http://www.youtube.com/watch?v=XQkZif67Kik
Nota preliminar: este artículo no va sobre conceptos técnicos, ni mucho menos versa sobre el pandeo.
Si usted coge una hoja de papel con ambas manos, una por cada extremo, y estira, notará que la hoja opone resistencia. Si, en cambio, intenta juntar las manos la hoja se doblará con facilidad y podrá juntarlas sin problemas.
Creo que todos estamos de acuerdo en que robar está mal.. Pero como no somos un pais islámico, en vez de cortarle las manos al canalla solemos conformarnos con que el juez le dé una aleccionadora reprimenda, unas veces, le mande al trullo otras o simplemente le pregunte al policía si sabe 7 vertical burro, siete letras, las más de las veces. ¿Y cuándo opta el juez por una cosa u otra? Bueno, en primer lugar creo que suelen diferenciar si el robo es una falta o un delito. Porque, claro, no todos los robos son igual de malos.
Sí, no es lo mismo robarle a un crío el dinero que se ha ganado para chucherías, a unos jovencitos el dinero de la entrada del cine, a una madre de familia en paro el dinero con el que va al mercado o a un futbolista de la selección española cien mil euros que iba a jugarse al strip-poker, pongo por caso. Así que se ponen reglas que establecen los límites. Y ahí está el tema.
Un posible método es, simplemente, establecer una cantidad. Por ejemplo, robar menos de 300 euros no pasa nada, robar más de 300 es ya un delito y robar más de 300.000 es un delito muy gordo. Bueno, vale, es un método; si ésas son las reglas de juego, pues bien, todos sabemos a qué atenernos.
Pero ahora que imaginemos que se le hubiera pedido a un comité de ingenieros (es importante que sea un comité con al menos tres ingenieros) que establezca el límite. No tengo la menor duda de que el límite se establecería mediante unas curvas generadas por una fórmula que incluiría la cantidad robada, sí, pero también la edad del ladrón y de la víctima, la base liquida imponible anual de cada uno durante los últimos cinco años, las cargas familiares que tengan, el estado laboral, el valor promedio del índice Nikkei de la semana anterior, el día de la semana y del mes y la latitud y longitud del punto donde se cometiera el robo. Y por supuesto la fórmula incluiría cuadrados y números al cubo, raíces cuadradas, el número pi y la constante de gravitación universal, por lo menos, con muchas letras griegas y subíndices por todas partes. Vamos, que cuando la policia trincara al listo, irían todos (jueces y abogados incluidos) en procesión a una pitia para que ésta les dijera el grado de robo que se había cometido...
Volvamos al papel; estábamos en que se había doblado.
Creo que todos estamos de acuerdo en que robar está mal.. Pero como no somos un pais islámico, en vez de cortarle las manos al canalla solemos conformarnos con que el juez le dé una aleccionadora reprimenda, unas veces, le mande al trullo otras o simplemente le pregunte al policía si sabe 7 vertical burro, siete letras, las más de las veces. ¿Y cuándo opta el juez por una cosa u otra? Bueno, en primer lugar creo que suelen diferenciar si el robo es una falta o un delito. Porque, claro, no todos los robos son igual de malos.
Sí, no es lo mismo robarle a un crío el dinero que se ha ganado para chucherías, a unos jovencitos el dinero de la entrada del cine, a una madre de familia en paro el dinero con el que va al mercado o a un futbolista de la selección española cien mil euros que iba a jugarse al strip-poker, pongo por caso. Así que se ponen reglas que establecen los límites. Y ahí está el tema.
Un posible método es, simplemente, establecer una cantidad. Por ejemplo, robar menos de 300 euros no pasa nada, robar más de 300 es ya un delito y robar más de 300.000 es un delito muy gordo. Bueno, vale, es un método; si ésas son las reglas de juego, pues bien, todos sabemos a qué atenernos.
Pero ahora que imaginemos que se le hubiera pedido a un comité de ingenieros (es importante que sea un comité con al menos tres ingenieros) que establezca el límite. No tengo la menor duda de que el límite se establecería mediante unas curvas generadas por una fórmula que incluiría la cantidad robada, sí, pero también la edad del ladrón y de la víctima, la base liquida imponible anual de cada uno durante los últimos cinco años, las cargas familiares que tengan, el estado laboral, el valor promedio del índice Nikkei de la semana anterior, el día de la semana y del mes y la latitud y longitud del punto donde se cometiera el robo. Y por supuesto la fórmula incluiría cuadrados y números al cubo, raíces cuadradas, el número pi y la constante de gravitación universal, por lo menos, con muchas letras griegas y subíndices por todas partes. Vamos, que cuando la policia trincara al listo, irían todos (jueces y abogados incluidos) en procesión a una pitia para que ésta les dijera el grado de robo que se había cometido...
Volvamos al papel; estábamos en que se había doblado.
Es posible que, si no es usted ingeniero, se pregunte por qué ocurre esto. Puede que lo primero que piense es que el papel es un material que resiste la tracción y no la compresión. Y, sin embargo, el papel no se ha roto. No ha quedado permanentemente deformado, ni aprecia secuelas de haberlo doblado.
De hecho, si al principio ha cogido el papel en el sentido alargado y ahora lo prueba en el sentido corto, es posible que note que ha de hacer un pelín más de fuerza para que se doble.
¿Y si coge la hoja, la enrolla formando un cilindro y la pega con celo, y prueba ahora a apretarla? Vaya, de repente necesitará hacer mucha más fuerza que antes, y si ya lo enrolla en el sentido largo, ni le cuento. Si lo hace bien, puede tener que hacer hasta 15.000 veces más fuerza; si antes le bastaba con 10 gramos, ahora necesitaría 150 kg. Y sin embargo... la cantidad de papel que está apretando es la misma, ¿verdad?
Está claro que aquí interviene algo que no depende del papel; tiene que ver con la forma del elemento que apretamos.
Está claro que aquí interviene algo que no depende del papel; tiene que ver con la forma del elemento que apretamos.
El fenómeno que ocurre, lo que hace que un elemento comprimido se doble y pierda la forma, se llama pandeo. Si al elemento se le exigiera un comportamiento resistente, tendríamos que puesto que no se ha roto, no ha fallado por compresión, sino que ha fallado por pandeo.
Y teniendo en cuenta que incluso la silla en la que está usted sentado le está soportando y usted quiere que así sea, incluso la silla ha de estar diseñada para que no pandee bajo su peso. Quiero decir, para el que se dedica al cálculo de estructuras el pandeo es algo omnipresente y de vital importancia.
Mucho se ha escrito y mucho se escribirá sobre el pandeo. Qué diantres es exactamente, cómo se produce, cómo se evita y sobre todo cómo se tiene en cuenta en el cálculo de estructuras. Repito que es la madre del cordero y que el hombre que domina el pandeo dominará el mundo. Así que este tema me viene que ni pintado para lo que les quiero decir.
Verán, hay cosas que no pandean. Si aprieta un libro de frente, apretando la portada, el libro no pandeará. Jamás. Antes reventará, cuando usted empiece a aplicar cientos de kilos por centímetro cuadrado. ¿Verdad? Pues con el resto de las cosas igual. Hay veces que no pandean. ¿Cuándo no pandean? ¡Ay, amigo!
35. En las estructuras de hormigón, hasta el 2009 se consideraba que un pilar de hormigón no pandeaba si su esbeltez mecánica es menor que 35. Que en un pilar normal equivale a decir que la altura no supera diez veces el lado del pilar. Por ejemplo, en un edificio con 2,88 m entre plantas no pandean los pilares de 30 cm de lado o más. ¿Fácil, no? Sí, lo es. O lo era, mejor dicho. Hasta 2009.
¿Qué pasó en 2009? Que apareció la nueva norma de estructuras de hormigón. Y en el momento de decir algo tan sencillo como "No es necesario comprobar el pandeo cuando la esbeltez sea menor que 35", la norma dijo:
Por supuesto, e1, e2, v,y todo eso se han de determinar a su vez, y no les quiero contar.
Total, ya les digo yo que, normalmente, dará 35. Más o menos, por ahí andará.
Total, ya les digo yo que, normalmente, dará 35. Más o menos, por ahí andará.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre la norma anterior y la nueva? Que con la nueva norma NECESITO UN ORDENADOR. ¿Han visto la cantidad de cálculos que habría que hacer? ¿Para cada pilar del edificio, y además comprobarlo a posteriori porque la formula se basa en datos (el armado del pilar) que sólo se saben después de calcularlo? Que sí, que dará igual, pero simplemente uno ya no puede calcular a mano. Ha de tener un ordenador que sea el que calcule.
Porque esto nos pasa con todo. Lo que antes era un simple número, un mísero 35, ahora es un arcano que sólo sabe el ordenador; ni siquiera el calculista, porque el ordenado escupe directamente el pilar que hay que poner, y punto pelota.
Y con todo, me refiero a todo. Pensaba contar aquí el mismo problema en las estructuras de acero, pero es que ahí ¡es aún más complicado!
Sí, ya sé que me repito más que el ajo (por ejemplo, aquí), pero es que... Miren, todos usamos ordenadores. Son una herramienta excelente e imprescindible para obtener la productividad mínima que se exige hoy en día. Pero en nuestro caso nos hemos pasado de la raya. Nos sustituyen, los calculistas nos estamos convirtiendo cada vez más en meros operadores de programas. Y lo estamos haciendo nosotros mismos, porque las normas las creamos nosotros, los ingenieros. Al diseñarlas sólo para ordenadores, es lógico que sólo las sepan y las apliquen los ordenadores.
Por supuesto, casi todo el mundo piensa que exagero. Los de fuera, porque se niegan a creerlo, ya que en sus casos lo ven imposible (ningún ordenador puede hoy imitar el sentido de un arquitecto); y los del gremio, porque ellos todavía saben de estructuras, no se sienten sustituidos. Claro que no, yo tampoco me siento sustituido por un ordenador; de momento, es él el que me obedece a mí. Pero hablo del futuro. De que los que sabemos vamos camino de jubilarnos y los que llegan ya se sentarán con el ordenador.
Como si hubiera una máquina que con apretar un botón que cambiara la rueda del coche. ¿Cuánto tardaríamos en olvidarnos cómo se cambia la rueda de un coche?
¿Cuánto tardaremos en olvidarnos que por debajo de 35 no hay pandeo? Los viejos no lo olvidaremos nunca, los nuevos no lo sabrán nunca. Echen ustedes la cuenta.
Lo que peor llevo es que cuando esté próximo a la jubilación y saque en una discusión el 35, los demás, mucho más jóvenes, me verán como si les hablara en griego antiguo. Que la sociedad se quede sin ingenieros capaces y acabe yéndose al garete, la verdad, si ocurre ya me dará igual, que no me pilla.
Porque esto nos pasa con todo. Lo que antes era un simple número, un mísero 35, ahora es un arcano que sólo sabe el ordenador; ni siquiera el calculista, porque el ordenado escupe directamente el pilar que hay que poner, y punto pelota.
Y con todo, me refiero a todo. Pensaba contar aquí el mismo problema en las estructuras de acero, pero es que ahí ¡es aún más complicado!
Sí, ya sé que me repito más que el ajo (por ejemplo, aquí), pero es que... Miren, todos usamos ordenadores. Son una herramienta excelente e imprescindible para obtener la productividad mínima que se exige hoy en día. Pero en nuestro caso nos hemos pasado de la raya. Nos sustituyen, los calculistas nos estamos convirtiendo cada vez más en meros operadores de programas. Y lo estamos haciendo nosotros mismos, porque las normas las creamos nosotros, los ingenieros. Al diseñarlas sólo para ordenadores, es lógico que sólo las sepan y las apliquen los ordenadores.
Por supuesto, casi todo el mundo piensa que exagero. Los de fuera, porque se niegan a creerlo, ya que en sus casos lo ven imposible (ningún ordenador puede hoy imitar el sentido de un arquitecto); y los del gremio, porque ellos todavía saben de estructuras, no se sienten sustituidos. Claro que no, yo tampoco me siento sustituido por un ordenador; de momento, es él el que me obedece a mí. Pero hablo del futuro. De que los que sabemos vamos camino de jubilarnos y los que llegan ya se sentarán con el ordenador.
Como si hubiera una máquina que con apretar un botón que cambiara la rueda del coche. ¿Cuánto tardaríamos en olvidarnos cómo se cambia la rueda de un coche?
¿Cuánto tardaremos en olvidarnos que por debajo de 35 no hay pandeo? Los viejos no lo olvidaremos nunca, los nuevos no lo sabrán nunca. Echen ustedes la cuenta.
Lo que peor llevo es que cuando esté próximo a la jubilación y saque en una discusión el 35, los demás, mucho más jóvenes, me verán como si les hablara en griego antiguo. Que la sociedad se quede sin ingenieros capaces y acabe yéndose al garete, la verdad, si ocurre ya me dará igual, que no me pilla.