Prólogo: Antes de iniciar este blog tenía escritas algunas entradas; una de ellas era ésta, y la verdad, no me había dado cuenta que todavía no la había publicado. Así que yo mostraba mi tirria hacia las computadoras, pero no había explicado realmente mi posición. Para subsanar ese error, héla aquí.
Hoy en día, si fuera a mi médico de asistencia primaria y me quejara de un dolor intenso y localizado en el empeine izquierdo, es posible que, para descartar una diabetes y otras causas, me mandara hacer un análisis de sangre y unas radiografías. Lo que es seguro es que terminaría desviándome al traumatólogo. Con un poco de suerte, el traumatólogo sería un tipo socarrón que en su juventud era médico de una plaza de toros, y que tras mirar la radiografía en su pantalla de mirar radiografías, y de leer los resultados de los análisis,… me diría que me apretara un poco menos el cordón del zapato.
Y yo estaría muy contento, porque fue lo que me dijo hace veinte años y desde entonces no me duele el empeine izquierdo.
Lo cierto es que actualmente también se hacen escáneres, TACs, ecografías y qué sé yo cuantas cosas, y que se recetan alegremente, “para asegurar el diagnóstico”, “para descartar otras opciones”,… hay mil razones, y muchas de ellas son totalmente válidas. No hay que rechazar lo que la Técnica ofrece a la Medicina.
Por ejemplo, el otro día, mi mujer fue al médico por un dolor incesante en el hombro derecho. Le dijo los síntomas que tenía, el médico de familia la escuchó, le pidió que se pusiera de pie y la tocó en un punto determinado. Casi se dobla del dolor. Así que el facultativo sonrió, le dijo lo que le pasaba y le prescribió una radiografía de la zona y una ecografía. En un centro le hicieron la ecografía; previamente, allí la escucharon, le pidieron que se pusiera de pie y la tocaron en ese mismo punto, con el mismo resultado. Antes de hacerle la ecografía le dijeron lo que tenía, y después de la ecografía, también. Pero, por si acaso, y para descartar cualquier extraña posibilidad, debía hacerse la radiografía.
Me creo que gracias a los modernos métodos de diagnóstico se hacen mejores diagnósticos. Pero albergo mis dudas sobre si estos modernos métodos consiguen mejores médicos. El médico que años ha no tenía a su disposición tales herramientas tenía que aguzar su intuición, su capacidad, su conocimiento, o lo que fuera; tendría que estar esforzándose en interpretar síntomas, y también en descubrir síntomas que no le relataban: miraría las uñas, los ojos o quizá un tono macilento en las muñecas o una postura diferente al sentarse, no tengo ni idea, pero su éxito como médico se basaría en su capacidad de diagnóstico y ésta sería puesta a prueba constantemente. Seguramente al final tendría una capacidad de éxito sobresaliente, y sin ayuda de máquinas.
Pero ¿un médico joven ahora? Lo dudo. Con los años desarrollará una enorme capacidad de interpretar resultados de ensayos, pero perderá el instinto de saber primáriamente qué buscar y qué ensayos recetar.
Por último, los ingenieros conseguiremos construir máquinas que diagnostiquen por sí solas y robot que operen por sí solos. Al tiempo. Y entonces ¿qué calidad tendrán nuestros médicos?
Con los ingenieros ocurre algo parecido. El calculista, en un proyecto, tiene que establecer una estructura y comprobar que es idónea; si no aguanta, ha de idear una estructura más fuerte, y si va muy sobrada ha de idear una estructura más ligera. Y así hasta que acierte.
Esta iteración, con ordenadores, se hace en un plis plas (más o menos). Se modeliza, se asignan secciones, el programa calcula, el programa comprueba y el programa da los ratios de uso. Incluso se le puede pedir que optimice la estructura. Si se quiere hacer a mano, se reasignan secciones y el programa vuelve a calcular.
Antes no había ordenadores; el calculista tenía que hacerlo todo a mano, y por ello rápidamente se espabilaba en intuir la estructura más idonea a la primera. Con lo que desarrollaba el instinto y el conocimiento de cómo funcionan las estructuras.
¿Pero ahora? En teoría, el tiempo libre que se gana calculando por ordenador podría emplearse en crear otros modelos estructurales, comparar resultados y aprender. Pero seamos serios. Esto no se hace; el tiempo libre se emplea en cumplimentar la burocracia, y otras zarandajas.
Entonces ¿cuál es el futuro? ¿Tendremos mejores ingenieros cada vez o no? Lo que es seguro es que tendremos mejores programas de cálculo de estructuras y mejores operadores de programas de cálculo de estructuras. Pero mejores ingenieros…
No estoy en contra de los ordenadores, como no lo estoy en contra de las calculadoras. Pero ya no sabemos hacer raíces cuadradas y me juego el cuello a que los menores de cuarenta ya no saben dividir por tres cifras.
Así que, desde aquí, hago un llamamiento a los ingenieros a que intenten calcular lo más posible sin ordenadores- Porque si no, es mi opinión, si el calculista abandona la práctica de calcular a mano, sea predimensionando antes de meter el modelo en el ordenador o haciendo cálculos de comprobación, acabará por perder esa habilidad. Y a continuación su capacidad de analizar problemas, su capacidad de definir todo lo que influye, su capacidad de saber a ojo si algo está bien o mal... en definitiva, todo lo que define al ingeniero calculista.
Ya lo verán, el arte de calcular estructuras y el puro conocimiento de las mismas se va a perder en unos años. Y si no, al tiempo.
Epílogo: el otro día, en la cena de la asociación, un colega me dijo que si calculas a mano puedes equivocarte y cometer un error. Pero para cagarla del todo, bien cagada y por todo lo grande... necesitas un ordenador.