Reconozco que llevo unos días burlándome de las cosas que votaron los estadounidenses aprovechando la convocatoria de las presidenciales en noviembre. Pero que conste: sólo me burlaba de algunas cosas, y además lo hacía para ocultar una carencia mía. Nuestra.
Tomemos por ejemplo mi querida Iowa. En Iowa una de las cosas que votaron era si convocaban una convención constitucional.
Las constituciones de los estados americanos se pueden reformar de tres maneras: con enmiendas, con enmiendas a las enmiendas y con convenciones constitucionales. Una convención constitucional es reunir a un grupo de personas (¡no a políticos!) para que exploren posibles cambios y mejoras en la constitución. Ni siquiera se les pide una constitución nueva; quizás baste con enmiendas nuevas, o con enmiendas a las enmiendas.
Y no es tan extraño, allí. La última constitución de Iowa es de 1857, pero cada 10 años se plantean la opción de una convención constitucional; esto también lo hacen en Alaska, Hawai, New Hampshire y Rhode Island, mientras que otros estados se hacen la pregunta cada 20 años y Michigan cada 16 (le toca en 2026, por cierto).
Una cosa más: lo normal es que no se apruebe la convocatoria de la convención (en esta ocasión la rechazó el 70% de los votantes), la última vez fue en 1996 en Hawai, pero resultó que hubo tantos votos en blanco que los jueces decidieron que el sí no tenía mayoría real. Así que desde 1984 (Rhode Island) no salen adelante estas propuestas.
Pero no se trata de eso. Al contrario. Se trata de eso, en realidad. Se trata de que allí se consultan las cosas. Se votan. Y se respeta lo votado. Las convenciones estatales las podríamos comparar con nuestros estatutos de autonomía, y recuerdo bien cuando se cambió el de Cataluña. Nadie lo quería, pero Maragall (PSC/PSOE) sacó la historia para darle caña al PP, entonces en el gobierno, y de paso parecer más catalán que Pujol. Zapatero, todo chulo, prometió que si era presidente aceptaría lo que propusiera el parlamento catalán; era un brindis al sol, pero el 11-M lo cambió todo y de golpe y porrazo se encontró presidente del gobierno... y esclavo de sus palabras. Y ¡ah! ERC y CiU se lanzaron como lobos a poner en brete esta vez no al PP como quería Maragall sino al PSOE. ¡Vaya bodrio legal salió! Ya lo he comentado en más de una ocasión, por ejemplo en esta entrada sobre el contraste de metales, aquello era un sinsentido. Que a los ciudadanos nos importaba un bledo: montaron un referéndum de aprobación, y apenas lo votó nadie (y menos aún lo había debatido o siquiera leído). Ya saben que en España se vota contra alguien, y se aprovechó la ocasión. En fin, luego pasó lo que pasó y...
El caso es que recuerdo que se nos consultó lo de la OTAN, y no recuerdo más referendos.
En los EE.UU., en cambio, se votan muchísimas cosas. Generalmente presupuestarias: cambios en los impuestos, nuevas partidas presupuestarias para fines varios, cosas así. Pero también cosas raras, como he estado resaltando estos días. Y cosas importantes, como derechos de los detenidos. Es igual, lo importante es que se vota. Y cómo se vota. Se dan argumentos oficiales a favor y en contra, con nombres y apellidos de los que los sostienen. Se muestra el dinero de la campaña, todo en general. Aquí, en Cataluña, jamás nos consultarán sobre la inmersión lingüistica, el monolinguismo administrativo o lo que hace TV3. Allí sería impensable no hacerlo.
Son maneras distintas de entender la democracia. Allí cada electo tiene que ganar su puesto en una elección personal, enfrentado a rivales directos, tú o yo. Aquí, como ganaron los tuyos ya tienes el puesto: la elección la gana tu jefe. Una única votación cada 4 años sirve para asignar todo, absolutamente todo, y hasta el último gerente de una empresa de limpieza de calles depende de las elecciones a presidente del gobierno, que eso en realidad es lo que llamamos elecciones al Congreso y al Senado. O a presidente de la comunidad autónoma. Y luego los cargos harán lo que les dé la gana sin dar explicaciones. Esto es a lo que nosotros llamamos democracia, y nos irrita que ellos se autoproclamen "mundo libre". ¿Libres, nosotros? ¡Qué sabemos nosotros lo que es la verdadera libertad!