martes, 24 de mayo de 2022

Insisto, la Deuda Pública

https://www.youtube.com/watch?v=hvKyBcCDOB4 

 

 

Leo que durante la crisis del COVID-19 la deuda pública estatal aumentó 230.000 millones de euros. Tocamos a aproximadamente 5.000 lereles por cabeza; pero si pensamos que sólo la mitad de los españoles trabajamos, cada trabajador tendrá que destinar 10.000 euros de lo que consiga a pagar esa deuda. Intereses aparte, claro.

¿Porqué tenemos una deuda que ha crecido esos 230.000 millones y porqué ha de pagarla el trabajador? Lo expliqué en esta entrada sobre la deuda pública. La deuda pública representa todo lo que nuestros gobernantes deciden pagar sin tener el dinero para pagarlo. Pueden, por ejemplo, decidir que se merecen un yate. Y como no está presupuestado (no se ha reservado una parte del dinero que nos han extraído vía impuestos para ese yate), pues se carga a deuda. Ya se pagará. Ese ya se pagará sólo significa que en años venideros una parte de nuestros impuestos se empleará en devolver el dinero prestado (más los intereses).

Cualquier persona normal sabe que hay que tener mucho cuidado con las deudas. Lo ideal es no tener ninguna, pero si se tiene alguna, que esté controlada. Y la clave de tenerla controlada es ser consciente de que está ahí y hacer el esfuerzo necesario para pagarla. Sobre todo, evitar que crezca. Eso sí, lo principal es lo principal: que la deuda sea pagable. Que no se nos coma todo lo que tenemos y no nos deje lo suficiente para ir tirando.

Pues la deuda pública es deuda de todos. Contraída por otros, pero en nuestro nombre. Y nosotros la pagaremos. Así que el dato de que durante la crisis COVID-19 la parte de deuda que cae sobre cada uno de nosotros (no sobre los que viven felices porque sólo reciben pero no aportan), y que, repito, tendremos que pagar, ha aumentado 10.000 euros no debería dejarnos indiferentes.

Tampoco tendríamos que consolarnos en que todo ha sido culpa del covid y de Rusia (como si ese consuelo nos aliviara de tener que pagar lo debido), porque desde 2015 ha aumentado en 353.000 millones de euros. O, si lo prefiere, 15.000 euros más por cabeza. Quiero decir, esto no es cosa del covid o de Rusia. Es cosa de cómo nos gobernamos. Es un estilo de vida.

Es nuestro estilo de vida.

De momento, lo que se hace es pagar esa deuda con nuevas deudas (sí, no es muy buena idea, pero son nuestros líderes elegidos por nosotros) y con más impuestos. Pero llegará un día en que nos dirán que no nos prestan más si no devolvemos de verdad (es decir, si no rebajamos nuestra deuda global), y ya no podrán sangrarnos más con los impuestos, así que lo que tendrán que hacer es recortar los gastos públicos. En lo que se pueda recortar. En becas, por ejemplo. El chocolate del loro. Subvenciones a entidades, más de lo mismo. En asistencia sanitaria. En mantenimiento de infraestructuras. En salarios de funcionarios y trabajadores públicos (excepto diputados, senadores y ministros, faltaría más). Meterán también la mano en la hucha de las pensiones y dirán que ese dinero ha de ir a pagar la deuda, que se siente mucho pero que los que pensaban disfrutar de ese dinero en su vejez ya lo han disfrutado por adelantado con toda la vida regalada que nos hemos brindado. Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, pero no habrá escapatoria.

Y el gobierno sigue prometiendo gastos, y gastos, y gastos. Por ejemplo: hasta ahora, los tres primeros días de una baja laboral corren por cuenta del trabajador, y esto hace que los trabajadores sean responsables al pedir una baja laboral, no lo hacen porque sí. Pero el gobierno ha firmado que si la baja es por regla dolorosa (una razón que hasta ahora ya autorizaba a coger la baja médica) esos tres días irán por cuenta del Estado, no del trabajador. Sutil diferencia que nos lleva a todos a pensar que habrá muchas más bajas por regla dolorosa que hasta ahora (sobre todo, entre el funcionariado y el profesorado de las escuelas públicas). Ese dinero, ese sueldo que no va a dejar de percibir la trabajadora, lo pagaremos usted y yo, no lo dude. Y ese dinero se sumará al que ya tenemos comprometido, eso tampoco lo dude. Como los 20.000 millones de euros que se gastarán en el periodo 2022-25 en el Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres (tocamos a 1.000 euros por trabajador para este concepto, vaya preparando su hucha).

A veces no se trata de estar en contra de la medida por estar en contra. Se trata de que se es consciente de que no se puede pagar, como tantas cosas que nos gustaría hacer en nuestra vida real y no hacemos por la misma razón (por ejemplo, ese veraneo que tanto necesito en las islas Fidji).

Cuando llegue el día, que llegará, y usted se lamente, que se lamentará, yo le preguntaré: "Y usted ¿en qué pensaba cuando apoyó tal y tal gasto?".

Lo asombroso es que nadie es consciente de la deuda pública. Ésa es su gran virtud, lo que la hace tan peligrosa. Y la segunda es que para los políticos es un chollo: como el momento de pagarla será cuando ya no estén...

Pero insisto: el verdadero causante somos nosotros. Que queremos líderes que gasten y gasten, no que ahorren y paguen. Poco nos pasa para lo que nos merecemos, pero solo de momento. La que nos espera.

 

 

Darius Rucker - Wagon wheel


martes, 17 de mayo de 2022

Qué hay de malo

https://www.youtube.com/watch?v=ouWQ25O-Mcg 

 

 

El otro día, durante la parte final de la misa, entró un hombre con un niño pequeño y se situaron junto a una mujer que, por su comportamiento posterior, supongo que era la madre del niño, y una muchacha. El niño aún no iba a ser llamado a filas, pero no era un bebé: sin duda estaba ya integrado en el circuito escolar.

Dejemos de lado que se presentaran tan tarde y fijémonos en el crío. Había que estar de pie, pero su madre lo cogió en brazos, para que no se cansara. Tenía sed, así que el hombre, que estaba preparado, le dio un vaso-biberón, ya saben, uno de esos vasos con tapa y pitorro de plástico rígido que permite al niño beber como si fuera un biberón, mamando del pitorro. Y para que le fuera más fácil, el vaso-biberón venía con asas. Está todo pensado.

En el vaso no había agua, sino un zumo de frutas. Supongo que al niño le gustaría más que el agua y los padres habrían notado que entre un vaso con agua y un vaso con zumo de frutas el chaval elegía siempre el zumo. Y tampoco es que estuviera sediento: un par de sorbos desganados, y listos.

Al cabo de un rato la madre se cansó de tenerlo en brazos y el niño se sentó en el banco. Se introdujo en las orejas unos auriculares inalámbricos y se dedicó a ver vídeos en un teléfono móvil.

Y ustedes me preguntarán: ¿qué hay de malo en que si el niño tiene sed beba? ¿Por qué tendría el niño que esperarse a que terminara el acto, si tiene sed? Si a los padres no les molesta llevar el vaso con zumo, ¿qué hay de malo? Si el niño prefiere el zumo de frutas al agua, ¿que hay de malo en que beba zumo? ¿Qué hay de malo en que el niño beba de un vaso-biberón? Si el niño se cansa de estar de pie, ¿qué hay de malo en que lo cojan en brazos? ¿O en que se siente en un banco mientras los demás estamos de pie (¡minutos!) en señal de respeto que requiere el rito al que asistimos? Si no le interesa lo que pasa, ¿qué hay de malo en que se ponga unos auriculares y se entretenga viendo un vídeo en un teléfono móvil?

¿Cuántas veces vemos a niños, incluso mayores que el interfecto, a los que sus padres llevan aún al colegio en sillita? Niños tan crecidos que les cuelgan tanto los pies que los llevan arrastrando...

Recuerdo un becario que tuve hace años. El pollo siempre tenía una botella de 1,5 litros de agua encima de la mesa. Una y otra vez le decía que quitara la botella de la mesa, y siempre fue en vano. ¿Qué hay de malo en que bebiera agua si tenía sed? ¿Porqué iba a tener la botella en un sitio más apartado y recogido si le era más cómodo en su mesa?

Me dirán que a la paternidad no se llega tras superar con éxito los cursos formativos necesarios. Vale, pero me juego el cuello y no lo pierdo a que esos padres no han querido formarse, no han leído guías de educación o textos similares. Ya les basta con su instinto. Y no ven qué hay de malo, eso es lo más malo.

Lo que tenemos ahora es el resultado de años y años de padres que no ven qué hay de malo.

 

 

 

Maren Morris - My church