lunes, 8 de julio de 2024

¡Exijo australianos borrachos!

https://www.youtube.com/watch?v=4z2DtNW79sQ 

 

 

Veo las retransmisiones de los encierros de Pamplona, y cada vez me interesan menos; el colmo fue este domingo: los toros tardaron 2 minutos en llegar a la plaza, y luego dos toros estuvieron casi otros 2 minutos dando vueltas al perímetro, al trote, juntitos, sin echar ni un derrote a las gentes que poblaban el albero. Pero es que ni uno. Y menos mal, porque podrían haber hecho una matanza.

A mí me dio la impresión de que esos toros estaban muy entrenados. Como si todos los días les hicieran dar vueltas al perímetro del tentadero antes de echarles de comer, yo que sé. Y bien entrenados en que, sobre todo, no vayan a por las personas. A ellas, ni tocarlas.

Es el encierro en sí. Todo tremendamente preparado, diría profesionalizado. Día tras día, año tras año, veo a los mismos corredores casi en los mismos sitios, con la misma ropa, corriendo de la misma manera. Profesionales. Muy entrenados, con muchos encierros a sus espaldas. Controlan lo que hacen, no hay nervios, están tranquilos. Sin miedo al toro, sólo piden que los otros corredores les respeten y no les tiren al suelo. Y en la retransmisión de TVE inciden: que son mozos muy conocidos, que lo hacen muy bien, que tienen mucha experiencia. Y nos recrean con las buenas carreras que hacen, el fondo incluso que tienen.

También los toros: los ganaderos reconocieron hace años que los toros que van a mandar tienen un entrenamiento específico, los enseñan a correr para que lleguen a la plaza sin percances y luego por la tarde den un buen papel. No cualquier toro va a Pamplona.

Los cabestros: hace unos años los cambiaron porque se dieron cuenta que también los cabestros eran profesionales. Se sabían el recorrido de rechupete, lo que tenían que hacer, llevaban a los toros con habilidad y con velocidad, y el resultado eran encierros cada vez más limpios y más rápidos, tanto que hasta los mozos se quejaron.

La organización, por supuesto. Con el máximo interés de que no pase nada. Que los toros no resbalen, que no caigan, que los corredores estén todos preparados, en condiciones, con calzado adecuado, sin nada que les estorbe, y sobre todo sobrios. A poco que vean a alguien que no esté a punto, fuera del recorrido.

Y que estamos todos muy enseñados, a estas alturas. Conocemos los peligros de cada curva, dónde hay que irse hacia la derecha o a la izquierda, cómo comportarse.

El caso es que, al final, el encierro es una carrera popular de 2 minutos en las que muchas personas quieren correr en unas calles en las que apenas caben y se producen los consiguientes empujones y pisotones. En alguna ocasión, en algún momento, alguien cae y entonces recibe más pisotones y los mozos cercanos se empujan más unos a otros y se tiran unos a otros. Y cuando digo popular, entiéndase: es tan popular como el pelotón del Tour de Francia.

¡Exijo australianos borrachos! Exijo mozos que no dominen el encierro, incluso que no sepan muy bien dónde se meten, que tengan reacciones naturales y no fruto de la práctica y el entrenamiento. Exijo toros que no estén preparados, que tengan instintos, cabestros que les pierdan en contacto y que los toros se despisten, exijo que la calle no se prepare con antideslizantes. Exijo que los encierros sean algo que genere miedo y muchos de los que ahora acuden se lo piensen dos veces y decidan que si eso a los de mañana, que hoy nos duele un poco la barriga.

Sí, lo sé: no hay solución viable. Salvo que se prohíba a los mozos repetir encierro. Que ya sé que la esencia de los encierros es que los mozos "de la localidad" lleven los toros por las calles, de los corrales a la plaza donde los torearán, y que lo único que pasa es que todos tienen ya mucha práctica en eso, pero... aburren.




Bruce Springsteen - Streets of Philadelphia