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domingo, 27 de octubre de 2013

Sábado noche en Toledo, Ohio


Toledo, Ohio

En mi mocedad me chiflaba John Denver. Una de las canciones que cantaba este hombre era, para mi divertimento, Saturday Night in Toledo, Ohio, la cual, de hecho confío que esté usted escuchando ahora. La canción era alegre, pero en aquella época yo solo me quedaba con lo de "saturdey nay in Tulido Ojaio", la verdad es que no me preocupaba de qué iba la canción. Y tiene su miga: a mediados de los sesenta, un músico, Randy Sparks, pasó un fin de semana allí... y escribió la canción, en la que cuenta que en Toledo, Ohio, lo que uno puede hacer es sentarse en un banco, en el parque, y ver crecer la hierba. Por el día, porque por la noche las sombras se hacen con todo y la gente desaparece y ya no se la ve más; sólo un par de camioneros de Great Falls, Montana, y un vendedor de algún sitio que nadie conoce intentan pasar la noche allí. A solas. La canción, caro está, era de corte humorístico, y el músico la estrenó en Los Ángeles; en aquel concierto estaba John Denver (en realidad, John Deutchsendorf, pero el mismo Sparks le sugirió que se cambiara el apellido a "Denver"), y éste fue el que la grabó.  Por cierto que los habitantes de Toledo no estaban muy contentos y criticaron a Denver, pero éste dijo que "él era sólo el mensajero", que el autor era Sparks.

Lo importante es que queda bien reflejado el espíritu de la ciudad, que, como no podía ser menos, tiene el típico skyline de las ciudades norteamericanas:


¿Cómo es que una ciudad de Ohio se llama Toledo? La verdad es que nadie lo sabe. En el origen, la zona era de colonización francesa, y los franceses fundaron un fuerte más o menos ahí, pero no lo llamaron Fort Toledo. Hay quien opina que durante el siglo XVIII, en la época de cambalaches borbónicos, los españoles fundaron un asentamiento en la zona que también lo llamaron Toledo, pero yo no lo creo. Otros, en cambio, opinan que cuando se fundó la ciudad, Toledo simplemente era un nombre que estaba de moda, era fácil de pronunciar y  ¡qué caramba!, estaba libre.

El caso es que desde mozo tengo Toledo, Ohio, tatuado en la cabeza; me era inevitable una parada aquí.

Por supuesto, hay un montón de historias asociadas a Toledo, Ohio. La más curiosa es quizá la "Guerra de Toledo", entre uno de los estados de la Unión, Ohio, y un territorio, Michigan. Creo que ya conté en alguna ocasión cómo crecieron formalmente los Estados Unidos: primero, se designaba un territorio; luego, un grupo de estadounidenses - el matiz es importante- lo conolizaba, y con el tiempo esos pobladores se organizaban como si fueran un Estado y aprobaban una Constitución para ellos, necesariamente de acuerdo con la Constitución de la Unión. Entonces, pasaban a formar parte de la unión de estados, más o menos como aparece en la película "El hombre que mató a Liberty Valance", la de John Wayne, Stewart y Marvin. Por cierto, ¿saben cuál era el mayor obstáculo para ser admitido como estado? Si era esclavista o antiesclavista. Pero ésa. como se dice, es otra historia.

Bien, el caso es que Michigan quiso convertirse en Estado en 1835. Para ello, uno de los formalismos a cumplir era establecer sus fronteras. Porque, recuerden, las fronteras se marcaban antes de explorar el territorio. Y se ve que los geógrafos no hicieron muy bien su trabajo, y resultó que esas fronteras incluían una delgada franja de tierra que comprendía la ciudad de Toledo. Ohio. Ohio, claro, era ya un estado de la Unión, y protestó, vetando el ingreso de Michigan. La cosa degeneró, ambas partes armaron a sus milicias y declararon delito a los habitantes de esa franja obeceder a la otra parte...

Toledo, por supuesto, estaba en una situación estratégica, en la esquina suroeste del lago Erie. En una época y país que los medios de comunicación eran acuáticos, desde Toledo, río arriba, se llegaba al interior de Indiana y al río Ohio (y de ahí al Mississippi y por lo tanto a donde se quisiera), mientras que por el lago se iba a Buffalo. En Buffalo se estaba mejorando el canal de Erie, que iba a Albany (vaya, qué casualidades todas), y de Albany, dejándose llevar por el Hudson, se iba a Nueva York. Toledo, Ohio, era un punto clave para unir el Este con el interior del continente.

Resumiendo (aunque la historia completa está llena de detalles interesantísimos), el presidente Andrew Jackson decidió que la franja de Toledo se quedaba en Ohio, pero en compensación, a Michigan se le daba la península superior, prevista para Wisconsin, pero ya se trataría más adelante lo de Wisconsin. En términos actuales, a Michigan le tocó el gordo, pero en aquella época la gente de Michigan sólo sabía que la península superior estaba al otro lado del lago Michigan y... era tierra de indios, y en cambio Toledo era una pepita en dulce. En fin, pensaron, a lo hecho pecho, echaron a los indios de allí según su costumbre, descubrieron que la península era rica en cobre y hierro (acontecimientos no necesariamente dichos en orden cronológico), y el resto es historia y todo quedó en un pique deportivo entre Ohio y Michigan a perpetuidad; comparen ustedes con la disputa que surgió en España en esa misma época, si el rey debía ser rey o reina, la de guerras (estas, cruentas) que surgieron y la de ofendidos carlistas vascos que todavía dan mal, y quedaremos como neardentales. Como siempre.

¿Y qué les viene a la memoria cuando hablamos de la Península Superior? ¿Nadie? ¿Tan viejo soy? ¡Anatomía de un asesinato, de Robert Traver, y la película de Otto Premiger con James Stewart! ¿Qué era mejor, la novela o la película? No sabría decidirme, pero sí les aseguro que son la mejor novela de juicios y la mejor película de juicios, y no recuerdo si  acaban igual.

Y ya está. Quería hablarles de Anatomía de un asesinato, y lo he conseguido. ¡Y sin salirme de la I-90!


Y, sí, hay un montón de historias más que contar sobre todo lo dicho aquí, pero obviamente el espacio se lo tendré que encontrar otros días. Porque, les advierto, me encanta Ohio.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Reflexiones sobre un error de cálculo


Hace poco me llamó un antiguo cliente, jefe de una oficina de ingeniería. Hacía años que no sabía de él. Tras el saludo de rigor, me preguntó si podía enviarme un par de fotos. Me las envía; una estructura a medio montar. Resulta que les estaba fallando, y ni siquiera había entrado en carga. La verdad es que era un problema muy fácil, le dije qué hacer y seguí con lo mío.

Esa misma mañana me volvió a llamar. Que si podía venir a verme. Claro, faltaría más. A la media hora se me planta... con su calculista. Vaya, antes tenían calculista, luego se les fue y me pasaron a mí los cálculos que fueran demasiado complicados para ellos, también ingenieros, hasta que en algún momento dejaron de llamarme. ¿Y ahora tiene calculista? Bah, no pasa nada; éste era un país libre, al menos hasta ayer, y de hecho yo habría hecho lo mismo, no le guardo rencor.

El caso es que vino con su calculista y con los planos de la estructura en tamaño camión, para que le explicara a su técnico lo que le había dicho a él y se viera mejor en planos. Seamos sinceros: su calculista, cuando calculó la estructura, se equivocó, se le pasó por alto un detalle y de ahí el problema. Pero era un chaval "joven", aprendería de la experiencia, y es duro aprender un oficio por sí mismo, sin un ingeniero veterano que te ayude. Así que intenté ser especialmente cuidadoso en no culparle; con todo, hubo un momento en que su jefe me insistió: "pero ¿podía haberse previsto [el problema] con el CYPE?".

Pues... sí. La estructura se había calculado por ordenador y con un programa de cálculo de estructuras tridimensionales, claro que se podía haber previsto. Pero no se lo dije. Como pude, farfullé que no lo sabía, que yo no usaba ese programa (y eso sí es cierto), e intenté cambiar de tema. Mejor ayudar a su calculista que no atacarle, que además yo no sé si en unos años la situación será la opuesta y sea yo quien necesite su ayuda, ¿verdad?

En fin, nos despedimos con los buenos deseos de rigor, si algún día tienes una estructura que necesites mi ayuda ya sabes, y todo eso. Al cabo de unos días, el jefe me llamó para decirme que si quería facturarle algo que lo hiciera, que no pasaba nada, y yo le dije que no, que no se preocupe, que no fue nada.

Pero me quedé pensando, tanto que ahora escribo esto. ¿Qué visión tiene el jefe, ingeniero industrial, de lo que es un calculista? ¿Un operador de un programa de ordenador, el CYPE? ¿Cree acaso que quien calcula es el programa, no el hombre?

De hecho, ¿cuánto hay de cierto en eso?

He hecho una pausa en la escritura, para reflexionar sobre esta pregunta, y... me parece que hay bastante de cierto. No es totalmente así, pero...

¿Por qué será que me viene a la cabeza que a los conductores de los AVE se les siga llamando "maquinistas de tren"? Éstos tampoco ven la máquina que se supone que manejan.


Chascarrillo adicional: Un par de días después me llamó: el herrero les había valorado el arreglo en 12.000 euros. ¡Sopla! Le expliqué: su estructura medía 100 m de largo, y yo le había puesto un perfil muy pequeñito de 10 kg/m; 1.000 kg en total, 10 kg por metro. El herrero le pedía pues 120 euros por metro, 12 euros por kilo. El perfil no necesitaba tratamiento, no había que trabajar apenas uniones, se ponía en tramos de seis metros, ellos seguían en la obra montando, las condiciones para implementarlo eran óptimas... El herrero les estaba timando. Si se hubiera incluido el perfil cuando el hombre ofertó y ganó la obra entera, hubiera pedido quizás 1.500 euros por el incremento, 2.000 a lo sumo. Ahora, que puede aprovecharse, aceptaríamos que pidiera 3 euros por kilo, 3.000 euros, vale... ¡pero 12.000! Desde luego, si pudieran ofertar el arreglo como una obra independiente lo habrían sacado por menos de 3.000...

Un típico ejemplo de constructor que tiene cogido al cliente y abusa. Como un salvaje.

Tengo que acordarme de llamarles y pedirles el nombre del herrero, para tacharlo para siempre de mi lista de constructores.



Chascarrillo final: Les he puesto, como música inicial, el galope final de la obertura Guillermo Tell de Rossini. Si alguien ha ido al cine y ha visto El Llanero Solitario, a lo mejor les ha sonado familiar la pieza décima de su banda sonora, oficialmente titulada "Finale": http://www.youtube.com/watch?v=RjsfBpO65BM

Buscando e indagando, todo lo que encuentro es que la pieza se llama Finale y ha sido compuesta, como toda la banda sonora, por Hans Zimmer. Pero, en honor a la verdad, les diré que, buscando más aún (quizá es que yo soy torpe) encontré en la wikipedia en inglés, en la entrada
Originally, Jack White was hired to compose the score for the film. White however, declined, and was replaced with Hans Zimmer.
All music composed by Hans Zimmer excluding "Red's Theater of the Absurd", which was written by Jack White and "Finale", which is an extended arrangement of Gioachino Rossini's "William Tell Overture", with additional material arranged by Geoff Zanelli and Zimmer.

No.TitleLength
1."Never Take Off the Mask"  1:08
2."Absurdity"  4:58
3."Silver"  4:00
4."Ride"  4:17
5."You've Looked Better"  3:09
6."Red's Theater of the Absurd" (performed by Pokey LaFarge & The South City Three)3:02
7."The Railroad Waits for No One"  3:09
8."You're Just a Man in a Mask"  4:14
9."For God and for Country"  4:53
10."Finale"  9:51
11."Home"  6:55
Total length:
49:36

En fin. Piensen ustedes lo que quieran. Yo simplemente digo que me habría gustado que, por ejemplo, en sitios como éste hubiesen sido más honestos. O a lo mejor más cultos, quién sabe.

lunes, 8 de abril de 2013

Las diez películas que deben sobrevivir (y II)

En mi entrada anterior les listé las mejores películas en blanco y negro. Les expliqué los criterios que había seguido, y les prometí que hoy les diría las cinco mejores películas en color. Y si creen que fue difícil seleccionar cinco películas en blanco y negro y dejar fuera Los hermanos Marx en el Oeste o Anatomía de un asesinato, les advierto que en color es mucho más difícil todavía. Porque, les dije, mi criterio principal sería que la película entretenga de principio a fin a cualquier publico, y con el color, como se sabe después de incendiar Atlanta, todo es mucho más fácil.

Así que, sin que el orden signifique preferencia, y sin más dilación, mis películas favoritas en color:

1) La guerra de las galaxias. Recuerdo perfectamente la cola de cuatro en fondo en las taquillas del cine Palafox. Una vez dentro,... aparece un fondo de estrellas que se aleja y unas letras que no son rectas, como en las demás películas, sino que también se van alejando poco a poco. Es 1977, y ¡guau! Desde entonces, el cine ya no fue igual; indiscutiblemente, hay un antes y un después de La guerra de las galaxias, y hay una poderosísima razón para ello. ¿Cuál? Fácil, La guerra de las galaxias. 36 años después, la película ya no trae el futuro, pero sigue siendo una película que verá hasta el final. Por cierto, las demás de la serie (confieso que no las he visto todas) no valen la pena.

2) Aterriza como puedas. No, no se ría. De mí, quiero decir. Verá, la década de los 70 estuvo marcada por las películas de catástrofes. La marabunta, El coloso en llamas, Poseidón hundido o la serie completa de Aeropuerto (del 74 al 80, sin faltar un año), por citar sólo unas pocas. El autobús atómico fue un fracasado intento de hacer el cine opuesto... y entones llegó Aterriza como puedas. Y, simplemente, se acabaron todas las películas de catástrofes. Seguro que las que estaban ya rodadas pero no estrenadas se guardaron en un cajón para siempre jamás. Atrápalo como puedas, Top secret, Hot shots o Scarie movie, da igual. Les Luthiers en cine, Aterriza como puedas, sobran las palabras, no necesita defensa. Sea usted quien sea, la pille en el momento que la pille, la verá hasta el final. Y aún estará riéndose.

3) Speed. Película intrascendente, película comercial de cine palomitero, estrellas (entonces no lo eran) y efectos especiales,... Probablemente, a nadie se le ocurriría ponerla en la lista de las mejores películas. Pero, mire, le contaré algo. La ví cuando la estrenaron, en el colosal Cine Mola (que, con ese nombre, ya se imaginará usted qué ha sido de él) y, en el momento en el que el autobús salta el vacío en el puente en construcción y llega al otro lado... ¡todo el cine prorrumpió en aplausos! Me quedé de piedra, era 1994 y creí que esas cosas ya no pasaban. Speed, en cambio, lo consiguió. A mitad de película estábamos todos tan atrapados, tan en tensión, que cuando el pasaje del autobús aplaude aliviado todos nosotros tuvimos el mismo alivio y aplaudimos a la vez, como chiquillos. De verdad se lo digo. Ahora ya no la verá en un cine, pero si quiere pasar un buen rato, no lo dude. Speed.

4) Mentiras arriesgadas. Como Speed, de 1994. Sólo que se estrenó después. De nuevo, un detalle: la película era larga, 141 minutos, y la proyección se interrumpió para hacer un descanso. ¿Se dan cuenta? No hablamos de los 195 minutos de La lista de Schindler, aquí es menos de dos horas y media. Una película con descanso. Así de cautivo estaba el público, todos esperando que se renaudase la proyección y ver qué más pasaba, como seguía. Y no había salido todavía la escena del Harrier, que fue recibida con un "oooohhhhhhh!" general. Sí es cierto, Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis no son los actores que usted nombraría para la eternidad, pero ¡quítese los prejuicios! Mentiras arriesgadas es una película a la altura de las mejores. Sí, los efectos especiales son importantes, pero a mí eso me da igual. Lo que me importa es el resultado, y Mentiras arriesgadas es una película redonda por la que no van a pasar los años; dentro de cincuenta seguirá encandilando igual.

5) Los increíbles. El cine de animación tiene el sambenito de "infantil", y por eso la mayoría de la gente lo desprecia. Y no sabe las obras maestras que se pierde: Shrek, Monstruos S.A. o Como entrenar a un dragón, por citar sólo unas pocas, son infinitamente mejores que cualquiera de las películas que se hicieran en su mismo año, y éstas deberían figurar en cualquier selección de las mejores películas de todos los tiempos. Tan cierto como que Jack el cazagigantes es la mejor película de este año. Dicho lo cual, lo cierto es que Los increíbles es, indiscutiblemente, la mejor. La mejor de las mejores. Da igual que copie escenas de otras películas (de hecho, es uno de sus alicientes, como pasaba en Aterriza como puedas), Los increíbles es la mejor película de todos los tiempos. Al menos, desde 1994. Lo que pasa es que usted tiene demasiados prejucios. No, de verdad, véala. Me dará la razón.

Accésit) En la entrada sobre películas en blanco y negro otorgué un accésit para una película excelente pero un público restringido. Aquí, en rigor, debería tenerlo para Los siete magníficos, pero me resisto a no citar antes El último mohicano. Vale que el libro es incuestionablemente superior, pero con esa historia como guión, esa música, esa fotografía, ese final arrojándose por el vacío,... salí del cine diciendo "América, ese grande y hermoso país", y no ha habido una película que desee menos ver en una pantalla de 25 pulgadas, esa película es para las grandes salas. Lo que pasa es que reconozco que El último mohicano no cumple el criterio fundamental que establecí, así que el accésit debe ser para...lo siento, no puedo. No puedo distinguir sólo una. Si cree que usted puede distinguir una que deba prevalecer sobre las demás, dígame cual. Yo le citaré veinte mejores o con más méritos.

Aunque si usted rebosa testosterona como yo: El sargento de hierro. Si además no le importa que haya besos: Gladiator. Y si precisamente quiere que haya besos: Oficial y caballero. Por el contrario, si es usted mujer: Eternamente amigas. Si no le importa que el arranque sea flojo, Juegos de guerra. Si aún no tiene usted veinte años, Grease. Si le gustan las bélicas, Todos eran valientes; si le gustan las de policías, las de robos del siglo, las de evasiones, las de abogados, las de... lo que usted quiera. Películas en color, a capazos. Yo sólo he seleccionado cinco, por puro capricho. Pero, en cualquier caso, siga mi consejo: consígaselas y véalas. Las cinco. Disfrutará como un enano.

domingo, 7 de abril de 2013

Las diez películas que deben sobrevivir (I)

Hace un rato, viendo otra vez cierta película, se me ocurrió que, indudablemente, esa película debía figurar en cualquier lista de las mejores películas. Incluso de las películas que salvaría yo en caso de hecatombe. Con lo que me pregunté qué más películas salvaría, y ¿por qué no? cogí un lápiz y un papel y me puse a listarlas. Claro, todos salvaríamos al menos cien películas, pero este tipo de listas ha de ser, por definición, cortas. Diez, de hecho, es el estandar de nuestra raza, por lo que limité la lista a diez. Y héla aquí.

Bueno, en realidad no la habrá aquí en su totalidad: en esta entrada sólo glosaré la primera mitad, y la segunda mitad aparecerá en la entrada siguiente. Sea como sea, vamos con la primera mitad.

De nuevo, he de interrumpirme para explicar mis criterios. No es una lista al uso. Ningún purista, ningún pedante, ninguno que se las quiera dar de entendido o de crítico elegiría las que yo voy a elegir.  Entre otras razones, porque el criterio artístico no va a ser el principal. El nacimiento de una nación, de D.W. Griffith, por ejemplo, aportó un avance radical sobre el cine de su tiempo. Movió la cámara. Sí, como suena. Movió la cámara, la levantó, filmó desde arriba. Hasta entonces, la cámara estaba fija y los actores actuaban; la cámara veía la representación como lo haría un espectador, y a Griffith se le ocurrió lo que a nadie se le había ocurrido antes. Ya ven. O, por ejemplo, El ángel azul. De Von Stenberg, con Marlene Dietrich como estrella. La ví en un cine, en alemán, y gracias a eso pude advertir que se notaba que era de 1930 porque los actores prácticamente actuaban como si fuera cine mudo: hablaban lo mínimo. La película narra el derrumbe ético y psicológico de un rectísimo catedrático que cae bajo el embrujo de una cabaretera, pero dudo que nadie la haya visto; sin embargo, el fotograma con las piernas (¡y los muslos!) de la Dietrich... ya saben de cuál les hablo, ¿verdad?

Pues ni estas películas, ni Ciudadano Kane, por ejemplo, van a estar en la lista. No, porque yo concibo el cine como una forma de entretenimiento. Que sirva para aprender, denunciar, explorar nuevas formas de expresión o como forma de belleza, vale, pero lo primordial para mí es que la película entretenga. Y con ese criterio, las mejores películas son aquellas que nos pegan a todos (¡a todos!) a la butaca desde el título hasta el THE END. Si luego enseñan o denuncian, tanto mejor. Pero, sobre todo, han de ser películas que queramos ver de cabo a rabo y sin que nadie nos moleste.

La lista, ya digo, la he dividido en dos partes, con cinco películas en cada una. En esta primera parte, las películas serán en blanco y negro. Si usted siempre ha visto el cine en color, no se espante: las películas que voy a citar me atrevo a decir que superan a todas las películas en color, incluso a las de la segunda parte de la lista, y no verlas debería estar penado por la ley con ejecución en plaza pública.. Si no me cree, haga la prueba. Empiece a ver una, aguante cinco minutos e intente renunciar: no lo hará.

Un última advertencia. Como no es práctico enunciar los títulos mezclando las palabras, necesariamente se enumeran de una en una. Eso no significa que una sea mejor que otra, pues de hecho todas están en la lista. 

Y ya está. Si alguna no la ha visto, inténtelo. No se arrepentirá. Y si ya la ha visto, véala de nuevo, ¡qué caramba!

1) Doce hombres sin piedad. Insuperable. Doce actores, en una sala, hablando. No pasa nada, no salen de la habitación (no cuento el lavabo anexo). Sólo hablan. Los doce. Y, sin embargo, la tensión le clava a uno contra la butaca hasta que salen de la habitación. Pedazo de película. La mejor película de juicios, y creo que no se ha vuelto a enfocar una película de juicios con este ángulo. ¿Para qué? Es insuperable.

2) De aquí a la eternidad. Sin duda, usted conoce la famosa escena de Burt Lancaster y Deborah Kerr besándose apasionadamente en la playa, una ola que llega y los baña,... ¿Conocía la escena pero no los actores? ¿Conocía la escena y los actores pero no qué película era? ¿Y Frank Sinatra? ¿Le tenía usted como un viejo que canta o un bailarín de películas? ¿No se le ocurrió que en su juventud era un actor excelente que actuaba? Montgomery Cliff es un hombre atormentado, no hay duda. ¿Sigue sin saber de qué va la película? Veamos, ¿cree usted, estulto panoli, que la "Pearl Harbor" de 2001 con Ben Affleck  es la película definitiva sobre el ataque japonés a Pearl Harbor? No tiene usted ni idea. Vea De aquí a la eternidad. Es una película bélica, es una película de romance, es una película de actores, es... la película definitiva. Y además, nunca verá a nadie como Burt Lancaster. Impresionante.

3) Casablanca. Ja, ja, ja. ¿Creia que no iba a incluir Casablanca? Huelga cualquier comentario, y si no me entiende usted es idota y no ha visto la película. Por favor, cúrese. Y véala ya, hombre.

4) Crimen perfecto. No hace falta decir que se trata de la versión de 1954 de Hitchcock, con Ray Milland y Grace Kelly. Para los críticos, una película menor. Para todo el que la haya empezado a ver, cine en estado puro. La esencia del cine, el objetivo del cine. El granuja que convierten en asesino, el asesinato, y la investigación de la policía. Sea usted quien sea, tenga usted la edad que tenga y no importa que sepa quién es el malo (se sabe desde el principio, y saberlo no quita un ápice de interés) o cómo lo pillan, da igual, la película atrapa. Crimen perfecto es la película perfecta, ésa es la realidad.

5) La tentación vive arriba. La película más famosa de Marilyn Monroe es Con faldas y a lo loco, pero es porque salen Tony Curtis y Jack Lemmon, con Billy Wilder, etc, etc, y el fotograma más famoso de M. M., el de la falda volada, es de La tentación vive arriba, y el lego poco más sabe. Tom Ewell no tiene el mismo cartel que Curtis, y el humor de la película no es tan fácil, pero... es mucho mejor película. Lo que pasa es que se saborea mucho más si uno ha estado casado al menos siete años (el título original es "La comezón de los siete años", y alude al "hastío" que aparece en cualquier matrimonio a los siete años). Por cierto: hace poco leí no sé dónde que en La tentación vive arriba, al final no pasaba nada. Y se equivocan, sólo que la censura no permitía mostrarlo tan claramente. Para entender todo el final se necesita un poco de inteligencia. Pero uno se ríe a mandíbula batiente.

Accésit) La diligencia. Je, je, no he sido del todo franco. La lista es de cinco películas que gustarán a todos los públicos, pero si es usted un varón heterosexual, no importa su edad, también querrá ver La diligencia. John Ford, John Wayne en su primera película como estrella. La diligencia, el sheriff, el fuera de la ley (Wayne), los soldados, el jugador de ventaja, el banquero, la esposa del capitán, la mujer "sin honra", el ataque de los indios a la diligencia, la trompeta de la caballería y el duelo a la salida del saloon. Todo, en 96 minutos de 1939. Y si usted es niño, saltará de alegría cuando suene la trompeta y se tapará la cara cuando Wayne camine en su duelo con los hermanos Plummer. Para mí, cuando la diligencia empieza su camino, se oye un disparo y un "¡alto!" y aparece John Wayne, de pie, volteando su fusil... en ese momento te has convencido que estás ante la mejor pelicula del oeste jamás rodada.

Y mención especial: King Kong. Lo siento, tengo debilidad por esta película de 1933. Corta, intensa y genial, si no la he puesto en la lista es porque, no quiero engañarles, se ha de ver en el cine. La lucha del gorila contra los monstruos, el tamtam de los nativos, la claustrofobia de Fay Wray atada al tronco sin saber qué va a pasar,... sólo se aprecia a tope, actualmente, en la oscuridad del cine, sólo pantalla y sensorround. De todas formas, la escena de la lucha en lo alto del Empire State está tan, tan imbricada en nuestra cultura, que no tiene perdón de Dios no haber visto al menos una vez la película. Por cierto, Fay Wray, primera rubia rubísima... era rubia de bote.

Y por hoy, las películas en blanco y negro. Echará en falta a James Stewart, Cary Grant, Gary Cooper, Spencer Tracy, Clark Gable o Gregory Peck, a Ava Gardner, Katherine Hepburn, Claudette Colbert, Bárbara Stanwick o Lauren Bacall, o a tantos otros. Pero, oiga, le doy peliculas de Henry Fonda (por cierto que que es el mejor papel de un arquitecto que jamás se haya interpretado), Frank Sinatra, Montgomery Cliff, Burt Lancaster, Ray Milland, Tome Ewell, Humphrey Bogart, John Wayne, Ingrid Bergman, Marylin Monroe, Grace Kelly, Deborah Kerr o Fay Wray, además de un sinfín de enormes secundarios. Hay una de vaqueros, una bélica, una comedia, una de juicios, una de suspense, una de aventuras y Casablanca. Y no está El crepúsculo de los dioses, fíjese. Hasta yo creo que faltan películas. Pero tenían que ser sólo cinco.

Mañana, las cinco en color.

lunes, 13 de febrero de 2012

O.J. Simpson y el cine

A las nuevas generaciones probablemente el nombre de O.J. Simpson no les dirá nada; los que ya tienen una edad y fueran conocedores del deporte norteamericano les dirán que fue la gran estrella del fútbol americano en los setenta (lo que fue Michael Jordan en la NBA años más tarde), jugaba de running back. Los que tengan edad pero no sepan de fútbol americano lo recordarán por su famosísimo juicio, paradigma para los que lo consideraron culpable (¿todo el planeta?) de que con dinero suficiente se salvaría hasta Judas Iscariote.

Yo, sin embargo, estoy convencido que para la Historia, O.J. Simpson será siempre Nordberg, el inefable compañero del más inefable aún teniente Frank Drebin, de la brigada criminal de L.A. ¿Porqué digo esto? Pues porque saber quién era O.J. es necesario para entender lo que ocurre de trasfondo del final de una de las mejores escenas del cine.

Pero antes unas explicaciones. La escena en cuestión es una parodia de una escena de Los Intocables de Eliott Ness, que a su vez homenajeaba una escena de Eisenstein de su película (muda) El Acorazado Potemkin.

Obviamente yo no he visto la película muda, pero sí vi en el cine la de Los Intocables, con Kevin Costner en estado de gracia y Sean Connery merendándoselo en cada fotograma. La escena, en la pantalla gigante de los cines de entonces, era sobrecogedora, salía uno diciendo ¡Peazo película hemos visto! En casa, en la pantalla del ordenador o del televisor propio, pues no es lo mismo. Se harán una idea, pero si no lo vivieron entonces las sensaciones no serán las mismas. Y las risas que soltamos todos con la película de O.J. Simpson en el cine… ¡por Dios, si hasta tenían que hacer pausas para que la gente recuperara! Y esto último es verdad: en las películas de los hermanos Marx siempre había un par de números musicales en medio. Su objetivo era precisamente ése, cortar el ritmo de la película y que la gente pudiera descansar un rato de tanto reír: en sus películas te reías tanto que acababas con agujetas.

Y es lo que tiene el cine. Son obras que están concebidas para verlas en una sala enorme, en una pantalla gigantesca, en la oscuridad y con un sonido atronador. Verlas en casa es como oír la Marcha Turca de Mozart en versión para flauta infantil y batería. Como el Hooked on Classics de Luis Cobos o como admirar la Estatua de la Libertad en las reproducciones de una tienda de recuerdos. Lo que pasa es que a veces no hay otra cosa, claro. 

En fin, al grano.
  1. La escena de la película El Acorazado Potemkim: (ojo, que es muda): http://www.youtube.com/watch?v=8ORUQvD6qyQ&feature=related
  2. La escena de Los Intocables de Eliot Ness: http://www.youtube.com/watch?v=grd8vVuhIdQ
  3. La gran escena de O.J.Simpson (suban los altavoces y atentos al final, al fondo): https://www.youtube.com/watch?v=Ohk7PiJINEc
Y, por último y adelantándome a los comentarios que mentalmente puedan hacer ustedes sobre que sí pero que es mucho mejor… (aquí va la escena que usted esté pensando), le digo cuál es la escena más divertida de la historia del cine. Porque, no importa los años que pasen, nos hace reír a mandíbula batiente y aún más: sólo de recordarla ya nos reímos. Con todos ustedes… http://www.youtube.com/watch?v=E-Rmx0aXga0

Ahora, que si alguien cree que conoce una escena mejor y sabe su URL de Youtube, por favor que la comparta con todos.