Dedicado a mi compinche Laureà, el más fiel seguidor de este blog.
Diez canciones que sobrevivirán y no son de los Beatles: https://www.youtube.com/watch?v=TKvBXCj6APk
Pocas cosas hay más sencillas que hacer un apeo.
En Cataluña al menos, se denomina apeo al hecho de descalzar una estructura y alterar sus apoyos. Si usted estuviera de pie, apoyado en sus dos piernas, un apeo sería, por ejemplo, quitarle el pie derecho y conseguir que el apoyo sea con su rodilla derecha. Pero ¡ey! Sin que usted se entere. O incluso el conseguir que ninguno de sus pies sean de apoyo, que quede usted apoyado por su trasero, por ejemplo. El caso es que uno de sus pies o los dos nos molestan, y los queremos quitar. Sin que usted se entere, insisto.
Pero, claro: que sea sencillo no quiere decir que sea fácil de hacer.
Por ello, ya que hacer un apeo es algo muy frecuente,escribo este articulo como guía recordatorio de los pasos que hay que seguir para que nada salga mal y el señor apeado no se entere.
En primer lugar, cuando se hace un apeo hay que saber si jugamos en casa o fuera. Jugamos en casa cuando el señor es amigo nuestro. La situación óptima es cuando estamos haciendo una remodelaciñon total del edificio (en el símil del señor, le estaríamos también vistiendo y acicalando), ya que siendo así cualquier efecto que el apeo tenga en la estructura (y raramente son a mejor) se puede corregir, compensar o disimular sin mayores complicaciones.
Jugamos fuera de casa cuando el señor no es amigo nuestro y de verdad no debe enterarse. Por ejemplo, si la estructura de arriba es de algún vecino hostil o es algo protegido, como patrimonio artístico.
Pero, claro: que sea sencillo no quiere decir que sea fácil de hacer.
Por ello, ya que hacer un apeo es algo muy frecuente,escribo este articulo como guía recordatorio de los pasos que hay que seguir para que nada salga mal y el señor apeado no se entere.
En primer lugar, cuando se hace un apeo hay que saber si jugamos en casa o fuera. Jugamos en casa cuando el señor es amigo nuestro. La situación óptima es cuando estamos haciendo una remodelaciñon total del edificio (en el símil del señor, le estaríamos también vistiendo y acicalando), ya que siendo así cualquier efecto que el apeo tenga en la estructura (y raramente son a mejor) se puede corregir, compensar o disimular sin mayores complicaciones.
Jugamos fuera de casa cuando el señor no es amigo nuestro y de verdad no debe enterarse. Por ejemplo, si la estructura de arriba es de algún vecino hostil o es algo protegido, como patrimonio artístico.
Hay muchos tipos de campos, unos más hostiles que otros, y muchos campos propios, unos gélidos y otros una caldera infernal, y en los apeos ocurre lo mismo. Pero es importante determinar esto, porque tendrá consecuencias.
El siguiente paso es estimar las cargas a apear. Y la palabra correcta es ésa: estimar. Cualquier estimación es mucho más fácl cuanta más experiencia tiene, hasta el punto de que los novatos en estas lides suelen pararse en este paso y declarar que no saben hacerlo. Curioso, porque no es tán difícil; miedo escénico quizá.
La mejor herramienta para estimar las cargas es la norma vieja, la AE-88, y su pareja habitual la NTE-ECG; no vale de nada el CTE, ni lo intenten: está pensado para proyectar obra nueva.
Dicho esto, lo que ha de hacerse es ir paso a paso. Primero, el forjado. A ojo (y a ojo implica verlo, es decir, personarse en el sitio) hay que establecer qué tipología tiene, qué características, qué espesores. Sabiendo eso, la norma da unos pesos: ¡ya está!
Pero ¡cuidado!: la norma da el peso básico, luego hay que añadir el peso de la capa de compresión. Si se juega en casa, puede pedir hacer un taladro y medirla; si juega fuera, quizá pueda hacer el taladro en el que está pisando, que es suyo. Y. si no, tendrá que estimarlo a ojo. Por la antigüedad, en principio: cada vez es más gruesa.
El paso siguiente es determinar el peso del pavimento. Normas y experiencia, no hay otra. De nuevo, si juega en casa puede arrancar un trozo y pesarlo en una báscula de baño: se sorprendería de lo que pesan esas cosas. Si el forjado no es tal sino que es una cubierta de teja, no se amilane: son capas, y todas están contabilizadas en la norma. Y lo mismo para los acabados de azoteas, zonas ajardinadas, etc.
Todo esto parece muy laborioso, pero es importante hacerlo bien: si se queda corto se juega usted su carrera, pero si tira largo luego se enfrentará a muchos problemas. Apure, hombre, que es su oficio. A fin de cuentas, uno no se compra un camión de 18 ruedas porque una vez al mesa haga la compra en el hipermercado.
Pero las cargas no se terminan ahí. ¿Hay falso techo? Suele haberlo, cuéntelo. También los tabiques principales, y no se olvide de que si van enyesados, cada cara de yeso pesa.
Luego, considere una sobrecarga de uso (recuerde, la AE-88, no el CTE). Como chascarrillo en este punto, he de decir que la AE-88 es la reimpresión de la original MV-101, pero la MV-101 tenía un epígrafe que la AE-88 ya no recogió, por obsoleto: en 1961 existían las viviendas económicas, y en ellas la sobrecarga de uso era de 150, o de 200. Esas viviendas siguen existiendo. Y cuente también la tabiquería general.
Y todo esto repítalo para cada planta que cargue sobre su apeo. ¡Cuidado, porque es algo que muchas veces se olvida! Sobre todo, cuando lo que se apea es una pared de carga, uno tiende a olvidarse que esa pared ya recibe carga de otras plantas además de la que vemos. Claro, aquí hay un problema: si jugamos en casa, podemos recorrer el edificio y establecer lo que carga, pero si jugamos fuera... ¿Y si hay, plantas arriba, un apeo anterior que nos altera, para bien o para mal, todo nuestro esquema? Sí, es un problema. Mayor aún, si jugamos en un campo muy hostil: puede que incluso un vecino de abajo haya hecho un apeo que no soportaría el que nosotros queremos hacer. Buf, aquí hay que ser sincero: un apeo siempre es un riesgo. El oficio de calculista se basa en asumir riesgos, pero en los apeos hay que ser consciente de cuánto riesgo por desconocimiento de la situación se está dispuesto a asumir. Si cree que es excesivo, o averigua más cosas para disminuirlo, o niéguese a hacerlo, de verdad. Por lo mismo, documente lo que hace. Para que el que venga después sepa más de lo que usted sabia.
Y por cierto, hay dos estados de carga que debe calcular: el de la fase de obra, la que hay mientras se ejecuta el apeo (por ejemplo, en verano no creo que nieve), y el de la fase final. No tienen porqué coincidir.
El siguiente paso es estimar las cargas a apear. Y la palabra correcta es ésa: estimar. Cualquier estimación es mucho más fácl cuanta más experiencia tiene, hasta el punto de que los novatos en estas lides suelen pararse en este paso y declarar que no saben hacerlo. Curioso, porque no es tán difícil; miedo escénico quizá.
La mejor herramienta para estimar las cargas es la norma vieja, la AE-88, y su pareja habitual la NTE-ECG; no vale de nada el CTE, ni lo intenten: está pensado para proyectar obra nueva.
Dicho esto, lo que ha de hacerse es ir paso a paso. Primero, el forjado. A ojo (y a ojo implica verlo, es decir, personarse en el sitio) hay que establecer qué tipología tiene, qué características, qué espesores. Sabiendo eso, la norma da unos pesos: ¡ya está!
Pero ¡cuidado!: la norma da el peso básico, luego hay que añadir el peso de la capa de compresión. Si se juega en casa, puede pedir hacer un taladro y medirla; si juega fuera, quizá pueda hacer el taladro en el que está pisando, que es suyo. Y. si no, tendrá que estimarlo a ojo. Por la antigüedad, en principio: cada vez es más gruesa.
El paso siguiente es determinar el peso del pavimento. Normas y experiencia, no hay otra. De nuevo, si juega en casa puede arrancar un trozo y pesarlo en una báscula de baño: se sorprendería de lo que pesan esas cosas. Si el forjado no es tal sino que es una cubierta de teja, no se amilane: son capas, y todas están contabilizadas en la norma. Y lo mismo para los acabados de azoteas, zonas ajardinadas, etc.
Todo esto parece muy laborioso, pero es importante hacerlo bien: si se queda corto se juega usted su carrera, pero si tira largo luego se enfrentará a muchos problemas. Apure, hombre, que es su oficio. A fin de cuentas, uno no se compra un camión de 18 ruedas porque una vez al mesa haga la compra en el hipermercado.
Pero las cargas no se terminan ahí. ¿Hay falso techo? Suele haberlo, cuéntelo. También los tabiques principales, y no se olvide de que si van enyesados, cada cara de yeso pesa.
Luego, considere una sobrecarga de uso (recuerde, la AE-88, no el CTE). Como chascarrillo en este punto, he de decir que la AE-88 es la reimpresión de la original MV-101, pero la MV-101 tenía un epígrafe que la AE-88 ya no recogió, por obsoleto: en 1961 existían las viviendas económicas, y en ellas la sobrecarga de uso era de 150, o de 200. Esas viviendas siguen existiendo. Y cuente también la tabiquería general.
Y todo esto repítalo para cada planta que cargue sobre su apeo. ¡Cuidado, porque es algo que muchas veces se olvida! Sobre todo, cuando lo que se apea es una pared de carga, uno tiende a olvidarse que esa pared ya recibe carga de otras plantas además de la que vemos. Claro, aquí hay un problema: si jugamos en casa, podemos recorrer el edificio y establecer lo que carga, pero si jugamos fuera... ¿Y si hay, plantas arriba, un apeo anterior que nos altera, para bien o para mal, todo nuestro esquema? Sí, es un problema. Mayor aún, si jugamos en un campo muy hostil: puede que incluso un vecino de abajo haya hecho un apeo que no soportaría el que nosotros queremos hacer. Buf, aquí hay que ser sincero: un apeo siempre es un riesgo. El oficio de calculista se basa en asumir riesgos, pero en los apeos hay que ser consciente de cuánto riesgo por desconocimiento de la situación se está dispuesto a asumir. Si cree que es excesivo, o averigua más cosas para disminuirlo, o niéguese a hacerlo, de verdad. Por lo mismo, documente lo que hace. Para que el que venga después sepa más de lo que usted sabia.
Y por cierto, hay dos estados de carga que debe calcular: el de la fase de obra, la que hay mientras se ejecuta el apeo (por ejemplo, en verano no creo que nieve), y el de la fase final. No tienen porqué coincidir.
Una vez haya determinado todas las cargas a soportar, sabrá algo muy importante: el esquema de funcionamiento de la estructura. Y entonces podrá afrontar la decisión más importante: la deformación que aceptará en su apeo.
Lo que para no extenderme demasiado les contaré en el siguiente artículo.
Eric Clapton - Tears in heaven (aquí interpretada por Mike Massé, por favor lean el comentario que el intérprete escribió en los títulos de crédito de su video)