jueves, 13 de julio de 2017

Añoranza del churrová




La gran mayoría de los que vivimos en el pleistoceno nos hemos planteado alguna vez lo que parafraseando a Mario Vargas Llosa podríamos expresar como "¿En qué momento se jodió España?" Pues bien, es muy posible que España se jodiera cuando se prohibió el churrová.

El churrová, para aquellos que nunca lo han practicado, es un juego que podríamos catalogar como de patio de colegio. De hecho, su ambiente natural son los patios de colegio, pero también las plazas y, en general, cualquier entorno de esparcimiento de  muchachos o de jóvenes, como un tiempo libre en el cuartel o una excursión campestre. Pero sí, para lo que sigue imaginemos que estamos en un patio de colegio, durante la hora del recreo.

Al churrová se juega en dos equipos. No hay límite a la participación, pero yo creo que la diversión máxima se obtiene con 10 ó 12 jugadores por equipo. Así pues, pensemos en una clase de las de antes, por ejemplo la mía: 43 chicos, todos chicos. Aunque no todo el mundo jugaba, claro. El caso es que hay 2 equipos, uno que denominaremos "el saltador" y el otro "la banqueta".

Parar jugar, se forman los equipos (en un colegio, por suertes), y se sortea qué equipo empieza como saltador y cuál como banqueta. El objetivo del juego es... ser el saltador, no la banqueta.

Una vez decidido quién es quién, el equipo banqueta se coloca en posición: uno de ellos, "la almohadilla", se coloca de espaldas a una pared, una columna, un árbol o cualquier elemento sólido contra el que apoyarse. Uno de las banquetas se coloca apoyando la cabeza en el estómago de la almohadilla (es habitual que la almohadilla proteja su estómago con las dos manos, que falta le hará), y a partir de ahí cada banqueta se coloca con la cabeza entre las piernas de la banqueta anterior. Si al hacer los equipos los chicos son impares, uno de ellos es la almohadilla y no juega, si no la almohadilla es uno de los jugadores.. Y una vez montada la banqueta, el equipo saltador se aparta unos pasos, la carrerilla, y empieza el juego.

La mecánica es sencilla. Cada miembro del equipo saltador toma la carrerilla y salta sobre las banquetas. Tiene que aguantar hasta que salte el último de los saltadores, y este último levanta un brazo y hace una pregunta. En ese momento, el último de las banquetas responde, y si ha acertado, los equipos cambian sus posiciones; si no, se repiten los saltos.

La pregunta que hace el último saltador está formateada, y se pacta (o se sobreentiende) antes de empezar. Lo tradicional era decir "¿churro, media manga o manga entera?", pero en mi colegio se decía "¿una, dos o tres, qué será?".  La gracia es que ha de señalar la respuesta, para que la vea el almohadilla, mientras se hace la pregunta: churro, media manga y manga entera se refieren a partes del brazo que el saltador marca mientras pregunta, y lo de uno, dos o tres lo marca con los dedos levantando el brazo, insisto que la almohadilla debe ver lo que marca. Yo, personalmente, prefiero la fórmula de 1-2-3: es más fácil de marcar por el saltador (se lo aseguro), de responder por la banqueta (en muchas situaciones, que la banqueta grite "manga" es casi increíble), y de ver por la almohadilla y por el público (que siempre se congrega).

Aparentemente, el equipo saltador tiene mucha ventaja: tres respuestas posibles y sólo una cambia las tornas. Además, hay un factor que les da también una ventaja enorme: primero se sitúa el equipo banqueta, así que cuando los saltadores van a saltar ya saben cómo se ha puesto el equipo banqueta. 

Verán, está claro que es un juego físico, así que  los chicos atléticos y los chicarrones tienen ventaja frente a los canijos y los gafotas.  Y los canijos son los puntos débiles de ambos equipos. Como cada jugador tiene un papel, la mejor estrategia de cada equipo es proteger o ayudar a sus canijos. En el equipo banqueta, el puesto más protegido es el de almohadilla: nadie le va a saltar encima. Pero uno no puede ser siempre almohadilla, hay que turnarse con los demás para sufrir en la banqueta, y lo más probable es que haya más canijos. ¿Qué hacer con ellos? Lo más prudente es ponerlos los primeros, junto a la almohadilla: si el equipo es de 10, hay 9 banquetas, y los saltadores no saltarán tanto como para llegar a las primeras; menos aún, si los chicos más altos se ponen los últimos, dificultando los saltos. Sin embargo, poner a los canijos los primeros tiene un problema práctico: el siguiente ha de meter la cabeza entre sus piernas. Si el de atrás es bastante alto, o el canijo levanta mucho el culo (difícil) y no la va a hundir cuando le salte alguien encima (imposible), o el grandullón dobla sus propias rodillas (mala estrategia) o dobla mucho su espinazo (más fácil de decir que hacer). Después de todo, no es mala idea poner a un canijo el último de la banqueta: no castiga al equipo con posturas forzadas, y a su vez él está relativamente cómodo. Es cuestión de que aguante la que se le vendrá encima, pero... el juego es así y el canijo lo sabe, así que le toca apretar los dientes y aguantar. Si acierta la pregunta, se llevará la gloria.
 
Bueno, pues la ventaja de los saltadores es que antes de empezar sus saltos saben donde están los canijos y pueden plantear la estrategia que crean mejor. Por ejemplo, pueden decidir ir primero a por el canijo Achútegui con los tíos más gordos, y que tenga que aguantar a las vacas durante todo el turno.
 
Porque una de las pocas reglas del juego, no mencionada aún, es que si la banqueta se hunde (o se rompe el enlace entre banquetas) han perdido el turno y los saltadores repiten. Por ello, la consigna principal entre las banquetas es "¡Aguantad!", y se lo van a decir unos a otros en todo momento: si uno falla, pierden todos.
 
Una regla más es que antes de empezar hay que pactar si valdrá o no hacer "peso muerto" (la denominación puede variar con las épocas y los lugares). Esta práctica hace referencia a que el saltador pueda no apoyar las manos en la banqueta al saltar. Y parece mentira, pero la diferencia es enorme. A peso muerto puede que no se salte muy lejos, pero el saltador cambia el salto de horizontal a vertical, e impacta sobre la banqueta haciendo el máximo peso. Según qué gordinflas o qué grandullón haya entre los saltadores, puede ser terrorífico: aún recuerdo, en mi clase, a Cabrera, que era grandullón, gordinflón y además repetidor.

Así que, por ejemplo, el equipo saltador puede elegir que salte primero Cabrera y que salte sobre la primera banqueta: si no se hunde con el impacto, el pobre de debajo debe seguir aguantándole todo el turno encima. Y luego, con la montaña de saltadores sobre él, ¿debe oir la pregunta y adivinar la respuesta?

Sin embargo, en el churrová hay dos reglas más que renivelan la balanza y devuelven la ventaja a las banquetas. La primera de ellas es que si alguien del equipo saltador toca el suelo, pierden. Y la segunda, que también se debe pactar al empezar, es que no vale trepar (el saltador, cuando nota que se está cayendo no puede retrepar por su banqueta). Y hay también una tercera regla, que puede ir en contra de las banquetas, pero también de los saltadores: antes de saltar, el saltador debe avisar que va a saltar gritando "¡churrová". Y ahora les explico porqué esta tercera regla es definitiva.
 
Lo cierto es que, salvo que sean pocos saltadores, saltar es dificilísimo. Y más para los canijos. Imaginemos que el equipo son 10 saltadores: esto significa que han de saltar 10 chicos en un espacio... que no se va a vaciar. Si los primeros saltadores son atléticos y saltan lo suficiente dejando sitio para los demás, no suele haber problema, pero si cada chico va a ocupar 50 cm el primero ha de caer a 5 m de distancia. No es tan fácil. Más: cada saltador ha de dejar espacio para los demás. Puede que algunos lo hagan, pero ¿todos? Los canijos son problemáticos, para ellos los grandullones son obstáculos muy altos. También algunos gordinflas no saltan lo suficiente. Puede que se decida saltar por encima de un compañero saltador (por ejemplo, porque salte Cabrera el primero), en cuyo caso el salto, además de complicado, pierde mucha precisión. Uno no sabe nunca cómo va a caer, y es muy fácil que alguien se desvíe y se vaya resbalando, cuando no se va directamente al suelo, que ha pasado de todo. Pues bien, cuando uno se empieza a resbalar, si no vale trepar no puede recuperar la posición, sólo aguantar que termine su turno. Ahí, el grito de "chuuuuuuuuurrová", que al principio se hace estiradísimo para alargar la agonía de las banquetas, se vuelve contra los saltadores, que intentan hacer los saltos lo más rápido posible. Pero hasta que no cae uno el siguiente no puede empezar su churrová, y además está la carrerilla, la distancia que se han separado de las banquetas para coger impulso: si cogieron mucha, es una distancia que han de recorrer mientras un compañero se está cayendo.
 
Y además está la picardía de la última banqueta: si tiene la flema suficiente y ve que se está cayendo un saltador, puede demorar su respuesta: ¡Ah, la prisa de los saltadores para que el banqueta conteste cuando ven que en un segundo un compañero va a tocar el suelo...! Pero no hay piedad, porque si son las banquetas los que están al límite del aguante, bien que se retrasan en sus saltos, los saltadores.
 
El caso es que cuanto más multitudinario, mejor. Cuantos más es más difícil para los saltadores aguantar la posición, por lo que las probabilidades de cambio de equipos pasa de 1 entre tres a casi 1 entre 1, tan difícil se hace el saltar siendo muchos.
 
¿Cuál es la pasión del juego? Saltar, está claro. Que para saltar haya que sufrir como banqueta está asumido por todos. Porque la alegría, cuando acaba el turno y se dirije uno a la zona de carrerilla sabiendo que se es saltador, lo paga todo. Pero, para entenderlo del todo, hay que saber lo que es estar en medio. En medio de la banqueta, con el espinazo doblado, la cabeza hacia abajo llenándose de sangre, agarrado como puedes al compañero, pensando que no vas a aguantar. O en medio de los saltadores, tomando carrerilla y saltado con todo para percutir con ímpetú en el compañero de delante, un golpe que se transmite de uno a otro hasta el almohadilla y hace tambalear la banqueta. Aterrizando como puedes y agarrándote mientras te caes, intentando aguantar el tiempo suficiente para que el siguiente, si se da cuenta, salte con espacio y te coja, o caiga encima de tu brazo y ya no puedas más, la pierna resbale y tu pie casi toque el suelo...
 
El churrová es un juego excelente. Enseña deportividad, a ganar y a perder, todo el mundo pierde unas rondas y gana otras. También a jugar en equipo, a perder todos y a ganar todos. Es fácil individualizar el fracaso (el que se hunde, el que se cae, el que no acierta), pero el fallo del compañero se suele aceptar como un lance del juego, porque cuando un equipo gana es que todos han cumplido: los canijos han dado el 120% y los grandes han aceptado más carga de saltadores o saltos más difíciles para ayudar a sus canijos. Además es ejercicio físico. Requiere habilidad, fuerza, coordinación, resistencia, elasticidad, y la capacidad de aguantar.
 
El churrová es el juego por excelencia. Entonces ¿por qué se prohibió?
 
Pues no lo sé. Creo que es porque era peligroso. ¿Lo era? Pues, aunque le parezca increíble a los que nunca lo han jugado, había cierto peligro: que el primer saltador se pasara de impulso y cayera demasiado cerca de la almohadilla. Con el riesgo de que la cabeza del saltador chocara con la de la almohadilla (doy fe de que ha pasado) o, peor aún... ¡contra la pared contra la que se apoya el almohadilla!
 
También es posible que se prohibiera porque era un juego de chicos: no sólo la banqueta debe meter la cabeza entre las piernas de delante y agarrarse con fuerza en sus muslos (para no vencerse, cuando le empiecen a caer chicos encima), sino que los saltadores no respetan nada: caerán amontonados unos sobre otros y se agarrarán a lo que puedan, tanto de las banquetas como de los otros saltadores. Así que convendrán conmigo que no es un juego mixto. Es más, es posible que sea el más masculino de todos los juegos.
 
Pero yo creo que se prohibió "porque era peligroso". Y por esto creo que aquí empezó nuestra decadencia. ¿Un juego de chicos tradicional, peligroso? ¡Más lesiones hay en el fútbol, el hockey o el baloncesto, y muchas más montando en bicicleta! Vale que en una mala caída, el saltador podría hacerse un esguince en la muñeca, pero yo me rompí un ojo jugando al fútbol y hubo que escayolarme una pierna tras un salto jugando al baloncesto. El churrová es viril, nadie lo duda, pero no es peligroso.
 
Y el hecho es que es un juego prohibido. 
 
¿Por qué se prohibió? ¿Hubo presión de padres preocupados por que sus hijos llegaran a casa con dolor de espalda o golpeados? Antes, en la época del churrová, no había eso. Los chicos hacían cosas de chicos, y el churrová era un juego de chicos. A los padres no les preocupaba lo que les pasaba a sus hijos cuando hacían actividades de chicos.
 
Pero no se me ocurre otra razón. Alguien, algún día, empezaría la rueda de las amenazas a los colegios. Algún colegio cedería, y la cosa seguiría. 
 
Unos años después de fastidiada la enseñanza, la enseñanza dejó de tener remedio. Porque los mismos maestros habían sido enseñados con una enseñanza fastidiada. Con la sociedad ha pasado algo parecido.  Una vez nos hemos convertido en una nación de pusilánimes mariquitas incapaces de ningún sacrificio, no podemos pretender volver a ser viriles y esforzados, porque ya hemos perdido la virtud de la exigencia, de la autoexigencia. Una vez la sobreprotección se ha convertido en la norma, cualquier medida que rebaje la protección se interpreta como una locura y un peligro.
 
Sí, a algunos nos parecen increíbles actitudes que muchos otros ven no sólo normales, sino también las correctas. Y entonces somos nosotros unos salvajes, unos descastados, unos antediluvianos.
 
¿En qué momento se fue todo al garete? Quizá cuando se prohibió el churrová. Porque transmitió el mensaje de que sí, de que había barra libre para pedir todas las exigencias de protección y mimo de sus hijos (y, a partir de ahí, todo lo que ha llegado después, que creo que si un niño se hace una herida en el patio del colegio hay que avisar a los padres y no se le puede poner una tirita, no vaya a ser que el niño sea alérgico a algún componente de la tirita).
 
Pero también por los valores educativos que se dejaron de transmitir. Y por el mensaje que transmitió prohibirlo. 
 
Como digo muchas veces, estas cosas no salen gratis. Estas cosas se pagan.
 
O, como dice la sabiduría popular: de aquellos polvos vinieron estos lodos.
 
 
 
Crosby, Stills, Nash & Young - Teach your children
 
 
 

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