martes, 5 de febrero de 2019

De taxis y flores (y II)





Hace unos años cerró el servicio de telégrafos en España. Desapareció porque nadie enviaba ya telegramas. Ante esa realidad, la medida era obvia. ¡Qué le vamos a hacer!

Hace unos días (o dentro de unos días) se retiraron las cabinas de teléfonos. En un mundo en el que cada persona mayor de 11 años tiene al menos un teléfono móvil, las cabinas se usan tanto como los quinqués: de nuevo, está claro.

Es lo que tiene el Progreso: cambia las cosas.

Hoy los taxistas protestan contra las VTC. El sector del taxi está hiperregulado por la Administración, y las VTC no. Así que esta historia va de que las VTC son competencia desleal. No según la ley, pero compite sin seguir las mismas reglas. A veces el Progreso tampoc sigue las reglas de lo establecido. Los correos electrónicos no pagan sellos postales.

Las flores. Unos tipos de Barcelona han montado una empresa por internet para vender flores. Ahora uno, desde su móvil, les encarga a ellos las flores y listos. Se supone que son más baratos; ellos dicen que sí, que lo consiguen porque ahorran pasos en la cadena de distribución de las flores, al tratar directamente con los agricultores y primeros pasos de esa cadena. Si triunfan, y si no son ellos otros lo harán, las floristerías y los mercados de flores están condenados a la extinción.

La florista de mi barrio se llama Concha. Yo no suelo comprar flores a menudo, pero cuando lo hago la conversación con Concha es importante. Es un placer comprarle flores a Concha. En definitiva, pago el extra que supone la calidad del servicio de Concha. Es lo mismo que cuando compraba los libros a la librera del barrio, lo que son los comercios de proximidad. Encarecerán el producto, no lo niego, pero...

Pondré otro ejemplo de viejo: lo más seguro es que casi ninguno de ustedes haya comprado billetes de avión en una agencia de viajes. Fueron una de las primeras víctimas de internet, me atrevo a decir que el primer sector de la venta electrónica: a fin de cuentas, la herramienta electrónica ya existía pues lo que hacía el empleado de la agencia era comprar él el billete electrónicamente. Con internet, el ahorro de la comisión de la agencia fue incentivo suficiente para el triunfo.

Pues bien, nadie que no haya comprado en una agencia puede valorar su trabajo. La tranquilidad, la confianza. El valor de sus consejos. Algo innecesario para los viajeros frecuentes, pero valiosísimo para todos los demás. Así que siendo la compra de billetes parte del proceso de volar Internet ha abaratado el vuelo pero al coste de reducir su calidad.

El caso de Uber y Cabify no es del todo así porque la base de las VTC es la contraria: pueden mejorar el servicio que da el taxi costando menos, y lo hacen. El coste, claro está, es que no cumplen las normas de los taxis. Cumplen las que aportan, no las ineficientes, las que obstaculizan. Hasta qué punto esas normas ineficaces fueron promovidas por el sector del taxi para impedir su cometencia y cuánta fue fruto del insaciable deseo de la burocracia por controlar todo, no lo sé, pero es así.

¿Quién triunfará? La clave es que Uber y Cabify ya existen. Hay gente que los ha probado y esas personas querrán repetir, por lo que no van a desaparecer, y si existen cada vez más gente probará las VTC, querrá repetir y las demandará. Los taxis, me temo, se van a reconvertir en VTC. ¿Por qué no? Harían lo mismo, pero sin cumplir las reglas que han de cumplir si son taxis y no VTC.

Entonces, ¿qué o quién se opone al cambio?

Primero, quién. Ésa es fácil: la Administración, que quiere siempre controlarlo todo, controla a los taxis y se le escapan las VTC. Lo que va a intentar es hiperrregular las VTC hasta que éstas sean taxis. Una pelea dura, la Burocracia versus la Libertad y el Progreso. Pronóstico: el Progreso, renunciando a la Libertad.

En segundo lugar, el qué. Y el qué también es fácil: el importe pagado por el traspaso de las licencias de taxis. Se ha llegado a pagar más que por un piso, y el taxista primo ha quedado rehipotecado de por vida. Su única salida es, al jubilarse, traspasar la licencia por ese importe, recuperar el dinero y que le sirva de pensión de jubilación. Para eso, la licencia tiene que mantene el precio actual de traspaso, y si no será su ruina. Y para que se mantenga, no ha de cambiar nada.

Yo lo siento, pero este qué no es rival. Es un colectivo pequeño que deberá reconvertirse cual minero de carbón o repartidor de hielo.

Y, a todo esto, ¿qué será de nosotros? ¿Nos mejora nuestra vida, esta faceta del Progreso, o la empobrece?

¡Bah, qué importa! Somos duros, pase lo que pase nos adaptaremos y sobreviviremos. Somos los reyes de la Creación.

Como las cucharachas.





Jean Paul Martini - Plaisir d'amour