Como todo el mundo sabe, el puesto de funcionario, ganado por oposición, es vitalicio. Hasta que el funcionario muera o decida que ya está bien y se jubile. Una de las razones para que esto sea así es el beneficio de los administrados: el funcionario, seguro en su puesto, no cederá a las presiones de los jefes políticos. ¡Bien sabemos cómo se manejan aquellos cuyo puesto depende de que agraden a sus padrinos!
Curiosamente, parece que este principio no se aplica para los puestos más altos. Es lógico que el cargo de presidente de gobierno, ministro o diputado, por citar algunos, no sea vitalicio sino sometido periódicamente a la elección popular, y lo mismo que los ministros también altísimos cargos ejecutivos. Sin embargo, existen unos cuantos puestos, también temporales, que en mi opinión deberían ser vitalicios. Por ejemplo, los miembros de los tribunales cuya misión es el control del Poder Legislativo o del Poder Ejecutivo. Por ejemplo, el Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, y sus equivalentes autonómicos, ceutí y melillense, que seguro que los tienen.
Actualmente, estos puestos son de designación más o menos digital, pactada por los partidos políticos (pactada de acuerdo a un reparto, pero algo es algo). Con lo que no estoy de acuerdo es que estas elecciones lo sean por periodos de tiempo. La idea es que ha de ser el Pueblo quien elija a estas personas, actuando el Parlamento como representante del Pueblo; no ha de ser el presidente del gobierno o algún político poderoso, quizás susceptible de presiones por algún poder económico, por ejemplo, quien los elija; todo lo más, que proponga, pero siempre ha de ser necesaria la aprobación del Parlamento. Muy bien, genial.
¿Pero porqué por un periodo determinado? Si Fulanito es apto para el puesto, cinco años después también lo sería, ¿no? Por el contrario, si una vez elegido Fulanito éste queda independizado de los partidos que lo eligieron, sin duda pondrá siempre su criterio por delante de cualquier presión que pudiera recibir, puesto que no habría manera de presionarle. El soborno, la corrupción, la prevaricación, etc., son delitos que, si los cometiera, se le perseguirían judicialmente, y siempre podría colarse un Pascual Estevill en el sistema (ya saben, aquel juez de CiU propuesto por Jordi Pujol que chantajeaba a los desgraciados con posibles que le tocaba juzgar, amenazándoles con la mayor de las penas), pero eso ocurre sean puestos vitalicios o no.
De hecho, tengo para mí que muchos de estos magistrados atienden a las directrices de los partidos que les nombran. Alargan indefinidamente resoluciones hasta que sea políticamente conveniente, y, sobre todo, en muchas ocasiones se callan lo que piensan y fallan lo que quieren que fallen. Si el puesto fuera vitalicio, estoy seguro de que ocurriría el efecto contrario. Su carrera sería de muchos años, varias décadas probablemente, y su sentido del honor le llevaría a ser especialmente recto y riguroso con sus ideas. Su lema, más o menos, sería "durante mi mandato, no".
Y, como resultado, el control del Legislativo y del Ejecutivo sería mucho más eficaz que la pantomima que tenemos hoy en día.
Además, a estas personas las habría nombrado el Pueblo a través del Parlamento y deberían ser conscientes de que sólo les elegirían una vez hasta que el nombrado lo deje (por defunción, por incapacidad física - algo que habría que legislar- o porque él decida jubilarse), por lo que los poderes que los nombran deberían esmerarse mucho más de lo que se esmeran ahora en la selección de la persona. Sería perfectamente posible que en una legislatura sólo hubiera ocasión de nombrar a un miembro de ese tribunal, con lo que esta elección sería uno de los hechos más perdurables de la misma; sí, seguro que buscarían y rebuscarían hasta encontrar a la persona idónea, porque todos los diputabos sabrían que hoy están y mañana no, y sin embargo quien nombre sí seguirá. Y, por lo mismo, ya se encargarían los partidos de que la persona elegida no fuera tremendamente partidista; ya saben, sería la típica componenda entre políticos: hoy eliges tú, pero elige alguien que no sea de tu partido porque mañana elegiré yo y te la devolvería con creces.
En definitiva, lo que tendríamos es la renuncia de los partidos políticos a un poder enorme que actualmente tienen. Y quizá no tendríamos tanta sensación de que son una casta, ellos se lo guisan y ellos se lo comen y entre bueyes no hay cornadas, tú no me tocas con este tema y yo no te saco este otro.
Como ven, de Derecho Político no tengo ni idea. Pero yo lo habría hecho así.
Con la ayuda de todos - Joaquín Carbonell