sábado, 19 de febrero de 2022

Fouché, el PP y el PSOE

https://www.youtube.com/watch?v=kaWNWtXK-bE 

 

 

Cuando era chaval leí la biografía de José Fouché. Sí, ya sé, pero seguro que los lectores habituales ya sospechaban que mis lecturas cuando era chaval no eran las de los chavales de ahora.

El caso es que no me gustó esa biografía: no entendía porqué una persona tan abyecta como Fouché merecía una biografía y porqué tenía yo que saber de él 200 años después. En fin, no me pareció un señor admirable y me olvidé de él hasta que se puso de moda entre los periodistas (sospecho que por influjo de Pedro J. Ramírez) la pedantería basada en el conocimiento histórico, y como a Pedro J. le encantaba la Revolución francesa, Fouché volvió al candelero y a ser citado en multitud de artículos. Y años después, ya talludito, entendí el mérito del personaje.

Por resumir, Fouché era un desgraciado como todo el mundo, que durante la Revolución consiguió medrar: ya saben que durante el Terror se producían muchas vacantes que facilitaban los ascensos. El caso es que el tipo empezó como sucio confidente policial y consiguió llegar a ministro de la policía. Dado que su especialidad como rastrero había sido descubrir los secretos inconfesables de los demás y había visto cómo sus jefes sacaban provecho de ellos, se convirtió no sólo en un auténtico maestro en el empleo de chivatos, soplones y espías de baja estofa, sino que extendió sus redes a toda Europa. Lo sabía todo de todos. Y si no lo sabía, cualquiera que tuviera un secreto inconfesable - en la práctica, cualquiera que no fuera un mindundi- no sabía que Fouché no lo sabía, sino que creía que sí lo sabía. Y el miedo a Fouché funcionaba igual.

Pero la diferencia de Fouché con respecto a tanta gente que a este juego han jugado es que algo debía tener que hizo que Fouché fuera ministro de policía en el periodo revolucionario, luego con Napoleón... y con la restauración de Luis XVIII. ¡Llegó incluso a ser nombrado duque! El poder que tenía debía ser realmente asombroso.

Recuerdo que la biografía concluía diciendo que Napoleón fracasó en Rusia porque la mano de Fouché no llegó hasta allí, y en España porque Fouché despreció al país vecino. 

Sí, al país vecino: no hace falta decir que la biografía era francesa. Y ésa es otra: ¿cómo es que los franceses convierten a un tipejo como Fouché en un prócer protagonista de biografías y nosotros somos incapaces de tener ningún recuerdo de Aranda, Campomanes, Floridablanca o Jovellanos, por citar grandes políticos patrios de finales del XVIII que sin duda le dan mil vueltas en talla moral y calidad humana al francés?

Anda estos días el patio revuelto en el PP. Pero para entenderlo, hemos de remontarnos a los años 80, a los antiguos PP y PSOE. A cuando los partidos políticos eran buenos.

En 1982, el PSOE ganó las elecciones generales. Durante la égida de González, el PSOE era primero él, luego Alfonso Guerra y luego nadie. González gobernaba y Guerra controlaba el cotarro, con una filosofía que se plasmó en su famosa frase "el que se mueve no sale en la foto". Pero el PSOE de entonces, con todas sus miserias y corruptelas, era una maravilla de partido. Porque existían las discrepancias, lo integraban personas con opiniones muy diferentes y no se las marginaba por ello ni se las quería echar. Más aún había "corrientes" de pensamiento dentro del partido y se las trataba con total deferencia, reservando a cada una los puestos de dirección que les correspondieran en función del porcentaje de apoyo que consiguiera en los congresos. Y los representantes de estas corrientes daban en público sus opiniones, contrarias a menudo a Guerra y a González, y no pasaba nada. Y mucho menos, se lo tomaban G. o G. como un ataque personal.

Tras González vino Almunia, y las cosas siguieron siendo correctas (asunto "primarias de Borrell" incluidas)... hasta el año 2000.

Enfrente del PSOE estaba el PP, antes CP, antes AP. El partido de Fraga. El PP era diferente al PSOE, pero también era bueno. Menos corruptelas, menos corrientes internas, menos discusiones públicas. Pero tenía muy buenos cuadros, con personas de gran valía profesional. Y, como pasaba entonces, no eran políticos profesionales, sino profesionales que se metían en política. El proyecto de Fraga no gobernó, pero no pasaba nada. No recuerdo qué año fue, pero recuerdo que en ciertas elecciones generales el lema del partido fue "Es la hora de Fraga". Pero Fraga no ganó, y se fue a su casa (a gobernar Galicia, en realidad, pero se entiende). Tras Fraga mandó un botarate, Hernández mancha, y el caos fue tal que en el 89 (sí, el año en que González retrasó la campaña de la renta a noviembre para que se pudiera votar antes de pagar los impuestos) Fraga salió de nuevo a la palestra, destituyó a Mancha y nombró nuevo mandamás a Aznar. Aznar, claro, perdió las elecciones del 89 (lo habían nombrado menos de dos meses antes), y las del 93, pero ganó las del 96 y las del 2000.

Hasta el 2000 podríamos decir que teníamos partidos buenos. Y el año 2000 entró la serpiente en el Paraíso.

La derrota de Almunia ante Aznar había llevado al primero a dimitir, y había que nombrar un nuevo mandamás. Como era costumbre en el PSOE, había corrientes: en esta ocasión, los guerristas y los de Bono, creo recordar. Y luego estaban los que no querían a ninguno de esos bandos. Esta tercera vía decidió promover a un diputado de León que no conocía absolutamente nadie. No sé porqué lo hicieron. Es posible que creyeran que resultaría un pelele que podrían manejar, es posible que creyeran que había que hacer tabla rasa, ni lo sé ni me importa. Lo importante es que el PSOE nombró mandamás a José Luis Rodríguez Figatelix.

Los rastros más importantes de Figatelix son el matrimonio homosexual, la ley de violencia de género, la ruina económica, el lío catalán que fomentó y luego no cortó cuando aún se podía... y sobre todo el odio a los demás. Es curioso el recuento de las cosas que trajo. Por ejemplo, la incompetencia al poder. Es asombroso el bajón que se produjo en el nivel de los dirigentes, tanto de los ministerios como en el propio PSOE. ¿Lo hizo para que nadie le pudiera sustituir? ¿Lo hizo porque los competentes huyeron de él como de la peste? No lo sé, pero el partido cambió de tener a Guerra al mando a tener a Pepiño Blanco. Cierto que tuvo a Rubalcaba, incombustible, pero es que Rubalcaba es nuestro Fouché nacional.

Pero decía que lo que más importante de Figatelix fue el odio. Lo que hasta entonces era rivalidad más o menos sana pero dentro de los límites aceptables (el PSOE utilizaba muchos trucos sucios, sí, pero es política, y el PP... demasiado misterioso, demasiado opaco) lo transformó en un odio africano al rival, al cual no se le podía conceder ni agua. Y como el odio ha de tener una razon original, trajo de vuelta la guerra civil: 70 años después, volvían las trincheras, los bandos, las dos Españas, las listas de agravios, el si no eres de los míos eres mi enemigo, ¿de qué bando eres tú? Y la ley de la Memoria Histórica.

Esta vuelta al guerracivilismo, 20 años antes, habría sido desactivada. Porque los dirigentes de entonces sabían lo que era, el camino al que llevaba. Y también lo sabían los españoles. Pero en 2004 la pujanza de los jóvenes ignorantes era demasiado fuerte, y fomentando las radicalidades de la juventud Figatelix llegó al poder y cambió España. Y el PSOE. Cuando lo dejó (para no afrontar responsabilidades), el partido buscó en su interior un nuevo líder. Sorprendentemente, o no, eligió al español más amoral y mentiroso que encontró: Pedro Sánchez. Y su Fouché fue José Luis Ábalos. Cada vez eran más chusqueros. Más Fouchés. Como sabemos, Ábalos no era suficiente Fouché para manejar a Sánchez y cayó el verano pasado, pero ésa es otra historia.

¿Y el PP? Digamos que el PP se adaptó a los tiempos. Cuando se fue, Figatelix había dejado el PSOE hecho un erial, pero cuando Aznar se marchó puso al frente de su partido a una persona, Rajoy, que... digamos que, en mi opinión, no era la más adecuada. Mal va a liderar una persona que no sabes si está subiendo o bajando la escalera. En aquellos 2000 la corrupción campaba a sus anchas, pero en el poder había personas sin escrúpulos (gobernantes sin escrúpulos, jueces sin escrúpulos, periodistas sin escrúpulos...) que taparon la corrupción propia, tamaño iceberg, y exageraron la corrupción ajena, tamaño cubitos de hielo. 

En la nueva era de Figatelix, en la que estamos todos enfrentados entre nosotros y cualquier cosa es válida si destruye al enemigo, el PP se adaptó a los tiempos. Al Rubalcaba socialista opuso a María Dolores de Cospedal, puño de hierro en guante de seda (¡y qué guante, aún me tiene enamorado!), pero cuando Sánchez llegó al poder y con él Ábalos, el PP buscó y rebuscó. Y encontró a Pablo Casado como mandamás y a Teodoro García Egea para contrarrestar a Ábalos.

¿El PP, con Casado y Egea como adalides? Normal que perdieran elección tras elección, sólo los barones que conseguían convencer a sus electores de que el PP eran ellos y no los dos primeros ganaban. Y en esas llegó Isabel Díaz Ayuso, que el 4 de mayo de 2021, en un triunfo como pocas veces se ve (no por los diputados conseguidos, sino por el barrido psicológico que hizo de todos los demás) dio la vuelta a la tortilla española: Sánchez, ya había aparecido quien te iba a mandar a casa. 

Era sólo cuestión de esperar. Primero, que Ayuso relevase a Casado. Y luego, a las generales. Toda España estaba esperanzada. Por fin un político que queremos que nos gobierne, desde el 2000 sin verlo. Era de imaginar que los Fouchés españoles no se iban a quedar quietos. El más pardillo, el del PP, a la vista está. El otro es más Fouché que el pepero y no se le ha visto con ninguna pistola humeante en la mano, pero un golpe al PP tan genial no puede no tener padre.

Hay quien dice, y yo lo tengo para mí como cierto, que fue el PSOE quien lo inició, "filtrándole" a Casado, "en confianza", basura que podría afectar a Ayuso. No se lo reprocho, al PSOE: es una jugada sucia, pero así es la política. Además, el mal no estaba en lo que hizo el PSOE, sino en que el del PP fue tan julay... que picó. Y acusó, sin pruebas, de corrupción al mayor activo del partido, a Ayuso. Parece ser que el hermano de Ayuso, de larga trayectoria como comercial en el sector sanitario, consiguió mascarillas contra el covid-19 y cobró comisión por ello. Ayuso defiende que lo que ocurrió fue legal y además se hizo públicamente - por más feo que quede que un familiar de un gobernante obtenga un beneficio de un contrato público-, y de momento -hasta donde yo sé- no hay pruebas de que no fuera así. No sé si aparecerán más cosas, si Egea tiene guardada alguna bala de plata y tampoco sé si Ayuso es inaceptablemente corrupta o tanto como lo seríamos ustedes o yo o incluso menos como parece. Tampoco quiero entrar que los hechos que se citan transcurrieron en lo peor del confinamiento, cuando todos los gobernantes iban como pollos sin cabeza, pagando lo que fuera por mercancías que a veces ni aparecían y en las que todos disculpábamos todo porque en aquellos momentos, eso nos transmitían los políticos, no había que parar mientes ni ser tan reglamentistas o picajosos.

Permítanme un inciso en este relato. Existen unas instalaciones contraincendios que se denominan "columnas secas"; en Zaragoza se ven mucho, en las viviendas posteriores a 1980. Consisten en unas tuberías vacías que tienen una toma en la puerta de la calle y una toma cada uno o dos rellanos, y están pensadas para que los bomberos conecten a la toma de la calle la manguera con agua y el bombero suba por las escaleras con una manguera vacía, la conecte a la toma del rellano más próximo y así tiene una manguera con agua donde quiera que esté. Pues bien, el reglamento exige que esas columnas secas se prueben antes de darlas por buenas, y la prueba consiste en llenarlas de agua y ponerlas a la presión de los bomberos (un poco más, en realidad). Si no se pierde agua, dice la norma, la columna es buena. Ocurre a veces que la columna, en algún empalme de tubo, en alguna rosca, pierde un poquito. Tal vez gotee, tal vez salga un pequeño chorrito. Con el reglamento en la mano, la instalación es defectuosa y hay que repararla. Pero no sé si han estado ustedes en un incendio, supongo que no. Verán, cuando los bomberos conecten su manguera a la columna y salga su chorro de 200 litros por minuto, el que el rácor gotee como que da bastante igual, ¿no? Cierto que el rácor no ha de gotear, pero fijarse en eso es de personas sin contacto con la realidad de los incendios.

Parece ser que la clave de todo es que todo esto es una jugada preventiva de Casado y Egea: eliminemos a Ayuso, que un día nos va a ganar. Pero al arrojar barro sobre su principal valor ¿no se dan cuenta Casado y Egea que están cavando su fosa política?

No me da pena, el PP. Si no ha sabido competir en la política española, que no nos gobierne. En cuanto a sus líderes, seguir el camino de Fouché tiene esos riesgos: si no eres tan bueno como él, ten por seguro que caerás por el camino. Y, como en Pedro Páramo de Juan Rulfo, veremos cuánto tardan esos dos en darse cuenta que en realidad... son ya cadáveres. Por lo que respecta a Ayuso, no sé si seguirá en el PP, si la echarán antes de que los echen o si la mancharan de tanto barro que cualquier otro estaría ya inservible para la política. No creo que importe, porque como he dicho antes, Ayuso es la gran esperanza de todo el país. Por ser Ayuso, no por ser del PP. ¿Sobrevivirá el PP a este asunto? Ya veremos: si echan a tiempo a Casado y a Egea y se postra ante Ayuso, sí; de lo contrario, lo dudo.

Mi esperanza es que cuando Ayuso llegue al Gobierno, fuera ya del tablero los Sánchez, los Casados y los Egea, venga con ella la regeneración política, los gobernantes capaces y la erradicación del odio de unos españoles a otros. 

Y volvamos a tener los partidos buenos que hace décadas tuvimos. Con diferencias de opiniones, con corrientes internas de pensamiento, no basados en la fidelidad perruna al jefe del momento, en la obediencia ciega. Sin fontaneros que ejerzan su poder con dossieres, amenazas e imposiciones. Partidos que sean anticipo e imagen de la sociedad que nos ofrecen en vez de la que somos. Porque los necesitamos. Y los Fouchés que hay por ahí, que sigan en sus arrabales y bajos fondos. Pongamos a personas de verdadera talla en los puestos fundamentales. Estoy seguro de que todos queremos que ambos partidos presenten candidatos a los que queramos votar. 



Sara Montiel - Los nardos (zarzuela: Las Leandras)