Esta tarde, cuando volvía a casa dando un paseo, me crucé con un Mercedes negro, de ésos imponentes. El Mercedes era descapotable y lo conducía un tipo guapote, con un aire a lo Mathew Mcconaughey, ya saben, y con la correspondiente señora (yo creo que más bien señorita) a juego en el asiento del copiloto. Como ven, nada de particular, incluso podría haber sido yo mismo hace unos años, si no fuera porque yo soy más bien del tipo Quasimodo, mi coche no era un Mercedes sino un Seat 600 verde oscuro al que mis compañeros llamaban "el perolo", y la señorita a juego... creo que no se habría subido conmigo a mi coche ni aunque fuera una autoestopista de noche bajo una tormenta.
El caso es que hubo un detalle que me llamó la atención: la matrícula. Era azul con letras blancas. Veran, las matrículas así no son de vehículos adscritos a ningún país. Tampoco son de vehículos que están tramitando el cambio de país. Ni son del cuerpo consular (de ésas hay muchas, aquí en Barcelona) o de embajadas (de ésas, muy raras de ver, pero...). No, era una matrícula de un ente que se engloba en el epígrafe de "Organismos internacionales". No había duda posible, porque empezaba con "OI".
Uno, en su ingenuidad, siempre pensó que esas matrículas se veían en Beirut, en Jeeps que conducían avezados pilotos locales mientras transportaban entre balaceras a cooperantes que intentaban llegar a algún campamento de refugiados. No sabía que se destinaban a vehículos de alta gama para que los condujeran aparentemente nada estresados jóvenes con agradable compañía por las calles residenciales de Barcelona.
Y, claro, lo primero que pensé fue ¿en ésto se gastan el dinero?
No sé qué organización internacional era. Supongo que sería UNICEF o alguna otra de la ONU, pero no lo sé. Pero les aseguro que la próxima vez que una de éstas se me dirija, pidiéndome el correspondiente donativo mensual, me acordaré del Mercedes.