sábado, 31 de diciembre de 2022

En la muerte de Benedicto XVI

https://www.youtube.com/watch?v=PsXGzblg7Ws 

 

 

Se ha anunciado esta mañana la muerte de Benedicto XVI. La noticia era esperada, pero no por eso deja de ser triste. Me gustaba Benedicto XVI, era mi papa favorito. Y no de los dos que teníamos, sino de los que yo he conocido.

Con los papas ocurre una cosa curiosa, que los no católicos no entienden. Los papas pueden ser buenos o malos, tener aciertos y tener errores. No pasa nada. Ha habido papas maravillosos y papas execrables (palabra que, por cierto, viene como anillo al dedo, pues execrar no sólo significa vituperar, sino también que el vituperio lo declare un sacerdote). Pero ninguno de ellos cometerá un error en el terreno dogmático. Lo expliqué en esta entrada, escrita (¡qué casualidad!) con motivo de la renuncia de Benedicto XVI, en 2013. Así que sí, un papa puede ser un desastre y eso no es un menoscabo de la religión. Todas las burlas, críticas aceradas traídas con falacias y ataques personales que sin duda podrá leerse en los comentarios de todas las noticias que se publiquen sobre este evento no harán sino retratar la estulticia del comentarista.

Llevo desde unos días queriendo publicar una reflexión que me motivaba Benedicto XVI. En 1978 se nombró papa a Juan Pablo II, y se le consideraba un hombre joven: 58 años. Y lo era, como mínimo si se le comparaba con sus antecesores.

Bien, Juan Pablo II estuvo 27 años, hasta 2005. Murió con 85 años, y la sensación de todo el mundo entonces es que era un hombre muy, muy mayor. Muy viejo. Sus últimos años fueron todo un ejemplo de cómo un hombre sigue siendo una persona válida aunque fuera muy anciano. Era lo que nos parecía, en 2005.

Y también nos parecía entonces que su sucesor, Benedicto XVI, era un anciano que duraría poco: tenía 78 años.

En 2022, sin embargo, Benedicto XVI muere con 95 años. Y no nos parece un exceso de ancianidad. Francisco, a su vez, tiene 86 años (recién cumplidos), más que cuando murió el anciano Juan Pablo II, y tampoco se dice de él que es un viejo chocho como se decía del otro.

Creo que hemos cambiado, en estos años, nuestros estándares sobre qué edad hay que tener para ser demasiado viejo. Ya no creemos que alguien de 85 años lo sea, diría que tampoco uno de 90.

O puede ser, claro, que sea yo: a fin de cuentas estoy mucho más cerca de los 85 ahora de lo que estaba en 2005, para qué vamos a engañarnos.

Feliz Año Nuevo.  




Kate Wolf - Green eyes