La muerte de George Floyd por la brutalidad policial, gracias a que fue perfectamente recogida en vídeo puede que termine cambiando el pais. Pero el camino será largo.
La muerte más actual es la de Jacob Blake. De nuevo, el video muestra con claridad lo que ocurrió. Y es espeluznante.
Blake, 29 años, 6 hijos, 3 de ellos en el coche. Se topa con una pelea entre dos mujeres, para el coche, se baja y tercia. Llega la policía y... ¿quiere saber qué está pasando? Yo diría que no: estamos en Wisconsin, el estado contiguo a Minesota (el de George Floyd), y hay un negro en la escena. Para ellos, no hacen falta más datos. Blake se dirige a su coche y la policía le ordena que se detenga. Con las pistolas desenfundadas y apuntando al negrito, como sin duda les han enseñado en sus escuelas de polis. Y entonces...
Blake se sube a su coche en el que le esperan sus hijos. Abre la puerta del conductor y hace el movimiento de entrar y sentarse.
Y el policía que tiene justo a su espalda, a dos palmos, le descerraja 7 tiros en la espalda.
No uno. Siete. Uno detrás de otro. En los vídeos se aprecia con claridad.
Por cierto, era de día. La visibilidad era total. Claramente era un barrio residencial, amplias calles, sin tráfico. Nada estresante.
Y eran 4 policías. Con las armas desenfundadas, y la única manera que se les ocurre para detener a una persona desarmada ¡y que no es agresiva! es dispararle. No cogerle del cinturón del pantalón, de la camiseta, del brazo. No golpearle con la porra o con la culata de la pistola, no.
La pregunta adicional es si hubieran reaccionado igual si no fuera negro.
Pero hablemos también de Breonna Taylor.
Lo de Breonna ocurrió en Kentucky, el pasado 13 de marzo. Breonna, 26 años, enfermera de urgencias, estaba en su casa con su pareja, durmiendo tan panchos (era de madrugada). Oyen ruidos extraños en la puerta de la casa, se levantan. Preguntan quién es, no hay respuesta, el novio hace un disparo de advertencia (dijo, y además tenía licencia de armas), y los intrusos los ametrallan. Breonna muere al recibir ocho disparos. El novio llama al 911 alertando que alguien ha reventado la puerta de la entrada y ha disparado a su novia. Los intrusos, no hace falta decirlo, eran policías. Y Breonna y el novio, tampoco hace falta decirlo, negros.
¿Qué hacían los policías allí? Parece ser que investigaban un delito de drogas que no tenía nada que ver con Taylor, de hecho era lejos de allí y además los dos investigados ya estaban en poder de la policía, pero sospechaban de la casa y un juez les dio permiso para "entrar sin llamar" y sin avisar de que eran policías. Por cierto que a raíz de las protestas por este caso, en Kentucky han prohibido tales permisos. Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Como chascarrillo, el informe de la policía sobre el incidente da los nombres de los agentes y los de la casa, declaraba que Taylor no había sufrido daños, que no se había forzado la entrada (¡usaron un ariete!)... y nada más. Posteriormente la policía declaró que lo de ese informe eran errores técnicos.
Pero hablemos también (¿por qué no?) de Daniel Shaver.
Shaver, 26 años, ya saben: típico chaval de Tennessee que se casa al acabar el instituto y se va a vivir a Tejas, donde entra a trabajar en la empresa de su suegro: exterminador de bichos. El suegro, es normal, le da correa y le manda a Mesa, Arizona, a tratar con proveedores. Hacía el viaje dos o tres veces al mes, y en Mesa, en el hotel, se aburre. Típico americano, se toma unas copas en el bar del hotel, charlando con otros huéspedes. Luego sube con ellos a su habitación y les enseña una de las escopetas de balines para bichos; imaginémonos la escena, cómo se enseñan estas cosas: seguro que en algún momento haría el gesto de apuntar y disparar, digo yo que a la ventana o algún rincón de la habitación. Parece que alguien lo ve, no está claro, pero lo cierto es que se presenta la policía a reducir a un tipo armado en el hotel, peligroso. Seis policías se plantan en la puerta de la habitación, piden a los ocupantes que salgan, sale Shaver con una mujer, pero... parece ser, dice la policía, que Shaver no obedeció del todo las instrucciones. Que le estaban vociferando los seis policías a la vez, todos con las armas desenfundadas y apuntándole. Lo tumbaron en el suelo del pasillo del hotel, le hicieron cruzar las piernas, le ordenaron que se pusiera de rodillas, él lo hace pero descruzando las piernas, le ordenan que las cruce. Shaver, que si recuerdan había tomado unas copas, cree que le piden que cruce... las manos a la espalda. Y no, le ordenan que levante las manos. Le avisan que si vuelve a no hacerles caso le dispararán. Él clama que por favor no le disparen (insisto, un chaval de 26 años, trabajador, en un viaje rutinario para proveerse de material para exterminar bichos). Y en un momento dado, reajustando seguramente el cuerpo, un policía cree que es un movimiento sospechoso. En el juicio, el policía declaró que le recordó el movimiento de alguien que se saca una pistola de la pistolera. Claro que Shaver vestía un pantalón corto de baloncesto y una camiseta, pero quizá el policía creyó que llevaba una pistolera escondida no sé donde. Y eso que llevaban más de 17 minutos con él.
Shaver, por supuesto, fue acribillado. No llevaba armas, y en el registro de la habitación aparecieron las dos escopetas de balines para bichos. Los policías llevaban rifles semiautomáticos AR-15.
En el juicio posterior el policía que disparó fue declarado no culpable. Los abogados vieron las imágenes de las cámaras, que no se han hecho públicas, y las encontraron aterradoras por lo no sangriento, por lo frío que lo hicieron. Curtidísimos abogados de derechos civiles, y dicen que lo que se ve en los vídeos está a años luz de cualquier cosa que se habían topado hasta entonces. Fue una ejecución que provoca pesadillas. Por cierto, que según esas imágenes, a Shaver se le estaban bajando los pantalones cuando hizo el movimiento sospechoso, que era compatible con el gesto de subírtelos. Y lo cierto es que sólo 1 de los 6 policías decidió disparar ante ese gesto.
¡Ah! Shaver era blanco.
Floyd. Taylor. Shaver. ¡Blake!
Lo primero que hay que decir es que la falta de formación de la policía estadounidense es para echarse a temblar.
Lo segundo, lo suelto que tienen el gatillo. La mayoría de los policías europeos se jubilan sin haber empleado jamás su arma reglamentaria. Pero los americanos, ¡si nada más empezar ya la sacan! Normal que les pasen estas cosas. Es cuestión de probabilidades, de las veces que va el cántaro a la fuente.
Lo tercero, el racismo. Racismo de verdad. De nuevo, un chascarrillo relacionado con el caso. Con el caso de Blake.
Como era de esperar, tras la muerte de Blake se produjeron algaradas y protestas. Y... (se ve en vídeos, terrorífico) un chaval blanco, y seguidor de Trump (por si sirve para situarse en la escena) se dirige hacia los manifestantes armado con un rifle semiautomático, con su correa y todo eso. Dispara y mata a bocajarro a una chica, negra, que no estaba haciendo nada pero estaba ahí, y al blanco que acude a defenderla. Tras lo cual se levanta y se va. Apenas ha dado tres pasos aparecen varias tanquetas de la policía. El chaval levanta las manos con el rifle en bandolera y sigue caminando, cuando las tanquetas llegan a su altura se queda quieto para que las tanquetas le vean bien (que vean que es blanco, quiero decir), éstas prosiguen y él reanuda su camino. Luego declaró que lo hizo porque los polis no hacían su trabajo y alguien tenía que hacerlo.
El vídeo de Blake. Terrorífico. La frialdad con la que un policía dispara a bocajarro a un señor que se está metiendo en su coche. Un señor que apenas tenía nada que ver con el incidente que provocó la llegada de la policía, pero que era negro. Como Floyd, también asesinado a sangre fría (en el caso de éste, más aún: el poli estuvo ocho minutos asfixiándolo).
Brutalidad policial, digna de (no sé cuál es el país con la policía más brutal del mundo, pero ése). O más aún, digna de no sé dónde pero hace siglos.
Lo curioso es que el tema allí no se está centrando tanto en la brutalidad policial o en la evidente falta de formación de los policías para afrontar su día a día como en el racismo. A mí esto me parece un error, porque lo del racismo llevará muuuuchos años corregir, pero lo de la policía se puede resolver en menos tiempo y seguramente los negros se conformarían con que la policía les tratase correctamente.
Ahora, lo que creo que no sólo no arregla nada sino que además es un paso atrás en nuestro desarrollo como sociedad es lo de la novela de Agatha Christie Diez negritos. Primero, en la versión estadounidense le cambiaron el título a Y entonces no quedó nadie y la canción que ambienta el retrato, pasando de cantar sobre negritos a cantar sobre "10 indiecitos" (Ten little indians), que se conoce que con los indiecitos sí se puede. Y ahora han sido los franceses los que la han censurado: la novela se llama Eran diez, y se han suprimido las 74 veces que en la novela se dice negros. Lo justifican diciendo que "cuando se escribió el libro, el lenguaje era diferente y se usaban palabras que ahora no se usan". Claro, alguien podría sentirse ofendido.
Lo de Floyd es indignante. Lo de Taylor y lo de Shaver. Lo de Blake es indignante hasta el extremo. Pero lo de Diez negritos, también. En este caso, por la imbecilidad que demuestra, que campa por sus respetos.
Os Resentidos - Galicia caníbal