Esta mañana he ido a una obra en el extrarradio. Un tapón increíble; y es extraño que hubiera un tapón tan grande, porque no puede ser de gente que fuera a trabajar: llegarían todos tarde.
Después de la obra, tapón para regresar; aunque no era nada comparado con el que se formaba en dirección Sant Boi. En fin. Luego, tras una parada técnica, tapón en las entradas. Tapón en el centro. Me quedo sin gasolina. La gasolinera, a tope y más allá. Llego tarde a una reunión, llamo por teléfono: la telefonista lo comprende, dice que lo mismo les pasa a todos los demás. Dentro de la ciudad, tapón, tapón y tapón. ¿Qué pasaba hoy, que todos los coches estaban en la calle?
Cuando llego al garaje... el vacío. Los coches, que siempre están ahí, no están. Empiezo a entender porqué hay tanto atasco. Todo el mundo está circulando, debe ser que empiezan las vacaciones, este año debe de ser algo grande.
Pero lo que me ha dado la pista definitiva del éxodo enorme que se ha producido hoy: he visto una plaza para aparcar a 100 m de mi casa. Nunca, nunca, ni en los días más solitarios de agosto, había visto una plaza libre desde hace años, desde que pusieron la zona azul y verde. Me he quedado de piedra. Hecho tan insólito, desde luego, debía reflejarlo en mi blog, y dentro de unos años releeré esta entrada y todavía me asombraré.
En fin. Es posible que este verano usted pase un día de relajo tomando el sol, seguramente en la playa, y al acabar se sienta tan cansado como si acabara de tener diez rounds con Mike Tyson. El protocolo dicta que en estos casos hay que decir "qué barbaridad, me siento como si saliera de diez rounds con Mike Tyson y no he hecho nada, sólo estar tumbado" o algo parecido. Es posible que en ese momento algún acompañante diga que "tomar el sol cansa". Es un hecho contrastado, seguro que alguien lo dirá. Si quiere, en ese momento tiene una gran oportunidad para sacar su alma de ingeniero y pedantemente explicar a su estulto o estulta acompañante por qué cansa tomar el sol.
La clave es enfocar la cosa como un ingeniero. No se vea a sí mismo como una persona, contémplese como una máquina. Una máquina sersuá, si le gusta hacer el chascarrillo, pero una máquina a fin de cuentas. El cuerpo humano es una máquina que en su apogeo está perfectamente engrasada y funciona precisa como un reloj.
Ahora, ponga esa máquina al sol, en verano. Calor, mucho calor. El cuerpo humano no es eficiente a altas temperaturas, así que tiende a regular su temperatura corporal. Cambia la piel, la humedad, la transpiración; se suda, cambia el ritmo respiratorio, la producción de saliva, ... el cuerpo hace muchos cambios insconcientes y, para llevar estos cambios a todas las zonas del cuerpo, cambia el ritmo de circulación. La sangre, en estos casos, actúa como un refrigerante, y eso salvará su cuerpo. La circulación en los niveles más superficial se activa al máximo, y para ello, además de un aumento del latido cardíaco, sus músculos - aunque usted no lo note- ayudan también a facilitar esta circulación. A su vez, el calor que capta la sangre debe disiparlo; por ejemplo, a través de los pulmones, como el aire como refrigerante. Y todo esto durante todas las horas que usted está "descansando".
Véalo como una máquina. Diseñada para funcionar en un entorno, usted la ha puesto en otro más agresivo, que le exige un funcionamiento cercano a su límite. ¿Cree usted que el reajuste a ese ambiente no tiene un coste energético? ¿Cree usted que su cuerpo está exento de cumplir la segunda ley de Kelvin? Pues no, usted necesita consumir energía para soportar la exposición al sol. ¿Horas y horas? No se extrañe de que acabe cansado.
Por experiencia, acepte un consejo: no dé esta explicación salvo que todos los que le rodean sean ingenieros. De lo contrario le votarán para el premio a "Mayor pedante del milenio". Y no le ayudará a ligar con chicas.
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