sábado, 19 de enero de 2019

Tres botones de muestra para entender la política en Cataluña


y la adaptación de estudiantes de medicina de Harvard ¿Qué hace el bazo?:



Tres detallitos, tres noticias cualesquiera, más o menos coincidentes en el tiempo, y que pasan completamente desapercibidas en el día a día de la política en Cataluña. Porque no destacan sobre todas las demás, es todo los días así con noticias como éstas y muchas más.

1.- El estado policial

Archiva un juez la investigación del espionaje llevado a cabo por los Mozos de Escuadra: opina que no ve delito alguno.

La cosa va sobre que se ha demostrado que la policía autonómica espió a abogados, periodistas, políticos, sindicatos, asociaciones, partidos políticos, etc.  Todos ellos con un denominador común: eran antiindependentistas. ¡Incluso espiaban a la Policía, la Guardia Civil y a los agentes del CNI que pudieron! La Policía Nacional consiguió interceptar un convoy de documentos internos de los Mozos cuando los iban a incinerar y ahí estaban todas las pruebas de lo que se sospechaba y más que se sospechaba. Por supuesto, todas las investigaciones se hacían sin conocimiento de fiscal o juez alguno. Como era de esperar, el jefe de la "Brigada de Información", Manel Castellví, no supo dar explicaciones convincentes ante el juez del porqué de esas investigaciones ni de que no eran por ser los espiados antiindependentistas (a menudo se hacía hincapié en los papeles intervenidos del caracter "españolista" o "constitucionalista" del sujeto). De hecho, cayó en suficientes contradicciones como para que pensemos (no, que estemos seguros) que mentía. En fin, las pruebas encontradas son abrumadoras y el juez ha establecido que sí, que hubo espionaje. Pero ha considerado que no había delito.

Veremos en qué para todo esto. De momento el fiscal cuenta con mis simpatías: ha pedido que se reabran las diligencias, pues, como Castellví en ningún momento ha dicho qué delito habían cometido o pudieran cometer los investigados para que los investigaran ni tampoco indicar qué llevó a los Mozos a investigarlos, ni porqué a esas personas y no a otras, admitir que se les espiara por la simple razón "de que se les estaba investigando" (que es lo que hace el juez) no es sino aceptar (y, por parte del juez, legitimar) que vivamos en un estado policial.

Como ven, el tema es serio. Y sin embargo su tratamiento no pasa de un breve en una columna de una página par.

2.- Los políticos mangonean en la policía

Han destituido al jefe de la brigada antidisturbios de los Mozos de Escuadra.

A lo largo del pasado diciembre, los separatistas más violentos (los que aquí denominamos CDR, por comités de defensa de la república) montaron diversas algaradas; algunas, demasiadas, fueron toleradas por la policía autonómica (que es la que tiene la competencia del orden público); algunas otras, sobre todo las que podían afectar a los políticos separatistas, no. Los mozos fueron puestos en el disparadero por su parcial criterio de actuación, y no tuvieron más remedio que hacer lo que debían. En Gerona protegieron una manifestación de Vox (legal y que contaba con todos los permisos) frente a una turba de separatistas que quería reventarla. Y el 21-D, cuando el Doctor Fraude trajo su Consejo de Ministros a Barcelona, las porras también salieron contra los CDR. En este último caso el mal fue aún mayor, pues se recogío en un vídeo que se hizo viral que un mozo de la brigada antidisturbios le espetaba a un agente rural (funcionario, por lo tanto, de la administración catalana) que se alineaba de uniforme (obviamente, algo prohibido) con los CDR la famosa frase de "La república no existe, idiota". 

Como los mozos siempre habían sido amigos de los CDR, la conclusión era clara: había elementos españolistas entre los mozos. En concreto, entre la brigada antidisturbios. Y los CDR exigieron cabezas. El presidente suplente, Torra, exigió cabezas. Y el consejero de interior ha destituido al jefe de la brigada antidisturbios. Oficialmente, no hace falta decirlo, no hay ninguna relación entre todo esto y la destitución se ha debido a otros criterios, del todo punto inocentes. ¡Faltaría más!

3.- Cuando el Parlamento es tu cortijo

Nuevo cierre del Parlamento de Cataluña.

Los separatistas, después de las infaustas sesiones del 6 y 7 de septiembre, declararon el Parlamento cerrado. Así no podía haber marcha atrás. La cosa no les salió del todo bien porque luego, cuando la policía española hizo sus jugadas, se encontraron que al estar cerrados no podían usarlo para protestar. Aparte de que mal podían alardear de demócratas con medidas como esas. Cuando (según su épica) más trascendente era el momento que vivía el país, cuando estaban haciendo el salto democrático, su estrategia era silenciar a los representantes del Pueblo.

Pero esta técnica, que ya habían practicado antes, la han ido aplicando cada vez más a menudo. Por ejemplo, en junio del año pasado, una vez elegido Torra como presidente suplente. ¿La razón del cierre en esa ocasión? Que los jueces habían anulado el derecho de voto de Puigdemont y los otros huidos de la justicia y ya no tenían mayoría de votos. El cierre siguiente fue porque ERC y la tropa de Puchi no se ponían de acuerdo: ante la posibilidad de perder votaciones, de nuevo Parlamento cerrado. Así no se pierde nada. 

Es verdad que, con tanto periodo cerrado, todos nos hemos dado cuenta de que no lo necesitamos (al Parlamento) para nada; no me extrañaría que esa percepción termine pasándoles factura (a los parlamentarios y su cohorte de ayudantes, que son los que viven del invento). Pero aún así, un poco de decencia...

El más reciente cierre es porque la policía ha "detenido" (un ratito) a algunos alcaldes cupaires de pueblos de Gerona, acusándoles de cortar las vías del AVE en los altercados del mes de diciembre. No han cerrado el Parlamento formalmente porque aún estamos en las vacaciones navideñas y no hay plenos, sino que lo que han cerrado son la comisiones.

Como ejemplo, la comisión de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias: la presidente, de EC, declaró la comisión cerrada "en protesta por las detenciones" antedichas. Claro, los diputados no separatistas protestaron. Y uno del PSC pidió explicaciones. La presidente se las dió: en virtud del artículo 235.2 del reglamento del Parlamento.

¡Ah, pero resulta que ese artículo se aplica en caso de alboroto o desobediencia de un diputado, y además implica sanciones! Así que el diputado preguntó qué alboroto o desobediencia había generado qué diputado, y qué sanciones se le iban a imponer. ¡Tierra, trágame! La presidente entonces reconoció que lo hacía por falta de quórum (los diputados de ERC y del grupo de Puchi se habían ausentado). De nuevo el diputado la interpeló, pues esa razón no tenía relación alguna con el artículo que invocaba la presidente. La respuesta de la presidente fue que no tenía el reglamento a mano.

La presidente, de ERC, declaraba cerrada la comisión, aunque no sabía (y le daba igual) qué artículo la autorizaba a tomar esa decisión. Por ella, como si no tenía autoridad. Frente a su deseo, ¿qué son las leyes y los reglamentos? Detalles menores, está claro.

¡Son tan demócratas! Como los de la República Democrática de Corea del Norte.



Pues bien, todas estas cosas y muchas más ocurren a diario aquí en Cataluña, y pasan sin pena ni gloria en los medios de comunicación no separatistas (en los separatistas, se pueden imaginar). No sé si es por la cantidad de cosas que pasan (con lo que estas cosas ya no son noticia), si porque ya estamos tan curados de espanto que nada de esto nos llama la atención, o porque los muchos años de esfuerzo dedicados por Jordi Pujol y su banda a castrar y domar a los medios de comunicación ha tenido estos efectos.




Ylvis - The Fox (What Does The Fox Say?)

martes, 15 de enero de 2019

El puente de Saskatchewan

https://www.youtube.com/watch?v=mdz0VwCTAmk 



El original de la noticia está disponible en este enlace. También las fotos han sido extraídas del  mismo sitio.
Saskatchewan es  una provincia del centro de Canadá. Una zona poco poblada, más grande que España y Portugal juntas y con menos población que el área metropolitana de Málaga. Pero es Canadá, vaya, y eso debería bastar. En Saskatchewan hay un municipio rural llamado Clayton (para quien lea la noticia original: el puesto que está al cargo de un municipio rural, en Canadá, es un"reeve"), bastante pequeño en población pero grande en dignidad. El caso es que construyeron un puente sobre el río Swan, el Dyck Memorial Bridge. 
A las seis horas de estar abierto al público, el puente se vino abajo:
Y no, no fue por el intenso tráfico: la previsión hecha es de unos 1.000 vehículos al año, que son 3 vehículos al día.
¡Ey, miremos la foto con un poco más de atención! La línea de apoyo central, la que está en el centro del cauce del río, está hundida con respecto al nivel teórico del puente. ¿Qué ha pasado?
Que no habían hecho un estudio geotécnico. Por ahorrérselo, según confesó el Reeve local.  Parece ser que les habían dicho que perforar en el río para saber cómo era el terreno (como si no sirviera perforar en la orilla) era muy caro, y patatín patatán. ¿Cómo aceptó la ingeniería proyectar sin geotécnico y la constructora construir sin geotécnico? No comment, por lo que parece. 

El puente costó $325.000. Un estudio geotécnico habría costado $3.250, diría yo. El 1%. E incluso menos, si fuera en España. ¿En qué pensaban? No tengo ni idea.

Lo que sí sé, de lo que estoy convencido, es que invertir en ingeniería antes de ejecutar las obras siempre compensa. Siempre. Y la geotecnia es parte de esa inversión.

Así que lo siento, pero les está bien empleado.




Carole King - I feel the earth move

lunes, 14 de enero de 2019

Oporto




Hoy he estado en Oporto. Han pasado 20 años desde la última vez que estuve, ¡Dios, qué viejo soy! Estaba encantado de volver, de decir que estaba encantado por volver al cabo de 20 años, pero ¿a quién se lo podía contar? Todo el mundo, las azafatas del avión, la señorita del alquiler de coches, todas parecían taaaan jóvenes.... Sin duda no tenían recuerdos de hace 20 años, así que no iban a ser conscientes de cuánto tiempo es.

En aquella época venía por trabajo, cosas de obras. Ida y vuelta en el día, aunque a veces, si empalmaba con otras obras camino de Lisboa, pasaba la noche donde fuera y regresaba desde la capital; hubo una temporada en que llegué a volar a Oporto todas las semanas (todos los lunes). Pero aquello se acabó, y han pasado 20 años. Eso sí, algunas cosas no cambian: por trabajo, ida y vuelta en el día, yo solo. Esta vez, sin embargo, mi programa de visita era muy reducido y me dio tiempo para pasear un rato por la ciudad del Duero.



Supongo que es deformación profesional, pero no pude evitar tener dos miradas en el viaje, digamos la del turista y la del viajero. 

No sé por qué se suele diferenciar, sobre todo en entrevistas, el turista del viajero. Quien quiere dárselas de viajado y de hombre de mundo impepinablemente se tilda a sí mismo de viajero, pero nunca me han explicado la diferencia. En lo que sigue, mi elección es sólo para emplear nombres distintos.

Como turista, he de decir que Oporto es preciosa. Es una ciudad muy fotogénica, con un montón de iglesias, monumentos, edificios públicos, calles, puentes, etc., que hay que visitar. Muy diferentes a lo que estamos acostumbrados. La estación de ferrocarriles de San Benito, por ejemplo: muy pequeñita (esto, a fin de cuentas, es Oporto) pero espectacular. Mas otro tipo de espectacularidad: el aeropuerto de Sá carneiro es espectacular como todos los aeropuertos, con una arquitectura vanguardista, de grandes espacios, ya saben. La estación, en cambio, es de 1916 y su arquitectura es espectacular en la línea de la plaza de España de Sevilla: 1916.



Y luego está la ribera del Duero: impresionante, con las bodegas en la otra orilla. Me pareció, eso sí, que los muelles habían cambiado desde 1998, se habían vuelto más de turismo de masas, pero no me importó. Oporto, es lo que tiene: los turistas no molestan. El puente que construyó Gustav Eiffel y que lleva su nombre: a reventar de turistas, pero da igual. No se hacen notar.



No paseé esta vez por Boavista o por la desembocadura del Duero, pero tampoco lo eché de menos: lo poco que vi ya fue mucho. Oporto es una ciudad preciosa y todos deberíamos programar un viaje para conocerla a la menor oportunidad.

Y luego está la mirada, digamos, del viajero. Verán, no estuve donde van los turistas. Ni siquiera en esos sitios "sólo para los aborígenes", los típicos lugares "que los turistas no conocen" y en los que "se paladea lo auténtico", la esencia de la ciudad. Ya saben, de los que los Pérez-Reverte alardean de frecuentar.

Para empezar, al igual que hace 20 años, mi destino no era Oporto sino Vilanova de Gaia. Esta ciudad está en la ribera sur del Duero, y es tan grande o más que Oporto. Pero es la parte pobre y no tiene su fama. Vilanova de Gaia, además de muchas carreteras y autopistas, son sus calles y sus casas. Y sus calles y sus casas, para un español... Uno piensa que así deben de ser las grandes ciudades de África (salvo que uno haya estado en África y sepa cómo son fuera del circuito de turistas, y ésa es otra historia). Calles empedradas, no asfaltadas, con una piedra pequeña y no con pavés europeo. Estrechas y sin aceras, con esquinas angulosas sin visibilidad. Calles sin nombre, laberínticas. Casas bajas, de 1, 2 ó 3 plantas a lo sumo; aquí y allá, donde la callejuela desemboca en una carretera, un edificio alto, vida urbana. Hay autobuses que recorren las calles; muchas son de doble sentido, y son frecuentes los puntos donde hay que dejar pasar al autobús o la furgoneta que viene en sentido contrario. Y el laberinto mide kilómetros y kilómetros. Por suerte, como lo sabía y no estamos en 1998, me llevé mi GPS y aunque me confundí varias veces el navegador siempre supo por dónde llevarme.

¿Y las gentes? Pues... ¿cómo lo diría? A tono. Las estampas del Portugal profundo que conocí en 1998 siguen ahí. Pero no hablamos de Vilanova de Gaia, sino de Oporto. 

Lo habitual en el turista es que cuando vaya a un sitio vea lo que hay que ver. Lo que los de allí quieren que veamos. Y así tiene que ser, pero yo a menudo no dejo de interrogarme sobre cómo es la vida allí. Cómo viven ellos. A menudo basta con coger la paralela a la calle que quieren cojamos. Y en el caso de Oporto...

En 1990 visité Praga. Todavía había soldados rusos, no digo más. El gobierno comunista había caído 7 meses antes, pero las cosas habían cambiado muy poco; aquel verano empezamos a llegar los primeros turistas, y encontramos un país que estaba aún despertándose y que no sabía lo que le iba a venir encima (me refiero al capitalismo). El caso es que Praga, por las razones que sean, se había "lavado la cara" en 1977 para festejar el 60º aniversario de la revolución rusa, y nada más. Para que me entiendan, desde la destrucción de la 2ª guerra mundial no se había hecho nada y se notaba, como también se notaba en algunas ciudades de Alemania del Este que vi en su día. Como chascarrillo, recuerdo que comenté el viaje en casa de mi amigo Álvaro, diciendo que la ciudad me había gustado mucho pero que estaba medio en ruinas, y su madre me dijo que no, que Praga era una ciudad regia, con unos edificios bellísimos, etc. Resulta que la madre de Álvaro había visitado Praga... en 1941, en una gira del equipo nacional de gimnasia, y claro, había conocido la Praga anterior a los bombardeos de la guerra mundial. Total, al abrirse al mundo de nuevo en 1990 se dieron cuenta de que no podían enseñar edificios semirruinosos cuando no en ruinas, y aplicaron una política de arreglar deprisa los edificios que iban a ver los turistas, empezando con los de las dos calles principales que había; sólo la fachada que daba a esas calles, claro. Cuando volví en 1992 vi que, más avanzado el programa, empezaban con los de las bocacalles.

Pues bien, es lo que me ha parecido Oporto. Las calles turísticas, preciosas. De foto. Las paralelas, las casas en sí mismas que se ven desde otras fachadas, eso es otro cantar. La misma existencia de tantas antenas parabólicas, ecos del pasado en España, nos dan una pista de cuál es la vida real.

Compré unos recuerdos: un par de paños de cocina y una toalla, todo profusamente decorado con el gallo de Barcelos. Pero no en un puesto de turistas: debajo del puente Eiffel, en una callejuela en la que apenas me crucé con una anciana cargada con bolsas de compra que se sentó a mitad de cuesta a retomar el aliento, había un tenderete con paños, echarpes, toallas,... En el lado opuesto había un comercio que no supe definir, parecido a una antigua cantina de estación ferroviaria de pueblo. Pregunté, y el señor de allí me dijo que él los vendía. No había nadie más, así que salió y me atendió. El señor, por cierto, habría servido como portada de un National Geographic: enjuto hasta decir basta, falto de algunos dientes, con pinta de estar muy necesitado. Las casas de la calle se caían a pedazos, pero el puente Eiffel estaba allí mismo. Pasaba que los turistas, para bajar al muelle, escogían otra calle, la oficial. Y la mía quedó olvidada, dejada de la mano de Dios.

La barbería, sus tiendas, sus casas normales,... todo indicaba que lo que veían los turistas, aunque Oporto auténtico, no era sino la fachada. Las mejores galas que tiene la ciudad, pero muy diferentes de la ropa con la que se viste a diario (me llamó la atención, paseando por una calle, ver ropa interior de mujer tendida a secar... al alcance de mi mano). Sí, ya sé que en las grandes ciudades, en los cascos históricos, hay barrios deprimidos. Pero no. Es cierto que en Zaragoza, por ejemplo, el barrio de San Agustín (detrás de la Magdalena) es un barrio de un nivel socioeconómico muy inferior a la media de la ciudad. Pero es un barrio en una zona apartada del casco viejo: ningún turista - y menos zaragozanos- se acerca a esas calles ni de casualidad. El Raval de Barcelona también es una zona lamentable de la ciudad, pero esto en realidad es resultado de un proceso de concentración de la inmigración musulmana, el abandono de los habitantes originales y la toma del barrio por la delincuencia organizada; se ha convertido en una especie de gueto, pero no es lo de Oporto. Está separado de las calles turísticas, es una zona propia y específica a la que los turistas (creo yo) sólo entran... buscando lo que saben que van a encontrar, drogas, putas o lo que busquen (y ¡ay de los que entren sin saber dónde entran!). Y además es que en el caso de Oporto no son calles del lumpen, sino calles de personas normales y corrientes. Es sólo que el nivel es más bajo que en España. Como en Vilanova de Gaia.

Y ése es el problema. Oporto, Portugal, es muy bonito. Muy pintoresco, muy de fotos. Pero es una ciudad y un país que se encuentra jugando en nuestra misma liga. Con nosotros, con los holandeses y los alemanes, los daneses y los finlandeses. A nosotros nos cuesta mantener el nivel mínimo para sentarnos a su misma mesa, imagínense a Portugal: no puede. Es como el Huesca en primera división, que está en Primera pero es obvio que no es su categoría y está de paso. Solo que en el caso de Portugal no hay descenso.

Y mira que me cae bien Portugal, pero cuando viajo allí, aunque me alegro no puedo evitar entristecerme.

Eso sí, espero que no pasen otros 20 años antes de que vuelva. Sería imperdonable.




 
Roberto Carlos - El progreso

martes, 1 de enero de 2019

Tiempo de almanaques



Espero que hayan empezado bien este 2019. Como se debe, es decir: escuchando el Concierto de Año Nuevo.

 

El otro día estuve comprando unos libros para regalar. El primero de ellos fue "Annapurna, primer ocho mil", de Maurice Herzog. En que lo vi dije "¡éste!". Y es que en mi mocedad había leido el relato de Lionel Terray de la ascensión (y creo que todavía lo tengo), y creo que el libro de Herzog lo había sacado de la biblioteca; en cualquier caso, la ascensión de la expedición francesa, Terray, Herzog y Lachenal al Annapurna me parece una verdadera hazaña de la Humanidad, muy por delante de subir al Everest - de hecho, dudo de que lo hubieran logrado sin el éxito del Annapurna-, y más aún, nes posible que un día de éstos escriba un artículo sobre esa expedición, por lo que no es de extrañar que eligiera ese libro. Casi que iba buscándolo.

El segundo libro es un relato sobre Narváez, pero no sobre Pánfilo (tan grande era España que hasta los indeseables de esa época tenían madera de héroes), sino sobre un navegante español de finales del siglo XVIII del que nunca había oído hablar y que parece que exploró el Pacífico norte. Veremos, pero promete.

El caso es que tras comprar los libros me di un paseo por la sección de cómics, por verla, y me sorprendió unas reediciones de El Jabato. Y entonces me acordé de cuánto me gustaban los Almanaques de Navidad.

Es un mundo que ya ha desaparecido, y me vuelve nostálgico. Es el mundo en que los niños leíamos tebeos.

El "Almanaque" era un tebeo especial, de mayor precio y contenido, que se publicaba coincidiendo con las vacaciones navideñas. MI favorito, el más esperado, era por supuesto el almanaque del Guerrero del Antifaz, que solía traer una aventura autoconclusiva o más (no recuerdo bien), más chistes, etc.

No sé cuándo dejaron los niños de leer tebeos, pero siempre pienso que fue un paso atrás para la sociedad muy grande. Por ejemplo, supuso los siguientes cambios:

1) Antes los niños encontraban su divertimiento en leer. Leer tebeos era el principio, luego novelas infantiles (ahora se dirían "juveniles") con ilustraciones, luego sin ellas, etc. Los tebeos eran un gancho. Ahora los niños no tienen ese gancho; su divertimiento no pasa por leer. Es más difícil que se aficionen a la lectura, y sin duda lo hacen más tarde.

2) Antes la cultura de los niños estaba en manos de personas próximas. Uno leía el Jabato o el Guerrero del Antifaz, o también Astérix, Tintín, Alix o Lucky Luke.  O Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape o Carpanta, da igual. Ahora son videojuegos japoneses, Pokémon o qué sé yo. Astérix era un tebeo, pero era un tebeo que iba sobre nuestras raíces, sobre nuestra Historia. Cuesta ver eso en una serie infantil de Disney.

3) Los tebeos eran muy variados. Eran un collage de historietas, chistes, pasatiempos. Y había muchos. Además salían todas las semanas, y costaban una cantidad de dinero. Pero una cantidad pequeña. Ahora el divertimiento o bien no cuesta dinero (televisión, internet) o bien cuesta demasiado para unos niños (los videojuegos). Antaño, el tebeo costaba una cantidad de dinero pequeña que el niño podía ganarse, por ejemplo haciendo tareas específicas en la casa que justificasen una pequeña paga semanal. Ese dinerito servía para comprar el tebeo (y unos caramelos), y esa gestión era muy formativa. Ahora es impensable que un videojuego dure una semana (imagino), y desde luego un niño pequeño no puede afrontar su compra.

4) Los tebeos se cuidaban y se prestaban. Los programas de televisión ni se cuidan ni se prestan, y los videojuegos no requieren los cuidados de los tebeos y no creo que se presten a otros niños.

No menciono la bondad del entretenimiento en sí mediante el tebeo frente a la de la contemplación de las pantallas de televisión o a los videojuegos; estoy seguro de que muchos pedagogos sabrían explicarla muy bien, y en cualquier caso si usted leía tebeos sabe de lo que hablo; si no lo hacía, dudo que lo entienda.

En fin. En realidad lo que pasa es que ya soy un año más viejo, y añoro mi infancia. Si a usted no le pasa, no se preocupe: ya le pasará. 



Que este 2019 sea tan bueno que el 2018 se muera de envidia.



Johan Strauss, hijo - Marcha egipcia