viernes, 4 de julio de 2014

A propósito de mi placa base



Sigo rumiando lo del programa de ordenador. Se me ocurrió hacer una prueba, con la misma placa. Hice un porrón de simulaciones, siempre con las mismas cargas y cambiando únicamente el momento flector en sentido z.

Por poner tres ejemplos de los resultados:

1) Con un momento flector de 0,5 m·t:

 Resulta que la capacidad resistente de la placa es de 0,46 m·t.

2) Si el momento flector es de 5 m·t:

La placa tiene más capacidad, puede resistir 4,17 m·t.

3) Si el momento flector que actúa es de 50 m·t:

Efectivamente, la placa resiste más: su capacidad resistente alcanza las 21,66 m·t.

¿Qué nos quiere decir? Pues una de estas opciones:

a) Las placas base son como algunos supervillanos, que son más fuertes y más grandes cuanto más les pegan. La capacidad de la placa de resistir flexión depende de la flexión que actúe; cuando desaparece, desaparece también la capacidad resistente. Si le hubiera modelizado una carga de 500 m· t, mi placa habría podido resistir, digamos 100 m·t. Pero eso no quiere decir que la placa las pueda resistir si actúan 100.

Esta opción, que no descarto como verdadera, conlleva la demostración de que yo ni entiendo ni sé de estructuras; hasta ahora, pues, no he sido más que un charlatán con suerte. ¿Y usted?

La segunda alternativa es obvia:

b) Algo está mal.

Ese "algo" puede ser:

b1) El ordenador calcula mal. Los procesadores y coprocesadores hacen operaciones erróneas. De nuevo, no es una opción descartable, pero permítanme que la descarte totalmente; cualquier alternativa es mucho más lógica.

b2) El programa calcula mal. Y esto puede ser por dos razones:

b2.1) El analista que diseñó la rutina de cálculo se equivocó o no sabía de estructuras.

b2.2) El programador que escribió el código se equivocó.

Echarle las culpas al programador no me parece lo más razonable, porque lo que es seguro es que ésa es la parte del proceso que se prueba. El programador no pondrá en tela de juicio el método de cálculo que le dice el analista, pero ambos, sin duda, someterán al código a una batería de pruebas que detectarán cualquier error de escritura del código.

El analista, el que sabe de estructuras, ése puede equivocarse. Y también puede que no sepa lo suficiente de estructuras; en este caso, que no supiera interpretar la norma. Puede ser, los programas se corrigen y se  mejoran. Lo que pasa es que el analista se juega su futuro, y la empresa que comercializa el programa se juega su existencia; por lo tanto, ambos se preocupan de que, lo que hacen, lo haen bien. Y en este caso, bien significa conforme a las normas. Lo que no tienen claro no lo hacen. Por ejemplo, el programa que empleo no sabe calcular placas base redondas.

Una tercera opción:

b3) La norma está mal. En este caso, el Eurocódigo. Sí, también las normas evolucionan y, aunque no lo dicen, se corrigen y se mejoran. Y sí, hay normas execrables: el español Código Técnico de la Edificación en todo lo que afecta a las estructuras, sin ir más lejos.

Lo que pasa es que una cosa es el CTE, que todos sabemos que es una basura sin ninguna credibilidad y por lo tanto lo aplicamos con pinzas, y otra los Euródigos, que entendemos hechos por gente que no es española y por lo tanto digna de nuestra total confianza.

No sé, si es un fallo de la norma, ¿cómo es que no se ha corregido? ¡Que esta norma la aplican los alemanes, los suecos y los holandeses, por amor de Dios!

Pero si las opciones b1 y b2 las descartamos y la opción b3 también, sólo nos queda la opción a: yo no tengo ni repajolera idea. ¿Y usted?, le pregunto de nuevo.

Con todo, la moraleja es lo más grave. No importa demasiado que no sepa calcular placas base o que el programa no sepa o que la norma lo diga mal. La pregunta es ¿qué más? ¿Qué más cosas no tengo ni idea de cómo funcionan, o mi programa calcula mal, o la norma dice mal? Lo confieso, no me he estudiado la norma. Como explicaba en el penúltimo párrafo de esta entrada, todos confiamos en que los programas sí se han estudiado las normas. Así que no tengo ni idea de qué se está haciendo mal y mucho menos cúando se me está colando un gol. De nuevo, ¿y usted?

¡Bah, desengañémonos! Todo esto no prueba sino que, al menos en lo que a los ingenieros de estructuras se refiere, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ. Cualquier lector de novelitas de Asimov y similares sabe que en el mundo futuro los robots, los ordenadores, los cerebros electrónicos y demás avances cibernéticos se encargarán de multitud de tareas de nuestra vida; nosotros, simplemente, somos los primeros y estamos pagando el pato de serlo.

Por cierto, que cuando ya los ordenadores lo controlen todo y no haya hombres que calculen a mano, no habrá tampoco normas. ¿Para qué? A fin de cuentas, los ordenadores no harán modelos de nudos y barras, sino modelos de elementos finitos. Y no necesitarán las abstracciones, métodos y simplificaciones de las normas. Algo bueno tenían que tener, caramba.

Pero mientras tanto, ya lo ven, yo sufro. Porque soy un antiguo que escucha estas canciones. Supongo que se habrán dado cuenta: ¡calculo con toneladas!


Toda una vida - versión de María Dolores Pradera