Se acerca el tiempo de elecciones, y toca pensar en los políticos.
No siempre me han caído mal todos los políticos: ha habido algunos que he considerado personas válidas, buenos profesionales, líderes adecuados. Con algunos no he estado de acuerdo, pero sí les reconocía su valía. Su coherencia y su razonable honradez. Iba a citar alguno a título de ejemplo, pero recordando me he dado cuenta de que ha habido muchos, muchísimos.
Hoy en día las cosas son distintas. Es posible que la razón sea porque los de ahora han crecido en la democracia, han hecho carrera en los partidos desde abajo (muchos entraron en su sección de juventudes), y a la postre se han convertido en políticos de profesión. No profesionales metidos a política, sino lo contrario.
Y claro. Es lo que tiene. La mayoría de los vendedores (en su más amplia acepción, es decir, los que al fin y al cabo lo que quieren es que otro les compre algo) intentan saber qué es lo que quiere el otro y ofrecérselo. Helados en verano y turrón en invierno. Sólo unos pocos piensan al revés, ofrecen lo suyo y confían en que alguien lo quiera. Pues con los políticos de ahora pasa lo mismo: intentan saber qué quiere el electorado, y se lo ofrecen. ¿Qué es lo que quieren los electores? ¿Cómo puedo atraer votantes? ¿Qué cebo les ofrezco? Son los políticos que detesto. Pero también es la concepción de la política que propagan los medios de comunicación: esos editoriales que aconsejan a Fulano escorarse a la derecha o a la izquierda, centrarse o marcar perfil propio. O que critican a Mengano por hacer eso mismo. Y si no lo hacen, le acusan de "no escuchar" a las bases, a los votantes, al pueblo.
No, a mí me gustan los políticos que dicen: "yo soy así". Yo quiero esto, yo propongo esto, yo haré esto. Si a usted le parece bien, vóteme; si no, vote a otro.
Esto, que parece de cajón, tiene un problema: los políticos lo saben. Y como son unos profesionales de tomo y lomo (de la política, insisto), uno de sus objetivos es que no se les note. Que usted crea que no, que ese político sí es auténtico. Que no, que él no está en la política para medrar y ganarse la vida. No digo para enriquecerse, digo ganarse la vida porque hay muchos que conciben la política como una profesión como otra cualquiera, ellos son concejales o diputados o altos cargos como otros son limpiabotas o mecánicos. Una de las condiciones necesarias para su éxito es que el votante crea que ésas son sus convicciones, sus principios irrenunciables. Es necesario, para que usted le perciba como "uno de los nuestros".
El ejemplo más clamoroso: Artur Mas. El líder que se hizo separatista en un viaje en tren.
El resultado es que cuesta calarlos. A algunos, como Ada Colau, no cuesta nada, pero otros sí consiguen engañar a mucha gente durante mucho tiempo. Ya digo, son profesionales que llevan tiempo en esto.
Así que éste es mi primer consejo, de cara a la elecciones que se aproximan. Intente discernir si ese político al que quiere votar le ofrece sus propias ideas o las que cree que usted quiere.