https://www.youtube.com/watch?v=BoaMajsmuPE
Errare humanum est, dice el adagio. Sí, todos nos equivocamos a veces. Pero hay errores y errores. Veo en un episodio de Mayday: catastrofes aéreas un caso en el que el ingeniero de vuelo se equivoca al establecer la velocidad de despegue, no lo consiguen y mueren todos. El error era que la temperatura era de 30°F (están en los States) y él busca el dato para 30° en una tabla que está en grados Celsius. En otro capítulo se equivocan al pasar el peso en kilos de combustible a litros (se suministra en litros), y el avión se queda sin combustible a mitad de trayecto. Con los ingenieros de estructuras (y no sólo) a veces ocurre lo mismo. A veces un error tiene consecuencias terribles. No nos viene mal, pues, que dado que vamos a cometer errores (errare...) reflexionemos siquiera unos minutos sobre porqué cometemos errores y qué podemos hacer al respecto.
La mayoría de los errores se producen por las prisas. Si tuviéramos tiempo suficiente para hacer las cosas bien las haríamos bien. Cometeríamos errores, claro, errare humanum etc., pero dispondríamos de tiempo para repasar lo hecho o dicho, encontraríamos el error y lo solventaríamos. Por lo tanto, la primera tarea de un jefe es conseguir que su personal disponga de tiempo suficiente para hacer bien las cosas. Cuando un jefe médico asigna 6 minutos por paciente, un jefe de ingeniería asigna 16 proyectos a cada ingeniero, o con fechas de entrega imposibles, o un abogado ha de encargarse de 16 casos a la vez o a un técnico se le asignan 5 minutos para cada reparación o a un conductor un tiempo de recorrido... lo que el jefe está pidiendo son errores.
Con todo, las prisas es un factor que pocas veces podemos controlar; salvo que nos durmamos al principio y dilapidemos el tiempo que se nos asigna, por lo general las prisas nos vienen impuestas. Que sí, que la culpa será de otro (por ejemplo, quien ha retenido un mes un proyecto encima de su mesa y la fecha de entrega está fijada por factores externos), pero la cuestión sigue siendo la misma: hacemos el trabajo con prisas. Automáticamente debería saltar una alarma acústica y luminosa: "peligro de errores".
Otra gran fuente de errores es la soberbia. La soberbia nos lleva a la autocomplacencia, a pensar que vamos sobrados, que esto lo sabemos hacer hasta borrachos. A no poner cuidado, todos los sentidos, el máximo interés. También nos lleva, a menudo, a despreciar nuestro desconocimiento del asunto. A acometer tareas para la que no tenemos la pericia o la experiencia suficiente, por no decir que no se tiene ni repajolera idea del asunto; esto último, a mí, me ha ocurrido mil veces, y creo que me sigue ocurriendo aún: he hecho muchas cosas creyendo que sabía lo que hacía y realmente no lo sabía. Esta autocomplacencia nos lleva a la imprudencia, a no repasar, a no establecer un control de calidad, a dormirnos,... a los mismos problemas que nos llevan las prisas. Peligro de errores.
En ocasiones el problema no está en nuestro tejado. Por ejemplo, el cansancio. Muchos errores vienen por estar cansados. Por descontado, nadie quiere resolver nada estando cansado: cansado, lo que procede es descansar y todo lo demás ya se verá. Pero a menudo no está en nuestras manos. Se conduce de noche, al terminar un día agotador, o al llegar a casa hay que continuar, o en el trabajo nos están exprimiendo como limones. O la simple realidad, así son las cosas. ¿Saben los que acuden un domingo temprano a un hospital las horas que lleva trabajando sin descanso el médico que a lo mejor le tiene que operar de urgencia? Si depende de nosotros, nadie debe trabajar sin haber descansado lo suficiente, y menos que nadie nosotros mismos. Si no depende... bien, asegurémonos al menos que está activada la alarma de "peligro de errores".
Ligado con las prisas y también con la autocomplacencia: muchos errores se producen por falta de concentración. ¡Ay, las distracciones, cuánto mal hacen! Y no sólo las distracciones directas, sino también las veces en las que uno está pensando en otra cosa por la razón que sea: es muy difícil dejar los problemas a un lado, como también las ilusiones por los planes previstos (cinco minutos más y me voy de vacaciones...). No tiene nada que ver, y probablemente es pura casualidad, pero ¡es que me ha pasado varias veces!: mi último día de trabajo antes de las vacaciones de verano, a punto de terminar la jornada, he tenido un accidente de lo más tonto. El último, el año pasado, fue el colmo de los colmos: ese día hice una inspección y ya sólo me quedaba bajarme de una plataforma elevadora, despedirme de todos y volver a Barcelona; pues bien, al bajarme del último escalón solté la barra horizontal de la barandilla de la plataforma, ésta bajó de golpe y me atrapó el pulgar de la otra mano, que aún no había soltado la barandilla. Claro que no supera a aquella vez, hace años, que salí de la fábrica quemando rueda para recoger a la familia e irnos a Asturias y, furioso porque el coche de delante circulaba "demasiado despacio" arrimé tanto el coche a la acera para adelantarle con virilidad que me cargué una rueda y perdí toda la tarde en la reparación: por prisas, por autocomplacencia y por distraerme.
Otra causa de la que no nos damos cuenta es la frustración. Cuando algo no nos sale, a menudo nos obcecamos e intentamos repetir lo que no ha funcionado. En esos momentos la frustración no nos deja pensar con claridad, que es justamente lo que tendríamos que hacer. A veces alguien nos dice con cariño "anda quita, ya lo hago yo" o nos da algún consejo que nos haga parar y reflexionar, pero las más de las veces está en nosotros detectar que nos frustramos y que ése no es el camino.
Para terminar, muchos errores no saldrían a la luz si ejerciéramos un último paso, lo que en términos de ingeniería denominaríamos "control de calidad". Repase. Siempre hay que repasar, incluso por más prisas que se tengan: el repaso ha de ser parte de la solución, ninguna solución ha de considerarse tal si no incluye su repaso. Y esto vale para todo: ¿acaso no ha oído nunca eso de "pensar dos veces antes de hablar"?
Antonio Soler - Fandango en re (arreglos: Nils Mönkemeyer)
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