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La ley de la oferta y la demanda es la base de nuestro sistema económico. Consiste, en síntesis, en que el precio de un artículo es acordado entre comprador y vendedor. Aunar un principio tan sencillo con la naturaleza humana tiene como consecuencia que si hay mucha más gente de la que quiere algo que la que lo ofrece el precio de ese algo sube, y en caso contrario baja.
Al principio de su carrera, no recuerdo si 1985 o 1986, Michael Jordan se lesionó y se perdió lo que quedaba de temporada. Cuando se recuperó ya no había partidos, pero él estaba ansioso por volver a practicar su deporte favorito, así que se dedicó a partidillos callejeros y pachangas varias. Los técnicos de su equipo pusieron el grito en el cielo porque podía volver a lesionarse y no querían correr ese riesgo. Jordan, en cambio, quería jugar porque quería jugar. Entonces le pusieron un ejemplo para intentar razonar con él: si le doliera la cabeza y tuviera un frasco con 100 pastillas pero 10 de esas pastillas le causaran la muerte, ¿tomaría una pastilla? Y Jordan contestó: "depende de lo que me doliera la cabeza".
Los feos salen con quienes pueden y los guapos con quienes quieren. Ahora bien, a veces ocurre que los feos se quedan sin salir porque no pueden con quien quieren, y los guapos también: ambos esperan algo mejor, y no hay trato.
Y es que la ley de la oferta y la demanda tiene, en última instancia, una idea adicional: todo depende de lo necesitado que esté el comprador o el vendedor. Los bocadillos en las áreas de servicio de las autopistas de peaje son carísimos y una birria. La mayoría de los que circulan no están dispuestos a pagar lo que piden por ellos, y no los compran. Pero siempre están los que tienen demasiada hambre y aceptan. Aparte, claro, de la gente que su problema económico es cómo gastar tanto dinero como tienen, pero esa gente está fuera de mi lógica. Lo curioso es que las concesionarias no bajan los precios ni mejoran la calidad de sus bocadillos; si lo hicieran seguramente venderían más, pero no lo hacen. ¿Por qué? Sin duda, porque no lo necesitan. Bien, allá ellos.
Por donde yo vivo hay muchos locales vacíos. Muchos de ellos llevan mucho tiempo vacíos. Años. Algunos, décadas. ¿Por qué no se alquilan? Es obvio que por el precio: el casero pide más dinero de lo que el comerciante está dispuesto a pagar por ese local concreto. Como la oferta de locales supera a la demanda, el comerciante desdeña el local caro y elige otro con un precio más justo.
Sin ir más lejos, este verano cerraron la farmacia y la verdulería. Los dos negocios eran los dos locales de un mismo edificio, luego está claro que el propietario de los locales (y casi seguro que de casi todo el edificio) les subió el alquiler más de lo que podían asumir. La farmacia encontró otro local en la misma manzana, a 50 m; la verdulería cerró y no ha vuelto a abrir. Los dos locales siguen vacíos.
Es algo que a mí me da muchísima rabia. Porque he conocido al comerciante que estaba antes, y en la mayoría de los casos el coste del alquiler es un factor principal en la decisión del cierre. El comerciante llega a aceptar que casi todo lo que gane se lo lleve el casero, pero cuando el casero empieza incluso a comerse el patrimonio del comerciante, el comerciante lo deja. ¿Le rebaja el precio el casero? Normalmente, no. Y el comerciante cierra. Hasta aquí, es casi ley de vida, qué le vamos a hacer.
Pero entonces el casero se queda con el local vacío. Si está vacío 2 meses, puede decirse que le ha salido bien la jugada, ha encontrado otro panoli que le pague lo que pide. Pero cuando un local lleva 12 años cerrado, uno se pregunta si el casero prefiere tener el local vacío a tenerlo durante años rindiéndole algo, menos de lo que querría pero algo a fin de cuentas. Yo no soy casero porque no tengo nada, ni una triste plaza de garaje, pero si lo fuera me inclinaría por la segunda opción: prefiero alquilar una plaza de coche por 50 € al mes antes que tenerla vacía 10 años esperando que alguien me pague 100.
Entonces ¿por qué están vacíos? Lo único que se me ocurre es que el casero no necesita el dinero de ese alquiler. Puede esperar, y decide esperar. Los años que hagan falta. No tiene ninguna necesidad.
Por eso me da rabia. Porque al ser tan rico el casero ha expulsado al comerciante pobre (o al pobre ingeniero que le alquilaba la plaza de garaje). Como no necesitaba el dinero, igual le daba cobrar 100 que 50, pero no quiso bajar. Ha sido su riqueza, sumada a su inmisericordia, lo que le ha impedido ajustar el precio a lo que sus inquilinos podían pagar. Y el comerciante, una vez arruinado por la avaricia del casero, es el que sale perdiendo.
Los locales vacíos tanto tiempo son para mí una exhibición pública de lo cochinamente ricos que deben ser sus propietarios y su inmoral inmisericordia.
Pero hay más. Hay un efecto perverso de esa avaricia. Si los locales de la zona tienen un precio excesivo, pongamos que piden 100, el que pida 80 encontrará quien le compre. Es posible que el de 80 se hubiera conformado con pedir 40, pero si los locales de al lado pedían 100 ¿para qué bajar tanto? Esta inmoralidad también debe apuntarse en el debe de los caseros desalmados.
A mí hay gente que no me da ninguna pena cuando leo o escucho que les ha pasado tal o cual desgracia. En esta historia creo que ya se habrán dado cuenta de quiénes son cada uno.
Elton John - I'm still standing