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Escribía en mi anterior entrada que en la Universidad de Zaragoza han estudiado la tasa de abandono en las ingenierías y ha bajado del 29% en el curso 2009-10 al 16% en el curso 2019-20. A mí me parecían tasas muy bajas, pues en mi época la tasa de abandono rondaba el 80-90%. La explicación inmediata que se me ocurría es que el nivel de exigencia en la carrera ha descendido hasta conseguir que los estudiantes se saquen el título, pero una opinión tan negativa no puede ser cierta: hay que explorar otras explicaciones.
Por poner números, en mi año creo que empezamos 600, y en 5º había como mucho 60 alumnos. Con una tasa del 16%, en último curso debería haber 500. ¿Qué ha cambiado?
Lo primero, en mi época sólo se estudiaba Ingeniería Industrial. Ahora hay no sé cuántas ingenierías. Pero esto no afecta, porque el estudio era global, de todas las ingenierías. Da igual si los 600 alumnos se reparten en 1 escuela o en 8.
Se habla del nivel socioeconómico, de la necesidad de trabajar, del excelente programa de becas actual. En mi época la matrícula valía menos de la mitad del sueldo de un obrero sin cualificar; ahora, ese obrero necesita tres sueldos. Estudiar ahora es mucho más caro que antes, lo que en parte corrigen (imagino) las becas. En cuanto a la necesidad de trabajar, yo diría que ahora la necesidad de aportar sueldos en casa es mayor que en mi época, con lo que la necesidad de abandonar los estudios por razones económicas ha de ser mayor ahora que en mi tiempo. Esta razón no la compro.
Se dice, se alardea incluso, que ahora, con tanta oferta, el alumno sí estudia lo que quiere. Pero el estudio no reconoce como abandono el alumno que se cambia de carrera si termina esa segunda opción. ¿En qué quedamos? ¿Estudian lo que quieren o no? Si alardean de lo primero, será porque lo segundo es un factor muy pequeño, muy pocos de esos 440 titulados adicionales lo serían en carreras que no fueron su primera opción. En mi época, con una excepción que luego explicaré, también eran muy pocos los que cambiaban a otra carrera.
Dos razones positivas pueden ser la mejora de la preparación de los alumnos y la mejora en la enseñanza que supone la aplicación del Plan Bolonia.
Lo de la mejor preparación de los estudiantes... dejémoslo correr. Todos los profesores de instituto con suficiente experiencia dicen lo contrario.
¿Supone la aplicación del Plan Bolonia que ahora las cosas se expliquen mejor? Aquellos 440 alumnos que no habrían terminado hogaño y ahora sí ¿lo es gracias a la mejora de los métodos de enseñanza? En principio, no debería. El Plan Bolonia puede que incorporase cambios en los métodos de enseñanza, pero dudo que fueran cambios importantes. En la manera de enseñar, quiero decir. Además, serían cambios aplicados por los mismos profesores y sin formación específica. No, no creo que fuera causa principal.
Ahora bien: hay un cambio fundamental que sí es debido al Plan Bolonia.
Antes he indicado que, en mi época, no eran muchos los estudiantes que cambiaban de carrera tras el fracaso en ingeniería y se iban a, digamos, Derecho, pero que había una excepción. Esa excepción era la carrera de ingenieros técnicos industriales, y eran muchos los que, tras estrellarse en los primeros cursos de la escuela superior se mudaban a la técnica. En la escuela técnica las asignaturas tenían los mismos títulos que en la superior, pero el Cálculo o el Álgebra que se estudiaba en la técnica era de un nivel menor al de la superior. Y era normal, los alumnos eran distintos. En la técnica había estudiantes que no habían aprobado Selectividad, o que no se habían presentado. También había estudiantes que venían de Formación Profesional, y por supuesto estaban los que no habían podido superar 1º en la superior. Tampoco iban a necesitar niveles tan altos de matemáticas como necesitarían los ingenieros superiores, eran dos carreras distintas. La ingeniería superior estaba más cerca de la Ciencia, y la ingeniería técnica lo estaba de la Técnica.
Y esto es lo que ha cambiado el Plan Bolonia: ya no se estudia ingeniería superior sino ingeniería técnica. Los títulos son de grado, el equivalente a la ingeniería técnica. Que antes se cursaba en 3 años, y ahora en 4, un detalle que también debe contribuir a dulcificar la carrera. El tiulo de ingeniero superior equivale al de máster, así que no deberíamos comparar el antes y el ahora. O sí, porque a fin de cuentas son los estudios que se ofertan.
De todas formas, Bolonia no explica el descenso del fracaso entre mi quinta y la del 2009. O han sido los alumnos o ha sido la carrera, pero algo ha cambiado. Podría haber sido por los alumnos: por ejemplo, al acceder a los ordenadores. Muchos cálculos, muchas simulaciones son más sencillas; de hecho, son posibles. Gracias a ello imagino que algunos aspectos de la profesión son más fáciles de entender. Sí, ya sé que ustedes tampoco se lo creen, pero es que estoy intentando encontrar todas las causas que me sirvan para decir lo que no quiero decir: que la carrera, como ha pasado en la Primaria, la Secundaria y el Bachillerato, ha bajado el nivel. No sé si porque los alumnos, con el nivel anterior, no llegarían (es lo que ocurre en los colegios) o porque quieren reducir la tasa de abandono y alardear de éxitos como sea. Puede que incluso sean las dos cosas.
EL otro día hablaba con un ingeniero muy joven, pero un tipo listo. Y me dijo que ya se sabe, que de todas formas cuando se aprende de verdad la ingeniería es trabajando. No quise replicarle. Puede que ahora sea así, pero en mi tiempo no. Quiero decir, uno no salía siendo un gurú y un ingeniero experto, pero sí se salía con lo suficiente para ir tirando. Para empezar, para defenderse. Para llegar a un sitio con 23 años y que todos notaran que eras ingeniero.
Aunque en realidad... ¿le importa esto, a alguien?
A mí, desde luego, no. Si el conocimiento que teníamos los de mi tiempo al salir ya no lo tienen los de ahora, dudo que en los años de ejercicio profesional lleguen a nuestro nivel, pero eso no es problema mío. Y tampoco de ellos: no en todos los partidos juegan los mejores. Ni le importa a los recién acabados, ni le importa a los estudiantes.
A la sociedad sí debería. Pero no lo hace, su único interés es que haya más mujeres que hombres estudiando ingeniería. Da igual que casi nadie sepa decir lo que hace un ingeniero. Y si para que haya más mujeres hay que estudiar las matemáticas con perspectiva de género y ver la termodinámica como una herrqamienta de opresión heteropatriarcal, quitar asignaturas abstractas (nada más abstracto que las disciplinas numéricas) e incluir asignaturas empáticas, vale decir árabe o Historia del cine, pues se hace.
Por eso, ¿por qué me va a molestar, a mí, que el nivel de nuestros estudios de ingeniería baje? Como si soy la última persona en la Tierra que sabe calcular una estructura.
Y es que la cosa ha llegado a un punto en que me puede la curiosidad. Por saber cuándo la gente se dará cuenta.
O tal vez me equivoque de medio a medio. Mi cochino derrotismo, mi empeño en decir que nosotros fuimos mejores y que vosotros nunca seréis tan buenos como nosotros. ¿Y si resulta que los nuevos ingenieros sí consiguen aprender lo suficiente como para cerrar la brecha y ponerse a nuestro nivel o incluso superarnos? Aún no ha pasado el tiempo suficiente para saberlo; ¿por qué no ser optimista en vez de pesimista? Más aún, ¿y si resulta que yo era muy bueno pero un caso especial y que el nivel de mi quinta no era el que yo me atribuyo? Eso también podría ser.
Otro punto de vista: ¿para qué necesita un ingeniero ser tan bueno como antes si ahora tiene ordenadores y programas de ordenadores que hacen el trabajo por él? Es lo mismo que preguntarse porqué necesita una persona saber multiplicar si siempre tendrá en la mano un teléfono con calculadora.
Esto último me recuerda a un relato de ciencia ficción que cuenta una guerra, creo que entre planetas, en un momento en que en la Tierra se había perdido la capacidad de hacer operaciones matemáticas (el conocimiento llegaba sólo a saber leer los números), y un científico redescubría el método para sumar y para multiplicar e intentaba convencer a los dirigentes mundiales de la ventaja de tener tal conocimiento. ¡Qué cosas se le ocurren a Asimov!, pensé entonces. No se me ocurrió que llegaría un día en que lo que pensaría sería "¿y si...?".
El argumento de los ordenadores lo defenderá mucha gente. A fin de cuentas, ya no sabemos hacer raíces cuadradas a mano y el mundo sigue girando. Personalmente, no lo defiendo: supone la plasmación de lo mismo que estoy criticando.
Lo difícil en esta lucha es que lo que uno pide que se sepa no tiene una utilidad inmediata. Es como defender que se sepa quién fue Parménides o la importancia de la batalla de Pavía o que se lea las Coplas a la muerte de su padre. El porqué de tantos conocimientos "no prácticos". La importancia del esfuerzo, del trabajo personal. De resolver los problemas solo. Si el interlocutor no lo sabe, debe aceptar nuestra palabra de que así es. Si está dispuesto a discutir, mejor dejarlo. No vamos a explicar porqué extender bien la cera en un coche es necesario para saber karate.
Basil Poledouris - La caza del Octubre Rojo