jueves, 11 de julio de 2013

Zaragoza, mi ciudad


Mi tío César fue boy-scout. Cuando iban de excursión solían tocar el tambor al salir y entrar en la ciudad. Su infancia y la mía fueron en ciudades diferentes, eso está claro. Solo que se llamaban igual y ocuparon el mismo sitio.

Por si no se lo huele, este artículo va de recuerdos. Si cree  que al acabar va a considera que he sido un peñazo, acepte un consejo: no siga leyendo.

Cuando yo era chico, mis mayores y mis profesores de más edad solían contar historias de una Zaragoza que parece que existió, pero que yo no conocí y que desde luego no era la mía. También los chicos mayores contaban cosas, pero esta vez a menudo yo recordaba haberla visto (que no vivido, que por algo era más pequeño que ellos). Como es normal, muchas de las historias hablaban también de cuando mi colegio estaba en su sitio original. Sí, antes hubo otra ciudad, porque de hecho el edificio de Ibercaja no siempre estuvo allí, y yo llegué a ir al colegio en ese solar y puse petardos en la tapia, y recuerdo el gigantesco hoyo que excavaron. Yo me preguntaba ¿para qué ir tan hondo? La obra acabó y apareció un edificio de 14 plantas, todo de cristal, en el centro de Zaragoza. "La pecera", le llamábamos todos. Los más pensábamos que qué horror de edificio, pero luego nos dimos cuenta que, con el tiempo, la ciudad cambiaría y el edificio sería entonces el apropiado. Y creo que así es.

Llevo veinte años fuera de la ciudad. Vuelvo todos los años, pero de manera esporádica y a menudo como el médico: llego, saludo y me voy. Si puedo, no paso ni una noche. Y es que, verán, hace tiempo que no reconozco la ciudad. Y no es sólo que las afueras estén ahora más cerca (para el que llega), que los vecinos me hablen de sitios como "Valdespartera", "Montecanal", "Parque Goya" o "Puerto Venecia" como si siempre hubieran estado ahí. Tampoco es que el centro de la ciudad haya cambiado: se ha vaciado, sí, pero eso es lógico; por ejemplo, cuando era chaval en mi casa vivíamos 11 personas y ahora sólo viven 2, de los otros 9 sólo uno sigue viviendo en el centro, y en otra casa. 

Hay muchos cambios que me sorprenden: la carretera de circunvalación es ahora una avenida de lo más normal, y existen "cinturones". La forma de moverse en coche ha cambiado, y no sólo el tranvía la ha cambiado. Miren (para los que sean de allí), cuando iba a la fábrica salía de casa en coche, salía a la plaza Aragón, Independencia, plaza de España, coso y calle Alfonso hasta la plaza del Pilar. En la plaza giraba a la izquierda y a la derecha para rodear el templo, y salía al Ebro. Cruzaba el río, y después del puente de la autopista cogía ¡la carretera! hasta Villanueva. Creo que hoy en día sólo se mantiene cruzar el río y llegar casi al puente de la autopista. O, por ejemplo, en cierta ocasión, entrando (lanzado) por la vía Ibérica, mi coche se quedó sin frenos. Conseguí pararlo poco a poco justo antes de llegar a Fernando el Católico. ¿Dónde me habría matado, en la actualidad?

Y si siguiera, hablaría de la estación de tren, del mismo tren, del puente de la Avenida de Madrid (o de la misma avenida),...

Tampoco les estoy hablando de recuerdos antediluvianos, de cuando el camino de las Torres (a dos calles de mi casa) era una acequia con juncos y una valla metálica para no caerse; de cuando los escasos semáforos que había entraban en ámbar a las 10 de la noche y en cada uno estaba la señal que decía "en caso de semáforo intermitente o apagado ceda el paso". O de cuando la universidad estaba en la plaza San Francisco y la Feria de Muestras se montaba... en la Feria de Muestras, que se decía entonces.

No, el cambio que más me afecta es más sutil, pero pienso que más profundo, porque se refiere a cómo vive la gente en la ciudad.

Verán, creo que todo empezó con El Corte Inglés - los viejos me dirán que no, que mucho antes, pero eso a mí me da igual-. Antes, Gay aparte, el centro de la ciudad estaba en el Paseo de la Independencia; concretamente, en el semáforo que permitía pasar de Galerías Preciados a SEPU (en realidad, en sentido contrario a mediodía pues SEPU cerraba para comer). Todo estaba allí: los centros comerciales principales, el Heraldo y la heladería, las grandes librerías, las cafeterías y bares (para los mayores), y, sobre todo, LOS CINES. En las columnas de los porches se colgaban los carteles de las películas, uno paseaba y elegía. Y casi seguro que el cine estaba al lado.

En aquella época, los cines funcionaban de manera diferente. Para empezar, las sesiones eran fijas: a las 5, a las 7 , a las 9 y a las 11.  Que una película se saliera de ese horario era extraordinario. Y también la cartelera: las películas duraban semanas, y en el Heraldo se decía cuántas llevaba en cartel: tres, seis, dieciocho, seis meses. Cuatro sesiones diarias, y una película aguantaba tres meses en un mismo cine. Otra época, ¿verdad? Ahora piensen que había muchísimos cines: Actualidades, Argensola, Avenida, Iris, Dorado, Coliseo, Latino, Coso, Mola, Elíseos, Gran Vía, Cervantes, Quijote, Fleta, Palafox, Rex, Roxy, Victoria, París, Palacio, Torrero, Venecia, los Buñuel (eran cuatro salas pequeñisimas, era "especial")... Y al que yo más fui era fuera de cartel: el cine de mi colegio echaba una película infantil de reestreno los sábados por la tarde, cada sábado una distinta. Y la entrada valía tres veces menos que en los cines titulares.

 Cuando abrió el Corte Inglés, la ciudad cambió. Recuerdo una entrevista de la época a (creo que se llamaba) Curro Fatas, el vocalista de Puturrú de Fua, que definía Zaragoza como el Casco Viejo, su territorio, y "el resto son calles que llevan al Corte Inglés". Y realmente estaba dando en el clavo. El centro se desplazó. Y lo hizo de una manera tan radical que el semáforo que permitía conger el Paseo de las Damas desde la Plaza Paraíso se colapsaba de tal manera - y con ello el tráfico de la plaza, y se imaginan lo que significaba- que el ayuntamiento decidió prohibir ese giro. La gracia que les debió hacer a los del C.I., que habían diseñado su aparcamiento para que se entrara desde ese semáforo. Que por cierto, si alguien de por allí, "nuevo" en la ciudad, se ha preguntado cómo es que el aparcamiento del Corte Inglés tiene tan mal acceso, ya lo sabe. 

El impacto en el comercio del barrio también fue radical. Cerraron muchísimas tiendas "de barrio", y su lugar lo ocuparon las agencias de viaje y las tiendas de ropa (no es que antes no hubiera, pero eran tiendas "familiares", de hecho la tienda de ropa de moda era la "Boutique Julia", creo que se llamaba, en Francisco de Vitoria con León XII). Las tiendas cerraron, el barrio evolucionó y la ciudad evolucionó. Puede que no tuviera nada que ver (y de hecho lo mismo ha ocurrido en muchas otras ciudades), pero lo cierto es que a partir de entonces los cines ya no estaban en el centro de la ciudad y fueron cerrando, SEPU cerró, Galerías Preciados se lo quedó El Corte Inglés. Luego abrieron los centros comerciales, el PRYCA del Actur, Grancasa, Augusta y todos los demás. Y trajeron los multicines, con su manera diferente de ver el cine... y los horarios extraños. La gente ya no tenía que venir al centro, y más inimaginable aún, la gente que todavía quedaba en el centro empezó a ir a los barrios, a los centros comerciales. Las vías de circulación por dentro cambiaron porque se prohibieron giros clave, se peatonalizó la plaza del Pilar y el final de la calle Alfonso, luego la calle entera, ya no llevo la cuenta de la de cosas que han cambiado.

Cuando vuelvo a casa, me cuesta reconocer los sitios. Las tiendas que recuerdo ya no existen, se compra en tiendas que no conozco. No me oriento con los cinturones, me llevan por sitios por los que no sabía que se podía pasar salvo que fueras un pastor y las ovejas te tiraran para allí. La Universidad ha cambiado, la vida en general ha cambiado, la gente se ha adaptado perfectamente y yo ya estoy muy lejos de tener la soltura que tenía a los 16, el guía apache de cualquiera que quisiera conocer mi ciudad. Les parecerá una chorrada, pero sirve como muestra: mi Colegio de Ingenieros estaba en un piso en la calle Sanclemente, un 6ºA, y tenía a cuatro personas: Ángela, Mariángeles, María Jesús y Fina. Y punto. Ahora está en no sé qué edificio por la Plaza de España, con no sé cuántas plantas y ni idea de cuántas personas trabajando allí. Me fui, y cuando vuelvo no me encuentro lo que he dejado. Normal, probablemente no debería esperar otra cosa, pero... cuesta.



Mi tía vivía en el Paseo del General Mola. Hace muchos años,se le cambió el nombre a Paseo de Sagasta. Aquello no me sentó bien y le protesté: ¿qué te parece que te cambien el nombre de la calle en la que has vivido siempre? Mi octogenaria tía me contestó que no le importaba, que de hecho ella ya vivía allí antes de que se llamara General Mola, se llamaba Sagasta, y antes aún tenía otro nombre. Yo no lo sabía. Para mí esa calle era Mola "de toda la vida", vamos, que los romanos fundaron la ciudad sobre Salduba, un poblado íbero que había en torno al "camino de Mola". Era un niño, y no sabía que las ciudades cambian.