domingo, 10 de febrero de 2013

Sodoma y Gomorra

Hará un par o más de meses quise escribir este artículo; para citarla correctamente, cogí la Biblia de casa... y al abrirla pasó lo que pasó y que ya les conté, pues fue una coincidencia que la noche anterior hubiera leído esa noticia. Bueno. Meses después, escribo aquello que ya entonces quería escribir.

¿Quién no conoce la historia de Sodoma y Gomorra? La destrucción de dos ciudades mediante una lluvia de fuego y azufre por la cólera divina, causada por la inmoralidad y depravación de sus habitantes. Plástica, la imagen, ¿verdad? Se presta a recordarla, con el añadido de la microhistoria de la mujer de Lot, que huyendo de la ciudad desobedece el mandato y se vuelve a mirar la ciudad y queda convertida en estatua de sal... ¡Qué no se habrá dicho a propósito, cuántos sermones se habrán pronunciado a su hilo! Y también ¡cuántos científicos habrán intentado explicar el mito! Que si un meteorito, que si un terremoto, que si un terremoto que hizo estallar una bolsa subterránea de petróleo o gas, que si volcanes, que si un incendio que devasta una ciudad, que si un cometa que estalla en el espacio-cielo y cae sobre ellas,... ¡qué sé yo! Teorías, todas las que quieran. Y, por supuesto, no faltarán arqueólogos que han dedicado su vida a descubrir dónde estaban estas ciudades, y...

Lo de siempre. Cuando alguien señala la Luna, los tontos miran el dedo. 

Más de una vez les he contado (por ejemplo, aquí) que el libro del Génesis es un compendio de mitos y leyendas que formaban parte de la tradición oral de los hebreos y seguramente también del resto de pueblos que poblaban el Creciente Fértil. La parte primera del libro, hasta Abraham, son principalmente mitos, y luego son seguramente leyendas. La historia de Sodoma y Gomorra, en mi opinión, es parte de los mitos. La ciudad destruída por su comportamiento es una explicación a un hecho sin duda espectacular que asombró a todos los pueblos.

Pero no es de Sodoma y Gomorra de lo que quería hablarles. Verán, a mí ya de niño me fascinó esta historia; pero no la parte que conocen todos. No, a mí lo que me intrigaba era lo que se contaba antes. Porque la leyenda de la destrucción de Sodoma se cuenta en dos partes... y lo importante de verdad pasa en la primera.

Les pongo en antecedentes (Gen 18, 16-ss):
Los hombres se levantaron de allí y miraron hacia Sodoma. Abraham los acompañaba para despedirlos [...] El Señor dijo: "El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente si sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré" [...
...] Abraham se acercó y le dijo: "¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?" El Señor contestó: "Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos".
Abrahám respondió: "¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás por cinco toda la ciudad? Respondió el Señor: "No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco".
 Abrahám insistió: "Quizá no se encuentren más que cuarenta". Él dijo: "En atención a los cuarenta, no lo haré".
Abraham siguió hablando: "Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?" Él contestó: "No lo haré, si encuentro allí treinta".
[... (aquí sigue, bajando a veinte, y luego a diez)]
Contestó el Señor: "En atención a los diez, no la destruiré".
Cuando terminó de hablar con Abraham, el Señor se fue; y Abraham volvió a su lugar.
El Señor destruyó Sodoma y Gomorra, luego no había diez inocentes. Pero... desde siempre me pregunté: ¿Cuál sería el límite para que sí destruyera las ciudades? Sabemos que había uno (Lot) y que uno no salvó Sodoma: el Señor le dijo a Lot que saliera, y listos. Por lo tanto, tenía que haber algún límite. Pero es de imaginar la zozobra creciente de Abraham en su impertinencia y que el pobre hombre decidió parar antes de ser innegablemente insolente... y nos quedamos sin saber la respuesta final.

Nos quedamos sin saber cuántos son insuficientes para perdonar. No sabemos si unos inocentes pueden salvar a una colectividad ni si podemos castigar a los inocentes al castigar a los culpables.

Si han abierto un periódico últimamente, atendido a la radio o visto la televisión, si simplemente ha tomado un café o una cerveza en cualquier bar o en su misma casa,  si... en suma, si no lleva usted seis años en la Estación Espacial Internacional o en coma, sabrá usted que, en este país, todos los políticos son unos corruptos. Todos los ciclistas se dopan. Todos los funcionarios viven del cuento. Todos los parados se aprovechan. Todos los inmigrantes, todos los sudacas, todos los catalanes, todos los americanos, todos los... todos los que usted quiera.

La historia de Sodoma es una batallita con un mensaje. Lo importante es el mensaje, que en este caso se cuenta antes que la batallita. Usted mismo.

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