jueves, 13 de enero de 2022

Lo de Garzón

https://www.youtube.com/watch?v=MuP65tdFUZc 

 

 

Sirve la última salida de pata de banco del ministro Garzón para tratar la política española.

Garzón es un ministro, coordinador general de IU y personaje que la llevó a la irrelevancia más absoluta, integrado en la coalición Unidas Podemos y en virtud de tal ministro por imposición de Pablo Iglesias a cuenta de la cuota de Podemos. Como es sabido, cuando Sánchez llegó al poder no había ministerios suficientes para toda la gente a la que tenía que colocar (por ejemplo, 5 por Podemos), así que lo que hizo fue inventarse nuevos ministerios recalificando lo que no pasaban de ser negociados en la 5ª planta: uno para la Seguridad Social, otro para Sanidad, uno para Educación, otro para Ciencia, otro para Universidades, uno para Trabajo, otro para Derechos Sociales, otro para Igualdad,... y un ministerio de Consumo. Una rama que, además, está transferida a las comunidades autónomas, así que el ministerio no tiene apenas competencias, nada que hacer. Ideal para regalos, para quedar bien con alguien. Un título honorífico. Y el título fue para Garzón.

Garzón es tan malo que, si me preguntan a mí, les diría que la única misión del muchacho es figurar como ministro para que los votantes puedan comparar su inanidad y estulticia frente a un verdadero líder, léase Sánchez. Como si éste les hubiera dicho a los podemitas dadme a vuestros mayores inútiles, que yo los exhibiré para quedar bien por comparación.

Al grano. Garzón, ministro de Consumo, concedió una entrevista a un periódico inglés (The Guardian), y en ella vino a decir que España exportaba carne de mala calidad, que tenemos unas macrogranjas que horrorizarían a Pol Pot y cosas así. 

Pues bien, las reacciones que produjo la entrevista las podemos agrupar en 5.

La primera de ellas, las del PP y Vox: esto es inadmisible, un ministro no puede decir estas cosas, dimisión ya. Sánchez, ¿a qué espera usted para cesar a ese cenutrio?

La segunda de ellas, las de Podemos: es un bulo, es mentira. Claro que esta respuesta tiene muy poco recorrido, porque la entrevista está ahí y el propio ministerio la había hecho pública. Además, no consta que hayan demandado a The Guardian por difamación o cosas así ni exigido una rectificación inmediata, ni ha saltado a la palestra el ministro diciendo que él no ha dicho eso, que qué barbaridad, que nada más lejos de lo que piensa, etc. Pero ya se sabe, si la grúa se lleva el coche de mi amigo por estar aparcado molestando en doble fila qué cabrón el de la grúa. ¿Qué iban a decir, si no?
La tercera de ellas es la del Gobierno de Sánchez: la declaración fue a título personal, no como ministro del gobierno. Semejante explicación es indignante, el que la hace pretende tomarnos el pelo: ¿acaso el periodista entrevistó a Garzón como un ciudadano particular y no por ser ministro de Consumo? ¿Y acaso un cargo público puede decir que hay cosas que hace como ciudadano particular y no como cargo público? ¿Puede entonces un cargo público cobrar comisiones por su intermediación y aducir que esa intermediación (y esas comisiones) la hizo como ciudadano particular y no como ministro o lo que sea? ¿Habría aceptado el PSOE que a un cargo público del PP se le pagaran 4 trajes de sastre si el cargo dice que se los quedó como ciudadano particular?

La cuarta reacción es la de una parte de la población a los que nos indigna este asunto y en la que me incluyo. Nos indigna lo que declaró Garzón, nos indigna que Garzón sea ministro, nos indigna que no lo cesen, nos indigna que se le defienda y justifique, nos indigna que el ministro de Consumo crea que se exporta carne en mal estado y sin embargo no actúe, no lo denuncie ante el ministro al que le competa, no promueva la investigación y la sanción que proceda, todo lo que uno tendría que hacer si de verdad tuviera noticia de tal hecho. Nos indigna el nivel de nuestros gobernantes, de Garzón su estulticia y y de todos los demás su catadura moral. Y sobre todo nos indigna la quinta reacción.

La quinta reacción es la del resto de la población, y la de su máximo representante el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Que se resume en lo que declaró, "que lamentaba muchísimo la polémica causada por las declaraciones del ministro" y que "creo que con esto lo estoy diciendo todo". Sánchez es la persona que de verdad nombra a sus ministros y los cesa, quien de verdad nombró ministro a Garzón y quien, si quiere, lo puede destituir. Y no va a cesarlo, se infiere de su declaración (y de sus actos). Tampoco, siquiera, va a afearle sus actos; de hecho, lamentó la polémica generada, no las declaraciones. No sé si es porque no quiere (por lo antes dicho, porque exhibiendo lo malos gobernantes que son los de Podemos opinaremos los demás que los socialistas son seres de luz), o porque no puede porque cedió su potestad sobre los ministros de Podemos a los propios podemitas. Sea como sea, así son las cosas, no les demos más vueltas y pasemos al asunto siguiente.

¡Claro que esta es la postura mayoritaria entre la población! ¡Cómo, si no, íbamos a sobrevivir entre la inmundicia de nuestros políticos! Son un mal que hay que sufrir en silencio, qué le vamos a hacer. Total, no nos viene de ahí.

En otras palabras, nos es completamente indiferente lo que hagan los políticos. Y los políticos también. Nos la refanfinfla, dicho vulgarmente.

Y ésta es la situación política en España. Un país al que importa un bledo quienes sean sus gobernantes y lo que hagan. Una desafección total, absoluta. Cada cuatro años se vota, por lo general la mayoría a los suyos sean quienes sean, puede que unos con una pinza en la nariz o puede que esperanzados, puede que alguno cambie su voto (siempre por disgusto con el votado anteriormente, nunca porque le ilusione el nuevo receptor del voto) o puede que el ciudadano decida no votar. Fuera de ese día en que se nos convoca, nos da igual todo, parece. Y tampoco ese día nos importa mucho, no crean, pues casi nadie reflexiona sobre qué ha pasado desde la última vez y qué tal lo ha hecho cada uno: una simple sensación general basta.

Y los políticos lo saben. Y bien que se aprovechan de ello. En Cataluña, por ejemplo, para subirse el sueldo nada más llegar al cargo. Digamoslo ya: en España, hacer política se reduce a "prometer hasta meter y una vez metido olvidar lo prometido".

A nosotros ya nos da igual. Es mera supervivencia psicológica.


 

 

Jim Croce - Bad bad Leroy