jueves, 6 de enero de 2022

Cuando todos los coches sean eléctricos

Éste tiene que ser el año del coche eléctrico, el del despegue definitivo. El año en que todas las conversaciones han de ir sobre si me compro ya un coche eléctrico, lo contento que estoy con el coche eléctrico que me he comprado o el modelo de coche eléctrico que me quiero comprar y qué tal te va a ti el tuyo. La publicidad tiene que ser arrolladora, omnipresente. Los poderes públicos han de prometer una cornucopia de ventajas para los coches eléctricos, y todos los "influencers" y personas del famoseo han de hacer alarde de los coches eléctricos que se han comprado. A final del año, tener un coche que suelte humos ha de estar mal visto. Ha de ser cosa de quinquis o de cerriles diplodocus en vías de extinción.

Porque si éste no es el año del despegue, ¿cuál será? ¿El siguiente? ¿El año que viene seguro que sí, como la independencia catalana?

Quizás es que no va a haber despegue. Nunca, quiero decir. Quizá la realidad se imponga y no haya publicidad que la tape o político que la ignore. Y es que todo lo que se dice sobre los coches eléctricos, las ventajas e inconvenientes, versan sobre los coches eléctricos. El problema no son los coches eléctricos, sino las cantidades bestiales de coches eléctricos. Si el coche eléctrico no despegase, los problemas de los coches eléctricos serían eso, problemas de los coches eléctricos. Si en cambio todos los coches fueran eléctricos, el problema sería social. Es lo mismo que con los coches de explosión: tienen sus problemas, pero es el que haya cientos de miles lo que genera los problemas de tráfico y de contaminación. En el caso de los coches eléctricos, los problemas de su implantación masiva serían de dos tipos, locales y globales. Tenía escrito un post en el que analizaba ambas cosas, pero quedaba muy farragoso y lleno de números, así que voy a simplificar y aquí sólo trataré el problema global de manera escueta. La conclusión global es que éste no va a ser el año del coche eléctrico porque no creo que se imponga nunca el coche eléctrico, pero es divertido ver las razones que la realidad va a emplear para explicarnos el porqué.

Vamos allá.


Pongamos los Tesla modelo 3 de 2021 como ejemplo de vehículo eléctrico. Tienen baterías de 82 kWh. Con esta energía oficialmente (esto es, según la EPA estadounidense) pueden recorrer casi 500 km. Supongamos que el vehículo medio en España recorre 15.000 km al año. Como es 30 veces su autonomía, necesitará recargar los 82 kWh 30 veces al año. Su consumo anual será entonces de 30x82=2.460 kWh.

Hay, redondeando, 30 millones de coches en España. Así que el consumo anual global será de 30x2.460=73.800 GWh.

¿Es mucho?

Es mucho. Casi el 30% de la electricidad que generamos en este país. ¿De dónde la sacaríamos? ¿Somos capaces de generarla? Ahora mismo las estamos pasando canutas para cubrir nuestras necesidades actuales, así que podemos imaginar lo que nos supondría producir un 30% más para que los coches puedan circular.

Hoy, el coche eléctrico no es un problema. Recargar el coche eléctrico no es un problema social, es un problema del usuario. Así pues, no hay ningún problema social en los coches eléctricos: adelante con la promoción. Pero ¿es viable promoverlo o es un farol? Como queda claro, es un farol. Queda muy bien promoverlo y todo eso, pero si se extendiera masivamente y no hubiera más remedio que decirnos (porque no habría más remedio) que no hay electricidad en el país suficiente para todo y que se va a racionar y que la manera de racionarla es subir el precio y que sólo quien la pague la tenga... seguro que los promotores se tragarían sus palabras.

Por supuesto, hay una manera muy sencilla de conseguir la energía necesaria para los vehículos eléctricos. Se llama gasolina y gasoil. En vez de emplearla en los coches, podríamos construir megacentrales térmicas que quemaran esa gasolina para generar energía eléctrica, que transportaríamos (con las consiguientes pérdidas de potencia) a los puntos de recarga. Seguiríamos teniendo los problemas de una implantación masiva de un parque móvil eléctrico (problemas de los que ya trataré en otro artículo), pero tendríamos coches eléctricos, que es lo que importa, y no serían los vehículos los que quemaran la gasolina: el planeta estaría a salvo. Esta solución no es aceptable, porque mostraría la ridiculez del tinglado.

Así que la respuesta obvia es que no va a haber 30 millones de coches eléctricos haciendo 15.000 km al año. Si el vehículo de explosión ha de desaparecer, lo que estamos diciendo es que no cualquiera podrá tener un vehículo eléctrico (y usarlo). Como no va a haber energía para recargarlos, sólo habrá dos tipos de usuarios: los que le den un uso ocasional, y los ricos. Los ocasionales podrán acceder al circuito de recarga económico (pongamos que requiere que el coche se recargue en 5 días, y que esos puntos de carga están aquí y allá, y según cuantas gente quiera tener un coche para su uso ocasional podrá acceder a una recarga con más o menos facilidad), y los ricos accederán al circuito VIP, cargas rápidas y pagando un precio acorde a la oferta de energía para este huso que habría.

¿Y el resto? El resto no tendremos coche eléctrico. Y como ya hemos dicho que tampoco habrá coche de explosión, es evidente que el resto... no tendremos coche.

No sé si los vehículos eléctricos se optimizarán y conseguirán consumos que anulen la previsión que he dado o si el país descubrirá nuevas formas de conseguir energía a lo bestia, pero mientras esto no ocurra ésta es la realidad. No todos tendremos, tendrán, coche eléctrico. Y la selección se hará por pasta: quien pueda pagar la energía eléctrica que requiere lo tendrá, quien no no. Y el coste se recaudará no en la factura de la luz, sino en los impuestos especiales que se le apliquen al vehículo eléctrico. Digo yo, porque otra cosa sería injustísima. De momento el coche eléctrico son todo exenciones tributarias y facilidades. En el momento en que veamos que eliminan esas exenciones es que se han empezado a dar cuenta, ellos también, del problema. A ver lo que les cuesta.