https://www.youtube.com/watch?v=U4yH4B9deok
Ésta es la entrada número mil de este blog. No me había dado cuenta, y ya tenía varias entradas programadas; pero tres minutos antes de que se publicase la que entonces sería la 1000 me entró la curiosidad por saber cuántas llevaba. Digamos que esa entrada programada no merecía la significación que conlleva ser la milésima.
Sé que debo escribir algo al respecto, pero no tenía nada preparado. No había pensado sobre el tema. Ayer, recuerdo, estuve pensando sobre el futuro de lo que se escribe en internet. Este blog, por ejemplo. Es gracias a un servicio gratuito de Google, pero si un día dejo de escribir... ¿se mantendrá? ¿Conservará Google las páginas escritas por tiempo ilimitado? Supongo que no, supongo que al cabo de 5, 10 ó 20 años de estar un blog sin actividad lo cerrarán. Como las cuentas de correo que no se usan y esas cosas. Quizás cuando adviertan que nadie ha accedido a leer alguna de las páginas escritas en años, tal vez. Pero llegará un momento en que se cerrará y no será accesible. Para entonces no le importará a nadie, pero es que en realidad tampoco sería importante si desapareciera ahora: el blog no aporta nada a nadie, fuera de que me guste escribirlo. Albergo la esperanza de que mis hijos y nietos quieran leerlo para saber más de mí, pero dado el nulo interés que hasta la fecha han demostrado, es una esperanza muy pequeñita. ¿Me echaréis de menos cuando yo no esté, cabrones? Por si acaso, registro en este blog lo que pienso, lo que me interesa y la música que me gusta. Saberlo o no es ya cosa de ellos, yo más no voy a hacer.
Volviendo al tema del borrado en internet, tampoco hay que echarse las manos a la cabeza: ha ocurrido desde que se inventó la escritura. Tal vez el primero que escribió un contrato de compraventa, un edicto o una efemérides pensaría que al hacerlo se conservaría ese recuerdo hasta el fin de los tiempos, pero hace mucho que la humanidad descubrió que no. Muy poco se conserva de la infinidad de cosas que se han escrito, una fracción ridícula. ¿Por qué iba a ser diferente en nuestro tiempo? Claro que las cosas en internet ocupan espacio y requieren energía, y cuando el escrito no interese a nadie ese espacio y esa energía multiplicarán su valor. Ocurre como con las fotos. Cuando nadie reconoce a nadie de una foto, cuando el nombre de los que aparecen no dice nada, si la fotografía no tiene un valor estético inusual, esa fotografía va a la basura. Los libros en papel acaban también allí, no nos engañemos: pocos se quedan la biblioteca de sus mayores, y apenas alguno acaba intentando venderla al peso. Lo mismo ocurrirá con las cosas digitales. Un día alguien cogerá un disco duro "antiguo", que resulta que tiene cien mil fotos de ya nadie recuerda qué persona, y decidirá que adiós al disco duro. Puede que incluso el que tire el almacenador sea la misma persona que hizo las fotos: pasados suficientes años, casi todas las fotos dejan de interesarnos. Sic transit gloria mundi, dijo un clásico, y nihil novum sub sole se escribió en el Eclesiastés, así que no nos hagamos ilusiones.
Con todo, mil entradas son muchas entradas. La gran mayoría son lo que esperaríamos que nos contara nuestro cuñado; muchas, también, de un ingeniero obsoleto, de un carrozón y también prueba fehaciente de que no se debería dejar escribir en internet a cualquiera, pero no todos tenemos que estar dotados para esto, no pasa nada: basta con dejar de leer lo que no gusta. De todas maneras, intentaré en los próximos días recordar 10 entradas que me haya gustado publicarlas, que quiera recomendar que se leyeran de nuevo. Si encuentro 10, publicaré esa lista.
Por lo demás, reitero mi incitación a todos ustedes a que creen también sus blogs, piensen que vayan a ser buenos o malos. No se pongan el listón muy alto, y ya verán como lo disfrutan.
Paul Dukas - El aprendiz de brujo