lunes, 15 de julio de 2019

Sobre una humilde panadería





Hace poco más de un mes, la panadería de mi barrio bajó la persiana.

He de decir que la frase anterior contiene dos inexactitudes literales.

En primer lugar, no bajó la persiana: sorprendentemente, no tenía persianas.  Me explico: la panadería tenía tres locales o accesos a la calle, por decirlo de alguna manera. Uno de los locales era para el despacho de pan, repostería y pastelería; este local sí tenía persianas, pues cerraba de nueve de la noche a seis y media de la mañana (siete y media los domingos y festivos). Y también cerraba por la tarde los sábados, domingos y festivos, y durante el mes de agosto. Así que cuando me dieron la noticia, fui y miré: la persiana estaba bajada.

Pero en los otros dos locales estaba el obrador. El pan y todo lo que vendían se hacía allí mismo, pues los tres locales estaban conectados. Y el obrador sólo tenía puertas normales, de madera y cristal. Las puertas estaban cerradas cuando el obrador paraba, pero no había rejas ni persianas ni nada parecido. Supongo que, como el obrador trabajaba toda la noche, no hacía falta; de hecho, era habitual ver las puertas abiertas a las dos de la madrugada, para que ventilara un poco mejor, o a los panaderos (en realidad, sólo a Quique), fumando un pitillo en la acera.

Y ahí siguen, sin persiana bajada. Pero cerrados.

La segunda inexactitud es que no es "la" panadería de mi barrio. No sé cuántos sitios para comprar el pan tengo, pero en un radio de doscientos metros sin duda superan la docena. Dónde compro ahora el pan es una pregunta que me hace a menudo mi charcutero; él también vive en el barrio, y también quiere saber si he localizado una panadería buena. Porque comprar pan no es problema, pero que el pan merezca el embutido que le compro, sí.

Eran una familia de panaderos. Carla se encargaba de la venta, y su hermano Quique de la fabricación. Pero ellos eran la siguiente generación: sus padres, hace ya años, fueron los que consiguieron que se autorizara la venta de pan los domingos; si se acuerdan (o si no lo vieron, yo se lo digo) antes no se vendía pan los festivos. El sábado había que comprar pan para los dos días - y yo, en mi época de suministrador de pan para la familia llegué a comprar hasta 21 barras ese día-. Recuerdo, cuando era chico, ir la familia a Villanueva de Gállego, en aquella época pueblo pueblo, a un horno de pan que había allí y cuyo pan los domingos estaba bueno. Era una época en la que no se congelaba el pan (no creo que se le ocurriera a nadie, dado el tamaño de los congeladores de entonces. Y se desayunaban tostadas, porque el pan del día anterior había que tostarlo para comerlo. Pues bien, fueron los padres de Carla los que mantuvieron la batalla legal hasta que consiguieron la autorización general para el despacho de pan los domingos. Sí, eran un comercio con honda raigambre en el barrio.

Por esto digo que es "la" panadería del barrio. Porque los demás establecimientos son suministradores, como tantos que he visto llegar y marcharse, tantísimos. Y no soy yo el único que piensa así.

Y es que en mi barrio hay multitud de panaderías, pero son franquicias o qué se yo. Cadenas con quizá cientos de establecimientos, por no mentar los supermercados. Desde hace poco más de un mes, ya digo, compro el pan en la panadería de una cadena que además ejerce de cafetería. Pero no es lo mismo. Por ejemplo: un día les compré unos cruasanes. Desde entonces sólo les compro el pan. Y es que esta franquicia me abastece de barras de pan que dan el pego: con aceite, tomate y un buen embutido el bocadillo tiene un pase. Pero todo lo demás... Cuando uno se ha acostumbrado a una harina superior, a un pan amasado con interés, a unos pasteles artesanos, a productos de primera... es difícil cambiar al producto industrial. Que ése es otro, el tema de su calidad. Exquisita es la palabra. Es difícil explicar sin ser un Proust lo bueno que estaba todo lo que hacían. ¿Se pagaba? Los precios eran altos, sí, pero las colas que se formaban podían ser enormes. Así que el precio sería acorde con lo recibido, ¿no?
 
Ahora todo ya da igual. Cerraron, porque trabajaban mucho para la hostelería y cierta cadena hotelera muy relacionada con un famoso vicepresidente (y luego pésimo presidente) del FC Barcelona les dejó un pufo de impagados que ya no pudieron asumir. Las panaderías abren y cierran (sobre todo si son cadenas); pero que cierren las panaderías que sí dan carácter al barrio... Supongo que son el signo de los tiempos. Los barrios evolucionan, está claro. Lo que no sé es si es a mejor.




Simon & Garfunkel - Kathy's song (versión de Laura Eliza)