domingo, 14 de agosto de 2022

Mis versículos favoritos XIII: la teoría del caos

https://www.youtube.com/watch?v=AXywYpUs83M 

 

 

Una mariposa bate sus alas en el Amazonas y se produce un huracán en Nueva York. Se llama Teoría del caos. Teoría que, por cierto, se debe al escritor de ciencia ficción (me encanta la ciencia ficción) Ray Bradbury, pues en uno de sus relatos un hombre pisa accidentalmente una mariposa y aquello termina deparando lo inimaginable.

Si usted tiene un vaso con agua y gira 180° la mano que sostiene el vaso, tendrá sólo un vaso boca abajo: el agua se habrá derramado y estará por el suelo. Esto es el universo newtoniano, el que percibimos: toda causa tiene un efecto, todo efecto tiene una causa. Si usted gira el vaso, el agua se derrama; el agua se derrama porque usted gira el vaso. Para la vida cotidiana funciona bastante bien. Pero ¿qué ocurre si nos salimos de los vasos con agua? La vida es más complicada de lo que parece, y darle una patada a un balón no significa que se marque un gol: influyen miles de factores, esos factores a su vez están influidos por otros miles, y así sucesivamente. En el perfecto mundo newtoniano, podemos predecir la trayectoria de un planeta y creemos que de una bala, pero no: de hecho, lo habitual es fallar el tiro. Con el planeta podemos, porque son muy pocos los factores que afectan (y la precisión de nuestro vaticinio), pero una bala, fuera del papel, en un mundo real...

Lo que la teoría del caos viene a decir es que la realidad es demasiado compleja para que controlemos la relación causa-efecto de muchas cosas. Como un huracán en Nueva York, por ejemplo.

O, en otras palabras, que somos seres insignificantes que no podemos controlar el mundo que nos rodea. Ni podemos evitar el huracán en Nueva York, ni sabemos porqué es en Nueva York y no en Baltimore. ¿De verdad el aleteo de una mariposa puede cambiar las cosas? No tenemos ni repajolera idea, y lo disimulamos diciendo que influyen muchos factores.

Esto, como se imaginarán, lo expresaba muy bien la Biblia. En uno de mis libros favoritos, por cierto: el casi herético Libro de Job.

Recordemos los antecedentes: Job, hombre bueno, sufre de pronto todos los males: se arruina, sus hijos mueren, su mujer le abandona, sufre una enfermedad (¿un cáncer de piel?) terrible, sus amigos y la comunidad le dan la espalda y le vilipendian,... Para los judíos de la época, estaba claro: Dios estaba castigando a Job, que sin duda había sido increíblemente malvado. Job debía, por tanto, arrepentirse de sus crímenes, confesarlos y pedir clemencia, y su obcecación en negar su culpabilidad no era sino otro delito a añadir a la lista (por lo que suponía negar el correcto juicio de Dios). Para la mujer, lo que tenía que hacer Job era maldecir de una vez a ese Dios que tan cruel estaba siendo con él y morirse. Pero Job ni maldecía a Dios ni admitía que él hubiera hecho algo malo.

Al final, Job hace lo que cualquiera de nosotros habría hecho desde el principio: "¿por qué a mí, Señor? ¿Qué he hecho yo para merecerme esto?".

Y, de pronto, Dios le responde.

Esa respuesta ha sido siempre, para mí, incomprensible. Y del todo insatisfactoria, porque no veía cómo eso respondía a la pregunta que todos nos hacemos: ¿porqué sufre el hombre justo?

Con los años (muchos), y tras meditarlo mucho, alcancé a entenderla (creo). No es éste el momento en el que la explique (y además creo que ya lo he hecho en anteriores entradas de esta serie), pero lo interesante ahora es que, si nos damos cuenta, cuando Dios intenta hacer entender a Job su incapacidad para saber las cosas que están más allá de lo que él puede llegar a saber no hace sino formular la teoría del caos:

"... ¿Has llegado hasta la fuente de los mares? ¿Has pisado en las honduras del abismo? ¿Te han mostrado las puertas de la muerte? ¿Has visto los umbrales de las sombras? ¿Has abarcado la anchura de la tierra? Habla, si es que lo sabes todo. ¿Sabes dónde habita la luz, y cuál es la mansión de las tinieblas, para que puedas llevarlas a su sitio y enseñarles el camino de su casa? Lo sabrás, pues tienes tantos años que para entonces ya habrías nacido. ¿Has llegado hasta los depósitos de la nieve? ¿Has visitado los graneros de granizo que yo guardo para el tiempo de desgracia, para el día de la batalla y del combate? ¿Por dónde se difunde la luz, por dónde se expande el viento solano? ¿Quién prepara cauces al aguacero y señala camino a la tormenta, para traer la lluvia a tierras despobladas, a lugares desérticos e inhóspitos, para regar los desiertos desolados y hacer brotar hierba verde en las estepas? ¿Tiene padre la lluvia? ¿Quién engendra las gotas de rocío? ¿De qué seno procede el hielo? ¿Quién da a luz la escarcha del cielo, cuando las aguas se endurecen como piedras y congelan la superficie del mar?..."

(Job 38, 16-30)

Causa sonrisa leer las grandes incógnitas que se planteaban los antiguos, qué conceptos creían que estaban más allá de lo que podrían llegar a saber. Pero al menos eran conscientes de su insignificancia.

 

 

 

F. Mendelssohn - Laß, o Herr, mich Hülfe funden (op. 96 c. 1)