miércoles, 6 de noviembre de 2024

Diferencias cien años después

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La primera república cayó en enero de 1874 de hecho, formalmente a finales de diciembre del 74; uno de los golpistas de enero, el general Serrano, gobierna en modo dictador hasta que hay un nuevo levantamiento el 29 de diciembre. Alfonso XII vuelve y empieza su reinado en mayo. En 1876 se promulga una nueva constitución que estará en vigor muchos años. Este periodo del siglo XIX se conoce como La Restauración.

Los líderes políticos del momento son Antonio Cánovas del Castillo, de derechas, y Mateo Sagasta, de izquierdas. El partido del primero se llamaba Unión Liberal, y el del segundo tuvo varios nombres. El sistema político que establecieron era bipartidista y basado en "el turno": los dos partidos se turnaban en el poder. Eso del turno funcionaba, más o menos, así:

- Gobierna el partido A.

- Hay una crisis que el partido A no gestiona bien. Descontento popular.

- El partido A dimite del gobierno y cede los trastos al partido B.

Si la crisis es muy fuerte, se convocaban elecciones. El partido A no presentaba candidatos en ciertas circunscripciones, las elecciones las ganaba el partido B y se aplicaba el turno. Generalmente, gobernaba Cánovas. 

En 1897 Cánovas es asesinado por un anarquista; Sagasta muere en 1903. Desaparecidos los dos grandes políticos, el gran sucesor de Cánovas en la Unión Liberal será Antonio Maura, y en la izquierda varios nombres: sobre todos, Moret (muere en 1912) y Canalejas (asesinado en 1912 por otro anarquista). Otro político importante de derechas fue Eduardo Dato, asesinado en marzo de 1921. Huelga decir que por anarquistas, se ve que esa gente tiene mal perder.

En julio de 1921 sucede el Desastre de Annual. Moret muerto, Dato muerto, Canalejas muerto,... sólo queda Maura, pero éste es ya mayor, está de vuelta de todo y totalmente desengañado de la política: de hecho, está peleado con la Unión Liberal y ha fundado su propio partido. Veinte años antes se habría superado; en ese momento, España carecía de las herramientas necesarias para hacerlo.

Hay que pensar en el Desastre de Annual como una DANA: se veía venir, tenía que ocurrir, pero nadie hacía nada. Y cuando ocurre la catástrofe, la clase política saca a relucir sus cualidades ocultas y gestiona el asunto con una incompetencia indescriptible.

Para entender Annual, hay que entender el Protectorado. Como todo el mundo sabe, las potencias europeas se repartieron África y los países potentes establecieron las colonias. Pero no todo el continente quedó en régimen de colonia: existían "territorios" que podían llamarse países, ya establecidos, solo que esos países eran, a los ojos de los europeos, estados fallidos. Por ejemplo, Marruecos: con un rey (sultán), pero con un derecho de propiedad sujeto al capricho de los gobernantes, con libertades y garantías individuales siendo conceptos desconocidos, con un corpus jurídico lamentable y sobre todo con un poder del soberano en el territorio apenas formal, ya que cada tribu hacía lo que le daba la gana y la palabra del sultán, fuera de su capital, no valía nada. Pues bien, Europa, en su tremenda sabiduría y bondad, decidió que lo que había que hacer era "acompañar" a esos países en su tránsito a un nivel decente. Ese "acompañamiento" era el régimen de protectorado, porque el país europeo "protegía" al país en la transición. No hacía falta explicitar, claro está, que los costes de esta protección iban a cuenta del país protegido, siendo el país protector el que tenía que conseguir el "pago" como estimase (por ejemplo, explotando los recursos mineros que tuviera el país protegido). En el caso de Marruecos, Francia se otorgó la parte del león y dejó a España la costa desde Larache hasta las Chafarinas.

El protectorado empezó en 1912, y digamos que no salió bien. Seguramente hubo muchos que se lucraron, pero para España como país fue un pozo sin fondo económico y un coste de vidas humanas (militares y soldados haciendo la mili) tremendo, inasumible. Hasta el punto de que España se dividió en dos bandos: los que propugnaban que había que seguir en Marruecos (¡no vamos a reconocer que no hemos sabido!), pero haciendo las cosas bien, y los que propugnaban que mejor dejarlo correr y que se apañen los marroquíes con su cuscús. ¿Y los militares? Pues más o menos lo mismo, pero aquí la cosa tiene mucha más importancia. Los militares profesionales se dividieron en dos bandos: africanistas y junteros. Los africanistas , además de estar a favor de cumplir la misión encomendada a España, opinaban que los méritos de guerra debían contar para la carrera militar (Franco, un militar excepcional en el combate, alcanzó así el generalato, siendo el general más joven de Europa desde Napoleón). Los junteros opinaban todo lo contrario: que lo que debía contar para los ascensos era la antigüedad en el escalafón, no los méritos en combate. Los junteros, no hay que decirlo, eran militares que se negaban a ir a África, estaban muy bien en sus cuarteles en Barcelona, Madrid o Bilbao. Eran, sobre todo, oficiales y jefes, no generales. Y tenían mucha fuerza, porque eran los oficiales y jefes de los cuarteles de Madrid, Barcelona, Bilbao,... Eran una especie de sindicato que tenía la fuerza necesaria para imponer sus deseos, por lo que sus amenazas tenían un peso enorme y era un grupo al que la clase política debía tener contenta si querían sobrevivir (físicamente, incluso). Pero si el Gobierno cedía ante los junteros y no premiaba los méritos de guerra, hasta ellos entendían que no habría militares que estuvieran dispuestos a ir a Marruecos.

El protectorado de Marruecos se basó en que los políticos daban órdenes "sociales" a los militares, y éstos las cumplían. La tesis es que había que ir pacificando las tribus, con dinero (español) y prebendas varias a cambio de un compromiso de reconocer al sultán, y poco a poco el trato iría civilizando a esas tribus. Los militares fueron, así, ampliando el territorio en el que podían moverse. Esos territorios eran dos, uno al oeste, con base en Ceuta, y otro al este con base en Melilla; el objetivo era unirlos. Para ello era clave la zona de Alhucemas, donde mandaba Abd-el-Krim. El plan español era controlar las tribus que rodeaban esa zona, pero en julio de 1921 la línea de control estaba demasiado estirada y una emboscada la cortó. No sería un drama en sí, pero resulta que la vanguardia de dicha línea quedó aislada y fue masacrada o hecha prisionera (por cierto, que los prisioneros fueron tratados como si los captores fueran rusos). Más aún, España gestionó tan mal la derrota que las tribus "ganadas" se "perdieron" y cayó todo el territorio protegido desde Melilla. La misma ciudad fue asediada. Ahí el Ejército dijo basta al control político que sufría, y consiguió salvar la ciudad (gran mérito de otro militar célebre: Sanjurjo). Es decir, no es sólo que se hubieran dilapidado millones en Marruecos y que hubieran muerto miles de mozos, es que estuvo a punto de perderse Melilla. Y añadamos a esto que el Ejército consumía gran parte del presupuesto nacional (dicho de otra forma: gran parte de los impuestos era para pagar a los militares, a los que querían estar tocándose el laurel en los cuarteles de la península y a los que se estaban partiendo el careto en África pocos ciudadanos sabían porqué). 

Parecida división había también en el Gobierno, entre pro-africanos y aislacionistas, con el agravante de que eran conscientes de la parte económica y del peso de los emprésitos que España había ido pidiendo para pagar al Ejército. No entraré en que hubiera políticos que, por lo particular, se estuvieran lucrando por comisiones o participaciones de los diversos negocios que ciertas empresas estaban haciendo en Marruecos, dejémoslo en que los había.

Pues bien, en 1921 la clase gobernante no tenía ya la talla de sus antecesores. Se llegó incluso a llamar al viejo Maura, que aguantó siete meses antes de decidir que estaba hasta las narices de todos ellos, pero es que además había ocurrido algo que cambiaba la situación frente al bipartidismo de la Restauración. Ese algo era que habían aparecido nuevos partidos políticos. Algunos, escisiones de los partidos principales. Otros, de nuevo cuño, por ejemplo el PSOE y los partidos nacionalistas. 

Los partidos nacionalistas se dividían en moderados y exaltados. Los exaltados no hace falta describirlos, los moderados eran como los nacionalistas ahora: venden cada voto al mejor postor y todo les estaba bien mientras hubiera beneficio para lo suyo.

Y el PSOE, Besteiro, Giner de los Ríos, Largo, Prieto... éstos eran como el Podemos de sus mejores tiempos. Tal cual.

El caso es que con tantos partidos ninguno de los grandes tenía mayoría por sí solo y necesitaba coaligarse con partidos menores, muchos de ellos escisiones de ellos mismos por paradójico que resulte. 

Los dos años siguientes a Annual fueron una lucha entre políticos, entre militares y entre militares y políticos. Porque los diputados populistas exigieron que se depuraran responsabilidades, y los militares decían que ellos eran unos mandados de los políticos y que si había que depurar responsabilidades había que pedírselas a los políticos, y los políticos que estaban entonces en el gobierno decían que si se pedían responsabilidades no tendrían que ser por la gestión del desastre sino por el protectorado en su conjunto (es decir, remontándose a 1912), y el PSOE insistiendo en que las responsabilidades tenían que llegar hasta el final (es decir, hasta el Rey, que al igual que ahora era el jefe nominal del Ejército) y caiga quien caiga (es decir, que caiga el Rey). Y, por el otro lado, había que rescatar a los prisioneros que tenía Abd-el-Krim. Rescate económico, no misión de rescate como en una película de Hollywood. Baste decir que tal vez no haya suceso más vergonzante en la historia de España (no sólo el qué sino también el cómo se llevó a cabo).

Los políticos iban dimitiendo y les sucedían otros políticos, pero cada vez eran peores. Ya no surgían Cánovas ni Sagastas, ni siquiera Datos o Canalejas. Aun así, tenían una cosa envidiable: dimitían. Si algo que era responsabilidad de ellos salía mal, aunque no tuvieran la culpa directa dimitían. Si se sentían desautorizados (un mal gesto o un mal entedimiento de algún discurso de Alfonso XIII llegaba a bastar), no se agarraban al cargo. Que lo intentara otro, caray. El pobre Alfonso se las veía y deseaba para que políticos aceptaran gobernar.

Excepto uno. Santiago Alba, jefe de uno de los partidos de izquierda. Alba, como su partido era necesario para la formación de la coalición gubernamental, era un ministro poderoso. Se quedó Estado, pero controlaba también otras carteras y además Marruecos. Alba era antimilitar.

En el verano de 1923 la situación general se fue deteriorando cada vez más. Un rumor de un golpe por los militares junteros quedó desarbolado apenas empezó (gracias a un bofetón al general golpista, pero ésa es otra historia), y los africanistas estaban pidiendo a cierto militar no adscrito a ningún bloque que tomara cartas en el asunto. Ese militar era Miguel Primo de Rivera, y ya lo creo que las tomó. Clara y públicamente, al presidente del gobierno, al rey, a los periodistas que le escucharan, a todo el mundo, pidió la dimisión de Alba so pena de que si no dimitía el Ejército no lo aguantaría más y se pronunciaría. El Gobierno entendía las quejas de los militares y los ministros afectados dimitían uno tras otro, menos Alba. Hasta que Primo de Rivera se alzó y se puso en marcha la rebelión. Ésta empezó en Barcelona y Zaragoza, y Alba, que estaba en San Sebastián como ministro de jornada de Alfonso XIII, se aviene a dimitir. Pero ya era tarde, porque en Madrid estaba también girando la legalidad y el gobierno al que pertenecía Alba no tenía ningún poder. De hecho, los políticos - de acuerdo con Primo- sólo esperaban que Alfonso XIII volviera de San Sebastián (fuertes lluvias obligaron a aplazar un par de días el viaje) para presentarle la dimisión de todos ellos, y Primo llegaría en ese momento a Madrid para recibir el encargo del Rey de gobernar momentáneamente hasta que la cosa se aclarase. Primo se tomó su tiempo en aclararla, o más bien no la aclaró como habría deseado el Rey, porque gobernó como dictador todopoderoso más de 6 años (murió al mes de dejarlo).

Tras Primo, las primeras elecciones fueron en 1931. Los políticos que se presentaban ya no tenían la categoría de los de 30 años antes, ni de 10 años antes.Y vino la Segunda República. Con la segunda república los políticos gobernantes fueron aún peores que los de Alfonso XIII, y la situación degeneró. Hasta el punto de estallar la guerra civil. Y Franco quedó convencido de que con los políticos no había que ir ni a heredar.

Tras la muerte de Franco surgieron nuevos políticos en España. Hubo de todo, pero en general podemos decir que fue una buena clase. Que, por cierto, también dimitía. Veinte años después el nivel era peor pero aún le daríamos un aprobado. Luego llegó Zapatero y trajo la incompetencia y la nulidad como mérito fundamental, y en los tiempos actuales tenemos a Pedro Sánchez.

Entre el levantamiento de Martínez Campos y el de Franco pasaron 60 años, durante los cuales la clase política no paró de degenerar. Llevamos casi 50 años de la muerte de Franco, y también atestiguamos esta degeneración. Con todo, prefiero los políticos de 1923 a los de ahora. Aquellos, al menos, tenían dignidad personal.




Karl Jenkins - The armed man: a mass for peace (Benedictus)