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En 1968 las normas españolas establecían que, en las estructuras de hormigón armado, la resistencia al esfuerzo cortante de un elemento se calculaba añadiendo a la resistencia de las armaduras transversales una contribución de lo que aguantaba el hormigón por sí mismo. Normas posteriores (la de 1973, la de 1982, la de 1988, la de 1991, la de 1999 y la de 2008) mantuvieron dicha afirmación; cambiaron mucho o poco cómo se calculaban ambas contribuciones, pero el principio de que se suman se mantuvo.
El año 2021 la norma española pasó a ser el Código Estructural, y lo que el Codest dice es que si el hormigón, por sí solo, tiene resistencia suficiente no hace falta acero, pero que si hace falta acero entonces la resistencia del elemento es la del acero. No la suma del acero y el hormigón, como hasta entonces.
Los ingenieros de estructuras somos disciplinados como el que más y nos limitamos a asegurarnos que las versiones de nuestros programas estaban actualizadas. El acero necesario para resistir un esfuerzo cortante es mayor que antes, pero eso a nosotros nos da igual, al arquitecto le importa aún menos, y al constructor, como le van a pagar el acero que ponga, pues le va incluso bien porque lo cobra más caro de lo que lo compra. Como mucho le importará al que compra la estructura o el edificio, pero como el precio total no vendrá de esta partida pues no se va a quejar por esto en concreto.
¿Por qué este cambio? No lo sé, y no sé de nadie que lo sepa. He oído por ahí que parece ser que el hormigón actual no es como los de antes, pero uno esperaría que el hormigón moderno sea mejor, no peor.
Ahora bien, ocurre que si alguien aplicara el principio que ha regido en España durante más de 50 años ("el hormigón contribuye"), un revisor de proyecto puede decirle que no, que está equivocado. En realidad, de momento el revisor conocerá todavía la norma antigua y no le dirá que está equivocado sino que no está aplicando la norma ahora en vigor, pero es igual: su dictamen será que el proyecto está mal (creo que la expresión formal que se utiliza es "no cumple la normativa", pero el mensaje que transmite es ése). Y, claro.
Todo lo que se ha construido en este país desde hace muchas décadas responde al principio de la suma. En una inmensa mayoría de edificios el acero no basta por sí solo para resistir, se necesita la aportación del hormigón. Como según la norma actual esa aportación es nula, entonces incontables edificios deberían haberse venido abajo. Una cantidad innumerable de edificios, y no venirse abajo en 2021, sino a los pocos meses de su construcción, en que hubieran entrado en carga. Esto último no ha ocurrido ni de lejos, la experiencia demuestra a todos que es increíblemente raro que un edificio joven se venga abajo. ¿Entonces? Pues, dado que nadie ofrece una explicación satisfactoria, hay que convenir que la norma actual se equivoca al negar la contribución del hormigón.
Como somos muy disciplinados y los que escriben los programas que usamos también lo son, hacemos caso al CodEst y (con los criterios anteriores) sobredimensionamos para cumplir con la ley (para compensarlo, la ley se llena la boca con la palabra "sostenibilidad"). Pero los que sabemos (los jóvenes no) nos quedamos con el regusto de que la norma es una mala norma, está equivocada.
Esto no contribuye a que admiremos el Código Estructural. Esto no contribuye a que la profesión de calculista sea atractiva, pues nos obliga a hacer cosas que sabemos que son contrarias a la razón.
Jaromir Vejvoda - El barril de cerveza