como premio, unos de ellos, o se les nombra senadores para que sigan teniendo privilegios y estén a salvo de los jueces, en otros. En definitiva, ser senador es tener la jubilación soñada.
¿Por qué tenemos Senado, entonces?
Probablemente, porque los Estados Unidos tienen un Senado. Y ése sí es un Senado de verdad. Hagamos entonces una aproximación al Senado de los Estados Unidos.
En primer lugar, tienen un Senado porque así lo establece su Constitución. La Constitución de los EE.UU., lo he dicho en más de una ocasión, no se hizo deprisa. Se hizo sin pausa, pero se hizo bien y pensándola. Luego, los estados de la Unión tenían que ratificarla para formar parte de la Unión, y para ello se tomaron un tiempo. Los padres de la constitución aprovecharon ese tiempo para explicarla bien explicadita, y gracias a eso no solo tienen una constitución sino también, expuesto y razonado, el espíritu de la misma. ¿Por qué hay un Senado?
La constitución americana, todos lo sabemos, establece la democracia como método de gobierno. Es decir, la soberanía reside en los pobladores, y éstos eligen a sus representantes para que los gobiernen. La Cámara de Representantes, lo que sería nuestro Congreso de Diputados. En su momento, cuando tocaba, se discutió cómo sería esa representación, ya que desde el principio no todos los estados eran iguales. Los había grandes y pequeños, poblados y despoblados. ¿Tendrían el mismo peso? ¿Era justo que lo tuvieran? ¿Era bueno que no lo tuvieran? Al final, se decidió que en la Cámara de Representantes cada estado tendría un número de representantes proporcional a su población. Y estos representantes serían elegidos por los pobladores. Pero se decidió también que habría un Senado, en el que cada estado tendría dos senadores. Y estos senadores serían muy diferentes de los representantes (al revés de lo que pasa aquí, que nadie sabe distinguir un senador de un diputado).
Las dos diferencias fundamentales entre senadores y representantes son que los senadores se eligen por periodos de 6 años, no de cuatro, y que, al menos al principio, no los elegía la gente: los elegía el estado. El parlamento local del estado, se entiende.
Esto era así porque... Empecemos con la idea de que Madison, uno de los Padres, abominaba de los partidos. Le parecía que la existencia de partidos políticos era un mal para un territorio, porque los partidos intentarían imponer sus opiniones a todos. Buscarían el beneficio de los miembros del partido, no el de todos, y si alcanzaran el poder laminarían a las minorías y a los que no pensasen como ellos. James Madison, señoras y señores.
Bien, Madison preveía que la Cámara de Representantes (la Cámara, de ahora en adelante) sería pasto de los partidos políticos, en aquel momento sólo facciones. ¿Qué hacer? El Senado. Intentó un Senado libre de las facciones. Para empezar, el mandato de los senadores sería de 6 años. Con esto confiaba en que los senadores se sentirían más libres, más lejano el día que tendrían que rendir cuentas, y actuarían según su criterio - recordemos que en aquella época no había partidos con un aparato que controlara de cerca a sus políticos. Además, el tener más años de mandato facilitaría el trato de unos con otros.
Otro aspecto era que no los elegía directamente el pueblo, sino sus representantes. Confiaba con ello que los representantes elegirían a los mejores para el cargo, sabedores de la importancia de elegir bien. No mandarían a un José Montilla como hemos hecho en Cataluña, para entendernos.
Y, por último, le dio competencias. Una de las obsesiones de los redactores de la constitución es que cada poder tuviera un contrapoder. Alguien o algo que pudiera impedir excesos y desmanes. El presidente federal, por ejemplo, tiene mucho poder, pero depende de la Cámara, que es la que establece el presupuesto. Los tratados internacionales tienen que aprobarlos el Senado. Y el presidente puede vetar las leyes que salgan de la Cámara.
Pues es lo que se hizo: se le dieron competencias especiales al Senado como elemento del control del presidente. Un ejemplo, que no es baladí: el presidente elige quiénes serán jueces del Tribunal Supremo (algo de lo que hablaré otro día), pero no puede nombrarlos sin la aprobación del Senado.
Recapitulemos las ideas básicas:
1) El Senado tiene competencias especiales y muy importantes. No es un órgano para el día a día, sino para los grandes asuntos.
2) A los senadores se les elige por un periodo de seis años, para reducir las influencias de la proximidad de las elecciones
3) Dos senadores por Estado, y elegido por las Asambleas Legislativas de los estados. En el momento de redactar la constitución, era inimaginable que los Estados no eligieran a los mejores para este puesto, con lo que el Senado se convertía, en verdad, en una Cámara de los mejores.
4) Pocos senadores y durante un periodo mayor, para facilitar las relaciones interpersonales.
5) En definitiva, era el medio por el que los Estados podían influir en el gobierno federal.
Y ya que estoy, un chascarrillo sobre la Constitución americana: es posible cambiarla, y cambios de calado, sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Y un buen ejemplo lo tenemos en la 17ª enmienda: cambió el sistema de elección de los senadores, que pasaron a ser elegidos por votación popular como el resto del mundo. Eso sí, la reforma se hizo en el modo correcto (que, por supuesto, era el establecido por la constitución para sus propias modificaciones): primero, bastantes años de propuestas y debates sobre la idea. Luego, el Congreso, en 1911, propuso formalmente la enmienda. El Senado sugirió un cambio, el Congreso lo aceptó, y luego la aprobó el Senado. A partiur de ahí empezó el periodo de aprobación por la mayoría de los estados; cuando la aprobaron 36 (en aquel momento eran ya la mayoría cualificada), pasó a ser oficial el cambio. Luego, 5 estados más continuaron el proceso y también la aprobaron (pese a que ya formaba parte de la Constitución), y ¡sorpresa! el estado de Utah la rechazó. Y seis estados sureños (la enmienda tenía una componente racial), simplemente, no la tramitaron. Y, ya ven, no ha sido óbice para que forme parte del cuerpo constitucional y todos los estados, incluso los siete que no la aprobaron, la acepten y acaten.
Y del senado español, ¿qué podemos decir? En la página web del senado podemos leer lo que dicen de ellos mismos:
La constitución americana, todos lo sabemos, establece la democracia como método de gobierno. Es decir, la soberanía reside en los pobladores, y éstos eligen a sus representantes para que los gobiernen. La Cámara de Representantes, lo que sería nuestro Congreso de Diputados. En su momento, cuando tocaba, se discutió cómo sería esa representación, ya que desde el principio no todos los estados eran iguales. Los había grandes y pequeños, poblados y despoblados. ¿Tendrían el mismo peso? ¿Era justo que lo tuvieran? ¿Era bueno que no lo tuvieran? Al final, se decidió que en la Cámara de Representantes cada estado tendría un número de representantes proporcional a su población. Y estos representantes serían elegidos por los pobladores. Pero se decidió también que habría un Senado, en el que cada estado tendría dos senadores. Y estos senadores serían muy diferentes de los representantes (al revés de lo que pasa aquí, que nadie sabe distinguir un senador de un diputado).
Las dos diferencias fundamentales entre senadores y representantes son que los senadores se eligen por periodos de 6 años, no de cuatro, y que, al menos al principio, no los elegía la gente: los elegía el estado. El parlamento local del estado, se entiende.
Esto era así porque... Empecemos con la idea de que Madison, uno de los Padres, abominaba de los partidos. Le parecía que la existencia de partidos políticos era un mal para un territorio, porque los partidos intentarían imponer sus opiniones a todos. Buscarían el beneficio de los miembros del partido, no el de todos, y si alcanzaran el poder laminarían a las minorías y a los que no pensasen como ellos. James Madison, señoras y señores.
Bien, Madison preveía que la Cámara de Representantes (la Cámara, de ahora en adelante) sería pasto de los partidos políticos, en aquel momento sólo facciones. ¿Qué hacer? El Senado. Intentó un Senado libre de las facciones. Para empezar, el mandato de los senadores sería de 6 años. Con esto confiaba en que los senadores se sentirían más libres, más lejano el día que tendrían que rendir cuentas, y actuarían según su criterio - recordemos que en aquella época no había partidos con un aparato que controlara de cerca a sus políticos. Además, el tener más años de mandato facilitaría el trato de unos con otros.
Otro aspecto era que no los elegía directamente el pueblo, sino sus representantes. Confiaba con ello que los representantes elegirían a los mejores para el cargo, sabedores de la importancia de elegir bien. No mandarían a un José Montilla como hemos hecho en Cataluña, para entendernos.
Y, por último, le dio competencias. Una de las obsesiones de los redactores de la constitución es que cada poder tuviera un contrapoder. Alguien o algo que pudiera impedir excesos y desmanes. El presidente federal, por ejemplo, tiene mucho poder, pero depende de la Cámara, que es la que establece el presupuesto. Los tratados internacionales tienen que aprobarlos el Senado. Y el presidente puede vetar las leyes que salgan de la Cámara.
Pues es lo que se hizo: se le dieron competencias especiales al Senado como elemento del control del presidente. Un ejemplo, que no es baladí: el presidente elige quiénes serán jueces del Tribunal Supremo (algo de lo que hablaré otro día), pero no puede nombrarlos sin la aprobación del Senado.
Recapitulemos las ideas básicas:
1) El Senado tiene competencias especiales y muy importantes. No es un órgano para el día a día, sino para los grandes asuntos.
2) A los senadores se les elige por un periodo de seis años, para reducir las influencias de la proximidad de las elecciones
3) Dos senadores por Estado, y elegido por las Asambleas Legislativas de los estados. En el momento de redactar la constitución, era inimaginable que los Estados no eligieran a los mejores para este puesto, con lo que el Senado se convertía, en verdad, en una Cámara de los mejores.
4) Pocos senadores y durante un periodo mayor, para facilitar las relaciones interpersonales.
5) En definitiva, era el medio por el que los Estados podían influir en el gobierno federal.
Y ya que estoy, un chascarrillo sobre la Constitución americana: es posible cambiarla, y cambios de calado, sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Y un buen ejemplo lo tenemos en la 17ª enmienda: cambió el sistema de elección de los senadores, que pasaron a ser elegidos por votación popular como el resto del mundo. Eso sí, la reforma se hizo en el modo correcto (que, por supuesto, era el establecido por la constitución para sus propias modificaciones): primero, bastantes años de propuestas y debates sobre la idea. Luego, el Congreso, en 1911, propuso formalmente la enmienda. El Senado sugirió un cambio, el Congreso lo aceptó, y luego la aprobó el Senado. A partiur de ahí empezó el periodo de aprobación por la mayoría de los estados; cuando la aprobaron 36 (en aquel momento eran ya la mayoría cualificada), pasó a ser oficial el cambio. Luego, 5 estados más continuaron el proceso y también la aprobaron (pese a que ya formaba parte de la Constitución), y ¡sorpresa! el estado de Utah la rechazó. Y seis estados sureños (la enmienda tenía una componente racial), simplemente, no la tramitaron. Y, ya ven, no ha sido óbice para que forme parte del cuerpo constitucional y todos los estados, incluso los siete que no la aprobaron, la acepten y acaten.
Y del senado español, ¿qué podemos decir? En la página web del senado podemos leer lo que dicen de ellos mismos:
Desde el punto de vista bicameral, el Congreso de los Diputados ostenta un claro protagonismo en la función legislativa mientras el Senado ocupa una posición de segunda lectura. Así, los proyectos de ley del Gobierno –con mucho los más numerosos- se presentan y se tramitan en la Cámara Baja. El Senado puede vetarlos o enmendarlos, pero tanto sobre el veto como sobre las enmiendas decide finalmente el Congreso. Lo mismo ocurre con el proyecto anual de presupuestos generales del Estado.
De otro lado, aunque el Senado controla al Gobierno a través de preguntas, interpelaciones y comparecencias, la relación de confianza se da exclusivamente con la Cámara Baja: es ésta la que inviste al Presidente del Gobierno al comienzo de la Legislatura y la que puede destituirle mediante la aprobación de una moción de censura o la no aprobación de una cuestión de confianza. No obstante, el Presidente del Gobierno puede disolver el Senado, conjunta o separadamente con el Congreso de los Diputados.
Es decir: no pintan una mona, como ya sabíamos.
Otra diferencia es que se les escoge de una manera un tanto oscura. Cada provincia elige a 4, y cada autonomía a un número variable según su población mediante cambalaches internos de los parlamentos autonómicos (ya saben, el criterio de "hoy por ti y mañana por mí"). Ni usted ni yo sabemos quiénes son los senadores que nos representan y nunca lo hemos sabido. Al final, tenemos 266 senadores. Somos 46 millones y medio, y en Estados Unidos son 320 millones; si mantuviéramos la proporción tendríamos sólo 15. Claro que si siguiéramos la proporción americana, en vez de 350 diputados tendríamos 63. No sé, me da la impresión de que tenemos más parlamentarios de los necesarios.
Más diferencias: a los senadores, al igual que a los diputados, los elegimos de golpe. Aunque sean 31. El resultado es el conocido: votamos a un partido, presente a quien presente, y los diputados y senadores deben sus puestos al partido, no a los electores. En los EE.UU. se les elige de uno en uno: cada estado tiene dos senadores, y a éstos se les elige en años distintos, luego no compiten entre sí; y a los congresistas se les elige por distritos (ésa es otra historia), cada distrito elige a uno. Con lo que cada congresista debe su puesto a los votantes del distrito y poco al partido, y si es muy popular allí su independencia con respecto a su partido es aún mayor.
Y no nos engañemos: lo de las listas abiertas en el Senado es una patraña: también Podemos elige internamente por listas abiertas, y el resultado es que el sector oficial arrasa por goleada. Uno puede votar a quien quiera de las listas, pero como los nombres no nos dicen nada se vota a una opción y la opción que gana se lleva todos los nombres. El resultado, ya en, es aún menos proporcional, menos democrático que para el Congreso.
El domingo, elecciones. Comprenderán que no vote a nadie para el Senado.
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