domingo, 19 de marzo de 2017

La libertad religiosa



Uno de los orígenes de los males de España es nuestra escasa formación en Humanidades. Las Ciencias son necesarias para conocer (comprender) la Naturaleza (la Realidad), y está muy bien tener una sólida formación científica, pero creo que nuestra sociedad, deslumbrada por los avances técnicos y obsesionada por los puestos de trabajo, pone un interés excesivo en enseñar ciencias; mientras, las humanidades languidecen entre el desprestigio y el desinterés. ¿Qué beneficio aporta el conocimiento del latín, la historia del arte o la Literatura, en estos tiempos?

Y así nos va. Somos carne de populismos, porque son las Humanidades las que nos enseñan a pensar (a razonar). Son las humanidades las que nos enseñan la moral y la ética, la lógica y el pensamiento estructurado; a juzgar, y a criticar. ¿Qué es lo que han estudiado los más grandes pensadores? Pues eso. Al dejarlas de lado, nos convertimos en brutos. Con grandes conocimientos técnicos, puede que sí, pero hombres menos desarrollados, ésa es la verdad. Por eso defiendo que en la escuela deben centrarse más en las asignaturas humanas y menos en las científicas, dejando éstas para cuando el alumno está más desarrollado y puede asimilarlas. En fin...

Uno de los asuntos en los que tenemos un déficit clamoroso es en el concepto de "libertad religiosa". Nuestra constitución, al respecto, dice lo siguiente:

Artículo 16. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.(artº 16.1, Constitución española)
Con un enunciado tan simple y en un artículo tan al principio, puedo comprender que tengamos conceptuada la libertad de religión como un principio sacrosanto (es decir, que reúne las cualidades de sagrado y santo; vamos, que está por encima de todo). Quiero decir, que hay muchos entre nosotros que consideran que cualquiera puede profesar la religión que guste, siempre que no altere el orden público protegido por la ley. ¿Qué significa esta limitación? 

Bueno, en primera instancia imagine que es usted moloquita. Usted, claro, tiene una formación con numerosas lagunas porque en su infancia no leyó Alix, y tampoco subsanó su carencia en su mocedad, por lo que me temo que no sabe qué es un moloquita. Un moloquita, se lo diré, es un adorador de Moloch Baal. 

By Charles Foster [Public domain], via Wikimedia Commons

La adoración a Moloch Baal fue bastante popular en su tiempo, pero tenía un problema: para calmar las ansias de su dios, Baal, lo más habitual eran los sacrificios. Humanos. De niños, en general, y de bebés con preferencia. Los romanos, gente práctica que admitía la libertad religiosa en su seno, hicieron una excepción con esta religión y no fue tolerada, sino perseguida hasta su extinción; favor que nos hicieron.

Pero bueno, imaginemos que usted pretende ser un moloquita hoy. No tendría muchos problemas, salvo por los sacrificios humanos, y creo que entiende porqué. 

Así que la libertad religiosa no es, en realidad, un principio sacrosanto. Tiene límites y, diga el redactado de la constitución lo que diga, el límite es que las prácticas han de ser tolerables por nosotros, los demás.

La constitución española se fraguó en un tiempo idílico en comparación con lo que tenemos ahora: las derechas y las izquierdas, incluyendo a los comunistas, colaborando juntas en pro de un resultado que sea aceptable por todos. Nadie se movió por intereses electorales, nadie quiso lavar afrentas de un pasado en aquel momento no tan remoto (de hecho, un pasado vivido por casi todos los protagonistas), nadie descartaba al otro "por principios y desde el principio", y cada uno creía que representaba al conjunto de los españoles (en el caso de los nacionalistas, buscando una convivencia, al menos). Sí, al final resulta que los educados en el franquismo y los que lo vivieron de principio a fin fueron más demócratas y entendían mejor lo que es la democracia que los que tenemos ahora, que no han conocido otra cosa.

Pero, por paradisíaco que parezca, la Transición estuvo a años luz del nivel que alcanzó la forja de la constitución estadounidense; ya conté en otro artículo que sus "padres fundadores" invirtieron muchos esfuerzos en explicar todos los artículos (era muy corta), hasta el punto de que doscientos años después sigue quedando claro el espíritu de su constituciòn y sigue siendo tan válida que nadie se plantea cambiarla. Nuestros sabios, triste es reconocerlo, no hicieron la pedagogía necesaria y mucha gente votó sin comprender realmente el texto; la gran mayoría, sin más, se fiaba de lo que decían Suárez, Fraga, Gonzalez y cía. ¡Qué le vamos a hacer!

Volviendo a la libertad religiosa, hemos de entender cómo era España en 1978. Era católica por definición. El país era oficialmente católico, todo lo dependiente de la administración era católico y las demás religiones eran toleradas siempre que no se entrometieran en el catolicismo imperante. La constitución cambió esto al establecer que el estado no era de ninguna religión, que no se podía obligar a nadie a declarar su religión (de rebote, a ser católico, que era lo que se pretendía), y que las demás religiones podían optar a reconocimiento e incluso apoyo (sin llegar, claro está, al nivel del catolicismo). En aquella época los políticos eran capaces de calibrar la realidad sociológica del país y no eran tan fanáticos como para querer imponer su opinión a la de todos. En cualquier caso, insisto, lo que se pretendía era legalizar el ateísmo. Sacar lo católico  de la vida pública y que no se tuviera que ser católico por obligación. Les parecía imposible que España se volviera musulmana, la verdad.

Y ahora, en esas estamos. Poco a poco ha aumentado el número de musulmanes entre nosotros. Al principio, su número era tan insignificante que rayaba en lo exótico y servía como excusa para dar una pátina de "multiculturalidad" que nos hacía sentir más cosmopolitas y menos paletos. Como era insignificante, muchos políticos quisieron dárselas de tolerantes y los usaron como argumento de ataque contra los políticos a los que no les gustaban los musulmanes, sin que lo que propugnaba tuviera un impacto real. Pero el número creció, y de aquellos polvos tenemos estos lodos. Así que conviene retomar el concepto de libertad religiosa y pensar cómo se adapta al islamismo.

Lo primero que hemos de tener claro es que no todo vale en el tema de las religiones. Hay límites que no se pueden cruzar; por ejemplo, no se puede ser moloquita. Tampoco se aceptan las sectas destructivas, tipo davidianos, ¿verdad? Pues el islamismo tiene muchas, demasiadas, prácticas y preceptos que no podemos aceptar. Sabemos, por otro lado, cómo evolucionan los musulmanes desde una posición de insignificancia a una posición de fuerza y qué ocurre cuando la alcanzan; por lo tanto, no cabe llamarse a engaño con ellos y decir que eso no ocurrirá, que siempre respetarán los valores occidentales y nuestra concepción de la sociedad.

Entonces ¿es o no es el islamismo una religión que pueda ser acogida por el paraguas de nuestra libertad religiosa? Ya vemos que no todas las religiones son admisibles, así que cabe hacerse esta pregunta.

Mi respuesta, está claro, es que no. Y a partir de ahí, que se actúe en consecuencia.





Neil Young - My my, hey hey