Si tuviéramos una cuerda con la que dar la vuelta a la Tierra, y esa cuerda la alargáramos 20 metros, ¿cuánto se levantaría del suelo? Usted, como cualquier persona normal, me dirá que unos centímetros. Un par de dedos, a lo sumo, si los centímetros no se le dan bien. Y, sí señor, tiene usted toda la razón. Se lo voy a demostrar.
De toda la vida se sabe que la longitud de una circunferencia es 2 por pi por el radio. Por lo tanto, La longitud vieja + 20 m = La longitud nueva = 2 por 3,14 por el radio nuevo = 2x3,14 por el radio viejo + 20 m, y por lo tanto el radio nuevo = el radio viejo + 20/(2x3,14) = el radio viejo + (aprox) 3,20 m. ¡Oh cielos! La cuerda se levantará 3,20 metros. ¿Seguro? Sí, seguro, los cálculos son esos. Vaya, estaba equivocado. Lo siento. La respuesta correcta es que se levantará 3,20 m.
Usted, por supuesto, sabía que se levantaba unos tres metros. Más o menos. En cualquier caso, estaba seguro de que no era un par de dedos. ¿De verdad? Yo creo que me miente. Que su primer impulso fue decir un par de dedos, pero una vez repensado (¡¡y conocida la solución!!) lo ve claro como el agua.Vamos, no mienta, esto queda entre usted y yo y en realidad sólo entre usted y usted, porque yo no sé ni que usted me está leyendo.
¿Sabe? Esto de la cuerda es apenas un ejercicio infantil, pero refleja muy bien lo que nos pasa a los ingenieros. En primer lugar, se nos hace una pregunta que muchas veces no esperamos, y se espera que la respondamos al instante. No se nos dará más datos, ni el radio o el perímetro de la Tierra ni el material de la cuerda, ni nada. A cambio, se nos acepta que la respuesta no sea exacta. No se nos piden los milímetros.
También nos ocurre mucho que el otro también sabe la respuesta. Incluso mejor que nosotros, con mayor precisión y rotundidad. Lo ve clarísimo. Lástima que siempre sea a posteriori de la nuestra. Después del sorteo yo también sé qué número va a salir, ¡no te fastidia!
Por otro lado, y llevados por la premura, a los ingenieros nos pasa muchas veces que nos equivocamos. Metemos la pata. Decimos ocho, y era ochenta. Sí, a veces nos equivocamos. Y normalmente ya hemos voceado la mala respuesta, que es peor aún. He escrito en otras ocasiones sobre el tema, así que no me extiendo; de hecho, no voy ni a incluir hipervínculos a esas entradas. Si quiere, para eso estan las etiquetas.
Eso sí, en general los ingenieros solemos dar respuestas muy buenas al instante. En este caso, mi primer impulso fue dos metros, un poco más; cuando hice el cálculo (mental) fue cuando caí en que me había quedado corto. Reconocerá que entre dos centímetros y dos metros, mi respuesta es muchísimo más buena que la suya. Cien veces mejor, para ser exactos. Quizá esto explique porqué nunca somos el alma de las fiestas: ante una exhibición como ésta - que para nosotros no es absolutamente nada y que nos asombra que un niño de teta no sepa-, seguro que el gracioso del grupo dice aquello de "¡ya está el gilipollas que todo lo sabe!". Y se lleva a todas las chicas.
Por cierto, que es posible que no sea usted una persona normal. Si al instante dijo dos o tres metros, está claro que es usted ingeniero. Si, en cambio, pidió un momento para volver a un laboratorio, crear un modelo computerizado de la tierra y de una cuerda y volver dentro de tres años con la respuesta exacta hasta el nanometro, usted es físico de los que abundan en nuestras universidades. Si lo que quiso hacer fue crear un algoritmo que parte de una cuerda que enrolla la Tierra y le incrementa la longitud en tramos de 1 cm y mide cuánto se separa del suelo, e interrumpe su algoritmo cuando el número de tramos incrementados llega a 2000, es usted matemático.
Por el contrario, si dijo "huy, ni idea, yo es que soy de letras", lo más probable es que sea abogado. Salvo que haya añadido que va a convocar a tres peritos para que le digan la respuesta, que será usted juez.
Y si simplemente ha sonreído, ha mascullado entre dientes "¡qué pregunta nos hace el jodío!" y nos ha hablado sobre cualquier otra cosa, no hay duda: es usted político.
En fin. Mejor que me vuelva a mis cálculos, que está claro que como humorista no me voy a ganar la vida.