A veces, paramos un momento y somos conscientes de lo rápido que avanzan las cosas. Tan rápido, que no somos capaces de seguir el ritmo y nos quedamos atrás. Como los del pleistoceno.
Es entonces cuando nos damos cuenta que quizá nosotros también somos ingenieros del pleistoceno.
Estaba en la cubierta de un edificio, sin arnés y más allá de la línea de vida. Claramente transgredía todas las normas de seguridad (y eso que llevaba casco).