lunes, 16 de enero de 2012

"Conoció a los apóstoles"

"Después que los santos apóstoles (Pedro y Pablo) hubieron fundado y constituido la Iglesia, pasaron a Lino el oficio del episcopado. Éste es aquel Lino que menciona Pablo en su epístola a Timoteo. Le sucedió Anacleto y tras éste recibió el oficio episcopal, en tercer lugar después de los apóstoles, Clemente, quien (aún) había conocido personalmente a los apóstoles. A este Clemente siguió Evaristo, a Evaristo..."
Éste es el inicio de la lista de Papas más antigua que se conserva, debida a San Ireneo, hacia el año 150 y que enumera los Papas habidos antes de su tiempo, unos cien años. Un día podría dedicar una entrada a las anécdotas de esta lista, pero lo cierto es que no la recuerdo tras tantos años de haberla leído sino por la expresión "conoció a los apóstoles", que por cierto es un recurso mnemotécnico: cada tres nombres aporta un dato que se conociera de ese Papa en cuestión, y en el caso de Clemente era que había llegado a conocer a los apóstoles. Era un plus de calidad: todos nosotros somos cristianos "de oídas", basados en textos que cuentan cosas que ocurrieron hace cientos de años (en el caso de San Ireneo, algo más de cien años), pero es que ese Clemente no, él conoció y habló con esa gente. Así que, si tras la categoría de "apóstol" está la categoría de "los que les conocieron", Clemente fue el último de ésos.

El caso es que se me quedó esa expresión.

Y es que yo conocí a los grandes de verdad.

Estudié Ingeniería Industrial en la Universidad de Zaragoza. La carrera de Ingeniería se había creado tan solo seis años antes más o menos, quizás alguno menos o quizás alguno más (y chascarrillo: soy ingeniero porque ya se podía estudiar ingeniería allí, si no a lo mejor hubiese sido abogado o físico nuclear, ya ni se sabrá ni importa). No estuve en sus inicios, pero llegué a saber cómo eran y sobre todo conocí a los que los vivieron. Y la cosa fue más o menos así...

Cuando la Universidad se estaba planteando crear la carrera de Ingeniería, una de las cosas que tenían que resolver es quienes serían el profesorado. Dos vías de actuación: buscar entre los profesionales de la ingeniería, o buscar entre los profesionales de la enseñanza. Perdón un momento, un inciso más. La carrera de Ingeniería Industrial, años ha, no dependía de las universidades. Dependía del ministerio de Industria, como la carrera de Caminos dependía del ministerio de Obras Públicas. De hecho, cabe recordar que hasta 1944 el ingeniero era equiparable a un funcionario, y de ahí viene el que tengamos un uniforme de gala y un uniforme de gran gala. Y sí, porque la profesión de ingeniería en España data de Carlos III, que en su momento estableció las carreras de ingeniería que necesitaba el país: los caminos, los barcos y las minas (de Almadén). Nacieron entonces las ingenierías de Caminos, Canales y Puertos, de Navales y de Minas. La nación fue progresando y en 1854, al necesitarse ya ingenieros industriales, se crea nuestra carrera. Pero siempre dentro del aparato del Estado, que -al igual que con todos los cuerpos de funcionarios- nos estableció nuestras atribuciones, lo que pertenecía a cada uno. Los barcos los hacían los navales y los puertos los de caminos.

Pero me estoy enrollando. Quedamos en que culturalmente, las escuelas de ingeniería no dependían del ministerio de Educación y su rama la Universidad, sino de instancias técnicas. Y eso se notaba, sobre todo, a la hora de la contratación del profesorado, que no tenía que seguir los para nosotros rígidos cauces de las facultades universitarias de doctorados, seminarios, créditos, publicaciones, etc. El caso es que este tipo de escuelas estaban llenas de profesores técnicos, profesores que trabajaban principalmente fuera de la universidad y que daban clases a tiempo parcial. Los famosos PNN, Profesores No Numerarios.

Y la Universidad de Zaragoza en aquel momento optó por un sistema como ése. Ingenieros contrastados formando a futuros ingenieros.

¿En que se notaba? ¡Puf! ¿Por dónde empiezo? Para empezar, las clases eran por las tardes. Todos los profesores trabajaban y venían después de sus trabajos. Mi profesor de Electrotecnia era un militar: pues la primera clase, a las tres y media. Fernando Mora, profesor de Diseño, Cálculo y Construcción de Máquinas, tenía una empresa de bienes de equipo: pues nos daba clase los lunes y los martes, no recuerdo si de siete a nueve o de ocho a diez, y si llegaba tarde, se le esperaba. Y así todos.

Y entonces, ¿qué pasó? ¡Ah, la Universidad! Cálculo lo daban licenciados en Exactas, así como Álgebra. Química I y II fue a parar a manos de químicos. Normal, ¿no? ¡Ingenuos! Hete aquí que has metido la semilla de tu perdición. Porque los últimos cursos son pequeños, una clase por curso y especialidad (y eran dos: Eléctricos y Mecánicos). Pero Primer Curso, - que era selectivo: había que aprobar todo para pasar a segundo, tardaras los años que tardaras- se fue convirtiendo, a fuerza de añadir repetidores y generaciones más pobladas, en el curso mayoritario. Llegó un momento que más de la mitad de la Escuela estaba en primero, con la sana intención de aprobar al menos Dibujo y poder así repetir curso. Sí, porque (al menos entonces), si no aprobabas nada, se te expulsaba de la Escuela. Y ¡arghh! nuevo coladero de la época: podías matricularte en otra escuela sin pasar examen previo. Mi compañera de banco en primero no quería estudiar ingeniería sino Enfermería, pero había suspendido el examen de ingreso en Enfermería, donde entonces no se entraba vía Selectividad sino con examen-oposición: los ochenta mejores en ese examen ingresaban en la escuela. Pues Dora -así se llamaba- quería pasar el primer curso, y conseguir de esa manera el cambio de escuela. No sé si se podrá hacer eso todavía; entonces sí.

Pues bien, tenemos más alumnos en Primero. Tenemos también que no teníamos edificio, nos repartíamos en aulas generales que se nos prestaba en el edificio Interfacultades. Aulas no muy grandes. Solución: más clases: 1º-A, 1º-B, 1º-C, 1º-D...

Ítem más: las aulas ya estaban cogidas por las tardes por los cursos superiores. Así que algunas secciones se tenían que pasar al turno de mañanas. Los profesores-ingenieros no podían o no querían dar clase a media mañana, pero los matemáticos de despacho sí. Las clases de las mañanas las cogieron los licenciados.

Resultado: el cuerpo del profesorado se dividió en dos, ingenieros por las tardes y licenciados por las mañanas.

Hasta que finalmente los licenciados fueron más que los ingenieros. Y ¡catacroc! forzaron el cambio de horario de todos a las mañanas. Porque para entonces ya estaba el nuevo edificio, sobredimensionado para los que éramos aquel año, y se podía.

Y, como era de esperar, los ingenieros "externos" que quedaban se fueron todos de golpe. Creo que solo resistió Pedro Muniesa - que trabajaba en IDOM-, que recuerdo que el primer día vino y nos pidió que le cambiáramos el horario: lunes y martes a las ocho de la mañana. Y por supuesto, todos encantados, lo que usted pida con tal de que usted venga.

Pero no quedó ahí la cosa. Una vez idos los ingenieros profesionales, había que llenar el hueco que dejaban. Pero claro, no podemos poner a un licenciado en químicas dando clase de Construcción y Arquitectura Industrial, queda feo. El profesor ha de ser ingeniero. ¡Ah, no, que los ingenieros dicen que no dan clase! Pues no pasa nada: se busca a alguien que tenga título de ingeniero. Profesionales de la docencia, pero con título de ingeniero. Y pasó lo que pasó: de las primeras promociones, los malos, los que no encontraron trabajo (yo empecé a trabajar como ingeniero al acabar cuarto), pues se lo buscaron en la Escuela. Y ahí que se quedaron (y creo que aún siguen).

Llegados a este punto, yo ya no sé qué pensar. Me cuentan que algún compañero mío es una lumbrera, una autoridad... y yo debe de ser que lo conocí en sus años de tonto, parece. Un tío que jamás ha tenido que ejercer la ingeniería, que sólo sabe lo que dicen los libros, ¿qué va a saber realmente? Es como un cocinero que sólo lee y escribe libros de recetas, pero que nunca ha trabajado en un restaurante. Yo, cuando pienso en él me acuerdo del catedrático de estructuras que tuve. Creo que tenía todos los títulos de la Tierra y era dueño de la plaza por oposición. El peor profesor que haya tenido jamás de cualquier cosa, y además estoy seguro que incapaz de resolver - ojo, no digo "calcular"- una estructura real. ¿Qué quieren que les diga? Ustedes me dirán que sus profesores son muy buenos. Que el de Máquinas es una bestia. Pero yo les aseguro que con ése no se aprende como con Fernando Mora, ni en sueños.

Así que ya lo saben. Cuando se mencione que alguien es "de la Universidad", como aval de su conocimiento, sepan que yo no puedo menos que pensar "un pobre idiota que no supo encontrar un trabajo de verdad fuera y se tuvo que quedar".

Y todo esto venía a cuento de que cuando en las charletas rememoramos cuando éramos dioses, yo no puedo menos que acordarme de que yo también "conocí a los apóstoles".

Y como preparación de lo que les contaré en mi próxima entrada.