El otro día, Arturo Pérez Reverte empezó su columna semanal con la frase "El otro día, en Twitter, un bobo escribió algo que me tiene caliente: «La cultura debe ser de acceso libre y gratuita»". Pérez Reverte, por lo demás una persona sin duda encantadora y con la que se disfrutaría de veladas y tertulias fascinantes, suele cargar las tintas (en formas y en ideas) como medio para recibir atención y que los demás mediten sobre lo que diga. Ya saben, por ejemplo uno grita: "¡Se está hundiendo!", aunque se sepa que, obviamente, no se está hundiendo, con el propósito de que el oyente ponga su atención en lo que podría estar hundiéndose y revise su estado. Este recurso, Pérez Reverte lo maneja con maestría y, en este caso concreto, responde a la bobada con el estilo al que nos tiene acostumbrados.
Bien. Yo no vengo a añadir nada a lo dicho por Reverte, sino que quería hablarles de una idea que me vino nada más leer la frase citada.
«La cultura debe ser de acceso libre y gratuita».
"Ya", pensé. "Por lo mismo, también los McDonalds deben ser de acceso libre y gratuito. Y la gasolina. Y la vecina del quinto, y la hermana del bobo, si la tiene. ¡No te fastidia!". Mi conclusión, desde luego, fue que menuda majadería había escrito el bobo ése. Y podría explicarles porqué es una majadería, pero no hace al caso. Porque sobre lo que yo en concreto reflexioné fue... sobre Twittter.
No tengo Twitter. Ni intención de tenerlo. Tampoco sé cómo funciona o para qué usarlo. Pero es que, desde luego, lo que veo no anima.
«La cultura debe ser de acceso libre y gratuita» es la clásica melonada del tipo
«Que paren el mundo, que yo me bajo», y similares. ¿Cuántas veces han oído - o incluso pronunciado- lo de que paren el mundo? Una frase que la primera vez que se dijo fue ocurrente, ingeniosa, aguda o inteligente, lo que ustedes quieran... pero sólo la primera vez. Tantas citas después, es una chorrada. ¿No se le ocurre a usted nada mejor que decir? Pues no diga nada, por favor.
«Que paren el mundo, que yo me bajo», y similares. ¿Cuántas veces han oído - o incluso pronunciado- lo de que paren el mundo? Una frase que la primera vez que se dijo fue ocurrente, ingeniosa, aguda o inteligente, lo que ustedes quieran... pero sólo la primera vez. Tantas citas después, es una chorrada. ¿No se le ocurre a usted nada mejor que decir? Pues no diga nada, por favor.
Entonces, si usted no es Ramón Gómez de la Serna, ¿qué hace con Twitter? Salvo que usted sea un futbolista de primera división, «aquí, con la camiseta sudada tras el entrenamiento» no nos interesa a nadie. Y, la verdad, si usted es un futbolista de primera división, tampoco, salvo a la gente con un intelecto como el de los futbolistas de primera división.
Y luego están los políticos y similares, que suelen lanzar mensajes de los que inmediatamente se arrepienten (bueno, inmediatamente no, sino cuando descubren la tormenta mediática que se forma), y se excusan diciendo que "fue algo dicho en un calentón". Caray, si usted no es capaz de controlarse en un calentón, mi consejo es que no tenga Twitter. Porque hay cosas que sólo se pueden decir si acto seguido se escupe la cabeza de una gamba al suelo, se pone con estrépito el 2-4 que bloqueaba el dominó o se cantan las veinte en espadas. Y sin embargo, esta gente lo teclea y creo que sus seguidores reciben un mensaje con la frasecita de marras o algo así, y éstos lo reenvían a otros y todo eso, y la frase queda para siempre. Para siempre. ¿Algún usuario de Twitter cree que si sus mensajitos se archivaran y los leyera (todos) dentro de 20 años estaría orgulloso de ellos? De hecho, ¿alguien quiere que el conocimiento que tengamos de él sea a través de Twitter?
Sí, lo sé, soy un poco sociópata. Me dirán que las conversaciones banales también son importantes y las chorradas se han de proclamar urbi et orbe, y que yo no entiendo los tiempos modernos. Puede. Me dirán que las tormentas mediáticas se producen porque no se puede razonar una idea en 140 caracteres y que, de todas maneras, nadie lee nada que tenga más de 140 caracteres. Puede, pero en eso creo que se equivocan. Hay mucha gente que no lee nada más largo, eso se lo concedo, pero... ¿ésa es la gente con la que usted quiere comunicarse?
Miren, la verdad es que Pérez Reverte también tiene Twitter. Pero usted, ¿qué prefiere, leer sus artículos o sus mensajes?
Pues eso. Y como yo no soy ningún Pérez Reverte, pues no tengo Twitter. Con mi blog de andar por casa, ya tengo de sobra.