viernes, 22 de agosto de 2014

Panhard M-1 1904



El otro día, 19 de agosto, se cumplieron 110 años desde la matriculación del coche M-1. Sí, el primer coche matriculado en Madrid, 19 de agosto de 1904. Y a nadie puesto en el tema debería sorprenderle que fuera un Panhard, más o menos como éste:

(sitio original: census.nationalarchives.ie/exhibition/dublin/transport.html)
Aunque, probablemente, a usted no le suene la marca Panhard; desapareció hace muchos años.

Digo que cabía esperar que fuera un Panhard, porque ésa era, en aquella época, la marca de referencia. Le recomiendo, por supuesto, que lea la historia de la firma (el mismo texto de la wikipedia se encuentra aquí). Panhard fue el primero que fabricó automóviles capaces de hacer trayectos serios, admás de aportar algunos avances técnicos. Uno de ellos, por cierto, quiero resaltarlo aquí. Observe cómo era un Mercedes Benz de 1886:

¿Ve la diferencia? Bueno, vale, ya sé que salvo el número de ruedas, todo es diferente. No en vano hay 18 años entre ambos modelos. Pero, sí, el detalle de Panhard fue... poner el motor delante. Como lo llevan casi todos los coches hoy en día. Busque imágenes de algún Peugeot de 1890 ó 1891, por ejemplo, y entenderá lo que le digo. Mn. Panhard fue el que puso el motor donde se lleva ahora.

Pero les estaba hablando del vehículo M-1. Fue el primer vehículo matriculado en Madrid, pero no fue el primer vehículo matriculado en España. El primero lo fue en Palma de Mallorca, en octubre de 1900, siguiendo el reglamento que se había aprobado en septiembre de ese año; claro que ese reglamento, que legislaba algo tan novedoso entonces que no había ninguna experiencia - de hecho, ese año se matricularon dos coches más y el siguiente, 47, casi todos en San Sebastián- no regulaba muy bien eso de las matrículas: creo que obligaba a una identificación dada por el ayuntamiento del lugar para circular por el municipio y otra dada por el gobierno civil de la provincia para esa provincia; se conoce que no se hacían viajes como los concebimos ahora. Y las razones más obvias son, primero, que los coches probablemente tendrían muchas averías y... ¿quien te arregla el coche? Sería una locura ir de San Sebastián a Pamplona, si sólo hay coches en San Sebastián: a saber cómo serían los caminos fuera de la ciudad, y si se estropea en Lecumbérri, donde jamás ha estado un coche antes, ¿qué haces? Pero la segunda razón aún tiene más peso: si sólo hay coches en San Sebastián, ¿cómo vas a encontrar gasolina en Pamplona o por el camino?

En fin, el caso es que para 1907 había en España unos mil vehículos, y entonces sí se pudo reglamentar la matriculación y los indicativos de provincia se establecieron, más o menos como los conocemos ahora. 

Por cierto, al principio los coches navarros eran PA (Pamplona), como nos dicta la lógica. Se cambió en 1918.

Por si le interesa, el sistema "moderno" de matriculación se estableció en 1926. El año 1971 se cambió el sistema de numeración, pero la nomenclatura se mantuvo. Y de aquí a unos años se habrá perdido en el olvido y no se podrá poner en los crucigramas "Almería" o "matrícula aragonesa".
 
Se lo cuento porque estoy seguro de que alguna vez se han preguntado de dónde vienen los indicativos provinciales.



AC/DC - Highway to Hell

Vitalicios



Como todo el mundo sabe, el puesto de funcionario, ganado por oposición, es vitalicio. Hasta que el funcionario muera o decida que ya está bien y se jubile. Una de las razones para que esto sea así es el beneficio de los administrados: el funcionario, seguro en su puesto, no cederá a las presiones de los jefes políticos. ¡Bien sabemos cómo se manejan aquellos cuyo puesto depende de que agraden a sus padrinos! 

Curiosamente, parece que este principio no se aplica para los puestos más altos. Es lógico que el cargo de presidente de gobierno, ministro o diputado, por citar algunos, no sea vitalicio sino sometido periódicamente a la elección popular, y lo mismo que los ministros también altísimos cargos ejecutivos. Sin embargo, existen unos cuantos puestos, también temporales, que en mi opinión deberían ser vitalicios. Por ejemplo, los miembros de los tribunales cuya misión es el control del Poder Legislativo o del Poder Ejecutivo. Por ejemplo, el Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, y sus equivalentes autonómicos, ceutí y melillense, que seguro que los tienen.

Actualmente, estos puestos son de designación más o menos digital, pactada por los partidos políticos (pactada de acuerdo a un reparto, pero algo es algo). Con lo que no estoy de acuerdo es que estas elecciones lo sean por periodos de tiempo. La idea es que ha de ser el Pueblo quien elija a estas personas, actuando el Parlamento como representante del Pueblo; no ha de ser el presidente del gobierno o algún político poderoso, quizás susceptible de presiones por algún poder económico, por ejemplo, quien los elija; todo lo más, que proponga, pero siempre ha de ser necesaria la aprobación del Parlamento. Muy bien, genial.

¿Pero porqué por un periodo determinado? Si Fulanito es apto para el puesto, cinco años después también lo sería, ¿no? Por el contrario, si una vez elegido Fulanito éste queda independizado de los partidos que lo eligieron, sin duda pondrá siempre su criterio por delante de cualquier presión que pudiera recibir, puesto que no habría manera de presionarle. El soborno, la corrupción, la prevaricación, etc., son delitos que, si los cometiera, se le perseguirían judicialmente, y siempre podría colarse un Pascual Estevill en el sistema (ya saben, aquel juez de CiU propuesto por Jordi Pujol que chantajeaba a los desgraciados con posibles que le tocaba juzgar, amenazándoles con la mayor de las penas), pero eso ocurre sean puestos vitalicios o no.

De hecho, tengo para mí que muchos de estos magistrados atienden a las directrices de los partidos que les nombran. Alargan indefinidamente resoluciones hasta que sea políticamente conveniente, y, sobre todo, en muchas ocasiones se callan lo que piensan y fallan lo que quieren que fallen. Si el puesto fuera vitalicio, estoy seguro de que ocurriría el efecto contrario. Su carrera sería de muchos años, varias décadas probablemente, y su sentido del honor le llevaría a ser especialmente recto y riguroso con sus ideas. Su lema, más o menos, sería "durante mi mandato, no".

Y, como resultado, el control del Legislativo y del Ejecutivo sería mucho más eficaz que la pantomima que tenemos hoy en día.

Además, a estas personas las habría nombrado el Pueblo a través del Parlamento y deberían ser conscientes de que sólo les elegirían una vez hasta que el nombrado lo deje (por defunción, por incapacidad física - algo que habría que legislar- o porque él decida jubilarse), por lo que los poderes que los nombran deberían esmerarse mucho más de lo que se esmeran ahora en la selección de la persona. Sería perfectamente posible que en una legislatura sólo hubiera ocasión de nombrar a un miembro de ese tribunal, con lo que esta elección sería uno de los hechos más perdurables de la misma; sí, seguro que buscarían y rebuscarían hasta encontrar a la persona idónea, porque todos los diputabos sabrían que hoy están y mañana no, y sin embargo quien nombre sí seguirá. Y, por lo mismo, ya se encargarían los partidos de que la persona elegida no fuera tremendamente partidista; ya saben, sería la típica componenda entre políticos: hoy eliges tú, pero elige alguien que no sea de tu partido porque mañana elegiré yo y te la devolvería con creces.

En definitiva, lo que tendríamos  es la renuncia de los partidos políticos a un poder enorme que actualmente tienen. Y quizá no tendríamos tanta sensación de que son una casta, ellos se lo guisan y ellos se lo comen y entre bueyes no hay cornadas, tú no me tocas con este tema y yo no te saco este otro.

Como ven, de Derecho Político no tengo ni idea. Pero yo lo habría hecho así.



Con la ayuda de todos - Joaquín Carbonell

lunes, 11 de agosto de 2014

Cuando el Hombre dominó la Naturaleza



Desde el principio, la Humanidad ha tenido miedo de la Naturaleza desatada. Si incluso en estos tiempos, con todo el conocimiento de nuestra tecnológica civilización, nos aterra cuando un rayo cae cerca nuestro en una carretera descampada o cuando una riada torrencial arrasa todo lo que encuentra, imaginemos lo que sería para las personas sin conocimiento. No es extraño, pues, que el hombre preindustrial creyera que había fuerzas sobre las que no tenía ningún control y ante las cuales él estaba impotente.

Pero un día esto cambió. Y se lo debemos a una persona a la cual despreciaríamos hoy en día, ya que era el hijo de un pobre emigrante en la tierra más remota. Pues no de otra forma calificaríamos a la colonia de Massachusetts en enero de 1706, cuando nace nuestro héroe. El decimoquinto de diecisiete hermanos, por si creen que criar a un hijo ya es duro. Como comprenderán, con catorce hermanos por delante el tipo apenas pudo ir a una escuela, y su padre lo puso a trabajar con 10 años. A los doce, se colocó en una imprenta (de medio pelo, pues era de uno de sus hermanastros mayores); allí pudo leer y formarse, pero se llevaba mal con su hermano y cuando tenía 17 años se pelearon; nuestro amigo tuvo que largarse y buscarse la vida fuera de su tierra. En aquella época el Estado no subsidiaba a los que no tenían trabajo ni ahogaba a los emprendedores con burocracia, y por cierto que la Humanidad se benefició de ello. Pero esa es otra historia.

El caso es que el tipo no era tonto. Por ejemplo: desde siempre, el hombre ha calentado su casa mediante chimeneas. Está usted de acuerdo en que es un sistema excelente, ¿verdad? Pues mi amigo no pensaba lo mismo: una chimenea es muy ineficiente, ya que gran parte del calor se escapa... por la chimenea. Más aún, el aire caliente, al salir, creaba un vacío que llenaba... el aire frío de fuera. Casi que se enfriaba más la casa que calentarla, sólo junto a la chimenea se tenía calor. ¿Y qué hizo? Simple, puso un cilindro de hierro sobre unos ladrillos, un tubo para sacar los humos al exterior y metió el fuego dentro. El hierro se calienta, calienta el aire de la habitación, y sólo se escapa el humo. ¿Una chorrada, dice usted? Pues en miles de años no se le había ocurrido a nadie antes. Y todavía existen muchísimas casas que se calientan por estufas. De hecho, lo que ya quedan pocas son casas con chimeneas.

Pero esto es peccata minuta. Yo les hablaba de cuando la Naturaleza dominaba al Hombre. Y una de las fuerzas que más aterraba al Hombre era el rayo. Las nubes, la niebla y la lluvia son experiencias cotidianas. Pero el relámpago, el trueno, el rayo, eran otro cantar. Y no se les veía venir. Uno está acostumbrado a ver formarse las nubes (sobre todo los que viven a orillas del mar), a verlas juntarse y ennegrecerse, sabe cuándo va a llover. Más o menos, comprende el ciclo del agua. Pero el rayo no tiene explicación. No siempre llueve con rayos. Los rayos no son continuos, no son predecibles, es imposible explicarlos. Y matan. Y, si caen sobre un tejado, traen el fuego. Antes de 1750, los incendios causados por rayos eran algo habitual. ¿Cómo se sentiría usted si cualquier día, en cualquier momento, puede caer un rayo sobre su casa y dejarle sin hogar, por decir lo menos y no ponernos trágico? Intente entonces pensar cómo vivían entonces. ¿Cuánto pagarían porque alguien les liberara de tal temor?

En 1746, en la ciudad holandesa de Leyden se inventó la botella de Leiden, que era básicamente una simple botella con una varilla, con la que se conseguía almacenar carga eléctrica (producida con electricidad estática, en aquella época la cosa no daba para más). Eran tiempos en los que se empezaba a comprender lo que era la electricidad (otro día les cuento), y los científicos de todo Occidente gustaban de hacer experimentos. Con la botella de Leiden éstos eran además muy espectaculares, pues la electricidad que acumulaba la botella se descarga de golpe si alguien tocaba la varilla. Y así se exhibía en ferias populares, soltando las descargas sobre roedores y pajarillos (uno por experimento, ya se imaginan), y luego el gran final, cuando era una persona la que tocaba la varilla y la descarga lo mandaba al suelo. ¡Ah, pero ésa no era la única manera de descargar la varilla! En 1747, tocaron la varita con un cable de un puente sobre el Támesis y así se descargó. 

Por cierto, una de las cosas espectaculares de esa botella era que la descarga se producía con una chispa y un chasquido.

Pues bien, nuestro personaje descubrió que si la varita terminaba en punta, en vez de en una superficie redondeada, la descarga se producía sin chispa ni chasquido. Curiosamente, la chispa y el chasquido le recordaban al tipo... el rayo. ¿Acaso la Tierra y las nubes actuaban durante las tormentas como una gigantesca botella de Leiden, siendo el rayo el chispazo y el trueno el chasquido? Y si fuera así... Atan cabos, ¿verdad?

En 1752, el hombre conecta una cometa a una botella de Leiden y... carga la botella con la electricidad de las nubes. Primer dato, acaba de probar que las tormentas son fenómenos eléctricos. Y si las botellas se descargaban con una barra puntiaguda, podría ponerse una barra puntiaguda en el tejado de una casa y conectar la barra con la tierra mediante un cable. Así la carga no se acumularía hasta el punto de soltarse de golpe, que es lo que ocurre con el rayo.

En 1753 anuncia su invento, y los pararrayos se instalan en los tejados de Filadelfia, donde vivía. ¡Funcionaron! A partir de ahí, Boston, Nueva York, Europa,... el Hombre empieza a dominar a la Naturaleza.

El reconocimiento y pretigio que tuvo, incluso en vida, Benjamin Franklin, fue enorme. De hecho, es el único no-presidente americano (bueno, Hamilton también, pero éste fue el Alfonso Guerra de Washington y Jefferson, lo meto en el mismo saco) cuyo rostro aparece en los billetes normales de dólares. Nada menos que en el de mayor valor, el de cien dólares, concretamente:

(imagen obtenida en http://www.freedigitalphotos.net)
(Por si hay algún listillo: sí, existen billetes de mayor valor. Pero no circulan, son especiales.)

Aprovecho la ocasión para una reflexión adicional. Con Franklin inicia el Hombre el dominio de las fuerzas de la Naturaleza. La pregunta que me hago es: ¿qué más hemos conseguido? ¿Controlamos ya los terremotos, los volcanes o las lluvias torrenciales de los monzones? ¿Acaso los aludes de nieve o las riadas? ¿No se produce un incendio forestal si no queremos? Sabemos echar sal en las carreteras para las heladas y sabemos cuándo nos va a golpear un huracán - y más o menos con que fuerza nos va a dar-, pero... ¿eso es todo? 250 años después de Franklin, ¿no ha aparecido ningún otro como él que nos enseñe a dominar alguna otra fuerza impetuosa?

Se ve que no. No debe ser tan fácil, entonces. O a lo mejor es que nuestro método para sacar lo mejor de las personas no es el idóneo. O ambas cosas.

Ahora vuelva a fijarse en el decimoquinto hijo de un emigrante pobre, que dejó la escuela con 10 años.



No Soy Un Bastritboy - Juanshows


sábado, 9 de agosto de 2014

La prueba de la bayeta



El otro día compré en Mercadona. Un paquete de seis litros de leche desnatada costaba 3,54 euros; uno de leche semidesnatada costaba 3,60, y el de leche entera 3,66. No sé decirles el porqué de esta diferencia. En aquel momento pensé que a lo mejor las nuevas vacas transgénicas dan la leche sin nata, y ésta debe añadirse después. Esto explicaría porqué es más cara la leche cuanta más nata tiene.

Aunque luego pensé que quizás no era por eso, sino porque la leche desnatada... tiene más agua. Le añaden agua a la leche para desnatarla. Esta hipótesis, además, coincide con lo que opino al beberla.

Yo no soy muy listo. No sé qué razones hay para estas diferencias de precio. Pero me sonrío al considerar cuál de las dos opciones que he ofrecido tiene más posibilidades de ser la correcta. Caray, si yo fuera Mercadona, sólo por esto me lo pensaría.


Todas las personas se pueden dividir en dos categorías: los que, cuando pasan la bayeta por las encimeras de la cocina, frotan únicamente las partes visibles de las encimeras y los que no, los que van retirando los diversos cacharros y enseres que haya por allí, limpian el sitio que ocupaban y los recolocan. Ahora que nadie nos ve, ¿usted en qué grupo se incluiría?

Hay muchas razones para limpiar únicamente las partes visibles. Son las partes expuestas; en condiciones de limpieza habitual, las superficies bajo enseres diversos se habrán manchado muy poco. Además, no siendo accesibles esas superficies, tampoco importa su estado. Por supuesto, es más rápido limpiar sólo lo despejado, y no todos los días hay tiempo para una limpieza a fondo. También puede opinarse que humedecer con un paño una superficie que no va a estar ventilada no es higiénico... ¿He dicho ya que es más rápido? Pues me quedé corto, es mucho más rápido y más cómodo. Y la cocina queda limpia, de todas maneras. Cuando vuelva a hacerse uso de la encimera, la superficie estará limpia, ¿no?

Claro que sí. Pero todos sabemos que ésa no es la manera correcta de limpiar las encimeras.

¿Ha pensado usted alguna vez en esto? Y, sin embargo, en gran parte la manera de limpiar una encimera refleja cómo es usted en la vida. ¿Cómo hace usted las cosas normalmente? ¿Bien, a conciencia, o simplemente lo justo para cumplir el expediente, para dar el pego?


Este año he retrasado el inicio de mis vacaciones (el final nunca se retrasa). ¿Porqué? Pues por lo de siempre, porque tenía que entregar mi parte de un proyecto. En esta ocasión, el proyecto era de una fábrica completa. El cliente, huelga decirlo, era de esos que necesitan que presentes algo para que sepan qué es lo que no quieren, pero éste en concreto tenía el agravante de que tomar decisiones en firme creo que iba en contra de su religión; baste decir que incluso durante la impresión de los planos finales me pidieron cambios. Con estos parámetros, la fecha de entrega nos pilló a todos en cueros. Sí, retrasé el inicio de mis vacaciones,  pero lo peor ha sido que no he podido hacer un cálculo en condiciones. Quizá con dos meses más... El resultado es que he entregado algo que parece un proyecto de estructura. Estoy convencido de que cuando lo vea el cliente final, a) no mirará la parte de estructura a fondo, y b) introducirá cambios en la arquitectura o en el proceso y esos cambios me obligarán a recalcular. En ese momento daré el cambiazo donde lo necesite, y todo saldrá bien.

Pero me quedará, me queda, un regusto amargo. He entregado un trabajo mal hecho haciéndolo quedar como bien hecho. Entiéndase, esto es como lo de la bayeta. El trabajo mío, a simple vista, está bien. Da el pego, y para muchas cosas les sirve. Para saber cómo será, para decidir lo que quieran cambiar, para saber lo que costará y cómo ejcutarlo,... pero, como la bayeta, yo sé que no es así como tenía que hacerlo.

Los proyectos tienen muchas fases, muchos niveles de detalle. Desde el esbozo hasta los planos de taller hay toda una gradación; pero cada nivel cumple su función, y que no esté detallado al máximo no significa que un proyecto esté mal. La calidad no es el detalle, sino lo bien que se cumplen los requerimientos iniciales.  En este caso, en cambio, ni los planos son todo lo buenos que tenian que ser, por incompletos para el nivel de entrega en el que estaba, ni tengo todo calculado y comprobado, ni he preparado una medición en condiciones, ni una memoria, ni nada.

Y así estoy: he empezado mis vacaciones, pero tengo la mala conciencia de unos últimos malos días. Supongo que hay personas que estarían tan tranquilas en este caso. Yo, no.


Crosby Stills Nash and Young - Our House