Todas las personas pueden dividirse en categorías. Por ejemplo, las que han estado en Toledo, Ohio, y las que no. O las que miden más de dos metros y las que no. Cuando yo estudiaba la carrera de Ingeniero Superior (Industrial), intentábamos consolarnos sobre nuestra perra vida diciéndonos: "En el mundo están Dios, los Superiores y los demás hombres". Por supuesto, a nosotros esta clasificación nos gustaba más.
Con esta entrada, queda, por lo tanto, inaugurado este blog. Obviamente está escrito por un ingeniero, así que no es un blog normal. Es posible que, de toda la sociedad, los ingenieros sean las personas más raras, las menos personas incluso. Lo más parecido a una máquina, siempre pensando en el porqué, en el cómo, en el cuándo, en el cuánto y en exactamente qué. Racionalizando, enfrentándolo todo como un problema de matemáticas, e intentando buscar la solución que más se ajuste a los requerimientos con el máximo rendimiento. Sí, quizás suena un poco raro, pero todos los ingenieros entienden lo que quiero decir. El que busque poesía, arte de vanguardia o empatía, que siga buscando.
Otro aspecto a tener en cuenta es que dentro de lo que es la ingeniería, es posible que él más cuadriculado sea el calculista de estructuras. Sí, porque calcular la estructura de un edificio, de un puente, o de un silo de almacenamiento de grano es algo en lo que no tiene mucho que ver los sentimientos. Un ingeniero eléctrico, un ingeniero de fábrica, un ingeniero consultor, un ingeniero instalador de aire acondicionado, un ingeniero de montes,... todos tratan en mayor o menor medida con personas, y se esfuerzan en generar el máximo beneficio a personas. Sin embargo, el calculista de estructuras se enfrenta cada día simplemente con el reto de hacer la estructura más pequeña, más liviana, más barata. Su valor es en tanto consigue que la estructura tenga el menor valor, y cada cálculo es un problema de física y de matemáticas a resolver. Huelga decir que yo soy calculista.
Llegados a este punto, todos los calculistas y personas que conocen a alguno están de acuerdo conmigo. En general, somos raros, "especiales", que se diría, y llevamos gafas. Tenemos la cabeza llena de conocimientos inútiles, una cantidad enorme de ellos, asombramos, y sin embargo, salvo raras excepciones, tenemos una tremenda carencia de habilidades sociales.
No digo que calcular estructuras nos haya vuelto así. Pero la ingeniería es un campo muy amplio, en el que todos empezamos como generalistas, y poco a poco nos vamos encarrilando. Posiblemente los más campechanos, los más abiertos y comunicativos, se decanten como ingenieros comerciales o como consultores; otros se encaminan a las fábricas, y alguno aparece en la Fórmula Uno. Estadísticamente, los más raritos acabamos calculando estructuras.
Así que en este blog iré contando cosas; no todas de ingeniería, pero algunas sí. Por supuesto, algún día hablaré del cansancio del hormigón o de la fatiga de los metales, pero también espero tocar otros palos: hablar de delfines que distinguen a Bach o cómo comunicarnos con un extraterrestre, e incluso de las tiras de Mafalda. Eso sí, siempre desde la óptica de un ingeniero. Así que es posible que resulte pedante, complicado o aburrido. ¡Cielos! Eso significaría que el blog es tal cual yo! Bueno, no me importa si las personas normales no me entienden: tampoco yo entiendo las críticas de moda y desfiles.
Otra cosa. En adelante vertiré muchas opiniones; con intención, estarán más escoradas de lo que debieran; no se me tenga en cuenta. En realidad no soy tan extremista, pero ¿quién quiere leer una opinión que no tenga opinión o que no se salga de lo políticamente correcto?
Por último, ruego desde ahora que se me perdone; por la forma de lo que escribo, pues no soy versado en Lingüística ni dedicaré mucho tiempo a pulir mi estilo, y por el contenido de lo que digo, sea por pedante, por aburrido o por absolutamente sin importancia. Quién sabe, quizá el blog mejore con el tiempo cual vino.
Lo dicho. El próximo día explicaré porqué lo mejor que puede hacer un ingeniero es no ser ingeniero. Hasta entonces, un saludo.