domingo, 23 de julio de 2017

La sociedad de las formas




Vivimos en una sociedad en la que lo importante son las formas. Y no nos damos cuenta.

El fin no justifica los medios, se dice. Esta afirmación, llevada al extremo, impone la forma por encima del objetivo. Y así, se buscan personas que se ajusten a lo que se ha establecido como correcto, antes que buscar lo que esa persona logra. El que haga las cosas de manera diferente, aunque consiga más que los fieles soldados, será criticado por no ser como los demás. Si tolerado, será tildado de "verso suelto"; si genio creativo, de excéntrico. Si ingeniero, se le acusará de no trabajar en equipo. Porque se ha de ser mediocre, como todos, y los mediocres buscan disfrazarse con la uniformidad en un mimetizarse en el entorno que les diluya, que no les señale si la cosa sale mal. La mejor manera de no destacar es que todos sean iguales, que todos hagan todo igual, que nadie sea mejor que nadie. Y como a veces hay alguien que es mejor que los otros, hay que conseguir que ese mejor no destaque. ¿Lo duda? Bueno, puede que no sea un plan trazado a largo plazo, pero fíjese en cuántas normas, prohibiciones y directrices tienen como resultado la uniformidad de todos., cúantas tienen como efecto (no necesariamente deseado) que se acabe con la genialidad, con la innovación o con la diferencia.

Además la igualdad tiene muchas ventajas: es más facil manejar una organización si todos son iguales. Son los díscolos, los que no hacen lo que todos, los que causan problemas que hay que resolver. Así, los directores se ponen en el lado de la masa de mediocres y persiguen también la uniformidad. No miran los resultados, sino las formas empleadas. ¿Se ha hecho como estaba establecido, o se han empleado métodos diferentes, uy uy?

Vivimos en una sociedad en la que nos quejamos que nos gobierna la corrección política. ¿Y qué es la corrección política, sino el triunfo de las formas sobre el contenido? Más aún, no es sólo que dediquemos los esfuerzos a las formas en vez de a los objetivos que deberíamos tener, sino que cualquier hecho se juzga según sus formas. Un estudio sobre la integración laboral de los subnormales no alcanzará ni el derecho a ser leído, mientras que una sarta de imbecilidades y lugares comunes sobre los diversos funcionales psíquicos (no sé si es ésa su denominación correcta, se entiende lo que quiero decir), un documento inútil de 250 páginas será publicitado y ensalzado como tratado fundamental sobre el tema en tanto en cuanto promueva más la corrección política.

Al potenciar las formas, más conseguimos que se minusvalore el fondo. El fin buscado por todos aquellos no van a producir un gran fondo. 

Es una manera distinta de ver las cosas que me ha sugerido hoy una amiga en una conversación. Discutíamos (estas discusiones las tengo muy a menudo) cómo en el pleistoceno hacíamos cosas que ahora no se aceptarían. La sociedad del pleistoceno era diferente de la de ahora, y quizás la diferencia básica es que ahora, más que nunca, las formas lo son todo.

No desarrollo más este tema; debe ser usted quien reflexione sobre ello. Pero si leyó, como recomendé, Ishmael, sabrá que la mejor jaula es aquella en la que uno no sabe que está dentro.




Van Morrison - Jackie Wilson said