lunes, 10 de junio de 2013

Cómo elegir al presidente

Quería escribirles este artículo hace meses, cuando era de actualidad, pero lo cierto es que durante la campaña electoral norteamericana tenemos artículos al respecto hasta en la sopa, así que decidí que era mejor no abundar más en el tema. Hoy, en cambio, estamos ya un poco descongestionados y podemos tratar el tema otra vez.

Sí, este artículo versa sobre el proceso de elección del presidente de los EE.UU. ¡No se vaya todavía, seguro que no se arrepentirá!

Resulta que es un proceso que va a cambiar, más pronto o más tarde, se quiera o no, y nadie habla del tema. Me explico.

Cuando Washington, Jefferson, Madison y cía redactaron la Constitución (Jefferson estaba en Europa entonces, pero "se carteaba"; de hecho, estaba en Europa como embajador plenipotenciario a petición de ellos mismos, por el gran prestigio que tenía), dedicaron un apartado al proceso de elección del presidente. Como no todo el mundo podía conocer al tipo más adecuado para el puesto, resolvieron que lo mejor era que al presidente le eligieran "los electores presidenciales", que eran unos tipos que sí sabían a quién había que votar. Obviamente, se obvió cómo elegir a los electores; ya se apañarían. Y se apañaron, pero ésa es otra historia. Además, había un soporte "filosófico": el Congreso representaba al Pueblo y le elegía éste, el Presidente y el Vicepresidente eran en realidad los ejecutivos máximos de una federación de estados independientes.

Tenemos entonces que al presidente lo elige un "Colegio Electoral". Al principio la cosa iba bien, pero luego se dieron cuenta de que había que pulirlo un poquito, porque con Washington no hubo problemas porque poco menos que salía por aclamación, pero con los siguientes sí, y en 1804 se incorporó a la Constitución la 12ª enmienda (del proceso constituyente y de las primeras enmiendas ya hablé en mi celebrado artículo Me acojo a la quinta enmienda). Pero lo importante no cambió: la elección se haría por estados, y más o menos, para ser elegido se ha de tener la mayoría de votos y votar la mayoría de estados.

El paso clave, entonces, es ganar la votación en el Colegio Electoral, formado por tanta gente como el Congreso (pero gente distinta, ¡ey!). Actualmente, 538 tíos. Técnicamente, los electores pueden votar a quien quiera, pero en la práctica funciona así: en cada estado se celebran elecciones el mismo día (este detalle está en la Constitución), cada candidato tiene su grupo de electores - en 24 estados es ilegal que el elector no vote al candidato por el que se presenta, porque se les considera representantes del estado- y el grupo que consiga más votos dentro del estado gana. Es decir, cada estado (con un par de excepciones) tiene una sola voz en el Colegio Electoral y esa voz tiene la fuerza de todos los delegados que aporte el estado (para saber más, le sugiero una antigua e ignorada entrada mía, Visto para sentencia).

El sistema lleva casi 200 años funcionando, y funciona, pero tiene algunas pegas. Principalmente, puede ocurrir (y a veces ocurre) que el que gana no es el que tiene más votos "populares". Y, ¡hombre!,... es un problema, porque allí, a diferencia de aquí, el ganador no se siente muy legitimado, y a nadie allí le gusta eso mucho. 

Otro inconveniente es Ohio. Desde hace tiempo, es un estado bisagra, un "swing state": un estado que a veces apoya al demócrata y a veces al republicano, depende. No es el único, también Florida y otros, pero el caso de Ohio, por lo muy bisagra que es y la fuerza de sus votos, es sangrante. Todos los candidatos pueden (ergo quieren) ganar en Ohio y en los demás swing states, y a estos estados se les mima. Idaho, por ejemplo, va a ser republicano pase lo que pase. Por ello, la política de cada presidente con respecto a Idaho es "que les parta un rayo", porque, total, pase lo que pase van a votar al republicano... 

Con los swing states es distinto, sus deseos son órdenes, y más aún en los más importantes de éstos. Y como pasa en cualquier sitio donde haya unos "favoritos", sus beneficios son a costa de los demás. Y los demás, claro, se quejan. Normal, ¿no? ¡Ah, pero es que ahora están haciendo algo más que quejarse! Me explico.

La cosa es simple: los estados "fijos" están intentando cambiar la manera de elegir al presidente. Quieren que sea mediante el voto popular, al estilo europeo: el que más votos absolutos obtenga será el que gane. Supongo que habría que cambiar la Constitución y qué se yo, pero no. Lo están haciendo de una manera mucho más efectiva: han decidido (vía la legislación de cada estado) que los electores de ese estado no votarán al candidato para el que fueron elegidos, sino para el candidato que más votos tenga en el total nacional. ¿Recuerdan lo que les he dicho de que los electores tienen carácter de representantes del estado y deben votar lo que el estado quiera? Pues en este caso, lo que el estado querrá será el voto para el que gane en todo el país. La idea de estos estados, y ya se han subido a este carro los poderosos estados de California, Nueva Jersey e Illinois, entre otros, es que cuando el número de los votos electorales de los estados a favor alcance la mayoría, ya dará igual lo que piensen los demás estados: ellos, votando como bloque, ganan, y punto. Simple, y efectivo, no importa lo que diga la Constitución, el Congreso o el Senado, los jueces, nadie. De momento son 132 votos, han de llegar a 270, y por ejemplo, en esta legislatura el tema se debatirá y tramitará en Nueva York, Minnesota y otros (igual son 53 votos más, ya serían 185 de 270; en Oregón, por ejemplo, ya ha salido adelante en su Cámara Baja); ya veremos qué pasa, porque este proceso es insistir e insistir, hasta que el proyecto se aprueba.

Por cierto, un curioso pero totalmente válido argumento a favor de este nuevo sistema: en los estados donde no hay disputa real, mucha gente no vota, porque está convencida de que su voto no valdrá para nada. Es ridículo que un republicano vote en Washington D.C. o que un demócrata vote en Idaho. En cambio, con este sistema su voto sí valdría, y votaría. Con lo que la elección directa reflejaría mucho más el verdadero deseo de los votantes.



En fin. Es triste pensar cómo manejamos las cosas en España, ¿verdad? No conozco un solo español al que le guste nuestro sistema de elecciones, pero como a los partidos les va bien así y nuestro mismo sistema de partidos consigue que nada que no nazca de los partidos salga adelante...